El 2020 fue un año en
el que corrimos detrás de la urgencia. En esa urgencia discutimos entre
colegas, reflexionamos, estudiamos, y, al menos a mí, me confirmó algunas ideas
sobre las que venía trabajando y pensando y que sintetizaré en tres
afirmaciones:
- En primer lugar, me
confirmó una idea que además defiendo: la escuela es más que el ámbito para la
enseñanza de contenidos. La pandemia evidenció que las funciones de cuidado de
la escuela, no son una cuestión exclusiva de la población más vulnerable.
- En segundo lugar, las
y los docentes no son solo enseñantes, reemplazables por máquinas, programas o
textos autoadministrados.
- Por último, las
desigualdades educativas continúan profundizando las desigualdades sociales,
económicas y culturales.
Voy a desarrollar muy
brevemente estas tres afirmaciones que, reitero, son ideas con las que
muchas/os pueden disentir pero de las cuales yo estoy bastante convencida.
La escuela es más que
un lugar para la enseñanza de contenidos. Por años escuchamos críticas acerca
de la escuela: que cada vez desarrolla más funciones no educativas, que se
corre del lugar de la enseñanza, que cumple una función asistencial, etc. Es
cierto que la escuela acompaña los procesos de documentación de niñas y niños,
controla la vacunación, y hasta acompaña a estudiantes en situaciones de
embarazo, violencia, enfermedades varias, y en situaciones complejas y diversas.
De hecho, existen programas específicos de los ministerios de educación
nacional y de los jurisdiccionales que impulsan estas políticas. El vínculo con
la comunidad, el armado de redes con centros de salud, comedores, guarderías
barriales, etc, son parte de la red y del entramado
que tejen algunas escuelas para sostener la escolaridad de su población. Esto
lo he visto especialmente en escuelas cuyos directivos tienen una concepción de
inclusión que entiende que para garantizar el derecho a la educación se deben
propiciar las mejores condiciones para las y los estudiantes. La pandemia nos
mostró, en este sentido, que las funciones de cuidado de la escuela no son una
cuestión exclusiva de la población más vulnerable. El reclamo por la
presencialidad expresó el reconocimiento de estas funciones para todos los
grupos sociales. En la escuela pasan muchas cosas que incluyen y van más allá
de los aprendizajes de contenidos.
Las y los docentes no
son solo enseñantes, reemplazables por máquinas, programas o textos
autoadministrados. Y aquí paso a la segunda cuestión que es la de las y los
docentes. Me acuerdo en la década del 90, en tiempos de reformas, cuando los
“especialistas” soñaban con materiales “a prueba de docentes”. La “máquina de
enseñar” que ni hubieran imaginado que tendríamos tan a mano, y que hoy a nadie
conforma. Porque durante el año 2020, entre aquellas/os estudiantes
privilegiados que tuvieron acceso a clases zoom, meet, videos, etc, quedó claro
que las y los docentes no se pueden reemplazar. Que el vínculo pedagógico es
fundamental para promover aprendizajes, y por supuesto, es además y
esencialmente un vínculo de cuidado del OTRO con mayúsculas, de todas las
otredades y que supone y siempre se encuadra en un vínculo amoroso.
