jueves, 31 de mayo de 2018

La (in)utilidad del sistema de calificaciones escolar. Por Guido Verde *

En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionandoseguir discutiendo seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 24 de Noviembre de 2015:


En la actualidad, se utiliza un sistema de calificación por nota, que consiste en que los alumnos sean evaluados luego de ser brindados los contenidos, para determinar cuánto aprendieron sobre un tema específico. A pesar de que este sistema es el que menos trabajo implica para que un profesor o docente pueda determinar si un alumno aprendió o no, sinceramente creo que está errado. Lo único que muestra es la capacidad de un alumno para retener datos en un momento determinado, lo cual no siempre implica que haya aprendido los contenidos, sino que a veces puede haberlos estudiado sólamente de memoria, lo cual no brinda la capacidad de un razonamiento propio apoyado en la teoría explicada por el profesor en clase, sino que el sistema incita a que el profesor razone por el alumno, y que este sólo estudie contenidos memoristicamente, muchas veces sin haberlos entendido, con el simple objetivo de aprobar las notas y no llevarse una materia.

Pienso que en una evaluación, ya sea oral o escrita, uno no demuestra siempre lo que sabe, sino que solamente le hace saber al profesor que leyó su material, pero que no implica el resultado de un razonamiento lógico de los contenidos dados en clase, sino que sólo demuestra que el alumno se puso a leer y memorizar estos datos previo a la prueba, y que muchas veces sólo se almacenan a corto plazo en el cerebro del estudiante, siendo olvidados luego por el mismo.

Además, una materia no debe ser evaluada en un solo día, ya que hay muchos factores negativos que pueden incidir que en esa evaluación al alumno no le vaya bien, por ejemplo, falta de tiempo de estudios, cuestiones familiares, exceso de contenidos explicados o que justo el tema que fue evaluado no era el más sabido por el estudiante. Mi idea de un buen profesor es aquel que no sólo determine el rendimiento de un alumno según sus notas, sino que tenga un concepto de la evolución del alumno conforme van pasando las clases, y que pueda comprender la situación particular de cada uno, por ejemplo viendo cómo se desempeña en clase, si cumple con las actividades, si se ve un compromiso que él tiene con la materia.

Veo que muchas veces los profesores toman a los alumnos como si todos tuvieran los mismos tiempos y habilidades al aplicar el sistema convencional de calificaciones, cuando en realidad cada alumno tiene su método de aprendizaje y su facilidad/dificultad con los contenidos explicados en clase, por ejemplo a un alumno le puede ir bien en matemática pero no en biología, pero a otro alumno que le va mal en matemática sí le va bien en biología.

Mi opinión es que este sistema de calificaciones intenta que todos los alumnos sean formados de la misma manera, impidiendo una libre expresión y libre aprendizaje por parte de cada uno de los estudiantes, que es en realidad el objetivo de la escuela y de la educación en sí. Esto muchas veces lleva a la frustración de aquel alumno/a, que por serle más difícil estudiar los contenidos y aprobar los exámenes que a sus compañeros, se siente inferior a estos, debido a la comparación de sus notas, cuando en realidad puede tener otras facilidades que sus compañeros no tengan.

Por estas razones, creo que un buen profesor no debe tratar a su clase como si fuera homogénea, cuando en realidad cada alumno y alumna tiene sus propias habilidades. Esto se lograría, por ejemplo, permitiendo que cada alumno realice un resumen, ya sea escrito u oral, sobre lo que entendió acerca un concepto determinado, y que al final de cada año pueda hacer una autoevaluación de cómo cree que le fue durante todo el camino transitado en la materia.


Guido Verde es estudiante (está cursando cuarto año) en la Escuela Agropecuaria de la UBA y tiene 17 años. Le encanta estar con sus compañeros y pasar tiempo con ellos, jugar al fútbol, y en sus ratos libres ver películas y series. Es hincha de Boca Juniors y es un gran apasionado de la tecnología moderna.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Un “compañero más” apasionado y muy comprometido. Entrevista a Joaquín Suarez *

En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionandoseguir discutiendo seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 17 de Noviembre de 2015:


En su primera reflexión, Joaquín empieza a definir el rol docente a partir del tipo de relación que el docente entabla con l@s estudiantes y de su capacidad de escucha, de respeto por sus tiempos y de su compromiso con la materia.

· Joaquín, ¿Qué es para vos “ser docente”?

· Creo que ser docente va más allá de explicar los contenidos de una materia. Es más, un buen docente es aquel que se compromete con la materia, realiza actividades que “enganchen” al estudiante, dé varias alternativas de notas, respete los tiempos de los alumnos y valore sus opiniones. Un buen docente creo que debe poder entablar una conversación con su alumno y que se convierta en un “compañero más”. Al haber más confianza, aunque la materia sea aburrida, da más ganas de estudiar, de comprender el tema y de devolverle ese gesto al docente. Es decir, si el profesor se compromete a hacer más interactivas las clases y más divertidas todas las actividades, los alumnos le devolverán con compromiso y estudio la propuesta.

A la hora de pensar en las características de l@s docentes que facilitan los aprendizajes de l@s estudiantes, Joaquín vuelve sobre la relevancia que tienen las propuestas que l@s docentes les hacemos a l@s estudiantes y nos invita a pensar actividades diferentes a las clases típicas para ayudar a l@s estudiantes a atraparse e interesarse por los contenidos que están aprendiendo.

· ¿Qué características creés que debería tener un docente para ser mejor como facilitador de los aprendizajes de l@s estudiantes?

· Bueno, esta respuesta puede ampliar la respuesta anterior. Un docente debe ser capaz de explicar un tema, llegarle al alumno, demostrar pasión en lo que explica y lograr que comprendamos que es interesante que entendamos el contenido de la materia. No todo debe ser clase, clase y clase. Algunas veces pueden realizarse actividades diferentes, ir al campo aprovechando lo grande que es la escuela, hacerse debates, contar vivencias personales que nos atrapen.

