martes, 28 de agosto de 2012

Es sólo una cuestión de actitud!!!

Este texto está en sintonía con el texto “Ah, pensamos hacerlo”, en el que planteamos la necesidad de agregarle algo fundamental a nuestro discurso: la acción! En esta entrada nos proponemos empezar a derribar el mito de que “el problema es generacional”.

Cuando decimos “el problema generacional” no nos referimos ni a la (actualmente famosa) brecha digital, en relación a la incorporación de las (nuevas) tecnologías de la información y la comunicación (TICs) en la Educación, ni a la “distancia” que (muchas veces) se observa entre l@s docentes y l@s estudiantes, en términos de intereses, de motivación y de construcción de sentido, de relevancia y de significación.

Cuando decimos (y sostenemos que) “el problema no es generacional” nos referimos al problema que representan l@s docentes apátic@s, desinteresados, tradicionalistas, poco preparad@s, poco motivad@s y poco actualizad@s, que no tienen la menor intención de mejorar sus prácticas docentes con el fin último (o primero) de favorecer los aprendizajes de sus estudiantes ni de reflexionar sobre las mismas, para tomar mejores (y más fundamentadas) decisiones docentes.

Cuando un@ empieza a trabajar en la Educación Superior (en general como Ayudante de Segunda) es, muchas veces, todavía estudiante de la Carrera y cree que mucho de lo que pasa (y de lo que no pasa) en las aulas, y fuera de ellas, tiene que ver con que la mayoría de l@s docentes, y en particular l@s docentes que toman decisiones, pertenecen a otra generación. Sin embargo, esto no es así...

Hace ya algunos años cuando comenzamos la Carrera Docente, nos encontramos con un nutrido grupo de docentes supuestamente “jóvenes de edad” e imaginamos ingenuamente: cuando “nosotr@s” seamos mayoría “todo va a cambiar”. No hicieron falta ni siquiera algunas materias, bastaron algunas clases para confirmar lo peor: la edad no tienen nada que ver! En esas aulas donde l@s docentes (supuestamente) nos preparábamos y nos (trans)formábamos, se repetían las proporciones actuales y otra vez éramos minoría! Sí, en esas aulas llenas de docentes “jóvenes de edad” otra vez éramos minoría l@s que creemos que la nuestra es una tarea de profunda transformación que consiste en guiar y acompañar a nuestr@s estudiantes, como facilitadores de sus aprendizajes, haciéndolos cada vez más autónomos y significativos.

Es inútil pensar que las cosas van a cambiar sólo por un recambio generacional, ya que hay prácticas que están enquistadas en nuestro sistema educativo, que se reproducen generación tras generación. Y cuando la “formación docente” (entendida ésta en su significado más formal, como las “Carreras Docentes”, Especialidades en Docencia, Educación Continuada y otros espacios formales de capacitación docente) es deficiente (como ocurre en no pocos casos), los dos factores que cobran mayor importancia en la toma de decisiones docentes son la propia trayectoria escolar (o educativa) y la cultura institucional de la comunidad educativa en la que el docente se inserta y no es difícil imaginar hacia donde se dirigen (o suelen dirigirse) estos dos factores.

Entonces, seamos poc@s o much@s y seamos más o menos “jóvenes de edad”, no debemos esperar ningún recambio generacional ni nada que se le parezca; debemos trabajar ahora por la ruptura, por la mejora, por la innovación, por el cambio; pero no el cambio por el cambio mismo, sino el cambio fundamentado en la reflexión previa a la acción, durante la acción y posterior a la acción pedagógica.

Ah… Pensamos hacerlo!!! Ah… Lo estamos haciendo!!! 

martes, 21 de agosto de 2012

En el nombre del investigador, del docente y del extensionista. UBA!

Hace rato que en este Blog posponemos un tema complejo en el que no solemos ponernos de acuerdo que tiene que ver con las funciones de los “docentes” de las Universidades Nacionales, en particular de la Universidad de Buenos Aires.

Hace rato que se discute la pertinencia (y las implicancias) del mal llamado “incentivo docente”, que “premia” económicamente a l@s docentes que participamos en Proyectos de Investigación Acreditados, es decir un “incentivo docente” a la investigación. Tres cuestiones sobre este punto: la primera es la contradicción evidente que surge del nombre; la segunda es la paradoja de incentivarnos a hacer (lo que ya es) nuestro trabajo y la tercera es la puesta en evidencia de la importancia que se la da a la investigación por sobre las demás tareas que realizamos (esto se hace aún más evidente en los Concursos Docentes, no?).

