viernes, 19 de julio de 2019

MilNueveOchentayGoogle. Por Fabricio Ballarini *


En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.


La siguiente entrada fue publicada el Martes 28 de Octubre de 2014:

7:35 AM, abro los ojos. Me invaden el mal humor y un sonido tan molesto como familiar que me avisa que dentro de 10 minutos me va a taladrar otro sonido igual al anterior para confirmar mi malestar. Deambulo, zombi, sorteo maradoneanamente ropa sucia y por fin llego al baño. Maldigo haber corrido tanto en el partido de fútbol de los martes (recuerdo vagamente 2 pelotas que debieron entrar). Con la luz en la cara, levanto la mirada y ahí estoy reflejado, me miro soy yo. Lo sabía pero lo confirmo.

En un acto instintivo entro a la ducha. A las 9 tengo que estar en el laboratorio porque a las 10 hay reunión de grupo, me repito unas 4 veces. ¿Subte o colectivo? Subte, porque está Santa Fe cortada por obras. A la tarde viene gente al laboratorio, me voy a tener que poner una camisa, la de jean está sucia pero creo que aguanta un día más. ¿La crema de enjuague es la que tiene el pico para arriba?, sin lentes no veo esa letra pequeña que la distingue del champú, insulto el marketing. Salgo tarde (como siempre).

Camino y pienso, me hablo y sobre todo recuerdo. Recuerdo mi cara, mi agenda, mis amigos, mis deberes, mis deudas, la ropa sucia. Recuerdo el camino para llegar a la estación, recuerdo las veredas rotas y las caras de los porteros. Recuerdo la canción que estoy escuchando, su letra y su banda. Recuerdo a la novia que me dejó y las miles de veces que la escuché para olvidarla. Recuerdo quién soy pero lo afirmo en cada segundo que me recuerdo. Pero, ¿cuál era la capital de Rumania?, y ahí nomas me frustro. Antes de angustiarme, cosa que probablemente hubiese hecho la gente que vivió allá por la década del ’90, saco mi smartphone del baticinturón y (si el 3G me lo permite) obtengo toda la sabiduría en escasos minutos (léase segundos si leés esta columna desde un país donde el 3G es 3G). Qué buena la tecnología, ¿no?

Para poder resolver esta pequeña pregunta en principio tenemos que saber algo muy simple e importante: todos esos recuerdos están en el cerebro y llegaron ahí gracias a dos procesos: adquisición y consolidación. Es decir, cuando aprendemos algo no formamos instantáneamente memorias sino que desencadenamos un proceso de consolidación que irá fijando el recuerdo a lo largo del tiempo. Recién después viene evocar, que es como llamamos a la parte a la cual vamos a buscar ese recuerdo al fondo de la pila de otros recuerdos que nos avisan que era Bucarest.

Dentro de este salpicón conceptual suena bastante lógico creer que está bueno conservar la memoria tanto como a la novia. Por suerte, luego de tal comparación pollera, siempre hay un científico de Harvard y una idea genial para culpar. Él es el Dr. Wegner (Don Pollera) y su genial idea se llama “memoria transactiva” que versa (siempre había querido usar esa palabra) lo siguiente: cuando dos personas se conocen mucho (pareja, amigos, etc) forman un sistema de memoria en común, la memoria transactiva. Esta hipótesis hace referencia a la capacidad de dividir la ardua tarea de recordar información compartida. Es decir que tácitamente y a fin de ahorrar espacio en la memoria “uno se pone las pilas con las fechas de cumpleaños y el otro se encarga de recordar el nombre de la cajera del Chino”, evitando la duplicación de la información.


Y es todo lindo el amor, hasta que Google.


Aunque sintamos inofensiva esa hermosa sensación de ser Juan Pablo Varsky y cantar de memoria la formación de Polonia Mundial ‘74 mientras pispeamos de reojo el celular, la tecnología nos afecta. Y por sobre todo a nuestra a memoria. Desde que todos nosotros colocamos a Google como aliado mnésico en nuestras vidas, cual disco externo enchufado al cerebro, la necesidad de memorizar disminuyó considerablemente.


Saber que nuestro cerebro tiene una novia digital que puede almacenar miles de millones de datos y que la disponibilidad sólo requiere escasos segundos nos quita la enorme responsabilidad de guardar recuerdos, por lo tanto evitamos esforzarnos innecesariamente. Este extraño comportamiento marital de información compartida tiene efectos tan severos que hasta podría explicar la insoportable sensación de vacío que genera un divorcio. Tu pareja se va pero no sólo se lleva el perro, sino parte de tus recuerdos. Si aún no te sentiste vulnerable, esta pérdida también se puede sentir cuando tu conexión de internet muere o cuando un virus borra dictatorialmente parte de tu disco rígido.


No adquirimos, no aprendemos y no consolidamos, básicamente por una razón tan simple como la vagancia. Para evitar una autocrítica tan mundana podríamos argumentar que dicha adaptación tecnológica nos puede permitir ganar más espacio y recursos para otras tareas. Error: lo único que ha mejorado es nuestra habilidad para encontrar más información, otra razón para justificar nuestro matrimonio por conveniencia energética con Google. Seguramente la forma más tecno de perpetuar un círculo vicioso neurodegenerativo. Una potencial ventaja adaptativa que podríamos usar para ser mejores, pero la usamos solamente para hacer menos.