· Si tuvieras que recomendarle a l@s docentes un libro, una canción o una película que considerás “relevante” para mejorar la práctica docente, ¿qué libro, canción o película nos recomendarías y por qué?

· Una excelente película es “Los Coristas”. Se desarrolla la historia de un conjunto de alumnos huérfanos conflictivos, a los cuales nadie quiere enseñarles nada ya que solo les interesa perder el tiempo. Hasta que llega un profesor de coro interesado por despertar entusiasmo en los jóvenes, los cuales terminan adorándolo; al punto tal que uno de ellos se va a vivir con él. Muchos docentes podrían aprender de ese hombre, y generar una motivación en el estudiante para que tenga mayor compromiso por la materia.

Cerrando la entrevista, Joaquín nos recuerda que l@s estudiantes preferirían seguir de vacaciones en lugar de volver a la Escuela pero nos invita a pensar en una posible causa de ello: las calificaciones y las implicancias que estas tienen así como el hecho de que calificar (y priorizar las calificaciones por sobre todo) atentan contra los que él considera los objetivos que debería tener la Educación.

· Para terminar, ¿Cuáles son y cuáles “deberían ser”, en tu opinión, los objetivos de la Educación?

· Es cierto que lo que menos queremos los alumnos es que terminen las vacaciones y que comiencen las clases. Pero la causa fundamental de eso radica en las notas, en los nervios por el aprobar o desaprobar permanente. Bajo estos términos uno no puede disfrutar plenamente de las áreas que está estudiando. Si no existieran las notas (lo cual es complicado), sería mucho más interesante; ya que la educación, creo yo, debe tener objetivos tales como: brindar nuevos conocimientos sobre las materias, formar mejores personas, generar interés en diversos temas, abordar cuestiones del mundo real en el que vivimos; por ejemplo, hacer referencia a temas de actualidad para movilizar ese entusiasmo en el estudiante, generar grupos unidos, aprender a trabajar individualmente y en equipo y conocer diferentes metodologías de estudio.

* Joaquín Suarez (@ElManijaVillero) es alumno de la Escuela Agropecuaria de la Capital Federalcursando cuarto año. Ingresó al colegio por su interés en el campo de la biología. Le apasiona todo lo que siente que no puede llegar a lograr. Realiza hockey sobre patines en el Club Comunicaciones, aunque su verdadera pasión es jugar al fútbol. Otra actividad que realiza es tocar el piano, que estudia en un conservatorio desde los 5 años.

martes, 29 de mayo de 2018

La diferencia entre un “profesor bueno” y un “buen profesor”. Entrevista a Matías Heredia *

En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionandoseguir discutiendo seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 10 de Noviembre de 2015:


En sus primeras reflexiones, Mati empieza a caracterizar el rol docente y pone especial interés en la cuestión de la Educación en valores. También diferencia entre un “profesor bueno” y un “buen profesor” y reflexiona sobre la diferencia de aprobar a l@s estudiantes para ganarse su simpatía y ayudarl@s en su (trans)formación para que aprendan y aprueben.

· Mati, ¿Qué es para vos “ser docente”?
· Ser docente, no solo es tener mucho conocimiento o saber de un tema específico, sino que también es saber transmitirlo, saber acompañar al alumno, cubrir sus necesidades educativas, ayudarlo a progresar y comprender muchos conceptos nuevos para él y lo más importante transmitirle valores desde su enseñanza que son las cosas que duraran en su cabeza ya que la información va y viene.

· ¿Qué características creés que debería tener un docente para ser mejor como facilitador de los aprendizajes?
· La principal me parece es ser “buena onda” pero no en el sentido de que te apruebe y listo o que no mande tarea. Buena onda refiriéndome a explicar con el fin de enseñar y transmitir conocimientos con el fin de que los alumnos entiendan y sigan la clase haciéndola así más llevadera e incluso entretenida. La segunda y también importante es transmitir valores, porque son los que quedan en cada persona y no es información que vas a un libro y lo lees, va más allá de eso, son cosas que aprendes y te sirven en la vida para ser mejor persona y superarte. También el hecho de no ser un profesor bueno sino un buen profesor que te remarque los errores, que te critique, siempre de buena manera, las cosas en que te equivocas porque con los errores uno aprende y mucho más que haciendo las cosas “siempre” bien. Lo malo o poco beneficioso para la relación docente/alumno es que debido a como se evalúa un profesor es bueno o no si te aprueba y listo, aprender en muchos de estos casos queda de lado, cosa que también afecta al aprendizaje


A la hora de pensar en los objetivos y las expectativas que tiene al comenzar una cursada, Mati recalca lo importante que es disfrutar las clases, no padecerlas, aprender nuevos conocimientos y lograr que ese aprendizaje nos sea placentero porque cuando un@ se divierte y disfruta el momento y es espacio de aprendizaje, se aprende más y mejor.

· ¿Cuáles son tus objetivos/propósitos/expectativas de logros cuando comenzás una cursada?
· Creo que lo principal es disfrutar el tiempo y no padecerlo ya que cuando uno disfruta las cosas, le presta más atención y las disfruta más. Además de eso está el aprender nuevos conocimientos, conocer nuevas personas (tanto profesores como compañeros) y la expectativa siempre es que la materia más allá de los conceptos que aprendas te termine gustando y le saques el mayor provecho posible para el aprendizaje.

· Si tuvieras que recomendarle a l@s docentes un libro, una canción o una película que considerás “relevante” para mejorar la práctica docente, ¿qué libro, canción o película nos recomendarías y por qué?
· “El Club de los Poetas Muertos”, ya que es una película en donde hay mucha interacción entre el nuevo docente y los alumnos para que estos últimos logren cumplir sus sueños. Además de ser lo opuesto a las estrictas reglas académicas de ese centro escolar.


