martes, 31 de julio de 2018

Un espacio que propicie el encuentro con Otros para aprender juntos. (Entrevista a Malena Baur Noblia)



Al igual que en los años anteriores, este año seguiremos con la publicación de entrevistas realizadas a docentes y a estudiantes, como insumos para la reflexión sobre nuestras prácticas y sobre los aprendizajes. Las respuestas de docentes y estudiantes, sujetos directamente involucrados en las prácticas sobre las cuales nos proponemos reflexionar en este Blog resultan fundamentales para profundizar el grado de análisis. Claro que podemos estar de acuerdo o no, claro que podemos disentir con determinadas apreciaciones y reconocer en las respuestas (y en las preguntas) posicionamientos pedagógicos e ideológicos compartidos o no pero de cualquier manera, los relatos en primera persona son siempre insumos de gran valor para construir y (re)pensar nuestros propios posicionamientos. En este caso es un placer publicar la entrevista que gentilmente respondió Malena Baur Noblia *.

En sus primeras respuestas, Male caracteriza al docente como alguien que guía y se involucra afectivamente en el proceso de aprendizaje de sus estudiantes y como alguien apasionado que contagia esa pasión y genera la confianza necesaria para que l@s estudiantes se animen a debatir, a equivocarse y, también, a aprender.

  • Male, ¿Qué es para vos “ser docente”?
  • Para mí un docente es una guía, un intermediario entre los estudiantes y el objeto de estudio, para que lo que se aprenda no sea algo que se olvide posteriormente, sino que sea una herramienta para nosotros a lo largo de nuestra vida profesional, académica y no académica. Un buen docente no es simplemente un transmisor de conocimiento, sino que es alguien que se involucra en el aprendizaje marcando incluso afectivamente ese proceso, vinculándolo a distintas formas de dar la clase, ya sea ingeniando estrategias para hacer más asimilables la complejidad de temas que se suelen tratar, haciendo que el conocimiento no quede como concepto aislado, sino como una red de sucesos y momentos integrales al aprender. Para mí de esa forma el conocimiento se fija más fácilmente que capaz leyendo un libro de forma solitaria, por eso creo que es tan importante la presencia del docente y su relación con sus estudiantes. Pero además creo que tiene que ser un apasionado de su profesión, porque el entusiasmo para transmitir eso que tanto te gusta hacer es percibido por el otro generando más empatía con lo que se estudia. Además me parece que es importante que haya una participación real de los estudiantes en las clases, que se arme una construcción del aprendizaje y no una relación unidireccional en la que el profesor enseña porque sabe y los alumnos escuchan y aprenden porque no lo saben, creo que ese feedback ayuda al aprendizaje de los alumnos en cuanto a los nuevos objetos de estudio y a los docentes que también se nutren de lo que los ellos les transmiten.

  • ¿Qué características creés que debería tener un docente para ser mejor como facilitador de los aprendizajes de l@s estudiantes?
  • Dando por sentado que el profesor tiene una formación académica y profesional consolidada, creo que debe tener distintas alternativas de enseñanza para facilitar el aprendizaje, dar clases dinámicas en las cuales participen tanto alumnos como profesores, generar un ambiente de confianza para que los alumnos puedan sentirse cómodos para despejar dudas e incluso para debatir distintos temas, que los profesores conozcan a sus alumnos y sepan las dificultades particulares que puede presentar cada uno, para así poder organizar una clase inclusiva que le sirva a todos, aportar distintos medios de comunicación y de discusión de la materia, aprovechado las tecnologías para que lo que se genere en el aula no quede ahí y pueda seguir discutiéndose y hacer que el proceso sea más continuo.

A la hora de relatar los objetivos que se pone cuando comienza una cursada, Male coincide con anteriores entrevistad@s y, además de mencionar los objetivos de aprender y entender, agrega el de aprobar. Eso sí, diferencia claramente cuestiones que suelen confundirse como aprender, estudiar y aprobar.