Ahora se suma la discusión que se da en torno a la resolución del Consejo Superior de la UBA que determina que l@s estudiantes deberán realizar 40 horas obligatorias de trabajo comunitario o educación solidaria, relacionado con los conocimientos adquiridos, que aplicarán en “zonas vulnerables”. Más allá de la aclaración de que no son “zonas vulnerables” sino barrios que tienen sus “derechos vulnerados” y que han sido históricamente postergados; esta resolución volvió a poner sobre la mesa de discusión un tema del que (no por casualidad) se habla poco: la extensión universitaria.

No es la intención de este texto (tal vez lo discutamos más adelante, con los aportes de algún@s lectores del Blog que conocen mucho del tema y tienen una gran experiencia) repensar el concepto de “extensión universitaria” y diferenciarlo de muchas prácticas de “bienestar estudiantil” (como la organización de fiestas o torneos de futbol) con las que (no por casualidad) parecen confundirse; ni discutir sobre la pertinencia o no de la obligatoriedad de estas prácticas para l@s estudiantes sino utilizar estos debates actuales para repensar la obligatoriedad o no de estas prácticas para nosotr@s, l@s docentes.

Podríamos partir del texto del Estatuto de la Universidad de Buenos Aires (en relación a las funciones docentes, independientemente de su “dedicación”), de los textos (a veces olvidados) de la Reforma de 1918, de las leyes que enmarcan las funciones de las Universidades Nacionales, de los presupuestos que muestran el dinero que reciben pero no. Vamos a hacerlo más “personal”.

Podríamos ser (solamente) investigadores en un Instituto de investigación pero no. Podríamos ser (solamente) docentes en una Escuela Media o en un Instituto de Educación Terciario pero no. Podríamos realizar (solamente) trabajos de extensión (voluntarios/solidarios) en cualquiera de los muchos espacios que existen para ello pero no. Somos docentes/investigadores/extensionistas en la Universidad de Buenos Aires, con todo lo que ello implica.

Dejando para otro momento una reflexión más detallada sobre por qué somos todo esto y por qué (en términos de responsabilidad social) debemos serlo, cerramos este texto con una reflexión personal que surge de mi propia trayectoria y experiencia:

Cada vez que voy a un aula y discuto con mis estudiantes y surgen preguntas nuevas, establezco nuevas relaciones entre los conocimientos sobre los que investigo. Cada vez que busco, pienso y planifico nuevas estrategias para utilizar con l@s estudiantes, mejoro mi capacidad para planificar, para estructurar, para (intentar) predecir. Es decir, cuando hago docencia, me vuelvo mejor investigador.

Cuando leo papers, consulto bibliografía actualizada o intento integrar conceptos nuevos; tengo más información para relacionar, para repensar, para ejemplificar los temas que trabajo en el aula. Cada vez que escribo un paper, que preparo un poster para un Congreso, que preparo una presentación para alguna Jornada de divulgación, aprendo herramientas que mejoran mi trabajo en el aula. Es decir, cuando hago investigación, me vuelvo mejor docente.

Cuando trabajo en mi equipo docente pensando alternativas pedagógicas o buscando las mejores opciones dentro de aquellas que se pueden utilizar; adquiero herramientas que me permitirán optimizar mi tarea en los barrios. Cada vez que me siento con un@ o vari@s estudiantes a repensar un tema complejo, que por algún motivo presenta dificultades; aprendo de ell@s sobre las estrategias que utilizan para aprender y esos conocimientos los puedo aplicar en mi tarea en los barrios. Es decir, cuando hago docencia, me vuelvo mejor extensionista.

Cada vez que voy a un barrio y re-descubro “otra realidad”; me re-descubro como persona y reconstruyo los vínculos que establezco con otr@s (como el que establezco con mis estudiantes). Cuando realizo tareas de extensión en el marco de la estructura de la UBA, reflexiono sobre el rol (social) de la Universidad y sobre nuestra responsabilidad; y eso impacta directa y fuertemente en las decisiones docentes que tomo. Es decir, cuando hago extensión, me vuelvo mejor docente.

Cada vez que (como equipo de investigación) diseñamos una experiencia de laboratorio, definimos un problema, planteamos hipótesis, las probamos y tratamos de sacar conclusiones, aprendo metodologías y formas de pensar (e intervenir sobre) la realidad. Es decir, cuando hago investigación, me vuelvo mejor extensionista.

Cuando hago tareas de extensión se me plantean problemas nuevos, realidades nuevas, situaciones nuevas que me obligan a re-estructurar mis marcos de comprensión y análisis con la ayuda de quienes más saben del tema y de quienes tienen mucha más experiencia que yo en esto. Eso me permite establecer relaciones nuevas, que serían imposibles de imaginar encerrado en un laboratorio (en esa típica imagen que, a veces, se tiene del científico loco que pasa horas en su microscopio). Es decir, cuando hago extensión, me vuelvo mejor investigador.