Cerrando la entrevista, Mati nos invita a reflexionar sobre la posibilidad de sacar las clases afuera de aula, de pensar actividades que motiven a l@s estudiantes, de proponer alternativas para que elijan (democratizando la toma de decisiones sobre lo que hacemos en las clases), de aprender de (y con) l@s estudiantes y nos cuenta una experiencia personal que le resultó significativa, en tanto colaboró con su (trans)formación más allá de lo disciplinar.

· Si tuvieras que hacer una propuesta de cambio concreto que pudiera aumentar el compromiso, la motivación y la participación tuya y de tus compañer@s, ¿qué propondrías y por qué?
· Propondría que no todas las clases sean en las aulas, aunque está limitando esto el número de estudiantes, pero me parece una buena idea para cambiar de ámbito porque quizá es una clase más entretenida, más dinámica, con mayor experimentación y puesta en común. Además que las actividades no sean impuestas SIEMPRE sino a veces proponer que le gustaría más al curso, en síntesis en mi opinión el compromiso, la motivación y la participación aumentan muchísimo cuando se establece una relación alumno/docente donde los dos aprenden del otro y cumplen su función (el alumno aprender y el docente enseñar) complementándose y obteniendo así un beneficio mutuo.

· ¿Podrías relatar un episodio significativo de tu experiencia como estudiante en relación a algún docente o a alguna práctica docente en particular?
· El segundo día de 4to año tuve mi primera clase de bioquímica. Las primeras clases nunca eran muy divertidas para mí porque había que presentarse, cosa que me cuesta siempre por ser tartamudo. Pero esa clase además de presentarnos, tuvimos que hacer una actividad que me voy a acordar siempre y fue escribir en un papel (sin mostrarle a nadie) lo que cada uno pensaba de cómo los demás lo veían. En ese momento creo que complete todo el papel con boludeses que yo tenía en mi cabeza que según yo “pensaban de mi”. Cuando terminamos el profesor hizo referencia a Sartre en su libro “El existencialismo es un humanismo” que hacía referencia a que nadie nos ve como nos imaginamos y por eso, nos pidió que rompamos ese papel y lo tiremos a la basura. Desde eso momento aprendí un gran valor y fue no ser prejuicioso conmigo mismo sino solamente aceptar a la gente que me acepte como soy.

Matías Heredia (@MatiiHere) es estudiante en la Escuela Agropecuaria de la FCV de la UBA. Tiene 17 años. Es muy hincha de Racing. Le gusta viajar, jugar al fútbol y conocer personas.

lunes, 28 de mayo de 2018

La Mediocracia Educativa (Parte 1) Enseñar a aprobar. Por Sergio Morado *

En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionandoseguir discutiendo seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 3 de Noviembre de 2015:


Este artículo pretende ser el comienzo de una trilogía que irá siendo publicada en este espacio en forma periódica. La misma estará enfocada en algunas de las problemáticas que rigen, casi en forma inconsciente para sus actores, al sistema educativo y a nuestra práctica diaria, procurando a su vez considerar posibles alternativas en la forma de pensar nuestro rol como docentes.

En este primer artículo el propósito es reflexionar sobre una de las frases hechas que es habitual escuchar, en un tono intermedio entre el reproche y la resignación, en reuniones formales e informales de docentes. La frase “los alumnos (sólo) quieren aprobar”, que supone en principio una obviedad, esconde una de las tantas paradojas que subyacen nuestra práctica educativa. Si bien se suele pensar que el objetivo de la educación, y por ende de los educadores, es estimular el crecimiento y desarrollo continuo de los individuos tanto en aspectos personales como profesionales, la realidad es que el sistema educativo actual sigue, al menos en la práctica, muy lejos de esas aspiraciones.

A lo largo de toda la etapa formativa escolar y posteriormente en la universidad, se brinda instrucción a los estudiantes para responder a un proceso de evaluación en el cual la nota representa no sólo cuántos conocimientos adquirieron sobre las asignaturas impartidas, sino también un parámetro de cuán “exitosos” son en relación a sus compañeros. Sumado a esto, no pueden soslayarse cuestiones ajenas, o no tanto, al proceso educativo, como las presiones que pueden provenir de otros actores de una sociedad que sigue considerando el resultado numérico de un examen como una herramienta irrevocable de valoración. Esta situación, que de por sí es perversa, se alimenta por el hecho de que somos justamente los exponentes más “brillantes” del sistema, es decir aquellos que por diferentes circunstancias pudimos obtener mejores notas, los que continuamos formando parte del mismo. Se genera así un círculo vicioso en el cual los propios docentes a cargo de guiar la formación de los nuevos estudiantes son también producto de un arcaico sistema educativo y lo reproducen, en muchos casos, con ciega convicción.

Todos aquellos que hemos habitado las aulas de las instituciones educativas, escuchamos casi una infinidad de veces a docentes que con la mejor de las intenciones pronuncian frases como “es importante que estudien este tema porque se toma” o “no profundicen en ese otro tema porque no se lo van a tomar”. Las frases mismas sugieren la consideración del examen como instancia definitiva de acreditación del aprendizaje. De esta manera, el objetivo de la experiencia educativa pasa a ser acceder a los conocimientos necesarios en un tiempo suficiente para aprobar el examen, en lugar de procurar la enseñanza de determinadas competencias y contenidos significativos para el desarrollo personal y profesional posterior. Se genera así una nueva paradoja en la cual, esos docentes que sin duda consideran que están siendo de gran ayuda a sus estudiantes, están retroalimentando una situación que a su propio criterio es problemática.

