martes, 15 de junio de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Un territorio nuevo, el rediseño de mapas para no perdernos en el espacio virtual y la asombrosa construcción colectiva de prácticas mestizas (que cruzan fronteras de saberes, modalidades de trabajo y lenguajes) para incluir a todos, atendiendo a sus contextos sin naturalizar la desigualdad”. Por Mariana Ferrarelli *

 

El 2020 confirmó muchas sospechas y aprendizajes que intuíamos y que se aceleraron con la pandemia, y se visibilizaron. Si, coincido en que fue un año complejo y difícil, pero a la vez lleno de descubrimientos y factores que permitieron enriquecer nuestras prácticas: aprendimos a confiar aún más en nuestros estudiantes, a trabajar de manera colaborativa con colegas, y lanzarnos al encuentro del otro para involucrarnos y comprometernos, todas cuestiones que ya hacíamos pero que ahora son la única alternativa. Pienso que todos descubrimos, por ejemplo, que podíamos hacer mucho más de lo que creíamos. Hablo de los estudiantes pero también de los docentes y las docentes. Y pudimos hacerlo porque la enseñanza es un proceso profundamente humano: en 2020 el desafío fue ir a buscar a nuestros alumnos y alumnas, sostenerlos, estar disponibles para ellos, apoyarlos para que puedan avanzar y no perder continuidad en sus aprendizajes. Y creo que de algún modo se logró. Faltaron muchas cosas, pero se hizo mucho también y yo elijo ver todo lo que pudimos hacer. Por eso creo que si tuviera que elegir una palabra para resumir el 2020 sería la de asombro, no porque me sorprenda lo que hicimos pero sí porque es asombroso lo que construimos en condiciones que no siempre son las más óptimas: hablo de la desigualdad en el acceso a la conectividad, de falta de dispositivos, de docentes que usaron sus equipos y sus datos del celular para poder llegar a sus estudiantes, en fin, de contextos desfavorables que navegamos a pesar de todo. 


De un día para el otro fuimos eyectados a un territorio desconocido que implicó aprender a manejar la incertidumbre, enfrentar nuestras inseguridades, y entender que el único camino es construir aprendizajes de manera colectiva y solidaria. Pensar en la idea de un territorio desconocido hace un tiempo me trae a la mente la distinción de Bateson entre mapa y territorio. Cuando uno es turista en una ciudad que no conoce el mapa resulta fundamental para orientar el recorrido y avanzar con pasos seguros hacia donde queremos llegar, por eso hay diferentes tipos de mapas. Estos mapas siempre son construcciones parciales y culturales, y representan una porción de lo que percibimos en el espacio. En 2020 como docentes nos quedamos sin mapas porque cambió el territorio completamente... entonces tuvimos que rediseñar el mapa que teníamos para no perdernos en el espacio virtual. Pensando ahora en los estudiantes, me pregunto qué mapas les ofrecemos para que naveguen en nuestras clases, para que representen su aprendizaje y estructuren sus experiencias: ¿mapas de un solo tipo, hechos de palabra escrita u oral? ¿O habilitamos mapas divergentes que incluyen imágenes, producciones sonoras, experiencias con redes sociales? Me pregunto qué muestran los mapas de nuestras clases pero también qué ocultan, cuáles son sus 'silencios cartográficos', como diría el historiador británico Harley. La pandemia nos interpeló para cambiar de mapas, rediseñarlos, diversificarlos. Así podremos ofrecer a nuestros estudiantes diseños más flexibles y abiertos para navegar el conocimiento e invitarlos a generar sus propias producciones como resultado del aprendizaje. Esto es lo que llegó para quedarse: la reflexión crítica sobre nuestro rol y sobre las propuestas que diseñamos para transformarlas y adaptarlas al nuevo contexto que siempre es contingente y transitorio. Los mapas cambian porque se transforma el territorio pero también porque con la pandemia nos volvimos nómades, vivimos en movimiento, cruzando fronteras entre saberes, modalidades de trabajo y lenguajes: a veces estamos en fase sincrónica y virtual… y probablemente dentro de poco pasemos gradualmente a la presencialidad física que se combinará con otras instancias.

Para pensar la bimodalidad me gusta hablar de prácticas mestizas por esta idea que apela a la mezcla étnica y multicultural. Prácticas mestizas que implican recombinación de saberes y roles, y el cruce de fronteras entre lo analógico y lo digital, lo sincrónico y lo asincrónico. Prácticas mestizas que ocurren en espacios carentes de territorio pero que aún así necesitan de mapas móviles para resultarnos inteligibles y amigables. Que ocurren en zonas de frontera donde se da la circulación hacia un lado y hacia el otro, e intercambios de sentido sobre qué es enseñar y aprender. Prácticas mestizas que ponen bajo sospecha la idea de pureza, los esencialismos, las verdades fundacionales, y apelan a la reconstrucción, la revisión del propio rol y la solidaridad con colegas y estudiantes. Se trata de maneras de ver la enseñanza como un lugar de intersección de identidades, culturas y lenguajes. No supone solamente hacer circular propuestas por entornos diversos, también planteamos una temporalidad alternativa que rompe con la simultaneidad y se adapta a las necesidades y contextos de cada estudiante. Prácticas mestizas que son profundamente políticas porque buscan incluir a todos atendiendo a sus contextos sin naturalizar la desigualdad. Muchas universidades en el mundo se están planteando el sentido de los edificios y las aulas físicas. Si hay procedimientos para demostrar o experiencias para realizar en el laboratorio por supuesto que la presencialidad está ciento por ciento justificada. Pienso materias como Química Biológica,  por ejemplo, en donde el trabajo en laboratorio no siempre se puede reemplazar con un tutorial; también en algunas cátedras de Ingeniería, Odontología, Medicina y Enfermería en las que se enseña a los estudiantes el correcto lavado de manos o manejo de instrumental. Todo eso es preciso hacerlo en encuentros cara a cara. Las prácticas de los estudiantes de profesorado tal vez pueden combinar el diseño de clases presenciales y virtuales a la vez. Pero definitivamente hay muchos espacios que podrían tener un encuentro de debate presencial por mes y el resto continuar desarrollándose de manera virtual. Enseñar y aprender en la virtualidad es una actividad más solitaria comparada con compartir la clase física con colegas y estudiantes, ir por un café, volver juntos en colectivo. Pienso más en lo vincular que en lo académico; en la virtualidad hay un compartir pero no es lo mismo. Sin embargo, es más práctico y tiene la ventaja de que pueden sumarse estudiantes de otras provincias o países sin la necesidad de trasladarse hasta la universidad. El desafío cuando volvamos gradualmente a la bimodalidad será distinguir didácticamente las diferentes instancias de trabajo: pensar materiales y videos pregrabados en el campus para realizar de manera asincrónica, y darle a los encuentros sincrónicos presenciales o por videoconferencia un formato más interactivo y dialógico que justifique la presencia en vivo y en directo. Las prácticas mestizas aquí funcionan como inspiración, como fuente de ideas y movimientos para generar nuevos mapas; imaginar cruces, diálogos y fronteras permite pensar caminos divergentes para construir conocimiento con otros.