Suena el celular, me avisa que mañana a las 13 hs doy un seminario que aún no preparé. Agradezco y pienso “qué tontos estos tipos de Google que seguro usan Google para recordar la forma de manipular nuestras mentes”, y es terrible. Triste y cruel, paranoico y conspirativo, pero en una de esas no, y la culpa no es de Google, sino del que le da de olvidar.

Fabricio Ballarini es Licenciado en Ciencias Biológicas egresado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es investigador del CONICET en el Laboratorio de Memoria del Instituto de Biología Celular y Neurociencias de la Facultad de Medicina de la UBA. Creador y organizador de Educando al Cerebro. Columnista de Neurociencia del programa “Tenemos malas noticias” Radio Vorterix y asesor científico del ciclo "Científicos Vorterix". Ha publicado en diversas revistas científicas internacionales de alto impacto y ha dado conferencias en congresos nacionales e internacionales. Sus resultados fueron publicados en distintos medios de comunicaciones nacionales e internacionales entre ellos La nación, Perfil, Clarín, QUO y BBC.



jueves, 18 de julio de 2019

¿Cómo aprende Flor? Intereses, motivaciones, obstinación y aprendizaje “hasta el hartazgo”.


En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.


La siguiente entrada fue publicada el Martes 21 de Octubre de 2014:


En este 2014 el Blog espera, una vez más, incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes. Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos incorporar textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.

Como dijimos en una entrada anterior pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.

Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender los contenidos (disciplinares, actitudinales y de procedimientos) de nuestras materias.

Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió María Florencia Acosta *.

Cuando Flor reflexiona sobre cómo aprende contenidos académicos nos cuenta que tengo mucha memoria fotográfica, con lo cual después de estudiar y a la hora de rendir lo que suelo hacer es acordarme en que hoja estaban lo temas. O también sin pensarlo tomo de referencia cosas que quizás no tengan que ver con lo que estoy estudiandoFlor reflexiona sobre cómo las diferentes prácticas características de cada un@ (como tomar apuntes, hacer resúmenes o cuadros sinópticos) pueden, al mismo tiempo, ser una ventaja o una desventaja a la hora de estudiar: en la facultad en las clases teóricas no tomo nota, creo tener la capacidad de acordarme sin escribir, el problema es que a la hora de estudiar nunca tengo de donde”.

Habitualmente l@s estudiantes nos recuerdan que no se aprenden (ni estudian) igual, contenidos diferentes. En ese sentido, y como lo manifestaron otr@s much@s estudiantes, Flor vuelve sobre el tema de la repetición, en el caso de las materias que exigen cálculo, en general ejercito hasta el hartazgo.

En las palabras anteriores se advierte la relevancia que tienen las prácticas que invitan a l@s estudiantes a experimentar con formas diferentes de estudiar o de acercarse a contenidos de campos disciplinares disímiles. ¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas o de las actividades que (habitualmente) les proponemos a nuestr@s estudiantes involucran la utilización de éstas u otras herramientas facilitadoras de los aprendizajes? Y ya que estamos en “tono preguntón”, ¿Se dieron cuenta que en su relato en ningún momento habla de l@s docentes (ni de las prácticas de enseñanza) cuando cuenta “cómo aprende”?

Profundizando en esta cuestión de “diferentes disciplinas, diferentes métodos de aprendizaje”, Flor insiste con la idea de la repetición pero aclarando que depende de los contenidos: no uso los mismos métodos para aprender las diferentes cuestiones. Lo que si repito como forma de aprendizaje, es la cuestión de la repetición hasta el hartazgo, pero en general, ahora que lo pienso, no tienen similitudes.

A la hora de pensar, de manera comparativa, los aprendizajes “académicos” y “no académicos”, Flor nos deja una reflexión que tiene que ver con algo sobre lo que ya insistimos varias veces en este Blog: la relevancia de la motivación y los intereses como punto de partida para aprendizajes significativos. Flor pone ejemplos bastante claros al respecto, ejemplos en los que, como diría Jacotot, no necesito de un “maestro explicador”: Soy muy autodidacta y obstinada, con lo cual si algo me interesa aprender busco todos medios necesarios hasta que lo aprendo y luego no lo hago más. Esto viene de chiquita, por ejemplo; quería saber coser a máquina así que pedí que me pongan la máquina de coser en la mesa, que me digan como se ponía el hilo y me puse a practicar, lo mismo pasó con aprender a tejer a dos agujas y crochet. Lo último que hice, fue querer aprender a hacer origami, así que busqué en YouTube varios tutoriales y aprendí, obvio eso es algo que ya no hago más. Pero en general siempre hago lo mismo.

Finalmente, Flor nos deja su propia concepción de esta palabra, esta idea, este concepto que tanto nos cuesta entender pero que tanto queremos facilitar y que confirma que muchas veces ni siquiera pensamos en cómo aprendemos cuando, efectivamente, aprendemos algo: La verdad respecto a la pregunta ¿qué es aprender?, no era algo que me hubiese cuestionado. Creo que es algo que internalizamos y después lo usamos para siempre. El tiempo y la formación que uno tiene hacen que cada uno perfeccione el método a su gusto.


