Bienvenid@s de vuelta al
Blog!
Mientras iniciamos un nuevo año
escolar/académico en el que esperamos seguir
reflexionando, seguir discutiendo
y seguir (trans)formándonos como
docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más
significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una
de las entradas publicadas los años anteriores,
como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 5 de Junio de 2012:
¿Quién aprende qué?
Imaginemos la siguiente situación: me toca preparar para la semana próxima la
clase de un tema determinado de la materia en la que participo como
docente. Entonces, empiezo leyendo
el tema del libro que más me gusta (o simplemente del que tengo más a mano), lo
subrayo, lo resalto (a mí me gusta escribir en los bordes de la hoja), jerarquizo la información y empiezo a imaginar cómo estructuraría
el tema (puedo escribir algunos títulos posibles en una hoja aparte). Después,
busco un par de libros más a ver si “dicen lo mismo” y tomando como base el
primero que leí, empiezo a escribir
algo sobre el tema que siga la estructura que pensé y la del “libro base”,
agregando la información de los otros libros. Encuentro muchas similitudes, algunas contradicciones que intento resolver y mucha información
que descarto como irrelevante. Ahora
me concentro en el texto que estoy escribiendo, lo mejoro, lo “doy vuelta”, lo organizo.
Obviamente, como le pasaría a cualquiera, me
surgen dudas que resuelvo con la
bibliografía e inquietudes que busco en internet. Aparece un montón de
“información basura” y entonces priorizo
ciertos “sites validados” donde encuentro datos más que interesantes para sumar
a mi presentación (si la presentación incluyera un soporte audiovisual, también
aparecen un sinfín de imágenes que supongo podrían servirme para ilustrar lo
que estoy diciendo) y excelentes ejemplos sobre el tema, que sumo al texto. Ahora empiezo a recortar el texto, jerarquizando, priorizando, seleccionando,
re-escribiéndolo y me surgen dudas más complejas, más
interesantes que me hacen consultar
otra vez la bibliografía, otra vez internet (que esta vez no alcanza) y llego a
preguntarle a un colega o a un docente de más experiencia en la cátedra. Al
leer el texto casi listo, aparecen las relaciones con otros temas de la materia
y con la práctica (a veces con “la vida real”), relaciones que me llevan a hacer un análisis un poco más profundo
y complejo, en el que aparecen ideas
nuevas, dudas nuevas y aspectos que me
cuestan entender pero la mayoría los resuelvo
con la bibliografía o con la ayuda de algún otro miembro del equipo docente y
alguna cuestión quedará “no resuelta” y el tiempo y el trabajo con otr@s, la
resolverá o no. Más allá de que en ese punto tendría que pensar la manera de
presentar el tema, el soporte (audiovisual o no) y tendría que planificar la
clase (aspecto que me parece central y sobre el que voy a profundizar en otra
ocasión), quisiera detenerme a plantear algo en este punto.
Se supone que la tarea del docente es la de facilitar en l@s estudiantes determinados
aprendizajes actitudinales, procedimentales y de contenido. Ahora bien, en
el relato queda claro algo: yo leí, yo subrayé, yo resalté, yo
jerarquicé, yo estructuré, yo busqué información en libros y
páginas web, yo encontré similitudes
y contradicciones e intenté resolverlas, yo
descarté información irrelevante, yo
organicé, yo consulté, yo re-escribí, yo busqué ejemplos, yo
encontré relaciones con otros temas -con mi vida, con mis saberes previos, con
mi historia-, yo analicé, yo profundicé, yo me quedé con dudas que espero (con el tiempo y la ayuda de
otr@s) resolver, en fin… yo
aprendí!!! Sí, yo aprendí…
Es cierto que cuando termine mi exposición
(dialogada o no), l@s estudiantes van a venir y me van a elogiar y me van a
decir cosas como: “que buena clase”,
“entendí todo”, “soy recursante y nunca lo había entendido así” (que elogio, soy
mejor que mis colegas), “la clase estuvo
rebuena, se ve que la reprepraraste”. Y sí, la “repreparé”, hice un trabajo
enorme y aprendí un montón no sólo sobre el tema en cuestión sino también sobre
mí, sobre cómo leer, como resumir, cómo estudiar, en fin… cómo aprender.
Se imaginan el final, no? Si nuestro rol es el de
guíar y nuestra función esencial es la de ser facilitadores de los aprendizajes,
¿no será que tenemos que pensar
estrategias para que sean nuestr@s estudiantes l@s que hagan ese trabajo u otro
trabajo que les sea significativo, relevante y les permita ser realmente
constructores de sus propios aprendizajes y controladores de sus propias formas
de aprender?
No hay comentarios:
Publicar un comentario