* Mariana Ferrarelli (@FerrarelliM) Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y docente de grado y posgrado. Diseña y coordina proyectos transmedia en distintas instituciones donde se desempeña como asesora tecnopedagógica. Dicta cursos de formación docente en diversas universidades nacionales. Es profesora de Estrategias de enseñanza en el Profesorado Universitario de la Universidad Isalud, y docente del Seminario de diseño de EVEA en la Licenciatura en Ciencias de la Educación y en los cursos del Área de Extensión de la Universidad de San Andrés. Trabaja en el equipo de multiplicadores del enfoque de enseñanza en Aulas Heterogéneas junto a Rebeca Anijovich. Desarrolla materiales, artículos académicos y capacitaciones sobre los siguientes temas: narrativas transmedia en educación, trabajo con diversidad en el aula, y tecnologías en la enseñanza.

martes, 1 de junio de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “(Im)Posibilidades de la enseñanza mediada por tecnologías y una campana de emociones: miedo, impotencia, frustración, inquietud, aprendizaje, incorporación, herramientas, sorpresa, orgullo, tristeza, alivio y, otra vez, inquietud”. Por Marcela Moguilevsky *

Si tengo que condensar lo que sentí profesionalmente durante 2020 creo que platearía un recorrido más o menos cronológico por las siguientes palabras: miedo, impotencia, frustración, inquietud, aprendizaje, incorporación, herramientas, sorpresa, orgullo, tristeza, alivio, inquietud. Si bien yo ya tenía experiencia usando Moodle (incluso habiendo dictado cursos a distancia), gran parte de mi quehacer profesional en los cursos que di durante 2020 estaba basado en cuerpos presentes en un espacio de aula. Siempre usé muchas dinámicas de trabajo grupales en las que el cuerpo presente tenía un rol preponderante (juegos teatrales, interacciones en grupos, canto, etc). Creo que lo que me llevo del difícil 2020 es una idea más precisa de las posibilidades de la enseñanza mediada por tecnología en forma remota pero también de las imposibilidades. Aprendí que se puede mucho más de lo que yo pensaba pero al mismo tiempo tengo más claro qué estrategias, dinámicas o actividades no puedo implementar y necesito estar presente con las y los estudiantes. Una parte de esto tiene que ver con los contextos desde donde mis estudiantes se conectaban. No es lo mismo alguien que está en su casa con su computadora o celular y cierto acceso razonable a internet, que una persona estudiando en una cárcel, con pésima señal y sin posibilidades de participar de instancias sincrónicas. Es por esto que el recorrido de las palabras que elegí arman una suerte de “campana” de emociones que terminan con “inquietud” ya que más allá de saber todas las posibilidades didácticas que tenemos a nuestro alcance para este 2021, mis estudiantes privados de libertad van a tener al menos un cuatrimestre más de una situación muy compleja a la hora de estudiar y participar. 

Yo creo que muchas y muchos docentes descubrimos herramientas durante nuestra experiencia desde el inicio de la pandemia que podemos/deseamos mantener. El pasaje de un campus virtual que solo funcionaba como repositorio de materiales a uno con mayor interactividad me parece que es algo que enriquece la experiencia de aprender y que puede potenciar lo que pase en el aula física. Yo ya había implementado usos del campus en este sentido durante 2019, pero obviamente el año pasado esto fue mucho más profundo y central en el dictado de las materias. El uso de las plataformas digitales (Moodle u otras) para trabajar espacios de escritura me parece que es algo que podría quedarse y también la posibilidad de que las y los estudiantes produzcan contenidos para compartir. Al menos estas fueron las herramientas que considero más exitosas de mi experiencia durante 2020.

En el caso de que tuviéramos un período de educación híbrida o mixta, yo potenciaría lo que comenté en el párrafo anterior. En mi situación trabajaría procesos de escritura, con revisiones y espacios donde publicar trabajos terminados para compartirlos con una audiencia real. Haciendo esto se cumplen dos objetivos que me parecen importantísimos: que las y los estudiantes transiten por procesos de escritura, edición y reescritura; y que eso lleve a la producción de contenidos que puedan ser utilizados en la clase para reciclar o profundizar conocimientos. Si a esto se le puede sumar la posibilidad de que sean las y los estudiantes quienes elijan los temas a investigar y compartir, creo que puede convertirse en algo que genere mucha motivación. Y todo el tiempo que se usa para estas producciones de forma remota, libera horas de clase en las que se puede discutir, trabajar en grupos e interactuar con la espontaneidad que la virtualidad interrumpe.