* María Florencia Acosta (@floreacosta en Twitter; Facebook.com/mfloreencia.a en Facebook; www.tumblr.com/blog/tressdeseoses estudiante de Arquitectura en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) en la Universidad de Buenos Aires. Espera poder dedicarse el resto de su vida a lo que ama profundamente, que es la arquitectura. Es alérgica a los gatos, pero los ama y quisiera tener miles. Es una amante apasionada de cualquier red social.

miércoles, 17 de julio de 2019

La Educación ¿moderna? Por Valentina Guede *


En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.


La siguiente entrada fue publicada el Martes 14 de Octubre de 2014:


La sociedad evolucionó en muchos aspectos, como ser las redes sociales, la comunicación, el transporte, el lenguaje, la ciencia, la medicina, etc. Pero uno de los aspectos más importantes que definen el futuro de la sociedad, como la Educación, se quedó estancado en la vieja idea de que, nosotros (los alumnos) debemos ser educados para aprender el régimen y el ritmo que exigen las fábricas. Considerando que cuanto más tiempo estemos dentro de la institución, mejores trabajadores seremos en el futuro, aprenderemos más cosas y recordaremos más información.

En mi opinión, considero que muchas veces los horarios escolares sobrepasan el tiempo de capacidad de atención que puede brindar un adolescente. Se puede pensar que anteriormente la capacidad de atención de un chico/a alcanzaba los 40 minutos y luego un recreo de 10 servía para que pudiera relajarse. Pero el avance de la tecnología, a pesar de tener muchas cosas a favor, también tiene muchas cosas en contra, como la disminución de la capacidad de atención de una persona por el hecho de que exista la posibilidad de conectarse con la información o comunicarse con cualquier persona al instante en cualquier lado. En las horas de clase, si uno observa con atención, se advierte que al comienzo, la mayoría de los alumnos prestamos atención, pero pasados 20 minutos comenzamos a distraernos con los celulares, las tablets, etc. Esto sucede en su mayoría en las clases que son más explicativas y poco interactivas, que no permiten nuestra participación.

Más allá de los horarios de cada módulo de clase; el horario general del colegio (como por ejemplo ir desde las 7:40 hs a las 17:10 hs) no ayuda a que podamos aprender más. Al final del día uno se encuentra agotado, y no logra aprender casi nada en las últimas materias, como tampoco se puede realizar trabajos en casa ese mismo día. No tiene mucho sentido ir tantas horas porque al fin y al cabo no se aprende más cuantas más horas vas al colegio, y si encima pretenden que continuemos luego de las horas escolares afianzando conocimientos con trabajos prácticos o tareas, es prácticamente imposible que no nos estresemos o que tengamos tiempo de hacer actividades extracurriculares que nos relajen.

También, en vez de considerar que aprendemos más cuantas más cosas memorizamos, creo que (a pesar de que la materia no nos guste por los temas que se ven) se puede lograr cierto interés, aplicando un método que no se haga tedioso, como clases en las que se realizan actividades en conjunto o debates, suelen ser más dinámicas, logrando que no perdamos el hilo del tema. Con clases en las cuales el profesor lo único que hace es leer un texto y hacer breves aclaraciones de cada párrafo o pasar un power-point con diapositivas con párrafos y párrafos explicando un tema con pocas imágenes, tendemos a distraernos con cualquier cosa posible, porque no importa si el tema te gusta o no, es aburrido.

Por otro lado, hay muchos temas que continúan enseñándose en la actualidad considerados prácticamente inútiles ya que dejaron de utilizarse por la evolución de la maquinaria o de la ciencia. Sé que el cambio del temario es un proceso difícil de hacer, pero deberían comenzar a pensar en cambiarlo para poder enfocar cada materia en los temas más importantes actualmente. Un ejemplo claro es el análisis sintáctico o algunos temas de matemática y de las ciencias sociales. La historia antigua es otro ejemplo. En los primeros años se enfocan tanto en este tema que en los siguientes, cuando se empieza a estudiar historia Argentina, no alcanzan la cantidad de clases para comprenderlo bien, y en vez de aprender temas de la actualidad más útiles para que comprendamos el porqué de ciertos conflictos, las acciones políticas que toman los dirigentes, etc. Terminamos quedándonos con lo que ocurrió hace cientos de años que muchas veces no tiene relevancia. En lo personal las materias sociales no son de mis favoritas pero escuché hablar de una que se llama “problemáticas contemporáneas” y por lo que me contaron, es más interesante, te ayuda a comprender ciertas cosas que suceden en la actualidad y poder formar tu propia manera de pensar sobre política y sociedad.


Un ejemplo claro de lo que podría cambiarse son los libros de texto que se utilizan para Literatura. Me parece perfecto que incentiven a la lectura de distintos autores, nacionales, de distintas temáticas, para que tengamos más cantidad de opciones. Leer menos género fantástico y considerar el género policial, dramático, de terror o histórico, ayuda a que aprendamos cosas nuevas o nos interesemos en lugares que no conocíamos, pero creo que si dieran para elegir entre varias opciones en vez de obligarnos a leer determinados libros, que muchas veces no nos gustan, la lectura se haría más interesante.


A partir de toda mi experiencia yo hice mi propia reflexión; ahora los invito a que puedan hacer una ustedes mismos y compartirla (comentando este post), para poder ayudar entre todos a modernizar la “educación moderna”.