Teniendo en cuenta este panorama, no es tan difícil comprender por qué los estudiantes consideran la aprobación como máximo logro. Las preguntas que surgen, entonces, son ¿cuánto tiempo e importancia dedicamos a cuestiones que excedan a lo que puede ser evaluado?, ¿qué criterios usamos para evaluar?, ¿estamos evaluando lo que los estudiantes deberían aprender o enseñando sólo los contenidos que vamos a evaluar? y, ya que se considera que los estudiantes sólo persiguen un fin, ¿por qué no utilizar herramientas de evaluación que conjuguen de manera más eficiente el aprobar con el aprender? No es el objetivo de este ensayo proponer pautas de evaluación sino fomentar la reflexión acerca de las mismas, de forma tal que comencemos a reprochar menos a los estudiantes y a trabajar más para modificar la ineficiencia que observamos en un sistema del cual formamos parte.

En mi opinión, es nuestra responsabilidad como docentes tener en claro que el objetivo final de cada instancia educativa es colaborar en la formación de los individuos y seguir formándonos a la vez nosotros a través de la experiencia compartida. Proponernos cambiar a corto plazo el peso que la sociedad y el sistema educativo como un todo otorga a la aprobación de la instancia de evaluación es quizá demasiado ambicioso. Sin embargo, podemos comenzar a encarar nuestra propia práctica de forma tal que se respeten los tiempos necesarios para el desarrollo de las habilidades de cada estudiante y que los procesos de evaluación dejen de ser una mera certificación de contenidos y se conviertan en un componente más de un proceso continuo de aprendizaje y formación.

Sergio Morado (@SergioMorado1) es docente/investigador en la Cátedra de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires. Es un ferviente apasionado de la música y la literatura, y un gran admirador del Emperador Napoleónformación.

domingo, 27 de mayo de 2018

¿Cómo aprende Eliana? Reflexionar sobre cómo aprendemos para poder fundamentar lo que aprendimos.

En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionandoseguir discutiendo seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 27 de Octubre de 2015:


En este 2015 el Blog espera, una vez más, incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes. Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos seguir (re)pensándonos a partir de textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.

Como dijimos en entradas anteriores, pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.

Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender en nuestras materias.

Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió Eliana Monárdez *.


Para empezar, Eliana nos cuenta de una experiencia que tuvo en la escuela secundaria y que la marcó para el resto de su trayectoria a académica y hace hincapié en algo en lo que insistimos bastante desde este Blog que es el trabajo en grupo como dinámica potenciadora de los aprendizajes compartidos: “Hace ya un par de años, cuando todavía estaba en la escuela (en mi provincia, San Juan), me entere de un curso que hacían en la biblioteca más importante de allá, sobre Técnicas del Aprendizaje. La idea me gustó porque ya faltaba poco para comenzar mi vida universitaria y yo sentía que en la escuela no me enseñaban cómo debía estudiar, sino, a memorizar. Me asustaba la idea de encontrarme luego con libros enteros y enormes para estudiar, y no poder con ello. Al hacer el curso me di cuenta que habían un montón de cosas que hacía mal, porque literalmente TODO lo memorizaba, claramente mi técnica no era la adecuada. Aprendí, entre las cosas que recuerdo a estudiar de día con la luz del sol sobre la hoja y no una lámpara que me fríe los ojos, a hacer mapas conceptuales y entender que un mapa no lleva texto, sino palabras, a poner notas al margen de los párrafos, a resumir, a darme recreos en mi tiempo de estudio porque cuando uno lee por leer (sin comprender) solo pierde el tiempo. Todo lo que aprendí lo comencé a implementar en mi estudio escolar, hay cosas que me servían y otras que no, pero fue de mucha ayuda. En la facultad continué aplicando lo que había aprendido pero tengo una manía que es querer resumir y escribir mis resúmenes, cosa que para el estudio me sirve un montón pero el tiempo no lo permite y más aun cuando uno va avanzando en la carrera; entonces trato de sacarme eso de a poco. Por otro lado el hecho de estudiar en grupo es algo muy importante para mí, porque a veces uno está desganado o desconcentrado a la hora de sentarse a leer, en cambio al estar en un grupo se siente una responsabilidad diferente y entre nosotros nos alentamos a continuar. También el hecho de hablar entre nosotros mejora nuestro vocabulario y nos ayuda a buscar las palabras correctas para explicar algo, ya que, muchos de los finales de la carrera son orales y el hecho de no poder verbalizar nuestro conocimiento es un GRAN limitante, entonces es algo que también debemos aprender”. Cuando reflexiona sobre sus aprendizajes “no académicas”, Eliana reivindica la observación, la atención, la repetición y fundamentalmente el “hacer uno mismo”: “La verdad es que nunca me senté a plantearme como aprendo las cosas de la vida cotidiana. Antes de ingresar a la facultad estuve unos meses aburrida y ayudaba a mi novio en su negocio. El tiene un local de reparación de cosas electrónicas, entonces ahí me planteé el hecho de aprender a hacer algunas cosas, dentro de todo sencillas para que el tiempo pase más rápido. Yo creo que observando se aprende muchísimo, entonces así aprendí algunas cositas chiquitas, ya que claramente la electrónica no es lo mío; como cuando uno ve a su mama cocinando o haciendo las tareas de la casa, creo que no hay mejor manera de aprender que esa. Observar, prestar atención y luego intentar hacerlo, cometiendo errores claro, pero esa es la idea. Por otro lado, si tengo que aprender algo que no sea un procedimiento por lo general utilizo las mismas reglas mnemotécnicas que para la carrera. Aunque todavía no me aprendo mi numero de celular! Me resisto!”.