* Marecla Moguilevsky (@marce_mog en Twitter) es docente en el Profesorado de Inglés de la Universidad Nacional de Hurlingham y en el CUSAM (centro universitario de la Universidad Nacional de San Martín en contexto de encierro). Su lugar preferido del mundo es un aula (siendo docente o estudiante). Trabajó como docente en nivel secundario en CABA. Antes de dedicarse a la docencia e investigación en el área de inglés como lengua extranjera, enseño fotografía y mantiene este interés como hobby en la actualidad (pueden ver sus imágenes en @marcemoguilevsky en Instagram). Por fuera de estos temas, disfruta muchísimo ver películas, comer aceitunas y escuchar llover.


martes, 18 de mayo de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Hacer viable lo inédito en un mundo de sensaciones, de amor (y pasión por el vínculo pedagógico), que pone en diálogo lo virtual y lo presencial, como praxis pedagógica en constante sintonía con otres”. Por Luisina Ferrante *

 

Mis aprendizajes más significativos fueron que sin amor no hay nada que pueda hacerse en un contexto de crisis y con tanta incertidumbre por delante. Y cuando me refiero al amor, quiero no sonar naif con la palabra en sí, sino transmitir la necesidad de sentir pasión y querer mucho la profesión docente que une ejerce todos los días y que la elige aún más después de este 2020. Amor al vínculo pedagógico que implica el aula y el proceso de enseñanza y aprendizaje, amor, respeto y compromiso por tus pares. En ese 2020 aprendí más el sentido de la contención, del trabajo colaborativo con otres, la importancia de la escucha y de parar la pelota para contextualizar e identificar qué es necesario y qué podemos hacer junto a quiénes. Si bien fue un año raro y difícil, fue también muy desafiante, porque no podíamos como educadores quedarnos sentados esperando que el tiempo pase, la demanda, la planificación, la necesidad del encuentro fue constante e inmediato. Mi sentipensamiento fue "lo inédito viable", tomado de Freire y de una compañera educadora de toda la vida. Hicimos viable lo inédito, y fuimos parte de un mundo de sensaciones pedagógicas, de subir y bajar, de emocionarnos y extrañar, y a la vez darnos cuenta que estábamos en el camino correcto, porque las retribuciones y los mensajes de fuerza entre colegas, en espacios de formación fueron muchos y me (nos) motivaron a seguir y ponerle el cuerpo a una situación muy compleja, que por momentos se puso muy cuesta arriba. Valoro mucho no haberme (nos) detenido en lo que sentíamos podíamos sumar y encontrar las herramientas para hacerlo en la práctica misma, en el prueba y error. No buscar el resultado perfecto, sino encontrar o generar los espacios desde la virtualidad que sean funcionales a un contexto donde no solo la educación estaba en crisis. En mi profesión como docente y en mi trabajo dentro de Wikimedia Argentina, fue aprender de un día para el otro, y seguir aprendiendo en el proceso, cómo organizar zooms con más de 500 personas, poder comunicar y acompañar en un proceso de muchas preguntas y casi ninguna solución salvadora. Fue una praxis pedagógica en constante sintonía con otres. No existió la herramienta o propuesta didáctica perfecta que nos haya salvado, sino que existieron los espacios de encuentros y formación urgentes y necesarios que nos permitieron a nosotres como docentes encontrar algunas respuestas para sostener la escolaridad en contexto de virtualidad total, y tener a mano voces y recursos que nos permitan ajustarlo de forma situada. También considero que muches nos animamos a ir más allá de lo establecido y poder encarar proyectos de trabajo y experiencias, que si no hubiesen surgido en este contexto, quizás todavía estaríamos esperando el momento ideal para hacerlo.

Creo que tener más conciencia sobre nuestro rol como productores y creadores de contenido en internet llegó para quedarse. El manejo abrupto de millones de aplicaciones para comunicarnos y generar recursos, si bien fue abrumador, también implicó un proceso necesario para todes de alfabetización digital, que no solo implicó el uso de la herramienta en sí, sino el uso crítico de las mismas, adentrarnos a debatir sobre protección de datos, leyes de copyright y seguridad en internet. Todas estas cuestiones estuvieron muy presentes en los espacios docentes que al menos yo habito, y permitieron profundizar debates y abrir otras experiencias de uso de materiales y recursos digitales, y desde mi perspectiva nos permitieron estar más activos en el espacio público que hoy en día implica internet: habitarlo más críticamente y pensarlo también desde una perspectiva pedagógica en nuestra práctica docente y con les estudiantes.

Si tengo que pensar en un contexto híbrido, reservaría los momentos presenciales para profundizar con mis estudiantes en el contenido que requiere mayor trabajo de análisis crítico, de debate y puesta en común de enfoques y perspectivas. También aprovecharía esos espacios para generar instancias colectivas y participativas de trabajo que permitan interactuar con les otres, que luego puedan sostenerse en las instancias virtuales. Establecería un diálogo entre lo presencial y lo virtual, para aprovechar en lo presencial actividades de expresión y contención entre pares. Más teniendo en cuenta si esta bimodalidad sería porque aún atravesamos una situación de pandemia o crisis sanitaria, que también demanda un acompañamiento emocional específico.

 

* Luisina Ferrante (@luli_ferrante) profesora de Historia (Facultad de Filosofía y Letras, UBA), Magister en Derechos Humanos y Políticas Sociales (CEDEHU, Universidad Nacional de San Martín). Tiene un Diploma en Educación y Nuevas Tecnologías (PENT-FLACSO) y es Doctoranda en Educación y Sociedad en la Universidad de Barcelona. Trabajó en Sitios de Memoria en las áreas específicas de educación y fue integrante del Equipo de Investigación y Relevamiento de la Dirección de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario del Ministerio de Defensa de la Nación, relevando especialmente documentación vinculada al desarrollo del conflicto bélico del Atlántico Sur. Es la Coordinadora del Programa de Educación y Derechos Humanos de Wikimedia Argentina y también es profesora de Historia en escuelas de jóvenes y adultos en la Ciudad de Buenos Aires. Ama jugar al fútbol, el rock nacional, los Beatles y River Plate!

martes, 4 de mayo de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Un puente de relatos, memoria colectiva y conversaciones (con lenguajes no infectados de poder) para levantarnos de las cenizas y reconstruir, en una experiencia de igualdad, el significado de la Educación”. Por Carlos Skliar *

 

Tengo la sensación que todo el lenguaje –y sus prácticas, y sus acciones, y sus efectos- se vieron conmovidos durante el 2020. Ciertas palabras recuperaron su sentido ético y ciertas otras se volvieron negligentes o meros escondites para explicar la incertidumbre y la excepcionalidad de un tiempo único. Palabras como “sostén”, “compañía”, “interdependencia”, entre otras, tuvieron un eco infinito y ciertas otras, como “trabajo”, “escuela”, “igualdad”, regresaron al mundo de lo superfluo. Noté que había que hacer una profunda distinción entre dar clases e ir a la escuela, entre la presencia y la presencialidad, entre la conectividad y la disponibilidad, entre la función y la forma de hacer escuelas. En medio de un océano de propuestas virtuales, volví a sentir la trascendencia de la conversación educativa, de dotar de sentido el presente doloroso y urgente. Valoré de un modo especial esa suerte de “fuerza docente” que consiste, siempre, en levantar las cenizas de las crisis sociales, económicas, culturales y reconstruir el significado de la educación.