Valentina Guede es alumna de la Escuela Agropecuaria de la UBA, con mucho interés por estudiar ciencia y tecnología de los alimentos en la misma Universidad.

martes, 16 de julio de 2019

Menos no es más, pero puede ser mejor.


En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.


La siguiente entrada fue publicada el Martes 7 de Octubre de 2014:


Muchas veces, cuando se consulta a l@s docentes por cuestiones de su práctica o por la posibilidad de realizar modificaciones, cambios, mejoras o innovaciones, la respuesta (negativa) apela a la “falta de tiempo”. Si bien en una entrada anterior ya profundizamos sobre esta cuestión de “el tiempo de clase” y “el tiempo de aprender”, ahora queremos darle otra vuelta de tuerca.

Si le preguntamos a es@s (much@s) docentes “¿para qué no les alcanza el tiempo?”, seguramente la mayoría de las veces recibamos como respuesta: “para llegar a cubrir todo el programa” o “para llegar a ver todos los temas”. A esta altura resulta casi una obviedad recordar(nos) que un “programa de contenidos” es de por sí un “recorte” más o menos fundamentado pero siempre revisable, modificable, mejorable y, sí, aunque a much@s no les guste, (aún más) recortable.

Por suerte aparecen (cada vez más) voces disonantes que proponen que, en términos de “cantidad” de contenidos, “menos es más”.

Si bien entendemos el sentido de esta idea, sabemos perfectamente que menos no es (ni puede ser) más, pero creemos que puede ser mejor. Decir que menos no es más es, también, aceptar que estamos dispuest@s a recortar y a “dejar afuera” muchos temas, porque nos interesa más que nuestr@s estudiantes aprendan algunos (pocos) temas, a que nosotr@s les enseñemos muchos temas.


Acá aparece otra vez la idea del sentido o el objetivo de la Educación. Si bien no creemos que el objetivo de la Educación sea (únicamente) el propiciar o facilitar ciertos (¿muchos?) aprendizajes disciplinares, entendemos a quienes piensan esto y aún así estamos convencid@s de que, incluso para cumplir ese objetivo “menos no es más pero puede ser mejor”.


¿Qué creen ustedes que es “mejor”: que l@s docentes enseñemos 7 u 8 temas en un mes o que l@s estudiantes (efectivamente) aprendan 1 ó 2 temas en ese mismo tiempo?


Acá vuelve a aparecer la idea del tiempo. Y sí, el tiempo (el tiempo de clase, el tiempo de estudio, el tiempo de aprendizaje) es finito, es limitado y eso nos obliga a decidir, a priorizar, y sí, aunque a algun@s les cueste mucho, a recortar. Valga una analogía para profundizar en esta idea. Supongamos que volvemos de un viaje y tenemos 10 minutos para compartir con un amigo que quiere que le contemos cómo la pasamos y ver las fotos. Podríamos hacer (al menos) dos cosas: mostrarle las 600 fotos digitales (muchas de ellas movidas, otras repetidas, otras no muy relevantes) a una velocidad de (literalmente) una por segundo o mostrarle las 3 fotos más representativas y usarlas para contarle cómo la pasamos, qué nos pasó, cómo nos sentimos y charlar con él. No sé qué piensan ustedes pero la segunda opción parece tener mucho más sentido.


Lo que estamos intentando decir es que para cumplir con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan ciertos contenidos disciplinares específicos, la idea de que éstos sean muchos en poco tiempo no parece ser la más efectiva. Al menos no si pretendemos que recuerden algo más allá del momento de la evaluación o que puedan “hacer algo” con eso que aprendieron.


La mayoría de las veces no podemos cambiar “el tiempo”: el tiempo que dura una clase, el tiempo que dura una cursada, el tiempo del que disponen l@s estudiantes para estudiar o el tiempo que tenemos para contarle a nuestro amigo cómo nos fue en el viaje y mostrarle las fotos. Pero sí podemos cambiar el “recorte”: elegir las fotos más significativas de nuestro viaje, seleccionar los contenidos más relevantes o más abarcativos de nuestra materia, estar dispuest@s a “sacrificar” muchas fotos del viaje (que a nosotr@s nos gustaron), pensar cuáles de los contenidos de nuestra materia no son tan importantes, hacer el ejercicio de pensar qué fotos son las que mejor dan cuenta de cómo nos sentimos en el viaje, pensar qué contenidos de nuestra materia pueden representar aprendizajes más significativos para nuestr@s estudiantes.


No creemos de ningún modo en la falacia de que menos es más pero sí en la idea esperanzadora (y relativamente fácil de poner en práctica) de que menos (contenidos disciplinares en un mismo y determinado tiempo) puede ser mejor.


Y créannos que funciona!!!

lunes, 15 de julio de 2019

Una invitación a “estar” y a “ser” juntos.


En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.


La siguiente entrada fue publicada el Martes 30 de Septiembre de 2014:


Como lo venimos haciendo hace más de dos años, desde este Blog intentamos invitar a la reflexión (de docentes y estudiantes) utilizando diferentes disparadores. A las notas propias o de autores invitad@s y a las entrevistas a docentes y estudiantes se sumaron este año los ¿Cómo aprende? en los que alguien cuenta, en primera persona, sus experiencias de aprendizajes para ayudarnos a reflexionar sobre los mismos.