Eliana vuelve sobre la importancia de hacer las cosas, de intentar, de equivocarse y de volver a intentarlo pero agrega algo bien interesante que tiene que ver con la profundidad con que fundamentamos (o intentamos fundamentar) las acciones que estamos aprendiendo: “En mi caso no sé si haya muchas diferencias entre las técnicas que utilizo para aprender contenido académico y contenido de la vida cotidiana, como comenté anteriormente creo que en la vida uno aprende más que nada procedimientos: como andar en bicicleta, como atarnos los cordones, como jugar a las cartas, etc. Y para aprender esto no hay nada mejor que intentar realizarlo, como cuando en la facultad hacemos trabajos en el laboratorio, observamos con atención y luego intentamos reproducirlo. Creo que la diferencia puede ser la profundidad del fundamento, porque en la carrera nos planteamos o nos plantean los profesores continuamente la idea de fundamentar nuestros conocimientos, en cambio en la vida cotidiana no nos planteamos ¿Por qué el nudo de los cordones es ese y no otro? Solo lo hacemos porque así nos enseñaron nuestros padres”.

Finalmente, Eliana nos deja una interesante reflexión (que le generó la propuesta de escribir este texto) para seguir (re)pensado(nos) y repensando nuestras prácticas de enseñanza y de aprendizaje: “El hecho de plantearme estas preguntas me resulto muy interesante, uno no suele ponerse a pensar estas cosas, sino que simplemente las hacemos. Y la idea de replantearnos ¿cómo aprendemos? creo que es muy importante, deberíamos preguntárnoslo más seguido para saber si estamos haciendo las cosas bien y pensar que podemos hacerlas mucho mejor. Creo que las respuestas a esa pregunta son infinitas y sobre todo muy subjetivas, lo importante es que cada uno busque su manera de aprender y sobre todo de incorporar ese conocimiento de manera que, al avanzar en la carrera, o así mismo en la vida, nos acompañe como una adquisición y que no quede atrás como una materia aprobada”.


* Eliana Monárdez es estudiante de veterinaria en la Universidad de Buenos Aires, ama su facultad y sobre todo su carrera. Es de San Juan y se le dificulta mucho en la ciudad, no soporta que las personas se olviden del “por favor” y el “gracias”. Tiene novio hace casi 4 años y una gata/hija. Futuro título: Veterinaria.

sábado, 26 de mayo de 2018

Asi fui aprendiendo cómo aprender. Por Renata Di Tullio *

En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionandoseguir discutiendo seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 20 de Octubre de 2015:


Hace 17 años que vengo aprendiendo. Para algunos, 17 años no es nada y para otros, fuimos contemporáneos a la época jurasica (cabe aclarar que con “otros” me refiero a los pequeños niños sin noción del espacio tiempo). Durante todo este tiempo tuve una gran diversidad de profesores, algunos que me enseñaron valores que conservo hasta el día de hoy y que pretendo tenerlos hasta el día en que sintetice mis últimos piruvatos, y otros que me enseñaron que la “pedagogía” no es algo que posean todos los seres humanos. Todos los chicos atraviesan una famosa etapa que los padres suelen llamar la etapa del “por qué” ya que el infante no para de cuestionar absolutamente todo con esas simples dos palabras (“pero, por qué mami?”, “y por qué?”, “por qué no papi?”. Es hasta el día de hoy que yo todavía no pude superar esa etapa.

Es por eso que una de mis mayores pasiones de la vida es la cienciatodos los científicos tienen en su interior un niño que jamás dejo de preguntar por qué. Esa curiosidad intrínseca del ser humano es lo que me motiva a jugar con los conceptos que la vida me ha dejado adquirir con el tiempo. Muchas veces este niño interior es callado por el contexto en el que uno se forma a nivel académico (y personal) y ese silencio priva de la posible admiración de la belleza de este basto edificio construido a partir de la curiosidad que rodea al individuo quien ignora su existencia y desconoce todas las maravillas que pueden esconder los múltiples universos que envuelven los simples fenómenos cotidianos.

Una vez tuve un docente (actualmente “DT de mi incentivo académico”) que logró despertar en cada uno de nosotros esa llama ahogada por el dióxido de carbono que emana todo aquel profesor que nos ha negado la cara divertida de la ciencia. Es por eso que quería dedicar un párrafo de agradecimiento a todo ese tiempo libre y no libre que este docente le dedicó a todos y cada uno de sus estudiantes. Porque ya lo sabemos, podemos ser cansadores, molestos, podemos no entender las cosas, pero si hay algo más difícil que hacer que un estudiante entienda algo, es lograr que un estudiante quiera entender algo. Nosotros queremos que nos enseñen con la misma pasión y dedicación con la que nos enseña este docente. Ojalá que todos los estudiantes de este país puedan tener el privilegio de tener un profesor que no solo demuestre interés en la materia si no que también demuestre interés en el alumno. Hay que tener talento para lograr que sea interesante una piruvato deshidrogenasa!

En fin, gracias a este docente pude lograr muchas cosas, entre ellas una monografía con respecto a la Educación que presente para las Becas Balseiro y que el autor del presente blog me invito a subir hace unas semanas a “Asi fuimos aprendiendo”.

Y así fui aprendiendo cómo aprender

viernes, 25 de mayo de 2018

Un “ida y vuelta” que trasmite pasión es combatir! Entrevista a Agustina Marciano *

En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionandoseguir discutiendo seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 13 de Octubre de 2015:


En sus primeras reflexiones, Agus utiliza, para referirse a la relación docentes/estudiantes, una categoría interesante como la “comunicación” y la asocia no sólo con la comunicación de conocimientos sino también con la comunicación de experiencias y resalta la importancia de que l@s docentes trabajen (¿investiguen?) en temáticas afines a las que pretenden que sus estudiantes aprendan.