Todo está tan precario que resulta complejo adivinar lo que ha pasado y lo que vendrá. La relación con la tecnología siempre debe ser de mutuo respeto y no de confianza ciega. Por un lado sentí que se abusó de algunos formatos audio-visuales, algo más que comprensible por la situación vivida, por otro lado creí firmemente en cierta “pobreza” de los recursos para dar paso a lo sustancial: acompañar a quienes naufragaron en la hipótesis de la conectividad, generar espacios de conversación, abrir los ojos a la filosofía, al arte, a los lenguajes no infectados de poder. No me preocupa tanto que ciertas tecnologías lleguen para quedarse, sino el discurso del “progreso” que aniquila lo anterior y hace estragos en la memoria colectiva.

Lo fundamental sería el preservar la presencialidad para construir un nuevo punto de partida de lo comunitario y público; esa experiencia de la igualdad y de lo múltiple que se ha visto deteriorada lógicamente por la pandemia. Encontrarse para construir un puente de relatos entre lo sucedido, lo extrañado, lo extraño, para recuperar esas sensaciones que se han perdido o no se han escuchado todavía.

 

* Carlos Skliar (@cskliar) es investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de América Latina (IICSAL), FLACSO-CONICET y vice-presidente del PEN (Poetas, ensayistas, narradores), Argentina. Coordina los posgrados de Pedagogías de las diferencias, Entre cuerpos y miradas, y Escrituras: creatividad humana y comunicación.

martes, 20 de abril de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Una nostálgica reivindicación del aula como un refugio y como el lugar de los iguales, que habilita el acontecimiento del encuentro con la Otredad, para (intentar) estar juntos”. Por Estela Aguilar *

 

El aprendizaje más significativo, para mí, durante este 2020 ha sido la reivindicación del espacio áulico. El aula es una construcción “única” en la que los intervinientes (las y los estudiantes y la profesora) construyen un refugio, donde se suspende la competitividad y se reconoce la igualdad. Es el lugar de los “iguales”. Como dice Jorge Larrosa: “Hay algo ahí [en el aula] que podríamos llamar del orden de lo sagrado, pero de lo sagrado humilde y cotidiano, eso cuyos signos se reducen a un leve estremecimiento, a esa mezcla de atracción y de mirada que no puedo dejar de sentir en esa primera visita, hecha solo para saludar y como para presentarles mis respetos, a la que será mi aula dos días por semana, durante un semestre”. Es el lugar de un encuentro “cara-a-cara” con la total extrañeza y extranjería a la que alude Levinas y es inaugural.


La palabra que, para mí, resume este año es “nostalgia”. Nostalgia por lo que fue y no pudo volver a ser. En este 2020, tres de mis cursos fueron, desde el inicio, virtuales, sin ese acercamiento que supone no sólo el encuentro de rostros, sino de palabras, olores, rumores, paredes, osadías, curiosidades: un acontecimiento.

Hace ya años que se respira un intento de uso masivo y abusivo de las tecnologías, las cuales no son “tierra de nadie”, sino que tienen dueños con nombre y apellido. Y potencian la desigualdad en todos sus ámbitos, priorizando a los “herederos” (Bourdieu) en la obtención del capital simbólico. Desdeño de estas prácticas que conllevan a la reproducción de la injusticia pero, sin embargo, soy consciente que cualquiera de ellas en uso en el 2020 puede quedar instalada en el imaginario pedagógico de la sociedad occidental.

Personalmente, reservaría las clases presenciales para el “estar juntos”. Sospechando, “rascándonos donde no nos pica”, disparando lluvias de ideas, rescatando historias de nuestras biografías, leyendo fragmentos de Foucault, de Rocker, de Ranciere… y dejarnos invadir, haciendo lugar al ser. Y escribiría en la pizarra una frase de la escritora Audre Lorde: “Las herramientas del amo no destruirán la casa del amo”.


* Estela Aguilar es Profesora de Filosofía y Ciencias de la Educación, realizó posgrados en Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y en FLACSO. Actualmente está al frente de las cátedras de Sociología y Filosofía del Colegio Crear y Ser. Es Profesora Titular en el Instituto Superior del Profesorado Sagrado Corazón de Jesús, en las carreras de Nivel Inicial, Primaria y Educación Física, donde es Formadora Pedagógica en los Tramos Pedagógicos para profesionales. Se reconoce conflictuadamente sartreana, madre de cuatro hijos y abuela de ocho nietos y amante de la lectura, la música, el buen vino y los juegos de mesa.

martes, 6 de abril de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Un colectivo inteligente y solidario, que construya un maridaje indispensable de innovación tecnológica e innovación didáctica, para habilitar la experiencia de los sentidos”. Por Roxana Szteinberg *

 

En este 2020, fue significativa la constatación de que ningún entorno, ninguna aplicación ni dispositivo por sí solos, tienen la capacidad de producir milagrosamente innovaciones en la enseñanza. Carecen de todo poder transformador si su empleo no se traduce en innovación didáctica. No se puede esperar ni de las aulas virtuales ni de las plataformas de video conferencias, así como de ninguna “app” o programa que, espontáneamente, renueven prácticas agotadas. Con la convicción de que la innovación tecnológica es válida solo si se emparenta con innovación didáctica, la frase que resume lo que “sentipensé este año es: “maridaje indispensable”.

