martes, 26 de junio de 2012

A participar, a participar!!! (Parte II)

En el texto anterior empezamos a plantear el tema de la participación de l@s estudiantes partiendo de la base de que la misma no siempre es como nos gustaría, aún cuando l@s docentes pensemos las clases con una activa participación de nuestr@s estudiantes (que no es poco) y actuemos en consecuencia (que ya es un montón), pero lamentablemente esto último tampoco suele ser así. En la mayoría de los casos, l@s docentes no planificamos las clases contemplando este factor o, simplemente, no planificamos las clases.

Desde que las Carreras Docentes/Especialidades en Docencia/Maestrías en Educación desembarcaron en las Universidades, much@s docentes/cursantes -cumpliendo de manera ejemplar con el “oficio de ser estudiante”- entendimos de que se trataban las “planificaciones” y, más importante aún, que se espera de ellas y que poner en ellas para que sean aprobadas/aceptadas, tengan o no algo de ciertas. No nos creamos muy inteligentes por esto, nuestr@s colegas de la escuela primaria y secundaria descubrieron, conocen, y practican este truco desde mucho tiempo antes que nosotr@s. Claro que a ell@s se las piden bastante más seguido, nuestras planificaciones (curriculares o didácticas) parecen limitarse a los trabajos prácticos de algunas materias “pedagógicas” de las carreras de posgrado, a las (infrecuentes, ficticias e irreales) “pruebas de oposición” de los concursos docentes, o a los (aún más infrecuentes) cambios de programa de las materias, en los que en general (como docentes auxiliares) no tenemos “participación”.

Sin embargo voy a suponer que vari@s de nosotr@s sí planificamos nuestras cursadas, nuestras clases y las actividades que proponemos a nuestr@s estudiantes, ya sea de manera individual, sea como pequeños equipos docentes o sea, en el mejor de los casos, como cátedra. Al respecto recomiendo el capítulo 1 (“Los proyectos de cátedra”) del libro “Más didáctica”, de Jorge Steiman.

Personalmente creo que en el acto de planificar nuestra cursada, nuestras clases y las actividades que vamos a proponerles a nuestr@s estudiantes es donde empieza a definirse la participación que ell@s tendrán dentro y fuera del aula.

No voy a explayarme en este texto respecto a cómo hacer una planificación (de una cursada, de una clase o de una actividad) pero sí me interesa dejar una idea que a mí me ha dado muy buenos resultados y que hizo que cambiara bastante la estructura de las clases que guío: cuando tengamos lista -escrita- la planificación, respondámonos para cada momento de la clase, para el tiempo antes de la clase y para el tiempo después de la misma, la siguiente pregunta ¿Qué hacen/Qué van a hacer/Qué esperamos que hagan l@s estudiantes en este momento?

Si la mayoría de las respuestas son “leer”, “escuchar”, “tomar apuntes”, “estudiar” o “responder las preguntas del examen”, entonces estamos en problemas porque en esos casos el “rol activo” lo tenemos l@s docentes. Si realmente nos ubicamos en una postura constructivista respecto del proceso de aprendizaje, debemos ser consecuentes con eso y corrernos del (cómodo, reconfortante y conocido) rol de “docente estrella” para dejarles a nuestr@s estudiantes el rol principal, el rol activo y permitirles (trans)formarse como estudiantes responsables de sus propios aprendizajes (cada vez más) significativos, críticos y autónomos.

martes, 19 de junio de 2012

A participar, a participar!!! (Parte I)

A participar, a participar, que la “clase” es nuestra, tuya y de aquel, de Pedro, María, de Juan y José, eheheh eheheh

Me pregunto cuántos habrán tarareado esta primera “parafrase” o cuántos habrán “escuchado” (mientras la leían) las voces imaginarias de Victor Jara o Daniel Viglietti. Si no fue así, no importa pero a mí me lleva a los lugares más lindos de mi infancia…

En esta entrada pretendo, humildemente, empezar a pensar un tema sobre el que pienso volver en futuros textos ya que lo considero central: la participación (en la clase, en las actividades, en la responsabilidad por los aprendizajes, en la toma de decisiones) de nuestr@s estudiantes.

