martes, 6 de abril de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Un colectivo inteligente y solidario, que construya un maridaje indispensable de innovación tecnológica e innovación didáctica, para habilitar la experiencia de los sentidos”. Por Roxana Szteinberg *

 

En este 2020, fue significativa la constatación de que ningún entorno, ninguna aplicación ni dispositivo por sí solos, tienen la capacidad de producir milagrosamente innovaciones en la enseñanza. Carecen de todo poder transformador si su empleo no se traduce en innovación didáctica. No se puede esperar ni de las aulas virtuales ni de las plataformas de video conferencias, así como de ninguna “app” o programa que, espontáneamente, renueven prácticas agotadas. Con la convicción de que la innovación tecnológica es válida solo si se emparenta con innovación didáctica, la frase que resume lo que “sentipensé este año es: “maridaje indispensable”.

La necesidad hizo surgir comunidades de aprendizaje entre docentes (y estudiantes) que  despertaron la cultura de compartir conocimiento y que probablemente perduren. La concepción de Pierre Lévy sobre “inteligencia colectiva” cobró carnadura en este contexto, cuando los docentes aceptaron que la capacidad individual arrastra límites que pueden expandirse hacia un territorio intelectual mucho más vasto, cuando se conforma un colectivo inteligente, solidario, dispuesto al intercambio y la colaboración. Creo que estas comunidades llegaron para quedarse porque demostraron el beneficio de abordar las contingencias junto a otros y permitieron el logro de lo impensable: convertir en tiempo récord un sistema presencial en otro totalmente virtual.

Hasta tanto Internet permita tener experiencias inmersivas de un modo accesible y generalizado, reservaría los momentos presenciales para el aprendizaje experiencial, aquel que únicamente se adquiere a través de experiencias directas, trabajos de campo, salidas didácticas, viajes de estudio, prácticas de laboratorio. Aquellas que requieren de todos los sentidos y un “meter las manos en la masa” para aprender.

Para terminar, comparto un párrafo de la “Didáctica Magna del siglo XVII” (de Amos Comenio) que, una vez más, ayuda a pensar la enseñanza también en este sentido: “Debe ser regla de oro para los que enseñan que todo se presente a cuantos sentidos sea posible. Es decir, lo visible a la vista, lo sonoro al oído, lo oloroso al olfato, al gusto lo sabroso y al tacto lo tangible. Y si alguna cosa pudiera ser percibida por diversos sentidos, ofrézcase a todos ellos, puesto que los sentidos son los fidelísimos proveedores de la memoria”.

 

* Roxana Szteinberg es Licenciada y Profesora de Enseñanza Media y Superior en Letras (UBA), Especialista en Lectura, Escritura y Educación (FLACSO), Especialista en Educación y TIC (INFOD), Maestranda en Tecnología Educativa (UAI). Es Asesora tecnopedagógica en la Facultad de Ciencias Veterinarias (UBA) y en la Escuela de Economía y Negocios (UNSAM). Es Docente de Posgrado en la Carrera de Especialización en Docencia Universitaria (FCV-UBA), Docente de la Diplomatura en Conducción de Instituciones Educativas (ISPJVG), Docente y Coordinadora de Comunicación e Idiomas en la Escuela Agropecuaria (FCV-UBA).

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