En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 30 de Octubre de 2018:
Como les contamos la semana pasada, la palabra más repetida a lo largo del Primer Congreso Internacional “Educación e Inclusión Desde el Sur” no fue “aprendizajes”, ni fue “docente”, ni fue “docencia”, ni fue (aunque sorprenda) “Educación”. La palabra más repetida fue: “pedagogía”. Seguida por otras dos palabras con las que se la asoció mucho que fueron “inclusión” (o pedagogía inclusiva) e “invención” (o inventar pedagogía). Desde este humilde espacio, que pretende semanalmente invitar a la problematización (en este y en otros sentidos), nos alegramos de esto ya que consideramos, como dijo Orlando “Nano” Balbo en su presentación que “a la palabra pedagogía se la ha vaciado de contenido, se la ha hecho sinónimo de didáctica y se la ha vaciado de su poder transformador” y creemos que en la “invención” de modelos pedagógicos inclusivos es donde empieza a construirse una Educación democrática y “para todes”.
Dos ideas aparecieron, abordadas desde diferentes lugares, a lo largo de varias actividades, indicando que son cuestiones centrales del debate actual: la problematización sobre la práctica docente, seguida de una reflexión colectiva que construya saber pedagógico a partir de las experiencias docentes y la necesidad de inventar modelos pedagógicos inclusivos que, más allá de (o acompañando a) las decisiones macropolíticas, resignifiquen el hacer en la cotidianeidad de la experiencia educativa.
Ya en la conferencia inaugural “¿Qué Educación frente a los desafíos del presente?”, a cargo de Philippe Meirieu, el pedagogo francés nos invitó a pensar en la relación entre una Educación inclusiva y los grandes desafíos del mundo actual y con la frase “la Educación es siempre la misma y siempre diferente” nos recordó que “la Educación, si es que ha sido la misma, se inscribe siempre en contextos diferentes que requieren que la repensemos todo el tiempo”. En este sentido de problematización y metiéndose en uno de los ejes centrales de este Congreso, Meirieu agregó que “la historia de la Educación (como una apuesta casi sin sentido) es la historia de la inclusión”.
En la parte central de su presentación Meirieu profundizó en los tres desafíos requeridos para la trasmisión del “mundo común” y la emancipación de las nuevas generaciones:
- La construcción de una escuela para todes.
- La democratización del acceso a los saberes de la posmodernidad.
- El desafío de la formación del ciudadane de una sociedad democrática.
Para lograr estos desafíos, nos propuso cuatro claves: hacer de la Escuela un espacio de desaceleración, un lugar dónde se aprenda la exigencia y se construya una relación exigente con el saber, un lugar de cooperación y un lugar que no haga que nuestres alumnes terminen de rapiñar el mundo sino que haga que sean ciudadanes que puedan compartir la cultura.
La problematización sobre la práctica docente, seguida de una reflexión colectiva que construya saber pedagógico a partir de las experiencias docentes comenzó a abordarse en la interesante conferencia de la siempre meticulosa y clara Flavia Teriggi, quien comenzó aclarando que el saber pedagógico se construye a partir de experiencias que pueden surgir de la macropolítica, que pueden ser “intermedias” (dónde lo “micro” aprovecha espacios que abre la macropolítica) pero que suelen surgir de docentes que detectan problemas o problematizan y generan conocimiento. Teriggi nos propuso pensar la producción pedagógica a partir de tres claves:
- La forma escolar.
- Las alteraciones o nuevos formatos.
- La “experimentación” escolar.
En este sentido, Flavia Teriggi nos invitó a diferenciar dos cuestiones respecto a la producción de saber: la invención del hacer y la producción de saber pedagógico y remarcó que la “forma escolar” incluye una serie de reglas impersonales (un universo separado para la infancia, la importancia de las reglas en el aprendizaje, la organización racional del tiempo y la multiplicación y repetición de ejercicios) y posee un “modelo pedagógico por defecto” que enseña de manera graduada y simultánea como una cronología de aprendizajes unificados. En contraposición a esta “forma escolar” y adelantándose a la temática de la “invención al hacer”, propuso a las “formas alteradas” o los “nuevos formatos” que ponen en tensión “verdades” históricas que han entorpecido la implementación de pedagogías inclusivas. En esta línea Philippe Meirieu nos invitó a “emanciparnos de toda una serie de costumbres que nos impiden pensar otras maneras de hacer lo que hacemos”. En relación con estas “formas alteradas”, Teriggi aclaró que “el cambio organizacional no produce, necesariamente, un cambio en las prácticas. Puede ser un factor importante pero no lo hace por sí sólo. El cambio en la estructura organizacional debe acompañarse de enfoques didácticas potentes que produzcan dominios sobre el saber”. En la misma línea, Graciela Favilli, en la mesa de comunicaciones que le tocó comentar, indicó que “la inclusión requiere de políticas de Estado (como garante absoluto del derecho a la Educación) pero también requiere de micropolíticas de la práctica cotidiana en las que operan acciones concretas y pequeñas de inclusión o exclusión” y Alejandra Birgin hizo lo propio al agregar que “la invención de una trama, parte de las políticas públicas pero es tomada y construida por actores de la micropolítica” y, por eso, debemos “recuperar el espacio de nuestra posibilidad y pensar la política institucional como algo que nos condiciona pero no nos determina”.