Es común escuchar docentes preocupados, enojados o angustiados porque sus estudiantes “no participan”. No voy a volver, en esta ocasión (pero sí en la próxima), a la idea de preguntarnos ¿qué hacemos l@s docentes para fomentar esa participación? o ¿qué lugar le damos a l@s estudiantes en la estructura de la clase? sino que voy a suponer lo que me gustaría que pase y much@s decimos que hacemos: pensar una clase con una activa participación de nuestr@s estudiantes (que no es poco) y actuar en consecuencia (que ya es un montón).

Ahora bien, es cierto que (a veces) aún así la participación de nuestr@s estudiantes no es la que esperamos y es saludable que nos preguntemos por las razones que hacen que esto sea así. Por supuesto que hay muchas respuestas posibles y que la motivación surge rápidamente como una dimensión que no podemos dejar de lado y de la que, estoy convencido, somos absolutamente responsables pero en este caso quiero centrarme en un aspecto que -a priori- nos excede y nos condiciona, aunque no por eso (necesariamente) nos determina: la historia y la trayectoria educativa de nuestr@s estudiantes.

Nuestr@s estudiantes tienen (al menos) 10 ó 15 años dentro de este sistema educativo, son expertos en él, se han adaptado (a diferencia de l@s much@s excluid@s que el sistema –deliberadamente- olvidó en el camino) de una manera asombrosa a hacer “lo que se espera de ell@s”. Y, de repente o no tanto, llegamos un par de docentes que les proponemos que hagan todo lo contrario con la promesa de que es lo mejor para ell@s y para sus aprendizajes. Yo, en su lugar, también desconfiaría y, aún si (la convicción de la propuesta hiciera que) lo creyera, me costaría mucho “cambiar el chip”. Me imagino esas tristes escenas de los canales tipo “Animal Planet”, cuando están a punto de liberar a un animal salvaje que vivió casi toda su vida en cautiverio, le abren la jaula y el animal se muere de ganas de salir pero le cuesta mucho. Y claro, a mí también me costaría. Cuánto más cómoda y más fácil parecía la vida en cautiverio. Cuánto más cómodo y fácil es escuchar, copiar, estudiar y repetir.

Me pregunto (y se me ocurren algunas primeras respuestas o aproximaciones): ¿cómo “romper” con décadas de actividades y estrategias centradas en el docente? ¿cómo sacar a nuestr@s estudiantes de un letargo que fue efectivo y exitoso? ¿cómo demostrarles rápidamente la intencionalidad y la efectividad de la propuesta? ¿Cómo empezar la “liberación”, la “emancipación”, el camino hacia un aprendizaje autónomo, reflexivo y significativo?

martes, 12 de junio de 2012

Ell@s son "l@s otr@s", y nosotr@s???

Seguimos con las autocríticas y la reflexión sobre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos…

La verdad es que no deja de llamarme la atención (y de preocuparme un poco) cada vez que escucho colegas docentes quejándose de sus estudiantes. No me van a decir que no les pasa? Es habitual escuchar quejas como: “L@s estudiantes no leen”, “L@s estudiantes no estudian”, “L@s estudiantes no participan”, “L@s estudiantes no están motivados”, “L@s estudiantes no se esfuerzan lo suficiente” o “L@s estudiantes no aprenden”…

Un par de cuestiones que me parecen interesantes para empezar el análisis.

Primero, ¿y l@s docentes? ¿L@s docentes leemos mucho? ¿L@s docentes estudiamos mucho? ¿L@s docentes estamos (lo suficientemente) motivados? ¿L@s docentes nos esforzamos lo suficiente? ¿Qué aprendemos l@s docentes?

Segundo, ¿quién nos dijo que esas afirmaciones son así?

¿Por qué suponemos que l@s estudiantes no leen? ¿Les preguntamos si leen? Si no leen, ¿les preguntamos por qué? ¿Nos preguntamos de qué manera favorecemos o propiciamos la lectura? ¿Sólo diciéndoles “tienen que leer”?
Cuando decimos que l@s estudiantes no participan, ¿en qué nos basamos? ¿En que no “participan” en aburridas exposiciones monológicas? ¿En que no encontraron (aún) la forma de interrumpir la clase magistral en la que supone que deben escuchar y tomar apuntes? ¿En que no se engancharon con una actividad que nada tiene que ver con sus intereses o motivaciones personales o grupales?
¿Quién nos dijo que no estudian? ¿Suponemos que no estudian porque no pudieron responder (de la manera que a nosotr@s nos gustaría) esas tres preguntas mal formuladas de una evaluación que se supone que evalúa los aprendizajes de contenidos de la materia? Y los más importante, “L@s estudiantes no aprenden”, ¿qué no aprenden? y, asumiendo lo errado de esta afirmación: ¿qué sí aprenden?

martes, 5 de junio de 2012

¿Quién aprende qué?

