martes, 14 de diciembre de 2021

Hasta el 2022!!! Felicidades!!!

En esta última entrada de este (también) raro y complejo 2021, queremos saludar a todes les que nos leyeron durante este año, agradecerles por haberse enganchado con la propuesta o por haber compartido sus "Lo que el 2020 nos dejó" y desearles que pasen, dentro de lo posible y más allá de las circunstancias, unas felices fiestas y que empiecen el año nuevo de la mejor manera.

El año próximo (y ojalá en un contexto menos complicado), les volveremos a invitar a seguir (re)pensando nuestras prácticas con nuevas propuestas y nuevas ideas en este Blog que espera seguir siendo un espacio de encuentro e intercambio entre docentes y estudiantes.

Que el 2022 nos vuelva a encontrar reflexionando sobre aprendizajes y sobre prácticas educativas para seguir (trans)formándonos como docentes preocupades por facilitar aprendizajes, cada vez más significativas, en estudiantes, cada vez, más autónomes.

Felicidades les desea asifuimosapendiendo!!!


martes, 16 de noviembre de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: El aula es el marco habitual que da entrada al mundo, es una morada de lo íntimo y lo inmenso, es un espacio por habitar, que da lugar a la contingencia, donde se hace presente lo incalculable. Profe,¿cúando volvemos al aula? Por Fabián Chazarreta *

 "Sólo se puede articular un discurso
desde una posición de no saber”.
Roland Barthes
 
 
    “Profe, ¿cuándo volvemos al aula?”
 
    Esta pregunta me la hicieron estudiantes, padres y familiares, mientras estaba en el programa de Acompañamiento a las trayectorias y revinculación escolar (ATR). Esta consulta siempre suscitó en mí una mirada de incertidumbre y preocupación dado que no tenía una respuesta (y sigo sin tenerla) pero sí me quedaba claro algo: ese interrogante no era simple curiosidad; no era solo un deseo; también era una expresión de necesidad (y lo sigue siendo). La validación del aula (y a esto sumo a la escuela y la labor docente) es quizás, el aprendizaje más significativo que (nos) dejó la pandemia: ver (sentir) al salón como un espacio en el que se encuentra, se alberga, se da lugar, se hospeda, se acoge, se cuida, se (re)conoce, se acompaña, se relaciona y se da la bienvenida al otro/otra/otre. El aula es el marco habitual que da entrada al mundo que nos rodea (o al menos el más propicio). Es un espacio por habitar y un espacio por habitar con otros/otras/otres. Una morada de lo íntimo y lo inmenso, nada más y nada menos. Un espacio que da lugar a la contingencia. “La contingencia no es la posibilidad de que algo suceda, sino la imposibilidad de calcular cuándo irrumpirá un elemento, nuevo o inadvertido, que desencadenará una configuración inédita” afirma Ritvo. El aula es un espacio donde se hace presente lo incalculable. Un refugio, un rincón para resguardarnos de lo que pasa a nuestro alrededor. La presencia o presencialidad no es igual o no iguala a la virtualidad, ya que es una transmisión mediada, equis distante. No descubro nada al decir eso, pero, también es necesario decir que, gracias a la virtualidad, no perdimos todo o más de lo que ya se perdió. La virtualidad fue una forma de seguir haciendo presencia, y permanecer. ¿Se puede “volver” a lo que fue? ¿Se puede “retornar”, es decir, volver al lugar o a la situación en la que se estuvo? ¿Es posible pensar más en un “regresar”, en el sentido de devolver o restituir algo a su poseedor? ¿Devolver(le) el aula a les estudiantes y docentes? Y, cuando por fin nos veamos, cuando se dé ese encuentro, ¿sabremos qué esperar? ¿encontraremos eso que pensamos encontrar? Hay cosas que no pueden decirse porque se nos escapan, y hay preguntas que nos acompañaran un buen rato.