En esta entrada queremos sumar una nueva manera (nueva en este espacio) de invitarnos a (re)pensar(nos) y (re)pensar nuestras prácticas. Se trata de la elección y recomendación de un video corto que creemos que es (como diría Jorge Larrosa) lo suficientemente poderoso como para hacernos pensar (decir y, tal vez, escribir) cosas que aún no fuimos capaces de pensar (decir o escribir).

En este caso, y para “inaugurar” la “sección” es un placer compartir con ustedes un fragmento de la conferencia que el Dr. Carlos Skliar dictó en la ciudad de Paraná, en el año 2010, en el marco del proyecto fortalecimiento de los equipos departamentales, organizado por la Dirección de Educación Primaria del CGE y coordinado por la profesora Carina Rattero. El video fue subido a YouTube por el Portal @prender Entre Ríos, bajo licencia de atribución de Creative Commons.

En este video, el siempre provocador (en el mejor sentido de la palabra) Carlos Skliar nos invita a preguntarnos “¿qué supone “estar juntos” en las instituciones educativas?” Partiendo de la base de que “la ficción de estar juntos ya la conocemos” y de la (celebrable) “universalización” de la entrada de “otr@s” (antes “ausentes”) en las instituciones educativas, el problema no es ahora sobre esa “presencia” sino sobre su “existencia”: ¿cuánto los proyectos educativos “tocan” la existencia de la gente?. En este sentido plantea que el gran interrogante que tenemos ahora es “¿Cómo esa pedagogía se vuelve interesante para cada existencia?”.

Bueno, sin más preámbulo, a disfrutar del video y a pensar (decir, escribir) y reflexionar a partir de las palabras de Carlos Skliar:




viernes, 12 de julio de 2019

“Introspección: Cooperando con el individualismo.” Por Tomás Vichachi *


En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.


La siguiente entrada fue publicada el Martes 23 de Septiembre de 2014:


Hace poco encontré un video en YouTube que me hizo pensar mucho en la falta de capacidad individual que se generó en los últimos tiempos, y la importancia que esto tiene en la formación de nuevas sociedades.

Si algún profesor entra al aula y ve a todos los alumnos amontonados, siempre resulta la misma secuencia de preguntas y respuestas. El profesor pregunta “¿Que hacen tan al fondo?” y la respuesta que obtiene siempre es “Es que hace frío” o “Nos queremos mucho”Pero, ¿Se quieren mucho? ¿Se necesitan tanto?

Más pasan los años y cada vez más va desapareciendo la libertad o “auto dependencia” de los alumnos. Muchas veces, el profesor da algún ejercicio en clase, y los alumnos automáticamente se posicionan en grupos de trabajo, y muchas veces en lugar de recurrir al docente, recurren a sus compañeros. Esta actitud es muy buena para el fomento social y la transmisión de conocimientos de una persona a otra, pero llega un punto en el que se vuelve rutina. Es aquí cuando el docente debe saber decir que no. Mientras más va ocurriendo esto, luego pasará a ocurrir fuera del aula, donde los alumnos se piden las tareas y trabajos, no solo para “copiarse” (lo cual no estaría mal), sino para “entender”. Esto también es muy bueno, claro, pero el hecho de que el alumno no pueda hacer un trabajo por su cuenta por que no entiende algo que el profesor presuntamente dijo, da a conocer la falta de atención o mala explicación de estos mismos. Con este punto de vista, creamos una sociedad de “dependencia social”.

El mayor problema es, para mí, que todos mezclamos dos factores dentro del ámbito educativo: el aprendizaje y la socialización. La mayoría de las veces, los alumnos piden hacer los trabajos en conjunto por el simple hecho de poder seguir charlando con el compañero u otra cuestión, por lo que terminan dejando de lado el trabajo, y haciéndolo a las apuradas en las últimas instancias. Lo mismo puede pasar tranquilamente cuando uno posee una tarea individual, se puede quedar colgado haciendo otra cosa o simplemente dejarlo pasar, pero cuando uno se sienta a trabajar, “expone” sus propios conocimientos en todo su potencial (utópicamente hablando) y realiza una actividad exclusivamente suya (ya sea que la haya estudiado, leído en internet, copiado de otro, etc.), pero todo el mérito, ya sea académico o de valor intelectual se lo lleva él y el que aprende (o no) tanto los contenidos disciplinares como las herramientas que utilizó para aprender es él mismo. Otro factor que puede ser la causa de la escasez de trabajo individual que hay en el ambiente escolar, es la decisión de algunos profesores de reducir el número de trabajos a corregir.


Con este argumento quiero decir que, en el futuro, los alumnos deberán llevar a cabo sus propios trabajos, por más que el trabajo en equipo es algo muy importante para cualquier carrera que se escoja, siempre habrá un momento en el que un individuo deba trabajar por sí solo. Para estos casos, si una persona se formó de pequeña siempre trabajando en conjunto, no va a estar preparado para poder confrontar la realidad en un futuro.


No estoy diciendo que el trabajo en conjunto sea malo, al contrario, puede ser muy útil, más para formar un grupo, se requiere un conjunto de individuos.