  • ¿Cuáles son tus objetivos cuando comenzás una cursada?
  • Siempre que comienzo una cursada, mi objetivo claramente es poder aprender más y entender pero también aprobar la materia, muchas veces logro ambas cosas y me genera mucha satisfacción, pero me ha pasado muchas veces de estudiar mucho y, aun así, no poder aprobar la materia y también me ha pasado de estudiar poco o de memoria y aprobar, realmente en este último caso creo que es como un desperdicio porque realmente no me queda nada de esas materias, no las pude aprovechar, en cambio en el otro caso siento que estoy más formada y que estoy más preparada y motivada para seguir avanzando. Me parece que por eso es muy importante la relación entre los profesores y los estudiantes, como dije antes, creo que si hay un ida y vuelta y una participación de todos se facilita mucho el estudio, haciendo que aprendamos y también aprobemos.

Cerrando la entrevista, Male nos recomienda una película de Nicholas Hytner y nos recuerda que el “hecho educativo” (el “poder de enseñar” y el “deseo de aprender”) ocurren con Otros y que es en la construcción de esa Otredad, en la construcción de vínculos con esos Otros y con el conocimiento que se define gran parte de la manera en que aprendemos (o no).

  • Si tuvieras que recomendarle a l@s docentes un libro, una canción, una película o algún video que considerás “relevante” para mejorar la práctica docente, ¿qué libro, canción o película nos recomendarías y por qué?
  • Recomendaría la película “The history boys”, en la película se ve la presión que hay en la sociedad de ir a una universidad de prestigio y como hace un grupo de amigos para lograrlo, además muestra la relación de ellos con los docentes y con las autoridades de la escuela en la que están y como ellos influyen es su preparación para conseguir su objetivo que es entrar a la universidad de Cambridge o de Oxford.

  • ¿Cuáles son y cuáles “deberían ser”, en tu opinión, los objetivos de la Educación?
  • Yo creo que el objetivo de la educación es acompañar en el proceso de aprendizaje, brindar herramientas para que cada uno pueda descubrir su propia meta o propósito y que también en el encuentro con otros pueda construir algo mejor, nutriéndose de lo que sabe y de lo que aprende del otro. Para esto es necesario que se garantice el encuentro entre los principales actores de la educación: los compañeros de clase y los profesores, además del lugar de encuentro que es la escuela o la facultad, donde se generan discusiones entre distintas personas que piensan diferente y con otros puntos de vista, haciendo que podamos enriquecernos de esas diferencias y tomar lo que nos parezca provechoso del otro para incorporarlo a lo propio y así logra acercarnos más con lo que queremos lograr.
 
* Malena Baur Noblia (@malebaur) se crió mitad en el campo -en la ciudad de Vedia, provincia de Buenos Aires- rodeada de caballos, perros y primos (de chiquita siempre le gustaron los animales), y mitad en la ciudad, en Buenos Aires. Hizo la primaria y la secundaria en el colegio Lengüitas. Su mamá se sorprendía porque no faltaba nunca, no sabía que en realidad iba a pasarla bien con amigos y profesores que no sólo le pusieron notas (o la mandaron a diciembre). Después de un tiempo de dudar con biología, empezó la carrera de Veterinaria en la UBA. Sufre un poco con algunas materias, pero al final del día se da cuenta que un poco le gusta porque le da clases magistrales de lo que aprendió a su mamá y su hermana mientras comen las milanesas de la noche, y usa a sus dos perras (Rosa y Florence) para repasar los huesos, los dientes y lo que se le ocurra. Desde que arrancó la carrera, cuando va a Vedia ya no le dedica tanto tiempo al boliche y se la pasa en el tambo con su tía Fernanda (más amante de los animales que ella). Si tuviera que decir algo de ella misma, se declara una militante del nesquick y las vainillas a cualquier hora, de las salidas con sus amigas, del amor a su familia y a sus perras.

lunes, 23 de julio de 2018

El “cubo Rubik”, el maestro ignorante y l@s estudiantes emancipadores (Segunda Parte)



         Aquí estamos, otra vez, para retomar/continuar el relato de mi historia/experiencia con el cubo Rubik. Por si no lo recuerdan en la primera parte de esta entrada les conté que hace unos años, en la Escuela secundaria donde trabajo se puso de moda (como ocurriera décadas pasadas) el famoso Cubo Rubik. L@s estudiantes lo armaban (algun@s a gran velocidad), intentaban aramarlo (o se “enseñaban” cómo) no sólo en los recreos y almuerzos sino también durante las clases.