 
    Muchas prácticas se vieron afectadas por la situación excepcional de pandemia, por eso existe una gran preocupación por revisar, rever y examinar todos los ámbitos que conciernen a lo educativo. La necesidad de evaluar o acreditar en la virtualidad fue uno de las más grandes preocupaciones que mantuvo ocupado a les docentes, familias y sobre todo estudiantes. El agotamiento que generan las pantallas posibilitó la apertura a otros tipos de evaluación que no fueran las tradicionales. Se generó un espacio para poder pensar otros tipos de herramientas a la hora de evaluar. La pandemia nos da una oportunidad para relacionar la evaluación con la enseñanza y el aprendizaje. Rebeca Anijovich hablaba en su momento de una “evaluación alternativa”: “se debe atender a las experiencias, procedimientos y trayectos que hay que recorrer durante el aprendizaje ya sea en la toma de conciencia, en la corrección o en el perfeccionamiento del aprendizaje” (Anijovich, 2004). Recoger información cuantitativa de la participación, recoger evidencias del aprendizaje, la autoevaluación, la retroalimentación y la comunicación con las familias son los pilares fundamentales para poder propiciar una nueva forma de evaluar. Además, todo lo audiovisual, toma relevancia, ya que es una lengua que muches estudiantes manejan y que les docentes deben adquirir. Las nuevas aplicaciones y plataformas educativas fueron parte del equipo docente (y lo seguirán siendo). Y las tecnologías se han transformado para propiciar la participación de los usuarios. Participación que lleva al cambio y a la posibilidad de poder dejar una marca significativa. Debemos educar para la participación y el rol activo en las tecnologías, pero, además, en la sociedad. En este punto el rol del docente es fundamental ya que debe acompañar al estudiante y ser parte de su recorrido. En definitiva, lo que buscamos son evidencias del camino recorrido. Evidencias de esa marca o “huella”, que no siempre se puede evaluar, pero se puede (se debe) buscar. Algo de nosotros queda en la vida del otro lejos del presente de eso, y si los docentes somos un puente que busca comunicar, el presente con el futuro y sobre todo con el pasado, debemos entonces hacer caminos, experiencias y aprendizajes que conmuevan, motiven, animen, conmocionen y descoloquen. Siempre estamos en la búsqueda de ecos de lo que vivimos. Resonancia de experiencias nuestras muy difíciles de decir. Evidencias como dice Fito Páez, de que “algo de vos, llego hasta a mí”, y viceversa.
 