En su conferencia, Orlando “Nano” Balbo nos invitó a pensar la cuestión del lenguaje, puntualizando que “cuando utilizamos el lenguaje del poder (incluso para oponernos a él), el poder construye hegemonía”, que “cuando adjetivás un sustantivo (como democracia “participativa” o escuela “inclusiva”) el sustantivo empieza a perder peso” y que “a la palabra pedagogía se la ha vaciado de contenido, se la ha hecho sinónimo de didáctica y se la ha vaciado de de su poder transformador”. Terminando su exposición, el “Nano” nos interpeló con dos cuestiones bien interesantes: la primera cuando aseguró que “el primer obstáculo que tenemos para construir una Escuela pública y democrática somos nosotres mismes en tanto sujetos que perdemos la batalla por el lenguaje” y la segunda cuando nos recordó que generalmente no pensamos la pedagogía “a futuro” sino que la pensamos como un acumulado pero la pedagogía “está siendo” y “nada es más urgente hoy que reconciliarnos con la pedagogía y con el lenguaje pedagógico”.
Tal vez la problemática más abordada en el Congreso fue la cuestión de la “inclusión”, de la “Escuela inclusiva”, de las “prácticas inclusivas” y, fundamentalmente, de la necesidad de inventar modelos pedagógicos inclusivos que, más allá de (o acompañando a) las decisiones macropolíticas, resignifiquen el hacer en la cotidianeidad de la experiencia educativa.
En este sentido, Philippe Meirieu fue muy claro al afirmar que “el principio de educabilidad de todes y la formación de la libertad de cada une no pueden sufrir ninguna excepción. Una única excepción lo arruinaría todo”. Se encargó de poner en duda el carácter inclusivo de escuelas que se dicen inclusivas (“una escuela supuestamente inclusiva que acoge a todes les niñes pero no atiende a cada une de elles es, en realidad, una escuela que no incluye y culpabiliza a quien parece no encontrar su lugar en ella”) y agregó que “una escuela inclusiva que no tenga una pedagogía inclusiva se condena a ocupar a les alumnes con actividades sin sentido dejando el trabajo de la individualización para el afuera de la escuela y se transforma, así, en una escuela que excluye”.
Respecto a este tipo de “inclusión”, Carlos Skliar nos preguntó “¿de quién es el problema de la inclusión?” y, ante la preocupación por la preparación para esa tarea respondió que “no hay preparación posible porque el encuentro es con alguien que no sabemos qué va a provocar en nosotres”. Como agregó Gustavo Galli en el conversatorio de cierre (y citando a un Director de Escuela) “no se trata de estar preparade sino de estar disponible”.
La decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Graciela Morgade, pidió que su presentación dijera (más allá de caracterizarla como docente e investigadora) que era (es y será) una “militante de la Ley de Educación Sexual Integral” levantando, como en cada una de sus intervenciones, el aplauso y la ovación de les presentes, agregó que “toda Educación es sexual y, entonces, debemos preguntarnos ¿qué Educación sexual queremos, si una que trabaje para la sujeción o una que milite la emancipación?” y cerró su intervención en el conversatorio final recordándonos que “tenemos que hacernos cargo del enorme poder de transformación que tenemos les docentes para oponernos al capitalismo, al patriarcado y al colonialismo a través del pensamiento crítico”. Ese es el mismo poder que tenemos para hacer de la Educación una Educación verdaderamente democrática e inclusiva, ya que como dijo Daniel Korinfeld “otro de los nombres de educar es incluir y otro de los nombres de incluir es inventar dispositivos” aunque, como sugirió Carlos Skliar (quien alguna vez nos había invitado a “devolver a la Educación a la Patria de los afectos”) “la inclusión es un tipo de afecto que todavía no sabemos bien de qué se trata”.
Desde este Blog celebramos y celebraremos la reflexión sobre la práctica docente, sobre los aprendizajes, sobre la pedagogía y sobre la Educación y alentamos a les docentes de todos los niveles educativos a que participen de todos los espacios de vínculo y comunicación posible. Estamos convencides del valor de este tipo de encuentros en los que podemos compartir experiencias, ideas y reflexiones, y enriquecer nuestros pensamientos (y nuestras acciones) con los aportes de colegas y de especialistes de diferentes lugares y variadas trayectorias. Sin embargo, y como reflexión última pero no final (de este texto), estamos igual de convencides del valor que también tiene la reflexión de cada docente en su práctica diaria, de cada equipo docente y de cada institución, puertas adentro, que sin necesidad de viajar cientos de kilómetros ni de participar de eventos de estas características será la base para fundamentar los cambios que nos conduzcan a una Educación más inclusiva y democrática, a una práctica docente más innovadora que esté a la altura de los tiempos que nos tocan y a ser verdaderes facilitadores de aprendizajes cada vez más significativos en estudiantes cada vez más autónomes.
El congreso dejó en claro, como puntualizó en la conferencia inaugural Philippe Meirieu que “en este tiempo histórico y en este contexto, una escuela inclusiva y emancipadora es revolucionaria” y que “tenemos que inventar un modelo pedagógico nuevo para una educación realmente inclusiva”. Todavía tenemos un largo camino por recorrer y mucho por reflexionar (y por inventar) ya que, como dijo Simón Rodriguez (citado en el cierre del evento por Gustavo Galli) “inventamos o erramos”.