         En una clase en la que varios de mis estudiantes lo armaban (o intentaban armarlo) un@ de ell@s se me acercó y me preguntó “Profe, ¿sabés armarlo?”, a lo que yo respondí: “No, no sé armarlo. Y siempre me pareció algo absolutamente imposible para mi”. El estudiante me miró asombrado y me retrucó:

“No, es refácil. Vas a ver! Si yo te digo cómo aprender, como hice con él (señalando a un compañero) lo aprendés seguro!”

Como conté en la entrada anterior, su “método consistía”, como él mismo lo definió, en “mirar unos videos, practicar y listo” y ante mi pregunta “¿No sería más fácil si vos me enseñás o me mostrás como se hace y yo aprendo?” me respondió “No! Eso es imposible! Si yo te muestro, te explico, te digo lo que hago o trato de enseñarte pero lo hago yo, no lo vas a aprender”.

Sabiendo que voy a spoilear el final de esta historia/experiencia, déjenme anticiparles que, dos semanas después (tal como ell@s mism@s habían sugerido) y no cuatro, llegué feliz a la clase y ante la esperada pregunta “¿Y, profe? ¿Aprendiste a armarlo?”, respondí “Sí! Al final de la clase les muestro”.

Cuando estaba terminando la clase, les pedí uno de sus cubos y, ante su atenta (¿evaluadora? ¿inquisidora? ¿curiosa? ¿orgullosa de mi?) mirada, empecé a “armarlo”. Me equivoqué en una parte en la que solía equivocarme pero como me di cuenta pude “corregirlo” sobre la marcha (uno de ellos dijo “sí, eso pasa siempre”) y, finalmente, luego de unos minutos, lo armé! Recibí los (merecidos) aplausos, les dije que la semana que viene quería conversar un poco con ell@s sobre lo que (yo creía que) había “pasado” (o acontecido) ahí y me fui.

Ahora volvamos un poco para atrás y/o para adelante. 

¿Cómo había aprendido (yo) a armar el cubo Rubik?
¿Qué (no) habían hecho mis “estudiantes/docentes” para que yo (lo) aprenda?
¿Por qué no lo habría aprendido a armar si me lo “explicaban” o me enseñaban/mostraban “en vivo”?
¿Cómo (o por qué) aún hoy (y seguramente por muchos años más) si me dan un cubo puedo armarlo?
¿Qué (no) había ocurrido allí?

Sin ningún ánimo de responder estas preguntas, convencido de que las “mejores respuestas” (si es que existe algo así) para cada u@ serán las (propias) respuestas que a cada un@ le generen estas preguntas y, sin profundizar demasiado en las conversaciones posteriores que tuve con l@s estudiantes y con otr@s docentes (en un taller que armamos para reflexionar y conversar sobre este tema), me permito dejar algunos “puntos del ovillo” de donde empezar a tirar.

Entendiendo que no se aprenden igual “conceptos teóricos” que “destrezas” o cuestiones prácticas (como “armar” el cubo) empiezo por la obvia dificultad que representa enseñar (mostrar) a “hacer algo” de manera expositiva. ¿Cómo le explicarían a un extraterrestre la manera en que debe poner los labios, la lengua y la boca para (soplando de cierta forma) pronunciar la letra “f”?

Antes de dejarl@s a ustedes (y a sus presupuestos, experiencias y sensaciones) “a solas” con mis preguntas, quisiera proponer otro lugar (o mejor, un lugar Otro) desde donde pensar(lo). Partiendo de la base de que esos tutoriales (que el estudiante había definido como “un gallego que te explica cómo armarlo”) eran una cosa, un algo (podría haber sido un libro, un audio, una maqueta o lo que fuera) que ell@s me habían dado (la Derridiana cuestión del “don” queda para otra entrada) para que yo (mi voluntad y mi inteligencia) interactuara con esa cosa (en este caso, esos videos) retirándose ell@s (o, al menos, sus inteligencias) del acto (haciéndolo así) profundamente emancipador, me da la sensación de que lo que hicieron fue someter (por usar el término que el propio Ranciere usa) mi voluntad a la suya de una manera tan “simple” y conocida como es que un alguien desafíe a un Otro. Que un grupo de estudiantes desafiara a un docente (en este caso a uno al que no le gusta perder a nada y que es sumamenete competitivo) había alcanzado para “someter” mi voluntad (¿motivación?) y para encerrarme en ese “círculo” que proponía Jacotot pero ell@s habían retirado sus inteligencias (y las “escolares” y embrutecedoras explicaciones) de ese acto para dejarme (a mi) aprender.