Las desigualdades
educativas continúan profundizando las
desigualdades sociales, económicas y culturales. Por último, mencionaba a las
desigualdades educativas. En el 2020 hemos asistido a nivel mundial, producto
de la pandemia, a la profundización de
las desigualdades sociales, económicas y culturales. El cierre de escuelas,
pero también y quizás aún más, la reapertura desigual en la llamada bimodalidad en diferentes formatos, ha mostrado la frialdad con la que una
parte de la sociedad asumió y asume las desiguales condiciones de escolarización
de nuestras niñas, niños y jóvenes. Me refiero, como lo hice en oportunidades
previas, a las condiciones institucionales para la reapertura de escuelas que
se llevó a cabo en términos desiguales y que se expresan en los recursos
diferenciales con los que cuentan las diversas instituciones. Me refiero a los
recursos materiales (dispositivos y conectividad, tamaño de aulas,
equipamiento, ventilación e higiene, etc) y recursos humanos (equipos
directivos estables, docentes para cubrir más grupos -menos numerosos divididos
a veces en grupos virtuales y presenciales-, cobertura de licencias por
enfermedad, formación docente, personal de apoyo, etc). Desde la mirada hacia
las condiciones de vida materiales y
simbólicas de las y los estudiantes asociadas a la escolarización, también
existen enormes desigualdades (ya sea en los hogares durante el cierre de
escuelas como en la denominada bimodalidad), tales como disponer de un cuarto
silencioso y una mesa para estudiar, tener un dispositivo (netbook, computadora
o celular) de uso exclusivo o compartido, conexión a internet, etc. Hay que
mencionar además la disponibilidad de tiempo de un adulto para el
acompañamiento en la realización de tareas, los estudios y saberes de quien
acompaña, disponibilidad de tiempo del o la menor (es decir, si además de
estudiar está a cargo del cuidado de hermanas/os, etc). En síntesis, la
combinación de todas las condiciones institucionales y familiares para la
escolarización de nuestras y nuestros chicas/os y jóvenes se potenciaron en
pandemia, estallaron, se atomizaron. Yo he llamado a esta explosión #AtomizaciónEducativa:
ya no hay dos escolaridades iguales.
En este escenario
entonces, ¿cómo seguimos? ¿está todo perdido? No lo creo. Pero si creo que no
podemos seguir del mismo modo como si la pandemia no hubiera irrumpido en
nuestra ya imperfecta normalidad. En los primeros meses del 2020 se hablaba de
un regreso presencial a las escuelas en el que nos daríamos un tiempo para
conversar con las y los estudiantes, con los pibes. Y apenas regresamos se
comenzó nuevamente a correr detrás de los “contenidos perdidos”, se publicaron
ciertos cálculos sobre las pérdidas económicas que sufrirá esta camada de
estudiantes por los días de cierre de escuelas. Se comenzó a querer evaluar, y
a evaluar, a planificar y discutir y presionar en los medios de comunicación
sobre la implementación de las evaluaciones nacionales estandarizadas. Pero si
miramos qué sucedió en otros
países en este sentido, las evaluaciones se postergaron y flexibilizaron,
tanto las evaluaciones nacionales o estaduales como los criterios y modalidades
de evaluación para la promoción del ciclo escolar, entendiendo que vivimos en
un tiempo de excepción. Por ello y volviendo al comienzo: en un contexto de
profundización de todas las desigualdades, la escuela como siempre, pero hoy
aún más, creo que estará tensionada entre la eterna urgencia de la “carrera por
los contenidos”, la evaluación y el cumplimiento de metas, respecto de la
escuela de la enseñanza y aprendizajes en un marco amoroso que respete las
otredades y sus tiempos.
Las pibas y pibes que
regresan a las aulas vivieron el tiempo del miedo, de una pandemia. Muchos
perdieron familiares, no pudieron ver a sus amigos, ni festejar cumpleaños, o
abrazarse, por mucho tiempo. Se desconectaron de su mundo tal como lo conocían,
un mundo que aún hoy no es el mismo. El regreso a la escuela entonces,
significa para mí, volver al espacio donde se enseña y se aprende a vivir en
una sociedad con otros, con muchos y diferentes otros. Y por supuesto, será el
regreso al espacio de los aprendizajes de habilidades y saberes fundamentales
para vivir en esa sociedad. Recuperar ambas dimensiones de lo escolar creo
yo, es lo mejor que podríamos darle a las y los chicos. Ahí, nuevamente
deberemos oír a las y los docentes, porque si algo aprendimos en pandemia es
que solo ellos saben cómo hacerlo.
*
Yamila Goldenstein Jalif (en Twitter, @yamilagold)
es maestranda en Administración Pública por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y Licenciada en Ciencias de la Educación (UBA).
Es profesora para el nivel secundario y superior por la Universidad
de San Andrés (UDeSA). Docente e investigadora de la Universidad
Nacional de José C. Paz y profesora
de la Universidad de San Andrés en
el Equipo de Evaluación de los
Aprendizajes y en la Especialización
en Educación en Ciencias. Es autora de artículos y publicaciones vinculados a su trayectoria laboral en investigación y gestión de políticas
educativas.