Resumiendo, se trata de hacer “nuestros trabajos” de la mejor manera posible… En el nombre del investigador, del docente y del extensionista. UBA!

martes, 14 de agosto de 2012

En la variedad está la diversión (y la posibilidad de decidir cómo aprender). Parte III (y última).

Llegamos a la tercera y (por ahora) última parte de estas tres entregas (pero, por supuesto, no del Blog), que por una cuestión de espacio deja para un futuro no lejano, otro ejemplo de actividad/propuesta (más o menos puntual), que nos gustaría compartir, en la que l@s estudiantes relatan en primera persona qué y cómo aprenden.

Sólo por si se olvidaron, les recuerdo que en la primera parte del texto nos preguntábamos, entre otras cuestiones, cómo podrían nuestr@s estudiantes elegir entre diferentes opciones de estrategias de aprendizaje si siempre les presentamos las mismas. En la segunda parte nos acercamos al problema desde la pregunta ¿Cómo esperamos que nuestr@s estudiantes reflexionen sobre sus aprendizajes y sobre las estrategias que utilizaron para aprender, si nosotr@s no les proponemos ninguna actividad que tenga esos objetivos? y utilizamos, como ejemplo, una actividad propuesta a l@s estudiantes que pretendía (entre otros propósitos) poner en superficie un tema poco trabajado en las aulas (y fuera de ellas): qué y cómo aprenden l@s estudiantes. Dejamos para esta última entrega las opiniones de l@s estudiantes sobre esa actividad, para usarlas como un insumo más para la reflexión y el análisis de nuestras propias prácticas docentes.

Como contamos en la entrega anterior, al finalizar esa clase les pedimos a l@s estudiantes que respondieran dos preguntas:

¿Qué sensaciones les dejó esta actividad?
¿Qué utilidad o sentido le encuentran a esta actividad?

Lamentablemente no puedo revelar aquí el dato más importante e interesante que surgió del análisis de las respuestas de l@s estudiantes porque tiene que ver con un tema que aún no profundizamos en el Blog (pero ya llegará), aunque más de una vez lo insinuamos y se relaciona con la dicotomía entre la “lógica de la explicación” y la “lógica de las traducciones”. Sin embargo de ese análisis surgieron algunas percepciones que respaldan la idea de estas entregas.

Much@s estudiantes coincidieron en que la actividad les permitió conocer cómo estudian sus compañer@s y descubrir diferentes formas de estudio:

“Descubrí modos de estudio.”

“Me sirvió saber cómo estudian mis compañeros, para poder tener más métodos de estudio.”

“Me permitió ver otras opciones de estudio y enterarme de que cosas referidas al estudio tienen mis compañeros, con las cuales puedo coincidir o no. Cuando digo “cosas” me refiero a problemas y métodos para encarar la materia.
Sirvió para encontrar formas más efectivas para entender cada tema según la complicación que presente (esquemas, párrafos complicados, nuevos conceptos).”

Vari@s estudiantes respondieron que probar variadas herramientas los ayudó a ver con cuál se sentían más cómod@s y que entienden que para distintos temas, es posible que requieran de diferentes estrategias:

“Creo que es útil para saber los métodos de estudio y darse cuenta de cuál es el más útil.”

“Supongo que para otros temas puede ser que use otros métodos.”

Algun@s estudiantes concluyeron que hablar de lo que habían aprendido y de cómo lo habían aprendido les generó seguridad y satisfacción respecto a sus aprendizajes, una especie de “aprobación” por parte de l@s docentes y de sus propios compañer@s:

“…Y que si pude hacerlo con esta sola hoja, lo voy a poder hacer con toda la materia (espero).”

“Tranquilidad y seguridad; el hecho de saber que uno va encaminado te da más confianza para seguir haciendo lo mismo.”

“Me ha dejado satisfacción y una extraña clase de aprobación en cuanto al esfuerzo aplicado.”

Claro que esto no es algo que l@s estudiantes hagan habitualmente ni algo sobre lo que l@s docentes reflexionemos habitualmente, como lo resumió una de las respuestas:

“Me ayuda a formar una opinión de temas que por ahí nunca me había puesto a pensar como por ejemplo ¿Qué hago cuando estudio? ¿Qué es estudiar?”