En conclusión, los docentes (que aún no lo hacen) deberían empezar a hacer las clases más “mixtas” en cuanto a trabajo individual y grupal, ya que la función de la escuela es capacitar al alumno, no simplemente “aprobarlos a todos juntos”.

Tomás Vichachi (@IamVichachiYeah) es un ex estudiante de la Escuela de Educación Técnico Profesional de nivel medio en Producción Agropecuaria y Agroalimentaria. Apasionado por el Cine, y aspirante a guionista. En su tiempo libre intenta escribir guiones e historias.



jueves, 11 de julio de 2019

¿Cómo aprende Mariel? “Hacer” los aprendizajes significativos es “aprender haciendo”.


En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.


La siguiente entrada fue publicada el Martes 16 de Septiembre de 2014:

En este 2014 el Blog espera, una vez más, incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes. Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos incorporar textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.

Como dijimos en una entrada anterior, pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.

Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender los contenidos (disciplinares, actitudinales y de procedimientos) de nuestras materias.

Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió Mariel Herrera *.

Como discutiendo atemporalmente con la Coménica idea de una didáctica para “enseñar todo a todos” y, como ya ocurriera en otros #CómoAprende, Mariel diferencia “lo que hace para aprender” materias (o contenidos) diferentes: La forma en que fui aprendiendo diferentes contenidos a lo largo de mi trayectoria educativa (tanto en la escuela como en el profesorado) fue variando, dependiendo de diferentes aspectos: el tipo de contenido, la edad que yo tenía, etc…”. En este sentido, Mariel profundiza: Por ejemplo, en la primaria y secundaria estudiaba casi todo de memoria, principalmente las materias más teóricas como ser Lengua o Ciencias Sociales, y esto hacía que se me dificulte un poco recordar mayor cantidad de temas. En cambio había materias más prácticas, como Matemática o Físico-Química, las cuales fui aprendiendo haciéndolas. Es decir realizando ejercicios para practicar, hasta entender cierto mecanismo que me permita resolver el problema planteado.


En las palabras anteriores se advierte el valor que tiene para Mariel “aprender haciendo” y esto nos invita a hacernos algunas preguntas: ¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas o de las actividades que (habitualmente) les proponemos a nuestr@s estudiantes involucran la utilización de herramientas facilitadoras de los aprendizajes que implique “hacer algo”, aprender algo haciendo?


No decimos nada nuevo si volvemos sobre la idea de que cada estudiante es singular y utiliza las herramientas que mejor resultado le han dado en su trayectoria educativa. En este sentido y a diferencia de otr@s estudiantes que valoraron la utilización de redes conceptuales (y no la realización de resúmenes), Mariel deja en claro que no a tod@s nos sirven las mismas estrategias, cuando dice En la Escuela, cuando me pedían que realice un cuadro sinóptico o una red conceptual como método para facilitar el estudio, yo lo hacía pero nunca podía estudiar de allí porque no entendía cómo hacerlo. No me sentía cómoda y prefería estudiar “de memoria”. En cambio, en el profesorado, al ser más grande, pude tener otras herramientas de estudio. Por ejemplo, me sirve mucho realizar un resumen con mis palabras y por escrito de los textos a estudiar, marcando con resaltador los conceptos claves o palabras importantes a tener en cuenta, que me permitan tomar y explicar una idea. Esto puedo hacerlo porque en su mayoría son materias teóricas. Pero aquellas materias más prácticas las sigo aprendiendo de la misma manera que siempre: haciéndolas.


A la hora de pensar, de manera comparativa, los aprendizajes “escolares” (o académicos) y “no escolares” (o no académicos), Mariel insiste con la idea de “aprender haciendo”Las cosas que uno va aprendiendo en la vida, al ser prácticas o hechos en sí mismos, siempre se aprenden de la misma manera: haciéndolos. Por ejemplo aprendí a nadar yendo al club con un profesor que me enseñó las diferentes técnicas para hacerlo; aprendí a cocinar haciendo un curso donde poníamos en práctica lo que ya conocíamos y aprendimos nuevas técnicas, a través de acciones de ensayo y error; aprendí a andar en bicicleta andando primero con rueditas, luego intentando sin las mismas (con unas cuantas caídas de por medio), hasta que finalmente un día logré mantener el equilibrio y andar sin caerme. A veces, según lo que queramos aprender a hacer, también se puede estudiar la parte teórica con los métodos que mencioné anteriormente. Por ejemplo, hice también un curso de fotografía, en el cual primero leíamos la teoría y luego practicábamos con las cámaras aplicando aquellos conceptos vistos en clase. Pero siempre resultó fundamentar hacerlo hasta que salga.