    Ahora bien, con lo dicho anteriormente, habrá quienes, luego de la situación excepcional de pandemia, quieran recuperar la presencialidad a toda costa, exigiendo el máximo de clases posibles, con más horas, inclusive teniendo clases los fines de semana y más presencia de la escuela en todos los sentidos. Habrá otros, que pedirán no abandonar toda la virtualidad, que mantendrán una cuestión hibrida o bimodal para que la adaptación a las aulas sea despacio y amena. Y hay quienes no están dispuestos a volver, todavía al aula, porque el virus sigue estando, ronda entre nosotros o porque simplemente han encontrado una forma de habitar a través de las pantallas. ¿Cuál es el método o la forma más indicada? No lo sé. ¿Para qué reservaría la presencialidad y la virtualidad? Tampoco lo sé. Habiendo vivido un hecho que afectó al mundo entero, que marcó y marcará para siempre nuestras vidas y que nos hizo sentir nuestra fragilidad plena, me es difícil (imposible) vislumbrar cómo va a seguir todo. La pandemia robó al mundo algo de sus bellezas (que debemos recuperar) por eso siento que las cosas decantarán u ocuparán su lugar de algún modo. Aunque, sí, encuentro algo que debemos reivindicar y eso es la “alternancia”. “Y si mañana es como ayer otra vez, lo que fue hermoso será horrible después” decía el sublime Charly García pensando que, si hay algo que se repite día a día, aunque ese algo sea bueno, tarde o temprano terminará siendo horrible, “Nada es más difícil de soportar [para el ser humano] que una sucesión de días hermosos" decía Freud citando a Goëthe. Antes de esta pandemia, ¿quién iba a pensar que gran parte de todas las escuelas de este país tendrían clases virtualmente? Sí, siempre existió la virtualidad, pero como soporte, como sostén de la presencialidad, no en un primer plano. Hoy podemos pensar en una cuestión bimodal sin que eso signifique la renuncia a cierta presencia o al revés, podemos pensar la presencia sin dejar lo virtual. Este último componente, a raíz de lo que vivimos, logró independizarse, dejó de ser soporte para convertirse en pilar. Sabemos que no todo se puede enseñar “on line”, algunas cosas requieren de la presencia. Hay que identificarlas y hacerlas cuando volvamos a vernos. Quizás, además de preguntarnos por el método que debemos articular para el mañana, también, necesitamos pensar e imaginar, a la luz de la experiencia: ¿qué tipo de escena (aula o escuela) pretendemos? Una vez más, como planteaba Sartre, el problema es qué haremos con lo que han hecho de nosotros. “Lo que hace a un país vivible, cualquiera que sea, es la posibilidad que le da al pensamiento de abandonarlo” escribe Jean-Christophe Bailly. Si no hay alternancia, la felicidad tampoco se puede acoger. La pandemia nos mostró la caducidad de muchas cosas que creíamos permanentes. Expuso las desigualdades de manera despiadada. El mundo ha girado hasta convertirse en ancho y ajeno, de nuevo. Y nosotros giramos con él. La escuela deberá girar. “…nunca hay conocimiento independiente de la situación de cada ser humano en su mundo (…) no hay texto sin contexto” sostiene Melich, en “Transformaciones”. La escuela cambiará. Pero eso no quiere decir que debamos cambiarlo todo. No se perdió todo. La escuela debe seguir hablando en plural. Debe seguir practicando la “amorosidad”. Debe seguir propiciando el encuentro con el otro/otra/otre. Debe seguir practicando el cuidado, el resguardo y el cariño. Debe revisar(se), (re)pensar(se) y transformar(se). Debe recuperar la mirada y ponerla en aquellos que no tuvieron y no tienen un entorno favorable (y es a los que la pandemia más castigó). Debe recuperar su tiempo y su espacio. Y el mundo volverá a ella. Un día, todos nos fuimos a dormir sin saber que cuando abriéramos los ojos, no volveríamos al mismo mundo de ayer. A partir de ahí, todo se oscureció un poco. La escuela salió al sostén de las familias, estuvo cuando tenía que estar y sostuvo lo que tenía que sostener. Eso quiere decir, que ahora, en un momento donde las cosas comienzan a tomar tinte, la escuela seguirá estando. Como dije, no sé cómo continuarán las cosas, pero continuarán. Irán tomando color y lugar. Como decía el siempre tan extraordinario y amado Cerati: “…puede que no haya certezas. Vamos despacio, para encontrarnos”; y nos volveremos a encontrar.
 
 
* Fabián Chazarreta (@Faby_aleph) es estudiante de Letras en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica Nº83 (Quilmes). Es orgulloso ex graduado de la casa de “Slytherin” en Hogwarts. Profesor, primero; de lengua y literatura, después. Da clases en ESB Nº54 (Burzaco) y da clases particulares. También hace teatro en el espacio “Mascaras” en Solano (Quilmes). Lector de pocos libros, muchas veces. Voluntario en el equipo de Apoyo Escolar y Acompañamiento Educativo de la UBA (actividad que “me cambió la vida. ¡Gracias!”). Un optimista encubierto en las filas de los pesimistas. Un héroe: su Papá (arquitecto en su camino literario y como profesor). Ejemplos: sus abuelos. Quizás se mude a Salta para transformarse la vida con un proyecto como el voluntariado. Peronista: por herencia y elección. ¡Fiel convencido de que la patria es el Otre!
 