La necesidad hizo surgir comunidades de aprendizaje entre docentes (y estudiantes) que  despertaron la cultura de compartir conocimiento y que probablemente perduren. La concepción de Pierre Lévy sobre “inteligencia colectiva” cobró carnadura en este contexto, cuando los docentes aceptaron que la capacidad individual arrastra límites que pueden expandirse hacia un territorio intelectual mucho más vasto, cuando se conforma un colectivo inteligente, solidario, dispuesto al intercambio y la colaboración. Creo que estas comunidades llegaron para quedarse porque demostraron el beneficio de abordar las contingencias junto a otros y permitieron el logro de lo impensable: convertir en tiempo récord un sistema presencial en otro totalmente virtual.

Hasta tanto Internet permita tener experiencias inmersivas de un modo accesible y generalizado, reservaría los momentos presenciales para el aprendizaje experiencial, aquel que únicamente se adquiere a través de experiencias directas, trabajos de campo, salidas didácticas, viajes de estudio, prácticas de laboratorio. Aquellas que requieren de todos los sentidos y un “meter las manos en la masa” para aprender.

Para terminar, comparto un párrafo de la “Didáctica Magna del siglo XVII” (de Amos Comenio) que, una vez más, ayuda a pensar la enseñanza también en este sentido: “Debe ser regla de oro para los que enseñan que todo se presente a cuantos sentidos sea posible. Es decir, lo visible a la vista, lo sonoro al oído, lo oloroso al olfato, al gusto lo sabroso y al tacto lo tangible. Y si alguna cosa pudiera ser percibida por diversos sentidos, ofrézcase a todos ellos, puesto que los sentidos son los fidelísimos proveedores de la memoria”.

 

* Roxana Szteinberg es Licenciada y Profesora de Enseñanza Media y Superior en Letras (UBA), Especialista en Lectura, Escritura y Educación (FLACSO), Especialista en Educación y TIC (INFOD), Maestranda en Tecnología Educativa (UAI). Es Asesora tecnopedagógica en la Facultad de Ciencias Veterinarias (UBA) y en la Escuela de Economía y Negocios (UNSAM). Es Docente de Posgrado en la Carrera de Especialización en Docencia Universitaria (FCV-UBA), Docente de la Diplomatura en Conducción de Instituciones Educativas (ISPJVG), Docente y Coordinadora de Comunicación e Idiomas en la Escuela Agropecuaria (FCV-UBA).

martes, 23 de marzo de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Colectivos docentes creativos que ponen sus cabezas y corazones pedagógicos al servicio de generar, presencialmente o mediadas por tecnologías, experiencias únicas”. Por Carina Lion *


Hubo muchos aprendizajes el año 2020.

En lo personal, creo que algunos venían siendo parte de mis revisiones permanentes como tecnóloga educativa y otros se volvieron más palpables, más evidentes, más relevantes.

Van algunas ideas: la selección curricular (decidir qué vale la pena ser enseñado y a través de qué modalidad); el diseño de actividades que tengan sentido y relevancia en relación con las trayectorias e intereses de nuestros/as estudiantes y no solo porque “son temas que hay que enseñar”; entender las actividades situadas y contextualizadas en relación con el nivel educativo al que hacen referencia, a la especificidad disciplinar; a los recorridos estudiantiles y teniendo en cuenta que los tiempos de aprendizaje son diversos y variados; el entramado de lo social, lo cognitivo y lo emocional en toda su complejidad y expresiones múltiples; el sentido de la evaluación y sus indicadores de aprendizaje para la retroalimentación permanente; qué entendemos por democratización e inclusión (cuáles son las expulsiones menos visibles que siguen vigentes); la hibridación de formatos y lenguajes para la diversidad de trayectorias y contextos educativos (cuadernillos, podcast; infografías, audiovisuales; lúdicos y transmedia); la importancia de generar colectivos que se re-piensen y conciban de otra manera el “habitar” la institución educativa; colectivos creativos que inviten a diseñar propuestas de nuevo tipo sin sobrecargas en lo que implica el trabajo docente y con relevancia política, social, cultura y epistemológica.

Mucho de esto llegó para quedarse: el debate acerca de la inclusión digital, su democratización y mapa político; el sentido de la enseñanza (saberes, trayectorias, espacios físicos y virtuales, materiales didácticos, plataformas, estrategias, actividades de aprendizaje, evaluación); la no neutralidad de las tecnologías y sus visiones críticas e interpeladoras (debates sobre plataformas; la “humanidad aumentada”, el mundo y el ultramundo); los colectivos docentes, no docentes, conducción institucional (sus inspiraciones, redes, creaciones; micropolítica; condiciones para la innovación y transformación educativa); lo vincular (la comunicación; la escucha, la empatía, el seguimiento de cada estudiante y del grupo estudiantil en su conjunto; lo emocional, el sostén, “el otro” en su totalidad); los aprendizajes (qué significa aprender; cuándo y cómo se aprende; cómo sabemos que se está aprendiendo; cuáles son indicadores de comprensión; de transferencia, etc.).

Considero que tanto en la modalidad presencial como en la modalidad virtual hay que comprometerse a generar experiencias únicas, que dejen huellas memorables por su riqueza y valor educativo. Es por eso que es importante reconocer las características de estas experiencias cuando hay mediación tecnológica y en la presencialidad. Requiere que pongamos toda nuestra cabeza y corazón pedagógicos para generar este tipo de experiencias diferenciadas y únicas. La presencialidad no la pensaría únicamente como un “compensatorio” para quienes no tienen Internet. Tenemos que garantizar Internet y dispositivos para todes desde la política educativa. Lo presencial para la construcción de vínculos; grupalidad; construcción de trayectorias diferenciadas con indicadores de seguimiento de procesos (que necesitan de la presencialidad para su consolidación); para propuestas que articulen con prácticas que requieren de un estar situado en un contexto específico y por el tipo de saber que involucran). En la virtualidad se pueden diseñar prácticas interactivas, creativas; con explicaciones potentes; con producciones variadas y multiexpresivas; se puede trabajar en pequeños grupos; combinando encuentros sincrónicos con actividades asincrónicas; se pueden documentar procesos y generar experiencias únicas también.