Finalmente, Mariel nos deja un planteo interesante para seguir (re)pensado nuestras prácticas docentes y adaptándolas a las inquietudes y motivaciones de estudiantes siempre diversos que usan estrategias diversas para aprender. Nos recuerda que aprender (en especial cuestiones prácticas o “de la Vida”) es un hecho natural pero agrega algo fundamental, muchas veces se plantean aprendizajes escolares o académicos de una manera tan “poco natural” que nos obliga a pensar estrategias para facilitar de alguna manera esos aprendizajes: En mi opinión, la diferencia en la manera que tenemos para aprender diferentes cosas no está en si es escolar o extra-escolar, sino si es algo práctico o teórico. Cuando estamos aprendiendo contenidos teóricos, como ser el abecedario, los nombres de los países y continentes o la historia latinoamericana, siempre es necesario tener algunos recursos para poder recordar la gran cantidad de información que significa eso, por ejemplo redes conceptuales, resúmenes, cuadros sinópticos, etc. En cambio, cuando queremos aprender algo que es práctico, es decir, que tiene su significado en el mismo “hacer”, sea escolar o extra-escolar, siempre se va a lograr aprenderse y adquirirse en esa misma práctica, haciéndolo. Ya sea cuando una persona aprende a caminar, a hablar o a leer, a realizar operaciones matemáticas, a cantar, a actuar, a cocinar, etc. Lo que hace reflexionar el preguntarse sobre estas cuestiones es el hecho de cómo podemos hacer para aprender los contenidos escolares o académicos de la misma manera o con la misma naturalidad que aprendemos las cosas cotidianas de la vida. Muchas veces relacionamos los contenidos escolares o académicos con ciertos procedimientos o formas de estudiar, y sería bueno poder integrarlos con aquellas formas o modalidades que usamos para aprender las cosas más cotidianas, ya que probablemente logremos adquirir un verdadero aprendizaje, más significativo, y podamos apropiarnos mejor de aquello que estamos tratando de aprende”.

Mariel Herrera es estudiante del Profesorado de Educación Inicial y Primaria en la Escuela Normal N° 10Maestra auxiliar de Jardín Maternal desde el 2012. Voluntaria del Equipo de Apoyo Escolar y Acompañamiento Educativo de la UBACocinera y fotógrafa muy amateur.

miércoles, 10 de julio de 2019

La (enorme) responsabilidad de motivar. Entrevista a Katherine Laviano *


En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.


En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionandoseguir discutiendo seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 9 de Septiembre de 2014:

En su primera reflexión, Kate habla de “responsabilidad”, un término de enorme relevancia no sólo porque para “ser responsable” (para dar respuestas) hace falta entender que hay un “otro” que (hace preguntas y) demanda esa responsabilidad de parte nuestra, sino también porque da cuenta de la dimensión ético-política de la Educación..


  • Kate, ¿Qué es para vos “ser docente”?
  • Para mi ser docente es una profesión, pero es una profesión que conlleva muchas responsabilidades ya que son los que están formando personas que van a ser el futuro. Ellos son los encargados de enseñarles todo lo que necesitan los alumnos para la vida, y no hablo solo de conocimientos teóricos, sino que también les enseñan valores, normas de convivencia; un buen docente puede llegar a ser como un segundo padre. Por lo tanto creo que no es algo para cualquiera, ya que requiere de una gran paciencia, dedicación y ganas de hacerlo.


A la hora de pensar en los objetivos que se propone cuando empieza una materia, Kate vuelve sobre algo muchas veces planteado en este Blog: la idea de aprender y aprobar. También nos recuerda la importancia de la tarea del docente como alguien que motiva y que ayuda a l@s estudiantes a “descubrir mundos” y a interesarse por temas nuevos pero también como alguien que se interesa por sus estudiantes.


  • ¿Cuáles son tus objetivos/propósitos/expectativas de logros cuando comenzás una cursada?
  • Cuando empiezo una cursada siempre está la expectativa de tratar de aprender los contenidos de forma que no se haga pesado, tratar de aprobar obviamente porque lo ideal es cuando incorporamos contenidos tratar de demostrar que lo sabemos. Que no sea de esas materias que las estudias porque tenés que aprobar nada más, sino que te den los contenidos de una forma que sea interesante y den ganas de aprender. También está la intriga de saber cómo es el profesor, esperás que sepa lo que te está enseñando, que te incentive en aprender y que sea comprensivo, que se interese en que los alumnos aprendan y aprueben.

  • Si tuvieras que recomendarle a l@s docentes un libro, una canción o una película que considerás “relevante” para mejorar la práctica docente, ¿qué libro, canción o película nos recomendarías y por qué?
  • Una película que recomiendo a los docentes es “La Ola”. Está buena porque muestra como la buena voluntad de un profesor por demostrarle algo a los alumnos puede llegar a un extremo. Creo que puede mostrar un poco lo que dije antes de que es importante que el docente sepa cómo tratar a los alumnos, que los entienda, que los conozca.

Cerrando la entrevista, Kate nos invita a pensar en el valor del juego y en el sentido de recuperar “lo lúdico” como herramienta para facilitar aprendizajes y nos cuenta una experiencia (trans)formadora que da cuenta de la relevancia del rol docentes en la construcción de identidades y en la generación (o consolidación) de los intereses de nuestr@s estudiantes.

  • ¿Cuáles de las prácticas, herramientas, estrategias de tus docentes resultaron más exitosas como instrumentos facilitadores de tus aprendizajes?
  • Para mí están bueno los juegos o competencias para aprender, ya que sin darte cuenta terminas aprendiendo jugando. Y también si esta la posibilidad hacer prácticos de lo aprendido. Una manera que funciona para aprender es la utilización de los medios audiovisuales disponibles, como los cañones o los televisores para las explicaciones de los docentes ya sea pasando diapositivas o videos, ya que de esta manera se puede dar una explicación más didáctica. Hace unas semanas tuvimos la oportunidad de jugar un “preguntados bioquímico” que consistía en responder en la menor cantidad de tiempo la mayor cantidad de preguntas correctas, y desde mi punto de vista fue una forma muy buena de incentivar a los chicos a leer y memorizar diversos conceptos de la materia.