martes, 2 de noviembre de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Experiencias colectivas y escenas de enseñanza nunca antes pensadas nos permitieron sostener el vínculo pedagógico prescindiendo de la presencia física, con sentimiento y amorosidad”. Por Constanza Miscione *

 

Hace tiempo que intento escribir sobre el 2020 y las vivencias docentes vinculadas. Creo que nos llevará tiempo pensar los acontecimientos, volver sobre lo vivido, interrogar las experiencias docentes para aprender, enriquecer, capitalizar... Y la experiencia de la que hablo es la experiencia que Jorge Larrosa nombra como aquello del ámbito de lo común, de lo cotidiano y que por alguna razón se destaca, se vuelve excepcional. La pandemia vino a destacar situaciones que ya venían pasando, reveló una desigualdad que ya existía y durante este tiempo la escuela adquirió una presencia social y cultural que ya venía sucediendo pero en estos tiempos se acrecentó.

Nos hemos visto en escenas de enseñanza nunca antes pensadas, buscamos variadas maneras de llegar a las, los y les estudiantes. Hemos experimentado el uso de herramientas que antes no conocíamos o desestimábamos. Nos ha interpelado profundamente la necesidad de cautivar, convocar, conquistar a nuestras/os/es estudiantes al vínculo pedagógico. En cuarentena se complicó vincularnos, nos sentimos desafiados en nuestras formas de enseñar y aprender. Y tomo las palabras de Andrea Alliaud cuando expresa que logramos vincularnos prescindiendo de la presencia física con sentimiento, con amorosidad. Antes los vínculos estaban asegurados y sostenidos institucionalmente, en presencia física y con el lazo institucional del edificio de la escuela. En cuarentena los docentes hicimos escuela sin el edificio, sin el encuentro físico. Aprendimos que esos vínculos pueden ser creados, convocados, generados, sostenidos y renovados desde quehaceres cotidianos como responder consultas por whatsapp, llamar a la familia de algún, alguna, algune estudiante distante.

En mi práctica como docente de nivel medio, el desafío de este tiempo estuvo marcado por la búsqueda de caminos de enseñanza aprendizaje que convoquen a mis estudiantes, estuvo centrado en cómo presentar o preparar los contenidos, cómo convocar en este escenario nuevo y diverso. La no presencialidad en el aula y los distintos accesos a las tecnologías de mis estudiantes me llevaron a armar múltiples formas de prácticas de enseñanza. En mi práctica en formación docente, el foco fue acompañar a profesores y profesoras que buscaban capacitación para la emergencia para ellos pensar en cómo convocar a sus estudiantes. En ambos espacios se hizo necesario aceptar la incertidumbre, buscar nuevos caminos para convocar, acompañar y hasta en algunos casos sostener. Y se hizo más fácil cuando el esfuerzo fue colectivo. La experiencia siempre se enriquece cuando se encuentra con otrxs. Otrx para contarle, otrx que nos inspire. Y en estos tiempos fueron las experiencias colectivas y solidarias las que nos fortalecieron, creando juntxs, contando experiencias, cooperando. El desafío está en capitalizar colectivamente lo vivido, ojalá nos demos ese tiempo.

 

* Constanza Miscione (@constanzamisc) es Licenciada en Psicología (UBA) con especialidad en Educación. Se desempeña como docente en colegios de nivel medio, asesora pedagógica digital en GCBA y formación docente en Escuela de Maestros (CABA), INFoD y OEI.

