martes, 10 de noviembre de 2020

Italo Calvino y un infierno que está encantador!



En el año 2018 me pasó que varios de los libros que leía o había leído repetían en algún momento una frase muy famosa (entre les que disfrutamos la lectura de libros o textos de filosofía de la Educación) y, evidentemente, muy citada (entre les que disfrutan la escritura de libros o textos de filosofía de la Educación) en la que Hannah Arendt nos interpela a partir de una cierta idea sobre “la Educación”, una cierta idea sobre “los niños”, una cierta idea sobre “la Vida” y una cierta idea sobre “el mundo”. En su momento sentí, ante la recurrente "aparición" de la frase en mis lecturas, la necesidad de compartirla con otres y escribí una entrada ("Hannah Arendt, el mundo, la Vida, los niños y la Educación") en este Blog como una manera de compartir la frase. Dos años después me pasó algo parecido con otra frase y acá estoy, de nuevo, con la necesidad de compartirla. Entre fines de 2019 y lo que va de este 2020 tuve la suerte de poder de leer una decena de libros sobre Educación, sobre aprendizajes o sobre cuestiones relacionadas con la tarea docente.

Es bastante común entre les que disfrutamos la lectura de textos sobre una temática específica que, mientras leemos dos o tres libros, nos encontremos con que en capítulos diferentes, autores diferentes, hablando de temas diferentes, hacen referencia a una misma cuestión, nos “llevan” a un mismo lugar o nos hacen pensar en una misma idea, pero lo que me ocurrió (nuevamente, como en 2018) fue (aún) más extraño o particular.

Varios de los libros que tuve la suerte de leer entre fines de 2019 y lo que va de este año citaban en algún lugar una misma frase de Italo Calvino. Algunos la utilizaban debajo del título de algún capítulo antes de comenzarlo, otros la elegían para abrir una serie de ideas, otros la incluían como fundamento de alguna argumentación y otros la citaban para (intentar) cerrar un posicionamiento.

Se trata, al igual que la frase de Hannah Arendt, de una frase muy famosa (entre les que disfrutamos la lectura de libros o textos sobre Educación pero también entre quienes disfrutan la lectura de clásicos de la literatura universal) y, evidentemente, muy citada (entre les que disfrutan la escritura de libros o textos sobre Educación pero también entre quienes disfrutan la escritura de clásicos de la literatura universal) en la que Italo Calvino nos interpela a partir de una cierta idea sobre “el infierno”, una cierta idea sobre “la atención”, una cierta idea sobre “el aprendizaje”, una cierta idea sobre cómo “evitar el sufrimiento” y, si me permiten (aunque no lo haga de manera explícita), una cierta idea sobre “la Educación”.


Empiezo por aclarar que la frase forma parte de un libro increíble que Constanza Miscione recomendó en este Blog en sus #5Libros ("El acto pedagógico como ese acto misterioso que, considerando a les estudiantes sujetos de pleno derecho y constructores de su propia experiencia de aprendizaje, busca crear, inventar y salirse del libreto. “Los 5 libros para tu (trans)formación” de Constanza Miscione"), que se llama "Las Ciudades Invisibles" y con el que muches tenemos una relación (casi) mágica. En lo personal, y sólo por citar dos ejemplos (entre varios), hace algunos años Mariana Ferrarelli (quien varias veces colaboró con este Blog) me invitó a participar del proyecto transmedia en educación "Ciudades Visibles", en el que participé escribiendo un texto sobre la ciudad de Raisa ("Raísa y 'la Educación': de Ciudades, Filosofías y Otredades") y, en el curso de Química Biológica del primer cuatrimestre del 2019 (que se encuentra en las redes con el hashtag #QB2B2019) el libro y sus ciudades nos acompañaron a lo largo de toda la cursada con lecturas y reflexiones que, clase a clase, hacían les estudiantes y les docentes.

Pero volvamos a la frase, es una frase que por su simpleza y su potencia siempre conmueve, emociona, moviliza y que, incluso para les que ya la leímos muchas veces, cada nueva lectura nos invita a relerla (una vez más), a repensarla, a repensarnos a nosotres mismes y a repensar nuestra propia práctica docente. No es una frase "sobre" la Educación, ni sobre los aprendizajes ni sobre la tarea docente pero le cabe perfectamente a ese intento, que desde este Blog propiciamos tanto, de reflexionar sobre la Educación, sobre los aprendizajes y sobre la tarea docente.

Como estoy bastante seguro de que la mayoría de les lectores de #AsíFuimosAprendiendo no están (todavía) entre les que disfrutamos la lectura de libros o textos de filosofía de la Educación (aunque sí pueden ser lecteres de clásicos de la literatura universal), ni son (todavía) de les que disfrutan la escritura de libros o textos de filosofía de la Educación (o clásicos de la literatura universal), me pareció (otra vez) una buena idea, después de leerla y releerla tantas veces en estos meses, compartir con ustedes esta frase con la que Italo Calvino cierra su maravilloso libro “Las Ciudades Invisbles” (1972) y que dice así:

"El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio."

Nada. Eso. Nada más. Ni nada menos. Italo Calvino. Una cierta idea sobre “el infierno”, una cierta idea sobre “la atención”, una cierta idea sobre “el aprendizaje” y una cierta idea sobre cómo “evitar el sufrimiento”. Y, si me permiten, una cierta idea sobre “la Educación”.


NdR: Esta entrada fue escrita (y editada) antes de la pandemia de covid-19, su publicación fue postergada por la situación sanitaria y, por eso, no hace referencias a la misma. Tal vez hoy sería escrita de otra forma y diría otras cosas.


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