  • Agus, ¿Qué es para vos “ser docente”?
  • El “ser docente”, en mi opinión, consta en un comunicador tanto de conocimientos académicos como de experiencias propias en el ámbito de trabajo y también de la vida misma. Los docentes deberían trabajar en el tema que están dando o afines, creo que sirve para profundizar con experiencias propias sobre las cuestiones teóricas. También esto se relaciona con la pasión intrínseca sobre el tema, que hace que lo cuenten distinto que otro tema. Deberían tener una personalidad extrovertida, cuando las personas son más bien tímidas o con una personalidad muy tranquila (por no decir aburrida) creo que hacen las clases monótonas y cuesta más prestar atención. Y el tono de la voz es crucial para no dormirse y también la forma en que cuente las cosas es muy importante.

A la hora de relatar un episodio significativo de su propia experiencia como estudiante, Agus eligió hablar de un docente bastante conocido por tod@s, que le generó “fascinación” y la marcó al punto de influir en la elección de su futuro profesional.

  • ¿Podrías relatar un episodio significativo de tu experiencia como estudiante en     relación a algún docente o a alguna práctica docente en particular?
  • Recuerdo más que un episodio, una clase teórica particular de las que da Alberto Kornblihtt en la primera de las materias que cursamos los prototipos de biólogos, Introducción a la Biología Molecular y Celular (para los de Exactas IBMyC). Las teóricas son llevadas a cabo con retroptoyector con lo cual las imágenes son muy precarias y la mayoría son dibujos. El día que Alberto explicó splicing alternativo no fue una clase con alguna dinámica distinta a las demás, pero recuerdo haber salido con un grado de fascinación tal que pensaba “esto es lo que quiero para mi vida”. Luego me entero que el tipo trabaja en eso. Retomo el tema que enseñar lo que a uno lo apasiona llega distinto a las personas. Elegí este ejemplo porque para mí Alberto es EL comunicador, y en ese aspecto, es un ejemplo a seguir.

  • Si tuvieras que recomendarle a l@s docentes un libro, una canción o una película que considerás “relevante” para mejorar la práctica docente, ¿qué libro, canción o película nos recomendarías y por qué?
  • Creo que hay un capítulo de los Simpson para cada momento de la vida y que comentar alguno podría funcionar como “ancla mental” de esos conceptos. Me pasó y funciona!!!

Cerrando la entrevista, Agus utiliza el verbo “transmitir” con muchos objetos directos bien diferentes para referirse a la tarea docente, recupera una idea bien freiriana (l@s docentes también aprenden de sus estudiantes!) y nos deja una frase de la banda musical Callejeros.

  • ¿Cuáles son y cuáles “deberían ser”, en tu opinión, los objetivos de la Educación?
  • Transmitir conocimiento teórico y práctico. Transmitir diferentes formas de estudiar. Transmitir valores. Transmitir experiencias. Debería ser también un espacio de “ida y vuelta” en donde el docente también aprenda del alumno. Y no sé si responde a la pregunta lo que puse pero dejo una frase de un tema de Callejeros (Creo): “Creo que educar es combatir, el silencio no es mi idioma.”

Agustina Marciano (@Dra_M) es estudiante de Ciencias Biológicas en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales en la Universidad de Buenos Aires. Tiene una Beca Estimulo que desarrolla en el Laboratorio del Crecimiento, Nutrición y Reproducción de Crustáceos Decápodos que se encuentra en la misma institución. Actualmente se encuentra cursando las últimas tres materias de su carrera y realizando experimentos para terminar su tesis de grado.

jueves, 24 de mayo de 2018

¿Cómo aprende Daniela? Dar el máximo con responsabilidad, voluntad y perseverancia. El esfuerzo propio y de Otros.

En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionandoseguir discutiendo seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 6 de Octubre de 2015:


En este 2015 el Blog espera, una vez más, incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes. Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos seguir (re)pensándonos a partir de textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.

Como dijimos en entradas anteriores, pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.

Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender en nuestras materias.

Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió Daniela Pinchetti *.

Para empezar, Daniela nos cuenta su “técnica” para aprender que incluye tres etapas muy claramente definidas, nos habla de la relevancia de “poder contarle las cosas a otro” y de la importancia de poder relacionar los nuevos aprendizajes con conocimientos previos o con otros temas: “el aprendizaje de los contenidos en la escuela y/o en la universidad en mi opinión tiene tres etapas. Primero, el docente ofrece el tema a aprender, te acerca al conocimiento, te marca los puntos que considera más importantes e intenta que uno comprenda los distintos conceptos claves. Segundo, el alumno debe enfrentarse a los apuntes y a los libros, leer, relacionar e intentar comprender por sí mismo. En este punto, debemos seleccionar lo que nos parezca más importante. Personalmente, suelo realizar resúmenes, cuadros, esquemas que me permitan ir fijando los nuevos conocimientos y tener el material organizado para poder luego estudiarlo. Y tercero, debemos sentarnos con los apuntes, notas y libros a interiorizar los contenidos, memorizar aquellas palabras claves y terminar de entender los temas. Considero que se alcanza el máximo aprendizaje cuando se es capaz de contarle a otro aquello aprendido y que el otro lo entienda. Además, debemos ser capaces de relacionar los temas y si es posible conectarlos con conocimientos previos”. Cuando reflexiona sobre sus aprendizajes “no académicas”, Daniela reivindica dos cuestiones, que son la figura de un “Otro” (que guía, orienta, impulsa, apoya, colabora, incentiva, ayuda y “en algún punto hasta obliga”) y la idea de la voluntad, el esfuerzo y la perseverancia como características indispensables para aprender: “andar en bicicleta, atarme los cordones, jugar al tenis, manejar, nadar, tocar la guitarra son todas cosas que aprendí tanto por mi propio esfuerzo como el de otros, como mis papás. Ellos me impulsaron a aprender, me hicieron practicar, quizás en algún punto hasta me obligaron a animarme a hacer cosas. Por ejemplo, odiaba que me enseñaran a nadar pero a pesar de mis lágrimas de cocodrilo me insistieron y lograron que ahora sepa nadar. O cuando me regalaron mi primera bicicleta y de a poco me fueron aflojando las rueditas hasta que un día pude sin ellas. Es bueno escuchar a aquellos que ‘saben’ de los temas, prestarle atención a los consejos, tener la mente abierta para aprender otra forma de hacer las cosas y aceptar a quienes las hagan distinto. Me gustaría destacar de estos aprendizajes que todos requirieron un esfuerzo, perseverancia, voluntad de aprenderlos y sobre todo repetición hasta el hartazgo. Además, personas que con amor impulsan, apoyan, colaboran e incentivan”.