 

martes, 19 de octubre de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Una cuesta dura de escalar y un nuevo punto panorámico desde donde mirar la educación, revalorizar la escuela, poner en valor de la especificidad del saber docente y recuperar el deseo de aprender, de compartir y de conversar, en un hilo didáctico que hilvane virtualidad y presencialidad”. Por María Monserrat Pose *

En mi opinión, la pandemia fue una cuesta dura de escalar, que, sin embargo, en un recoveco de sus intrincados senderos, nos regaló un nuevo punto panorámico desde donde mirar la educación. Este punto panorámico habilitó una nueva perspectiva desde donde poder descubrir aquellos elementos del paisaje educativo que brillan a lo lejos, en contraste con sus lugares sombríos, y poder avistar nuevos territorios donde aún queda mucho por construir. A nivel social, permitió divisar los claroscuros de la disparidad y puso de manifiesto la necesidad de continuar con planes que garanticen igualdad de oportunidades asegurando dispositivos y conectividad. Desde esta nueva vista, la escuela como institución se vio revalorizada. Más que nunca antes,  se llegó a la certeza de que su función es irremplazable no sólo en lo pedagógico, sino también en el rol que cumple en la sociabilidad, la protección de derechos o el acompañamiento a las trayectorias. Asimismo, en muchos casos, esta revalorización vino de la mano de un reconocimiento y una puesta en valor de la especificidad del saber docente. Fue un momento en que en los hogares resonó una y otra vez la frase: “Yo no sé cómo explicarle esto. No soy docente”. Hasta ofreció una nueva perspectiva a los/as estudiantes, que pudieron mirar la escuela con ojos nuevos, valorar lo que allí sucede, recuperar el deseo de aprender, de compartir y de conversar con sus pares y docentes.

Ese punto panorámico también nos develó una nueva vista a los/as educadores y el cambio de perspectiva implicó algunos aprendizajes valiosos que seguro nos quedarán. Creo que fue un tiempo para cuestionarnos sobre el sentido de lo que hacíamos, revaluar algunas prácticas que conservábamos por inercia y experimentar formas nuevas de enseñar, de evaluar y de acompañar. Aprendimos a estar presentes incluso en la distancia, a priorizar, a convocar desde una propuesta significativa, a poner todos nuestros esfuerzos en despertar el interés y el deseo de aprender de nuestros estudiantes, a prestar especial atención a la heterogeneidad de nuestros cursos; a sostenernos y apoyarnos entre colegas.  Siempre fue importante motivar a nuestros/as estudiantes, tener en cuenta sus contextos y sus situaciones personales y adecuar nuestras propuestas a ellos, pero la pandemia convirtió estos objetivos en condiciones sine qua non. Si no les ofrecíamos una propuesta convocante, adaptable, y posible, los/as perdíamos. Ojalá estas sean las claves que sigan marcando el norte de nuestras clases postpandemia, para que no olvidemos ganarnos a nuestros/as alumnos/as y comprenderlos/as en sus diferentes realidades, por más que sus cuerpos vuelvan a poblar el espacio uniformador del aula física.

Creo que nos dirigimos inexorablemente hacia un futuro educativo en donde, más allá de la crisis sanitaria, crecerá la oferta de  estudios terciarios y universitarios de grado y posgrado en modalidad híbrida, y me preocupa que este escenario pueda intensificar las brechas si no está acompañado de políticas públicas que aseguren dispositivos, conectividad e igualdad de oportunidades. Frente a este panorama, y suponiendo un estado presente para asegurar las condiciones, confieso que me entusiasma incluso imaginar una escuela que desde los últimos años del nivel medio ofrezca espacios de aprendizaje híbridos que preparen a los/as estudiantes para un mundo en donde lo analógico y lo digital se entraman cada vez más.