 

* Carina Lion (@carinalion) es Doctora en Educación, UBA. Docente de Educación y Tecnologías y de Comunicación y Educación en la Carrera de Ciencias de la Educación, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Docente en maestrías y doctorados nacionales e internacionales. Consultora en temas de tecnología educativa en escuelas, universidades y organismos no gubernamentales. Investigadora en el IICE, FFyL, UBA. Fue directora de UBA XXI y del CITEP, UBA. Autora de numerosas publicaciones en el campo de la tecnología educativa. Fan de los videojuegos serios en los que incursiona como desarrolladora. Madre de tres hijes maravilloses y apasionada por el tenis.

martes, 15 de diciembre de 2020

Hasta el 2021!!! Felicidades!!!

En esta última entrada de este raro y complejo 2020, queremos saludar a todes les que nos leyeron durante este año, agradecerles por haberse enganchado con la propuesta o por haber compartido sus #5Libros y desearles que pasen, dentro de lo posible y más allá de las circunstancias, unas felices fiestas y que empiecen el año nuevo de la mejor manera.

En Febrero del año próximo (y ojalá en un contexto menos complicado), les volveremos a invitar a seguir (re)pensando nuestras prácticas con nuevas propuestas y nuevas ideas en este Blog que espera seguir siendo un espacio de encuentro e intercambio entre docentes y estudiantes.

Que el 2021 nos vuelva a encontrar reflexionando sobre aprendizajes y sobre prácticas educativas para seguir (trans)formándonos como docentes preocupades por facilitar aprendizajes, cada vez más significativas, en estudiantes, cada vez, más autónomes.

Felicidades les desea asifuimosapendiendo!!!


martes, 24 de noviembre de 2020

Leer “levantando la cabeza” una frase que, a veces, puede influir en el rumbo de una vida es producir sentidos, en un juego de experiencias que se construyen desde la amistad, como una relación política en el aula que es invisible a los ojos. “Los 5 libros para tu (trans)formación” de Fabián Chazarreta.


En este 2020, el Blog #AsíFuimosAprendiendo mantiene esta “sección” en la que referentes del campo educativo, docentes y estudiantes nos invitan a leer 5 libros que les (trans)formaron, les conmovieron, les ayudaron a repensar sus prácticas o que, por algún motivo, creen que estaría bueno que otres docentes (y otres estudiantes) preocupades por “la Educación” y los aprendizajes, los leamos.
En esta entrada es un placer publicar “los 5 libros para tu (trans)formación” de Fabián Chazarreta *.



Confío que la lectura, la pasión por ella, se transmite por vía de acto y no discurso, eso que Jorge Larrosa llama “eso que me pasa”, en este caso, cuando leo. La lectura es una puesta en práctica, praxis dinámica que nos permite siempre dialogar con “otros”, (re)descubrir(nos), (trans)formarnos, adquirir esas palabras necesarias para poder decir lo que otros ya dijeron o no: (re)significar. Coincidir con aquello que no sabíamos que coincidíamos desde siempre, o no. Adquirir nuevas o viejas preguntas para nuevos o viejos problemas. Es la imaginación jugando con su juguete dentro de nosotros, por lo tanto leer es algo que nos interpela y que padecemos, al mismo tiempo. Los siguientes libros para mí operan de la misma manera: funcionan y funcionaron como elementos para (re)pensar mi práctica como docente, como alumno; para ampliar los marcos del pensamiento pero también como una (trans)formación, un ejercicio singular, particular, inaudito de la puesta en práctica de la lectura y de lo que me pasa con ella cada vez que agarro un libro.

“El principito”, de Antoine de Saint-Exupéry (1943).
Un sábado a la tarde mi papá me sentó frente a él y dijo: “Te tengo un regalo. Este libro lo leí de grande y me encantó. Es maravilloso. Quiero que lo leas y me des tu opinión.” Por cuestiones de la memoria caprichosa, no recuerdo la edad. Solo eso (aunque tengo miedo de que todo haya sido un sueño). En ese momento ya leía pero solo enciclopedias y revistas. Por primera vez, mi papá me daba algo para leer, no para practicar, sino para que le pudiera brindar una mirada particular. No me veía como un hijo que tiene que ejercitar su lectura, sino como un lector. Por supuesto lo leí. No sé si lo leerán ustedes, pero siempre recomiendo que recomienden este libro, a todos/as los/as que comienzan la aventura de tremenda praxis. Fue un viaje de ida. La amistad, la soledad, la nostalgia, la imaginación, el juego, la inocencia, la niñez, el viaje y el amor; esta novela lo tiene todo. Sobre todo eso último: amor. El amor es un gran educador y la niñez es un gran aprendiz. La relación que tiene el principito con la Rosa, me llevó muchas veces a pensar qué es la amistad. Y hoy me pregunto si esa amistad, no puede relacionarse con la labor docente. La amistad como una relación política en el aula. El extraño mundo de las lágrimas, los sombreros, los corderos, los aviones, todo es una fusión maravillosa para descubrir un nuevo mundo. Recuerdo con mucho cariño aquel día que un chico decidió arriesgarse, decidió soltar un pedazo de su alma, y le obsequio un libro a su hijo con la confianza de que podría ver (leer) con el corazón, ya que lo esencial es invisible a los ojos.

“Discutir sentidos. La lectura literaria en la escuela”, de Carolina Cuesta (2008).
A mí solo me llegó un fragmento. Lo trabajamos mucho en el profesorado. Después lo fui a buscar ya que trabajaba uno de los aspectos fundamentales para un profesor de prácticas del lenguaje pero, más que nada, abordaba una mirada sobre la lectura que particularmente me llamó poderosamente la atención: ¿cómo se enseña literatura en la escuela? Yo particularmente huyo de los libros que suelen vender quizás recetas fáciles, pero este libro no intenta eso. Al contrario. Logra problematizar mucho sobre la literatura y, sobre todo, con la lectura en clase. Uno por lo general escucha hasta el cansancio esta máxima (o sentencia): los alumnos y alumnas, no leen. Bueno este texto, al igual que otros, refuerza la idea de que eso no es cierto. Los chicos y las chicas leen pero de otro modo, se vinculan con la lectura de otro modo. Lo que hace Cuesta es cambiar las preguntas sobre las que estamos muchas veces (erróneamente) parados acerca de la lectura en clase. La literatura habla de lo que habla toda la sociedad, pero en otro registro. Y nuestros chicos y chicas participan de esa sociedad o de esas “prácticas culturales”. Y cuando los textos se acercan al aula, ellos logran hacer relaciones de significado, dinámicas y bastante heterogéneas que a su vez logran complejizar el modo que tenemos de enseñar y de evaluar. ¿Cómo evaluamos la literatura? ¿Solo si responde el cuestionario bien? ¿Si sabe separar entre autor, genero, narrador y personajes? El texto transita por esas dudas, que no se si resuelve pero al menos permite pensarlas y repensarlas.
 