Imaginemos la siguiente situación: me toca preparar para la semana próxima la clase de un tema determinado de la materia en la que participo como docente. Entonces, empiezo leyendo el tema del libro que más me gusta (o simplemente del que tengo más a mano), lo subrayo, lo resalto (a mí me gusta escribir en los bordes de la hoja), jerarquizo la información y empiezo a imaginar cómo estructuraría el tema (puedo escribir algunos títulos posibles en una hoja aparte). Después, busco un par de libros más a ver si “dicen lo mismo” y tomando como base el primero que leí, empiezo a escribir algo sobre el tema que siga la estructura que pensé y la del “libro base”, agregando la información de los otros libros. Encuentro muchas similitudes, algunas contradicciones que intento resolver y mucha información que descarto como irrelevante. Ahora me concentro en el texto que estoy escribiendo, lo mejoro, lo “doy vuelta”, lo organizo. Obviamente, como le pasaría a cualquiera, me surgen dudas que resuelvo con la bibliografía e inquietudes que busco en internet. Aparece un montón de “información basura” y entonces priorizo ciertos “sites validados” donde encuentro datos más que interesantes para sumar a mi presentación (si la presentación incluyera un soporte audiovisual, también aparecen un sinfín de imágenes que supongo podrían servirme para ilustrar lo que estoy diciendo) y excelentes ejemplos sobre el tema, que sumo al texto. Ahora empiezo a recortar el texto, jerarquizando, priorizando, seleccionando, re-escribiéndolo y me surgen dudas más complejas, más interesantes que me hacen consultar otra vez la bibliografía, otra vez internet (que esta vez no alcanza) y llego a preguntarle a un colega o a un docente de más experiencia en la cátedra. Al leer el texto casi listo, aparecen las relaciones con otros temas de la materia y con la práctica (a veces con “la vida real”), relaciones que me llevan a hacer un análisis un poco más profundo y complejo, en el que aparecen ideas nuevas, dudas nuevas y aspectos que me cuestan entender pero la mayoría las resuelvo con la bibliografía o con la ayuda de algún otro miembro del equipo docente y alguna cuestión quedará “no resuelta” y el tiempo y el trabajo con otr@s, la resolverá o no. Más allá de que en ese punto tendría que pensar la manera de presentar el tema, el soporte (audiovisual o no) y tendría que planificar la clase (aspecto que me parece central y sobre el que voy a profundizar en otra ocasión), quisiera detenerme a plantear algo en este punto.

Se supone que la tarea del docente es la de facilitar en l@s estudiantes determinados aprendizajes actitudinales, procedimentales y de contenido. Ahora bien, en el relato queda claro algo: yo leí, yo subrayé, yo resalté, yo jerarquicé, yo estructuré, yo busqué información en libros y páginas web, yo encontré similitudes y contradicciones e intenté resolverlas, yo descarté información irrelevante, yo organicé, yo consulté, yo re-escribí, yo busqué ejemplos, yo encontré relaciones con otros temas -con mi vida, con mis saberes previos, con mi historia-, yo analicé, yo profundicé, yo me quedé con dudas que espero (con el tiempo y la ayuda de otr@s) resolver, en fin… yo aprendí!!! Sí, yo aprendí…

Es cierto que cuando termine mi exposición (dialogada o no), l@s estudiantes van a venir y me van a elogiar y me van a decir cosas como: “que buena clase”, “entendí todo”, “soy recursante y nunca lo había entendido así” (que elogio, soy mejor que mis colegas), “la clase estuvo rebuena, se ve que la reprepraraste”. Y sí, la “repreparé”, hice un trabajo enorme y aprendí un montón no sólo sobre el tema en cuestión sino también sobre mí, sobre cómo leer, como resumir, cómo estudiar, en fin… cómo aprender.

Se imaginan el final, no? Si nuestro rol es el de guíar y nuestra función esencial es la de ser facilitadores de los aprendizajes, ¿no será que tenemos que pensar estrategias para que sean nuestr@s estudiantes l@s que hagan ese trabajo u otro trabajo que les sea significativo, relevante y les permita ser realmente constructores de sus propios aprendizajes y controladores de sus propias formas de aprender?