 Sin embargo, cuando pienso en bimodalidad, no me refiero a la forma que tomó en algunas instituciones en la situación de emergencia sanitaria, sino a un sistema en donde los espacios presenciales y virtuales estén aprovechados en sus potencialidades específicas, se integren armoniosamente en una secuencia didáctica y no recarguen el trabajo de los docentes exigiéndoles duplicar sus horas por el mismo sueldo o atender alumnos on y offline en paralelo. Los espacios virtuales asincrónicos son una oportunidad para fomentar la independencia, la organización y la autogestión de los estudiantes, pero deben ser contabilizados como tiempo de trabajo dentro de la carga horaria de un curso tanto para los docentes como para los alumnos. Limitar la virtualidad a una sobreabundancia de encuentros sincrónicos, a un repositorio de materiales o a un buzón de entrega de tareas es ignorar su valor para alentar la lectura transmedia, la investigación, la producción en distintos lenguajes, y la colaboración entre pares. Por otra parte, la presencialidad es ideal para la socialización de producciones, el debate, la conversación, la retroalimentación en tiempo real y para cualquier actividad que involucre lo tangible y lo corporal. Lograr que un mismo hilo didáctico hilvane virtualidad y presencialidad adecuadamente puede dar lugar a propuestas valiosas que combinen lo mejor de los dos mundos, y que sean coherentes con la forma en que nuestras vidas on y offline se ensamblan y combinan en la actualidad. Creo que desde este punto panorámico que nos brindó la pandemia, el territorio de la bimodalidad nos invita y convoca a construir caminos y lotear algunos sectores de terreno virgen para volverlo transitable y habitable para todos/as.


* María Monserrat Pose (@monserrat_pose) es Maestranda en Tecnología Educativa de la UBA, Especialista en Educación y Nuevas Tecnologías del PENT de FLACSO, Licenciada en Letras (UBA) y profesora de Inglés por el ISLV “Juan Ramón Fernández”. Se desempeña como tutora en la Diplomatura en Educación y Nuevas Tecnologías en el PENT de FLACSO y es miembro del equipo de investigación de la misma casa de estudios en el proyecto App2Five. Es profesora de Tecnologías de la Enseñanza en UdeSA y Coordinadora de Tutores en INFoD. Es docente de Lengua y Literatura Inglesa y dicta capacitaciones y seminarios relacionados con Tecnología Educativa en diversas instituciones.En sus ratos libres, le gusta leer literatura y cultivar suculentas.

martes, 5 de octubre de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “La oportunidad de analizar lo que veníamos haciendo y de crear nuevos espacios para enriquecer las actividades propuestas y acompañar a los alumnos no sólo desde lo educativo sino también desde lo emocional”. Por Gabriela Postma *

Durante el durísimo 2020 que tuvimos, como docente sentí una gran frustación por no poder brindar a mis alumnos todos los aprendizajes que hubiese querido, no poder verlos, interactuar con ellos en el aula, etc, pero aprendí a adaptarme lo más rápido que pude a todo el contexto. Si bien yo venía bastante actualizada con los temas "tecnológicos" continué capacitándome todo el tiempo y eso me ayudó muchísimo. También creo que todos aprendimos que si hay vocación todo se puede ir mejorando, y que en estos tiempos que estamos viviendo es fundamental tratar de acompañar a los alumnos no sólo desde lo educativo sino también desde lo emocional, ser más comprensivos, ayudarlos en todo lo que se pueda, estar disponibles para ellos por diferentes vías, etc.

Creo que dentro de las prácticas que más se utilizaron y que van a persistir se encuentran los encuentros por Zoom o Meet como herramienta para reunirnos con nuestros alumnos y crear grupos de trabajo sincrónicos; la utilización de los campus virtuales como propuesta para actividades de autoevaluación, acceso a diferentes materiales, etc.; el uso de videos en Youtube y otras plataformas como recurso educativo, etc.

