martes, 5 de julio de 2022

Parafraseando a Pierre Bourdieu y Monique de Saint Martin: una reflexión desmitificadora para evitar ser víctimas de nuestras propias operaciones.

 

En el clásico estudio, “Las categorías del juicio profesoral”, Pierre Bourdieu y Monique de Saint Martin analizan, minuciosa y metódicamente, las clasificaciones que “los profesores” producen, cotidianamente, en sus juicios sobre sus alumnes (o sus colegas) y en sus prácticas docentes y reflexionan sobre el sistema de clasificación profundamente oculto, que está al principio de todas las clasificaciones escolares y de las clasificaciones sociales que legitiman.

El estudio todo (recomendamos su lectura completa) es una (breve pero interesante) invitación a la reflexión sobre los criterios implícitos del juicio profesoral: las “apreciaciones” (taxonomías que revelan las formas rituales de sus considerandos) se relacionan con las “notas” y con el origen social de les alumnes “evaluades”.

Pero en este caso la invitación es a leer un párrafo del estudio, un párrafo que nos interpela (o debería interpelarnos) como docentes universitaries.

Se trata de un párrafo que al mismo tiempo que nos invita a hacer un ejercicio de introspección, de autoevaluación, de reflexión sobre nuestras acciones y de vigilancia epistemológica, también, nos “alerta” sobre un posible “desvío” del sentido de nuestras prácticas operado por el sistema que les auteres analizan.

En el subtítulo “Segunda Lectura. La máquina ideológica”, en el que Pierre Bourdieu y Monique de Saint Martin consideran que el “diagrama” (que describen) no sólo opera como “el esquema de una máquina que, al recibir productos socialmente clasificados, proporciona productos escolarmente clasificados”, sino que (además) “asegura una correspondencia muy estrecha entre la clasificación de entrada y la clasificación de salida, sin nunca conocer ni reconocer (oficialmente) los principios y los criterios de la clasificación social”, les auteres reflexionan sobre “los profesores”, a quienes se refieren como “agentes encargados de las operaciones de clasificación” y escriben:

“Hacen bien lo que tienen que hacer (objetivamente), porque creen hacer otra cosa de lo que hacen; porque hacen algo distinto de lo que creen hacer; porque creen en lo que creen hacer. Mistificadores mistiticados, ellos son las primeras víctimas de las operaciones que efectúan. Porque creen operar una clasificación propiamente escolar o aún específicamente ‘filosófica’, porque creen conferir patentes de calificación carismática (‘espíritu filosófico’, etc.), el sistema puede operar un verdadero desvío del sentido de sus prácticas, obteniendo de ellos que hagan lo que ‘por todo el oro del mundo’ no harían.”

Como docentes universitaries que reflexionamos sobre nuestras prácticas, ¿estaremos haciendo bien lo que tenemos que hacer (objetivamente)? ¿estaremos creyendo que hacemos otra cosa de lo que estamos haciendo? ¿estaremos haciendo algo distinto de lo que creemos hacer? ¿estaremos creyendo en lo que creemos hacer? ¿estaremos siendo “mistificadores mistiticados”? ¿estaremos siendo las primeras víctimas de las operaciones que efectuamos?

Como docentes universitaries, tenemos que estar alerta para evitar que el sistema opere un desvío en el sentido de nuestras prácticas, tenemos que evitar hacer eso que “por todo el oro del mundo” no haríamos, tenemos que evitar conferir patentes de calificación carismática creyendo que estamos operando una clasificación propiamente escolar o académica, cuando hacemos lo que Bourdieu llama “el juicio profesoral”.