“El susurro del lenguaje, más allá de la palabra y de la escritura”, de Roland Barthes (1984).
“¿Nunca os ha sucedido, leyendo un libro, que os habéis ido parando continuamente a lo largo de la lectura, y no por desinterés, sino al contrario, a causa de una gran afluencia de ideas, de excitaciones, de asociaciones? En una palabra, ¿no os ha pasado nunca eso de leer levantando la cabeza?” (pág.:36; 1994) En el segundo año del profesorado me dieron a leer un fragmento: “La muerte del autor”. La sensación fue (sigue siendo) indescriptible. Barthes, es un estructuralista, filósofo, escritor y semiólogo que se dedicó a estudiar, analizar y comprender el lenguaje en todas sus esferas, porque si la lengua no lo es todo, de cualquier manera, está en todo. Como pensador, se destaca por establecer a la escritura y la lectura como el centro de la cuestión, y desplaza al escritor. Creo que de algún modo es una de esas lecturas que te sacan un velo invisible, esas que te ayudan a dar cuenta de aquello que estaba detrás de los telones y a la vez te pone en cierta incomodidad. Son conferencias, pequeñas reflexiones, ensayos, sobre todo lo que rodea al escritor, la escritura pero fundamentalmente la lectura. Esto es clave y fundamental ya que para el autor leer es generar, producir un texto nuevo. Eso habla de la singularidad de cada uno de nosotros. Y de cómo el sentido de una obra no está dado por la intención del autor sino por su lectura. Es una producción de sentidos, que no está predeterminada. Leer es producir sentidos. Es lo que hacemos en este preciso momento. Por eso fue un texto tanto revelador. Y recomiendo una lectura fragmentada, empezar por cualquier texto y dejar que los lleve.

“Lecturas: del espacio intimo al espacio público”, de Michèle Petit (2001).
Si se quiere hablar de literatura en las aulas, si se quiere saber cómo acompañar la lectura en el aula, si se quiere pensar los distintos sentidos que una lectura adquiere o si se quiere discutir a la literatura, como un privilegio de clases o pensarla como un derecho de todos y todas; entonces, es fundamental leer todo de Michéle Petit. Antropóloga destacada que piensa y estudia la relación de la lectura y sobre todo la literatura en todos los sujetos. “En todo libro, afirma la autora, hay una frase que puede a veces influir en el rumbo de una vida”. Poderosamente transformadora es la literatura. Y si pensamos que se encuentra siempre al alcance de la mano estamos equivocados. Por supuesto que la escuela parece tener potestad de la literatura, pero leer no es algo espontaneo para los alumnos y alumnas. Las lecturas prohibidas, el desarrollo de la subjetividad, la creatividad, la imaginación, la posibilidad de elaborar  un “espacio propio”, “intimo”, “privado” cuando se lee; la posibilidad de identificarse con el otro, con el mundo, para desarrollar “insights”, todo se discute, se desarrolla y se problematiza. “El texto viene a liberar algo que el lector llevaba en él, de manera silenciosa. Y a veces encuentra allí la energía, la fuerza para salir de un contexto en el que estaba bloqueado, para diferenciarse, para transportarse a otro lugar”, afirma Petit.  La literatura, es un arte, y como tal, también repara. Leer nos ayuda a sintonizar mejor lo que nos pasa, y en ocasiones nos ayuda a reparar(nos). Toda su obra me parece de profundo interés y fundamental para cualquier persona que se dedique a la docencia.

“Entre pedagogía y literatura”, de Jorge Larrosa y Carlos Skliar (2005).
Recientemente tuve la posibilidad de leerlo y me pareció (con)movedor, (trans)formador y muy inspirador. Estos dos claramente sienten de un modo singular, tienen una pulsación particular por la educación, y logran introducir ese pálpito, toda esa emoción, en este libro. Es una conversación entre diferentes autores y autoras que reflexionan sobre la importancia, también, de la literatura y la pedagogía. Estas logran encontrarse, no para dar lineamientos sino para (re)descubrirse, para leerse a uno mismo, para sentirnos y para sentir a los otros. De alguna manera hay que mover a la literatura de ese lugar que ocupa en las academias, en las grandes editoriales. La literatura sigue siendo una cuota pendiente, una experiencia singular y una promesa en la educación. Ciertamente es un libro emocionante para personas apasionadas por la educación, pero también es una búsqueda o juego con las experiencias. Una forma más de encontrarse. Y aunque recomiendo este libro particular, creo que toda la obra en general de estos autores se debe leer.

* Fabián Chazarreta (@Faby_aleph) fue uno de los amigos y soldado de los “infernales” de Güemes. Ayudó en el cruce de los andes y participó de la guerra gaucha.  Hace cuatro vidas dejó de serlo. En una de sus vidas paralelas sabe que existe un jugador que la pasa mal, que sabe que ese no es su lugar pero entiende por qué tomó esa decisión el día que se apartó de mí. Está jugando en Europa. Actualmente Fabián es estudiante de Letras en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica Nº83 (Quilmes). Es orgulloso ex graduado de la casa de “Slytherin” en Hogwarts. Profesor, primero; de lengua y literatura, después. Da clases en ESB Nº55 (Claypole). Filosofo barato, Sartreano con pequeñas fiebres de Nietzsche. Lector de pocos libros, muchas veces. Voluntario en el equipo de Apoyo Escolar y Acompañamiento Educativo de la UBA (actividad que “me cambió la vida. Gracias!”). Humilde especialista en literatura fantástica. Un optimista trabajando de encubierto en las filas de los pesimistas. Un héroe: su Papá (arquitecto en su camino literario y como profesor). Ejemplos: sus abuelos. Futuro licenciado en literatura fantástica hispanoamericana, Ciencias de la educación, escritor y profesor de filosofía. Quizás se mude a Salta para transformarse la vida con un proyecto como el voluntariado.