Uno de los objetivos centrales de nuestra tarea docente es (o debería ser) facilitar la (trans)formación de l@s estudiantes en estudiantes (cada vez) más autónomos y responsables de sus aprendizajes (cada vez) más significativos. Este objetivo es (o debería ser) tan importante como el objetivo de facilitar el aprendizaje por parte l@s estudiantes de determinados contenidos conceptuales o conocimientos o como cualquier otro objetivo. Por eso es nuestra responsabilidad pensar estrategias, planificar actividades, integrarlas a la cursada y evaluarlas como hacemos con los demás objetivos. Ah… Pensamos hacerlo!

martes, 7 de agosto de 2012

En la variedad está la diversión (y la posibilidad de decidir cómo aprender). Parte II.


En la primera parte de esta entrega, nos propusimos empezar a reflexionar sobre la manera en que propiciamos (o no) la (trans)formación de nuestr@s estudiantes en estudiantes (cada vez) más autónomos y responsables de sus aprendizajes (cada vez) más significativos y terminamos planteando una pregunta: ¿Cómo esperamos que nuestr@s estudiantes reflexionen sobre sus aprendizajes y sobre las estrategias que utilizaron para aprender, si nosotr@s no les proponemos ninguna actividad que tenga esos objetivos?

Aclarando que este Blog no tiene la más mínima intención de dar recetas (ni soluciones mágicas), fundamentalmente porque no cree que existan, y que estamos convencidos que el meta-aprendizaje es algo que se construye (y se ejercita) constantemente y que se propicia en todo momento (dentro y fuera del aula), en este texto y en el próximo reflexionaremos sobre una actividad/propuesta (más puntual pero no exclusiva ni aislada) que nos sirvió para pensar sobre las estrategias de aprendizaje que utilizan nuestr@s estudiantes y para ponerlas en evidencia, para que ell@s mismos puedan repensarlas.

 Para una de las primeras clases de la cursada les propusimos a l@s estudiantes una actividad obligatoria que consistía en leer y estudiar un tema (que era presentado en sólo 2 páginas del libro que usarían mayoritariamente en la cursada) y realizar de manera optativa las siguientes actividades:

·      Subrayar o resaltar las ideas principales del tema leído.
·      Anotar lo que no se entiende y buscarlo en otras fuentes bibliográficas complementarias.
·      Hacer un resumen integrador de media carilla de los conceptos leídos.
·      Pensar y redactar 5 preguntas integradoras cuyas respuestas serían un completo resumen del tema.
·      Hacer un mapa conceptual (con palabras clave y conectores) que resuma lo leído.
·      Escribir un resumen de lo leído, de una carilla, utilizando lenguaje coloquial y palabras propias.
·      Copiar una determinada figura del texto y redactar un texto de media carilla que la explique.
·      Preparar el tema leído como para exponerlo oralmente.
·      Responder una serie de 10 preguntas bien puntuales (tipo cuestionario guía).
·      Responder una serie de 5 preguntas bien integradoras.

En la clase evaluamos, de manera grupal, los aprendizajes de contenidos conceptuales para poner en evidencia lo mucho que l@s estudiantes habían “aprendido del tema”, para pasar luego a discutir cómo lo habían logrado: ¿cuáles de las consignas optativas habían realizado? ¿Cuáles les habían resultado más útiles y por qué? ¿Qué ventajas y desventajas le encontraban a las diferentes propuestas?

Por supuesto que hubo quienes hicieron todas las propuestas (como quien, para volver a la analogía de la entrega pasada, probó todos los gustos de helado) y tenían mucho más para aportar, hubo quienes usaron directamente las estrategias (que por sus propias trayectorias y experiencias) saben que son las que les resultan más eficientes y hubo quienes sólo “leyeron” y “estudiaron” el tema pero tenían que pensar, de todas maneras, cómo lo habían hecho. Entre todos pensamos en la utilidad, personal y colectiva, de estas estrategias y pusimos el tema en evidencia. La decisión del equipo docente de destinar un tiempo de la clase a una actividad como ésta ya demostraba, desde un principio, una toma de posición al respecto.

Para no entrar en cómo se continuó esta actividad en las clases siguientes, les contamos cómo se cerró esa clase: se les pidió a l@s estudiantes que, de manera optativa y anónima, respondieran a las siguientes consignas:
 
¿Qué sensaciones les dejó esta actividad?
¿Qué utilidad o sentido le encuentran a esta actividad?

 Un primer dato no menor es que el 70% de l@s estudiantes se quedó (bastante pasada la hora de finalización de la clase) a responder estas consignas. Para no hacer este post aún más largo y para generar suspenso, a la manera de los programas de televisión que dejan cosas para “después del corte”, dejamos las (muy interesantes) respuestas de l@s estudiantes para la tercera parte de este, ya largo, texto.

 Continuará