Como dice Ranciere, no se trata de aprender “sin maestro” sino “sin maestro explicador”:

“Los alumnos habían aprendido sin maestro explicador pero no por eso sin maestro. Antes no sabían y ahora sí. Por lo tanto, Jacotot les había enseñado algo. Sin embargo, no les había transmitido nada de su ciencia. En consecuencia, no era la ciencia del maestro aquello que el alumno aprendía. Jacotot había sido maestro por el mandato que había encerrado a sus alumnos en un círculo del cual sólo ellos podían salir, había retirado su inteligencia del juego, permitiendo que la inteligencia de sus alumnos se enfrentara con la del libro.” (“El maestro ignorante”, Jacques Ranciere)

Cambiando “libro” por “videos tutoriales y cubo”, no es que mis estudiantes no hubieran hecho nada, sino que (sólo) hicieron “otras cosas”. Y, por último, para no seguir “tirando de hilos” que condicionen los hilos de los que cada un@ quiera tirar, tenían absoluta confianza en que yo iba a aprender(lo)! Y así me lo hicieron saber todo el tiempo!

Ahora sí, l@s dejo a ustedes con mis preguntas (y con otras preguntas que quieran agregar), sus presupuestos, sus experiencias, sus sensaciones y, tal vez, sus (propias) respuestas:

¿Cómo había aprendido (yo) a armar el cubo Rubik?
¿Qué (no) habían hecho mis “estudiantes/docentes” para que yo (lo) aprenda?
¿Por qué no lo habría aprendido a armar si me lo “explicaban” o me enseñaban/mostraban “en vivo”?
¿Cómo (o por qué) aún hoy (y seguramente por muchos años más) si me dan un cubo puedo armarlo? 
¿Qué (no) había ocurrido allí?

martes, 17 de julio de 2018

El “cubo Rubik”, el maestro ignorante y l@s estudiantes emancipadores (Primera Parte)



         En los últimos años, en la Escuela secundaria donde trabajo se puso de moda (como ocurriera décadas pasadas) el famoso Cubo Rubik. L@s estudiantes lo armaban (algun@s a gran velocidad), intentaban armarlo (o se “enseñaban” cómo) no sólo en los recreos y almuerzos, sino también durante las clases.
        
         Personalmente no me molestaba en absoluto pero sí me llamaba la atención, no sólo porque yo nunca había podido “armarlo” (incluso lo consideraba algo absolutamente imposible para mi) sino porque en una época de tanta “conectividad”, de tanta abundancia de información (y desinformación) en todo tipo de pantallas y de tanta dificultad para “captar la atención”, este cubo (que fue inventado en 1974, por el escultor y profesor de arquitectura húngaro Erno Rubik) era, para mi, un analógico “juguete de mi época”.

         Esta entrada (en realidad, “estas entradas” ya que, para que no sea tan larga, irá en dos partes) podría tratarse de la historia del cubo, de la vida de Rubik, de la (mucha) Matemática que tiene detrás (o adentro) o de sus (muchos) posibles “usos pedagógicos” pero no será así. Esta entrada pretende, simplemente, contarles una historia, mi historia con el “cubo Rubik” y mis estudiantes, en fin, mi experiencia. Como toda experiencia, es (o fue) personal y ni siquiera es (o fue) lo que yo hice sino lo que a mi me pasó (o me pasa), lo que la experiencia “me hizo”.

