viernes, 6 de julio de 2018

¿Cómo aprende Magui? Curiosidad, motivación y esfuerzo para aprender en diálogo con Otros.

En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 17 de Octubre de 2017:


Desde 2014 el Blog viene publicando textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”. Como dijimos en varias entradas anteriores pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.

Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender los contenidos (disciplinares, actitudinales y de procedimientos) de nuestras materias.

Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió Magalí Farías *.


Cuando Magui reflexiona sobre cómo aprende contenidos académicos empieza por diferenciar tipos de contenidos, tipos de materias, tipos de aprendizaje: “en principio considero que cada materia tiene su forma de estudiarse y que no todos consideran útil la misma estrategia. Me resulta práctico para las materias que tienen mucho contenido para memorizar armar pequeños cuadros sinópticos con pocas letras (prescindiendo de las palabras) de manera tal que quedan como ‘a completar’ mentalmente. Por el contrario en las materias con mucho contenido ‘razonable’ me preocupa  entender las bases simples”Magui rescata el valor que tiene el esfuerzo, menciona varias estrategias para estudiar (como los cuadros sinópticos o las reglas nemotécnicas) pero pone en duda que eso “sea aprender”“si bien es cierto que tenemos algunas facilidades innatas que nos hacen más amena la tarea de incorporar nuevos conocimientos, para algunas debemos esforzarnos más. Así es que surgen diferentes maneras de intentar retener lo que la escuela o la facultad nos exige saber para una determinada fecha, o el contenido que se pretende evaluar. Y así nacen los cuadros sinópticos, cuadros comparativos, textos resaltados en mil colores, dibujos, pequeñas fichas, resúmenes  en pocas palabras o letras solamente, reglas nemotécnicas e inclusive solo leer, cerrar los ojos y repetir. Todas técnicas para convencernos de que es poco lo que hay que saber y podemos con ello. No me termino de convencer de que eso es definitivamente aprender”.

En las palabras anteriores se advierte el valor que tienen para Magui la variedad de estrategias y el uso que l@s estudiantes hacen de los resúmenes, las guías de estudio, los cuadros sinópticos, los dibujos o la repetición. ¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas o de las actividades que (habitualmente) les proponemos a nuestr@s estudiantes involucran la utilización de éstas u otras herramientas facilitadoras de los aprendizajes? Y ya que estamos en “tono preguntón”, ¿Se dieron cuenta que en su relato (hasta acá) en ningún momento habla de l@s docentes (ni de las prácticas de enseñanza) cuando cuenta “cómo aprende”?

A la hora de pensar en otros tipos de aprendizajes, Magui sí empieza a incluir a “los Otros” (aunque todavía sin diferenciar el aprender “con” Otros del apender “de” Otros), cuestión que retomará después cuando profundice sobre los aprendizajes académicos: “en la cotidianeidad hay muchas cosas que aprender y así como aprendemos muchas cosas por nosotros mismos, de nuestras propias experiencias, es imprescindible resaltar el rol de las personas que nos acompañan. Tiendo mucho a aprender de otros, aprendí a andar en bicicleta, a jugar al futbol, a manejar ciertos programas de computación y hasta a hacer origami de mis hermanos. Aprendí a cocinar con mi abuela, a manejar con mi mamá y a jugar al vóley con una de mis mejores amigas”

A la hora de pensar, de manera comparativa, los aprendizajes “académicos” y “no académicos”, Magui insite en la presencia de Otro y en los vínculos que se construyen al aprender pero destaca la necesidad de momentos “de soledad“, en donde el diálogo es con un@ mism@ y ahí “se aprende”: “repensando todo lo escrito hasta ahora, sería hipócrita no reconocer el rol del otro en el aprendizaje pero sin embargo me resulta útil practicar o leer sola. Hace poco comprendí que estar solo en ocasiones es sano e incluso enriquecedor para nosotros, tan solo pensar o reflexionar. Veo común a ambos aspectos repetir, volver sobre lo mismo e intentar de ‘adueñarme’ de un conocimiento, de una historia; de una técnica. Entiendo mi mente como lógica, creo que para todo hay razones y no siempre es así. Es lindo notar esa desestructuración, que nos rompe los esquemas mentales que tenemos, nos marea, nos confunde e intriga. Considero que es una de las mejores formas de aprender, salir de nuestras posiciones cómodas, tanto lo académico como en nuestra vida fuera de ese ámbito”.

Finalmente, Magui nos deja su propia concepción de este término sobre el que se pregunta y sobre el que reflexiona y ubica el “aprender” muy cerca de lugares o momentos que implican motivación, curiosidad, vínculos y diálogos con Otros“para aprender creemos que necesitamos tiempo, no siempre nos lo damos o creemos no tenerlo. Capaz aprendemos una enzima porque inventamos un baile para ello, aprendemos fechas de historias de nuestros abuelos o aprendemos a andar en bicicleta solo por pasar una tarde con nuestros hermanos por lo que no me convence que el tiempo es un factor limitante. Si bien a lo largo de esta reflexión no logré armar una definición para lo que considero que es aprender o cómo lo hacemos, nuestra mente elige a que ponerle atención, supongo que hay motivación, curiosidad y hasta una cuestión de vínculos que nos llevan a conservar esos datos o procedimientos. Aprender no es memorizar, no es ese conocimiento que nos abruma  y mucho menos esa última línea de texto que leemos antes de entrar a un parcial. Supongo que aprender es la capacidad de hacer un pensamiento propio, conociendo sus principios, su lógica o método. Sabemos que aprendemos cuando manejamos un cierto conocimiento pudiéndolo repensarlo buscándole ‘una vuelta de tuerca’ más, cuando no debemos exigirnos para recordarlo y podemos abstraerlo a otros momentos o disciplinas. Pienso que uno es consciente, al momento de estudiar, aquello que aprende y lo que memoriza o sabe momentáneamente… No se aprende todo lo que se lee, resume o resalta o practica... Aunque si considero que aprendemos en el diálogo con el otro”.


* Magalí Farías es estudiante de Veterinaria en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBAayudante de Química Biológica, no tiene mascotas (cree en la tenencia responsable), intenta mantener una dieta mediterránea, le encantan los sábados de flojera, ama la competencia, la vida al aire libre y lo impredecible. Futuros títulos: Veterinaria.

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