NdR: Esta entrada fue escrita (y editada) antes de la pandemia de covid-19, su publicación fue postergada por la situación sanitaria y, por eso, no hace referencias a la misma. Tal vez hoy sería escrita de otra forma y diría otras cosas.

martes, 10 de noviembre de 2020

Italo Calvino y un infierno que está encantador!



En el año 2018 me pasó que varios de los libros que leía o había leído repetían en algún momento una frase muy famosa (entre les que disfrutamos la lectura de libros o textos de filosofía de la Educación) y, evidentemente, muy citada (entre les que disfrutan la escritura de libros o textos de filosofía de la Educación) en la que Hannah Arendt nos interpela a partir de una cierta idea sobre “la Educación”, una cierta idea sobre “los niños”, una cierta idea sobre “la Vida” y una cierta idea sobre “el mundo”. En su momento sentí, ante la recurrente "aparición" de la frase en mis lecturas, la necesidad de compartirla con otres y escribí una entrada ("Hannah Arendt, el mundo, la Vida, los niños y la Educación") en este Blog como una manera de compartir la frase. Dos años después me pasó algo parecido con otra frase y acá estoy, de nuevo, con la necesidad de compartirla. Entre fines de 2019 y lo que va de este 2020 tuve la suerte de poder de leer una decena de libros sobre Educación, sobre aprendizajes o sobre cuestiones relacionadas con la tarea docente.

Es bastante común entre les que disfrutamos la lectura de textos sobre una temática específica que, mientras leemos dos o tres libros, nos encontremos con que en capítulos diferentes, autores diferentes, hablando de temas diferentes, hacen referencia a una misma cuestión, nos “llevan” a un mismo lugar o nos hacen pensar en una misma idea, pero lo que me ocurrió (nuevamente, como en 2018) fue (aún) más extraño o particular.

Varios de los libros que tuve la suerte de leer entre fines de 2019 y lo que va de este año citaban en algún lugar una misma frase de Italo Calvino. Algunos la utilizaban debajo del título de algún capítulo antes de comenzarlo, otros la elegían para abrir una serie de ideas, otros la incluían como fundamento de alguna argumentación y otros la citaban para (intentar) cerrar un posicionamiento.

Se trata, al igual que la frase de Hannah Arendt, de una frase muy famosa (entre les que disfrutamos la lectura de libros o textos sobre Educación pero también entre quienes disfrutan la lectura de clásicos de la literatura universal) y, evidentemente, muy citada (entre les que disfrutan la escritura de libros o textos sobre Educación pero también entre quienes disfrutan la escritura de clásicos de la literatura universal) en la que Italo Calvino nos interpela a partir de una cierta idea sobre “el infierno”, una cierta idea sobre “la atención”, una cierta idea sobre “el aprendizaje”, una cierta idea sobre cómo “evitar el sufrimiento” y, si me permiten (aunque no lo haga de manera explícita), una cierta idea sobre “la Educación”.


Empiezo por aclarar que la frase forma parte de un libro increíble que Constanza Miscione recomendó en este Blog en sus #5Libros ("El acto pedagógico como ese acto misterioso que, considerando a les estudiantes sujetos de pleno derecho y constructores de su propia experiencia de aprendizaje, busca crear, inventar y salirse del libreto. “Los 5 libros para tu (trans)formación” de Constanza Miscione"), que se llama "Las Ciudades Invisibles" y con el que muches tenemos una relación (casi) mágica. En lo personal, y sólo por citar dos ejemplos (entre varios), hace algunos años Mariana Ferrarelli (quien varias veces colaboró con este Blog) me invitó a participar del proyecto transmedia en educación "Ciudades Visibles", en el que participé escribiendo un texto sobre la ciudad de Raisa ("Raísa y 'la Educación': de Ciudades, Filosofías y Otredades") y, en el curso de Química Biológica del primer cuatrimestre del 2019 (que se encuentra en las redes con el hashtag #QB2B2019) el libro y sus ciudades nos acompañaron a lo largo de toda la cursada con lecturas y reflexiones que, clase a clase, hacían les estudiantes y les docentes.

Pero volvamos a la frase, es una frase que por su simpleza y su potencia siempre conmueve, emociona, moviliza y que, incluso para les que ya la leímos muchas veces, cada nueva lectura nos invita a relerla (una vez más), a repensarla, a repensarnos a nosotres mismes y a repensar nuestra propia práctica docente. No es una frase "sobre" la Educación, ni sobre los aprendizajes ni sobre la tarea docente pero le cabe perfectamente a ese intento, que desde este Blog propiciamos tanto, de reflexionar sobre la Educación, sobre los aprendizajes y sobre la tarea docente.

Como estoy bastante seguro de que la mayoría de les lectores de #AsíFuimosAprendiendo no están (todavía) entre les que disfrutamos la lectura de libros o textos de filosofía de la Educación (aunque sí pueden ser lecteres de clásicos de la literatura universal), ni son (todavía) de les que disfrutan la escritura de libros o textos de filosofía de la Educación (o clásicos de la literatura universal), me pareció (otra vez) una buena idea, después de leerla y releerla tantas veces en estos meses, compartir con ustedes esta frase con la que Italo Calvino cierra su maravilloso libro “Las Ciudades Invisbles” (1972) y que dice así:

"El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio."

Nada. Eso. Nada más. Ni nada menos. Italo Calvino. Una cierta idea sobre “el infierno”, una cierta idea sobre “la atención”, una cierta idea sobre “el aprendizaje” y una cierta idea sobre cómo “evitar el sufrimiento”. Y, si me permiten, una cierta idea sobre “la Educación”.


NdR: Esta entrada fue escrita (y editada) antes de la pandemia de covid-19, su publicación fue postergada por la situación sanitaria y, por eso, no hace referencias a la misma. Tal vez hoy sería escrita de otra forma y diría otras cosas.