Daniela vuelve sobre estas dos cuestiones cuando compara aprendizajes “académicos” y “no académicos” y en ambos destaca la figura de “Otros” así como el esfuerzo, la perseverancia, la responsabilidad, la voluntad y la capacidad para organizarse: “todas las cosas para aprenderlas requieren de esfuerzo, perseverancia, responsabilidad, voluntad y de organizarse para tener tiempo para repetir ya sea algo manual/mecánico como un concepto que se quiere memorizar o ejercicios que practicar. Creo que tanto un docente que acompañe el aprendizaje facilitando el abordaje de los temas, como padres, hermanos, amigos, familiares que apoyen, estimulen y faciliten el aprendizaje de lo no académico son muy importantes. Hasta en ciertos casos esenciales. Sostengo que hay ciertos conocimientos que solo se pueden pasar de persona a persona y hay otros que la única manera de interiorizarlos es sentándonos con un libro a leer, entender y memorizar. Además, considero que no hay conocimiento que este demás y que todos tenemos que luchar por alcanzar aquellos objetivos que con criterio (porque sabemos que los podemos lograr) nos propusimos”.

Finalmente, Daniela nos deja una interesante reflexión (que le generó la propuesta de escribir este texto) para seguir (re)pensado(nos) y repensando nuestras prácticas de enseñanza y de aprendizaje: “al escribir sobre cómo aprendemos recordé aquellas instancias de aprendizaje que tuve en mi vida, ya sea, aquellas de conocimientos no académicos como académicos. Recordar a aquellos profesores que hicieron grandes esfuerzos por enseñarme, a mis padres que también lo hicieron con esfuerzo y dedicación. Además de recordar todos los días que he estudiado, con esfuerzo y perseverancia hasta alcanzar mis objetivos. Siempre intentando superarme a mí misma y alcanzar aquellos objetivos que puedo alcanzar. Estos pueden ser mayores o menores a los de otros estudiantes; lo importante, es dar el máximo que uno pueda dar. Creo que una posible respuesta a como aprendemos es que lo hacemos tras horas de observar, escuchar, leer, practicar, memorizar y que esto se logra cuando uno realmente lo quiere y se lo propone”.


* Daniela Pinchetti (@danipinchetti) es estudiante de Veterinaria de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA. Además es alumna concurrente de la cátedra de Química Biológica y adiestradora canina.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Cuando sea grande quiero ser yo: Una Apis nulla Apis. Por Renata Di Tullio *

En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionandoseguir discutiendo seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 29 de Septiembre de 2015:


El texto que a continuación Renata comparte (gentilmente) con nosotr@s lo escribió para postularse a las Becas Instituto Balseiro 2015 para estudiantes secundarios (que afortunadamente ganó) y que proponía a l@s estudiantes escribir un texto que respondiera la pregunta “¿qué vas a ser cuando seas grande?” de una manera original y creativa. Para este Blog, que la acompañó en el proceso, es un placer publicar este texto que esperamos encuentren tan intereante como lo encontramos nosotr@s y como lo encontraron l@s evaluadores que la premiaron con la beca para participar de una pasantía de una semana en sus instalaciones que incluye la realización de experimentos, la visita a laboratorios y la asistencia a seminarios de investigación científica.

Ahora sí, el texto de Renata:

Existe un antiguo proverbio escrito en latín, Una apis nulla apis, que significa “Una abeja sola no es abeja”, frase que elegí como titulo ya que, resume en una oración las reflexiones personales que desarrollaré a lo largo de este texto y aparte el hecho de que este en latín hace que suene más relevante. Los filósofos, los científicos, los sociólogos, y muchas otras figuras pensantes de la sociedad, a lo largo de la historia, han dedicado mucho tiempo y algunos, inclusive, sus vidas enteras al estudio de la educación. Ya uno de los primeros y más reconocidos filósofos, Aristóteles, hablaba de la educación y decía “enseñar no es una función vital, porque no tiene el fin en sí misma; la función vital es aprender.

Para facilitar la transmisión de mis valores y reflexiones con respecto a la educación, voy a recurrir a remitir todo a una analogía de algo que como alumna de un colegio agropecuario conozco mucho: las producciones. Más específicamente, voy a comparar el sistema educativo argentino con una producción agrícola. Con esto no me refiero a que los estudiantes tengamos las mismas cualidades de reflexión que un vegetal, por más que algunos profesores digan que somos unos zapallos que no entendemos un rabanito; pero sí, un sistema de producción agrario y el sistema educativo comparten características muy parecidas.