  • Para terminar, ¿podrías relatar un episodio significativo de tu experiencia como estudiante en relación a algún docente o a alguna práctica docente en particular?
  • La verdad es que desde que tuve por primera vez la materia Tecnología de los Alimentos me encantó y comencé a considerar en seguir eso entre otras opciones. Pero me acuerdo de una clase que teníamos que dar con mi grupo el método de conservación por acidificación y la profesora complementó nuestra exposición con una explicación sobre la formación del ácido láctico, y en ese momento no sé si fue admirar cuanto sabía la profesora y decir “che, yo quiero ser así” o si fue sentir lo lindo que es poder comprender por qué ocurre cada cosa, pero ahí me di cuenta que quería seguir esa carrera. No sé si dentro de dos años seguiré pensando así, pero ese día me di cuenta que es lo que quería estudiar.

Katherine Laviano nació el 15 de julio de 1997 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Alumna de 4to año de la Escuela Técnico Profesional de Nivel Medio en Producción Agropecuaria y Agroalimentaria de la Universidad de Buenos Aires. 

viernes, 5 de julio de 2019

A la UBA, pintémosla nosotr@s!!!


En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.


La siguiente entrada fue publicada el Martes 2 de Septiembre de 2014:


Somos much@s l@s que siempre decimos que nos sentimos orgullos@s de desarrollar nuestra tarea (en docencia, en investigación y en extensión) en la Universidad de Buenos Aires; una Universidad públicano aranceladainclusivacogobernada y de ingreso irrestricto. Pero no somos poc@s l@s que también pensamos (decimos e intentamos obrar en consecuencia) que debe ser cada vez más públicacada vez más “no arancelada” (y esto incluye a los posgrados y cursos extracurriculares), cada vez más inclusivacada vez más (y mejor) cogobernada y cada vez de un ingreso “más irrestricto”.

No somos ingenu@s y sabemos que la Universidad (o al menos lo que simboliza o representa esta “construcción”) no es, por definición, popular sino todo lo contrario: fue, es y será una institución “de élite” (o “de las élites”) con el objetivo último (o primero) de reproducir el status quo y las relaciones de poder imperantes en la sociedad.

Es cierto que en esta última década en nuestro país ocurrió una enorme transformación en este sentido, con la creación de nueve Universidades Nacionales y el notable crecimiento de las llamadas “Universidades del conurbano”, con una enorme tasa de estudiantes (y egresad@s) primera generación de universitari@s y con la esperanza que esto supone para las trasformacionesque estos nuevos profesionales puedan producir en nuestra sociedad. Sin embargo, no es menos cierto que la Universidad de Buenos Aires (fiel a su “tradición”) se ha mantenido bastante ajena a estas cuestiones, a pesar de algunas decisiones “institucionales” (de dudosa y discutible implementación), como la (inminente) creación de escuelas secundarias destinadas a jóvenes que viven en zonas con (muchos) derechos vulnerados (cosa que otras Universidad ya venían haciendo), los proyectos de voluntariado (muchos de ellos sólo “para rellenar” el CV de algun@s docentes), algunas prácticas de extensión o las (novedosas y controversiales) prácticas sociales supervisadas.

Aún así, much@s “elegimos” desarrollar, con convicción y esperanza, nuestra tarea en la Universidad de Buenos Aires porque estamos convencid@s de que es “el lugar” desde el cuál tenemos que librar esta batalla. En este sentido Jorge Larrosa dice que “hay que trabajar en la Universidad pero contra la Universidad, convertirse en agentes dobles y, sobre todo, cultivar espacios fuera, transitar entre el afuera y el adentro, introducir en la Universidad lo que no es Universidad, lo que es heterogéneo a sus lógicas y sacar de la Universidad a las personas y a los saberes, hacer con ellos otras cosas, en otros lugares, de otras maneras”.


Se trata de construir la Universidad que queremos, la Universidad que soñamos, una Universidad pública en el mejor (y más literal) sentido de la expresión: una Universidad del Pueblo y para el Pueblo. Es como dijo el Comandante Ernesto “Che” Guevara en aquel célebre discurso al recibir el doctorado honoris causa de la Universidad Central de las Villas: la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con los colores que le parezca.


Como siempre decimos, no nos gusta la idea de “excusarnos” en las instituciones y en todo aquello que “no nos dejan hacer” la escuela, la Universidad o el sistema educativo. No nos gusta lo “impersonal” que suena la idea de “la Universidad”. Preferimos “levantar el guante” y hacernos cargo de que, en algún punto y de alguna manera, nosotr@s somos la escuela, la Universidad, el sistema educativo. No es “la Universidad” (por sí misma como un ente impersonal) la que se va a pintar de pueblo, somos nosotr@s l@s que debemos pintarla.


La Universidad de Buenos Aires somos tod@s: l@s estudiantes, l@s docentes, l@s no docentes, la sociedad toda. Y es por eso que allí donde el Che decía, sobre la Universidad, “que se pinte”; nos proponemos decir (y actuar en consecuencia) sobre la Universidad de Buenos Aires: “Pintémosla nosotr@s”!!!