         Aún así pensé que contarles esta historia/experiencia podría tener (en ustedes) algún efecto, podría tener (para ustedes) algún valor formativo o podría ser (para ustedes) insumo para la reflexión sobre nuestras prácticas ya que, al menos para mí, definitivamente lo fue (o lo es).

         Como les decía al principio de esta entrada, hace unos años en la Escuela secundaria donde trabajo se pudo de moda el “cubo Rubik”. En una clase en la que varios de mis estudiantes lo armaban (o intentaban armarlo) un@ de ell@s se me acercó y me preguntó: “Profe, ¿sabés armarlo?”. No tengo inconvenientes en reconocer (las veces que sea necesario) mi desconocimiento sobre muchísimas cuestiones (incluídos muchísimos conceptos de mi asignatura) o mi falta de respuestas a la mayoría de las (interesantes) preguntas de mis estudiantes pero, en este caso, mi respuesta fue, incluso, más allá y casi como una confesión (o un lamento) le respondí: “No, no sé armarlo. Y siempre me pareció algo absolutamente imposible para mi”. El estudiante me miró asombrado y me retrucó:

“No, es refácil. Vas a ver! Si yo te digo cómo aprender, como hice con él (señalando a un compañero) lo aprendés seguro!”

Antes de seguir con la historia/experiencia, imaginen mi cara! No me dijo “si yo te enseño”, me dijo “si yo te digo cómo aprender”! Y, encima, estaba seguro de que, a pesar de mi “confesión” (siempre me había parecido algo imposible para mí), yo… aprendería!

Había “resuelto” 400 años de discusión didáctica, había encontrado el “método” que Comenio sospechaba que existía, para que (incluso) yo aprendiera a armar ese analógico “jueguete de mi época”. Antes de que yo pudiera salir de mi asombro (pedagógico) y responder algo, otro estudiante (de l@s que ya se habían “juntado” alrededor de la charla) agregó:

“Te damos dos semanas, en dos Viernes (mi clase era los Viernes) venís y nos mostrás cómo lo hacés.”

Un poco descreído de la posibilidad de “éxito” de esta empresa (aunque no tanto como del hecho de que un alguien pueda, efectivamente, enseñarle algo a un Otro) y algo preocupado por la posibilidad de hacer el ridículo dos semanas después, les contesté:

“No, dos semanas es muy poco. Hagamos cuatro. Les pido un mes.”

Y así fue como el primero de l@s estudiantes (el que me había hecho la fatal pregunta “Profe, ¿sabés armarlo?”) me dio un papelito muy chiquito (sólo un renglón de hoja A4) en el que tenía impreso un link (evidentemente el “método” había sido –y seguiría siendo- “probado” porque tenía varios papelitos iguales) y me dijo:

“Mirá ese video, un gallego te va a explicar cómo empezar. Es el primero de cuatro. Miralos todos, andá practicando y listo.”

Agarré el preciado papelito (haberme entregado un link impreso en un papelito sumaba a la “mística analógica” de la situación) pero, contra todos los principios de filosofía de la Educación en los que creo y, tal vez, abrumado por la situación, me animé a preguntar:

“¿No sería más fácil si vos me enseñás o me mostrás como se hace y yo aprendo?”

La respuesta fue lapidaria:

“No! Eso es imposible! Si yo te muestro, te explico, te digo lo que hago o trato de enseñarte pero lo hago yo, no lo vas a aprender.”

De nuevo interrumpo el relato de esta historia/experiencia para invitarl@s a que imaginen mi cara! El estudiante desconocería a Joseph Jacotot, no tendría idea de quien era Jacques Ranciere, ni habría leído “El Maestro Ignorante” pero su “método” era absolutamente emancipador! Guardé el papelito en un lugar seguro en mi agenda, lo ajusté con un clip (no podía perderlo!) y esa misma tarde ni bien tuve un momento sentado en mi computadora, lo probé para chequear que el link “estaba bien” y que, efectivamente, “conducía” a 4 videos tutoriales de 12, 10, 11 y 8 minutos cada uno.

Para no hacer más larga esta entrada (y para generar un poco de suspenso), l@s invito a volver la semana que viene y leer la segunda parte de esta entrada/historia/experiencia que, como decían las películas o las series “pre Netflix”…

Continuará