Empecemos por donde suele empezar todo, el principio. Uno nace ya en el sistema en el que es sembrado, limitándonos desde los comienzos la libertad de elegir. Uno permanece bajo la protección de la tierra en sus primeras etapas de vida porque somos pequeños, débiles y recién nos estamos formando. Gracias a todos los recursos intrínsecos que nos da el lugar donde nacemos podemos crecer lo suficiente como para emerger a la superficie, y conocer por primera vez realmente al vasto mundo que nos acompañará inevitablemente por el resto de nuestras vidas. Ahora, ¿qué pasa si justo el suelo donde nací yo, no tiene los nutrientes necesarios, no porque nuestra madre tierra no quiera dárnoslo por supuesto, si no porque las condiciones externas no le dieron la posibilidad al suelo para poder darnos los suficientes recursos? Un suelo con escasos nutrientes hace que emerjamos más lento, que nos cueste más poder salir a la superficie, y encima cuando lo hacemos, vemos que las otras plantas que sí nacieron en suelos ricos en nutrientes, ya emergieron hace rato.

¿Por qué yo no crecí tanto como el resto? ¿Cuál fue mi problema genético? Mi productor no para de señalar que soy menos productivo que el resto, que estoy más atrasado, que no voy a dar la misma cantidad de frutos que mis compañeros. ¿Para qué voy a dar frutos si nunca lo voy a hacer como el resto? Total, yo soy más chiquito, soy peor, menos inteligente, si los demás pudieron entonces yo también tendría que haber podido. El problema de una planta que se desarrolla de manera más lenta no es genético, es fenotípico. ¿Cómo puede desarrollarse igual que el resto una planta que nació en un suelo carente de nitrógeno? El profesor siempre va a estar orgulloso del alumno que crece más rápido en la cantidad de tiempo que le da el sistema para poder cosecharlo. El alumno que esta “retrasado”, cuyos frutos van a salir después que los del resto, al productor no le sirve, sus superiores le compran la cosecha nada más después de que la planta supero los seis años de primaria y siete años de secundaria. Si para entonces no dió la cantidad de frutos que se esperaba, es un completo fracaso productivo, es una planta que no sirve, es un alumno que no está lo suficientemente capacitado para entrar al mercado.

¿Y entonces por qué no abonan al estudiante que le cuesta desarrollarse más que al resto? “Y, mirá, el abono está caro, fertilizar requiere mucho tiempo, de un seguimiento del estudiante, a mi como productor no me es rentable invertirle tanto tiempo en un solo individuo, aparte a mi me pagan por cantidad no por cualidad, los estudiantes se venden por kilos, por toneladas”. La mayoría de los profesores, para que el sistema les de mas dinero, trabajan en varios cultivos, lo que les da menos tiempo para cuidar a cada uno, total lo que importa es lograr que las plantas entren al mercado para que después ellas mismas mantengan o aumenten el valor al que se las vendió. Obviamente las plantas más inteligentes van a la universidad y entran con un valor agregado mayor al mercado, donde quienes los contratan siempre van a exigir que les den sus frutos mas nutritivos.

¿Qué pasa cuando en nuestros cultivos salen ideas que no les sirven? A los profesores se les enseñó toda la vida que a la maleza había que eliminarla, todo lo que no sea el cultivo específico que están produciendo, compite con la formación que necesitan darle a los estudiantes, y por consecuencia deben ser eliminados. Entonces, ¿a qué se llama un mal alumno? ¿un mal alumno nace o se hace? Rousseau decía muy sabiamente “El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”. No nacemos malos alumnos, nos hacemos malos alumnos. Pero, ¿para qué sirve un mal alumno? ¿a quién le sirve? Lamentablemente, al resto de los alumnos.

Para que un productor califique a un alumno como productivo, sí o sí lo está comparando con el resto de su cultivo. Cuantas veces he escuchada que un alumno sabe más y otro menos. El conocimiento no es cuantitativo! Es mentira que nuestras notas nos califican, las notas son un método del sistema para clasificarnos, no calificarnos. Los que dieron más frutos son los arboles diez y nueve, los árboles tres y dos terminados los doce años de enseñanza primaria y secundaria no rindieron los frutos suficientes, son los arboles inservibles. Si yo soy un alumno tres, no puedo entrar al mercado con el mismo valor que el resto, para que voy a hacer un terciario si como mucho voy a llegar a valer cuatro o cinco, hay otras plantas que están muchísimo mas adelantadas que yo, mejor me dedico a permanecer así como estoy en el sistema, es más fácil y requiere menos esfuerzo.

El que le pone un valor a los frutos que nosotros damos es el mercado, el sistema, si mi producción de conocimientos matemáticos fue evaluada como ineficiente, por más de que me encante producir frutos (que según el sistema, es necesario que yo sepa sí o sí matemática para poder madurarlos) ni loca sigo una carrera que requiera matemática, aunque me guste, a mi me dijeron que no era mi potencial, y si quiero llegar a la altura del resto no puedo perder tiempo en algo que no es mi potencial, a mi me conviene producir los frutos a los que el mercado les da un valor agregado mayor, ahí si que voy a ser un árbol productivo.

¿Cuál es la mejor planta? Es aquella que crece más, en menos tiempo y con la menor cantidad de recursos posible. Porque los recursos salen plata, y los ciclos productivos hay que cumplirlos, si no la producción no es rentable, no le sirve al sistema, y algo que no le sirve al sistema es inútil, como nosotros los malos alumnos. Cuando nuestra tía Olga, nos diga que una planta para que crezca fuerte y sana le tenemos que dar amor, no tenemos que llevar la mirada al techo y tratarla de loca, es verdad, nosotros las plantas necesitamos amor, contención y paciencia para poder crecer. Por favor, no tiendan a masificarnos, no tiendan a clasificarnos, somos individuos, no 1200 hectáreas de soja.

Es por eso que cuando sea grande quiero ser yo. Ni el kilogramo número mil doscientos cosechado en julio ni el DNI 40830147, simplemente yo, Renata Di Tullio.

Renata Di Tullio (@renaditu) es estudiante del colegio agropecuario y agroalimentario de la UBA, juega a la pelota desde que sus pies tienen uso de razon y se considera un padawan de la ciencia.