Creo que vamos hacia un aprendizaje híbrido y lo veo como algo positivo de hecho, ya que nos permitiría usar con mayor eficiencia los recursos que tenemos, evitaría movilizar a toda la masa de alumnos sin un fin justificado, etc. En nuestra materia en particular, reservaría esos momentos presenciales para la ejercitación de los conceptos teóricos por medio de la práctica, ya sea a través de la observación de lesiones con el microscopio o la realización de necropsias en la sala destinada para tal fin. Las clases magistrales creo que pueden ser reemplazadas perfectamente por un video o un encuentro virtual, sin necesidad de movilizar a los alumnos hasta la Facultad. Si hay algo interesante que nos deja la pandemia es la oportunidad de analizar lo que veníamos haciendo y de crear nuevos espacios para enriquecer las actividades que hacíamos habitualmente.


* Gabriela Postma docente/investigadora/extensionista en la Universidad de Buenos Aires. Es Veterinaria, Especialista en Docencia Universitaria y Doctora (UBA) en Patología. Se desempeña como docente de Patología Básica en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA y como docente de postgrado en la Maestría en Salud Animal (UBA). Es muy hogareña, le encanta disfrutar de su familia y amigos, cocinar cosas ricas, leer y su gran vocación es la docencia y la patología comparada. 

martes, 21 de septiembre de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Luego de un tiempo de excepción y de profundización de todas las desigualdades, en el que docentes (irreemplazables) corrimos detrás de la urgencia para garantizar el derecho a la educación, volveremos a esa escuela de la enseñanza y de los aprendizajes, en un marco amoroso que respete las otredades y sus tiempos”. Por Yamila Goldenstein Jalif *

 

El 2020 fue un año en el que corrimos detrás de la urgencia. En esa urgencia discutimos entre colegas, reflexionamos, estudiamos, y, al menos a mí, me confirmó algunas ideas sobre las que venía trabajando y pensando y que sintetizaré en tres afirmaciones:

  • En primer lugar, me confirmó una idea que además defiendo: la escuela es más que el ámbito para la enseñanza de contenidos. La pandemia evidenció que las funciones de cuidado de la escuela, no son una cuestión exclusiva de la población más vulnerable.
  • En segundo lugar, las y los docentes no son solo enseñantes, reemplazables por máquinas, programas o textos autoadministrados.
  • Por último, las desigualdades educativas continúan profundizando las desigualdades sociales, económicas y culturales.

Voy a desarrollar muy brevemente estas tres afirmaciones que, reitero, son ideas con las que muchas/os pueden disentir pero de las cuales yo estoy bastante convencida.

La escuela es más que un lugar para la enseñanza de contenidos. Por años escuchamos críticas acerca de la escuela: que cada vez desarrolla más funciones no educativas, que se corre del lugar de la enseñanza, que cumple una función asistencial, etc. Es cierto que la escuela acompaña los procesos de documentación de niñas y niños, controla la vacunación, y hasta acompaña a estudiantes en situaciones de embarazo, violencia, enfermedades varias, y en situaciones complejas y diversas. De hecho, existen programas específicos de los ministerios de educación nacional y de los jurisdiccionales que impulsan estas políticas. El vínculo con la comunidad, el armado de redes con centros de salud, comedores, guarderías barriales, etc, son parte de la red y del entramado que tejen algunas escuelas para sostener la escolaridad de su población. Esto lo he visto especialmente en escuelas cuyos directivos tienen una concepción de inclusión que entiende que para garantizar el derecho a la educación se deben propiciar las mejores condiciones para las y los estudiantes. La pandemia nos mostró, en este sentido, que las funciones de cuidado de la escuela no son una cuestión exclusiva de la población más vulnerable. El reclamo por la presencialidad expresó el reconocimiento de estas funciones para todos los grupos sociales. En la escuela pasan muchas cosas que incluyen y van más allá de los aprendizajes de contenidos.

Las y los docentes no son solo enseñantes, reemplazables por máquinas, programas o textos autoadministrados. Y aquí paso a la segunda cuestión que es la de las y los docentes. Me acuerdo en la década del 90, en tiempos de reformas, cuando los “especialistas” soñaban con materiales “a prueba de docentes”. La “máquina de enseñar” que ni hubieran imaginado que tendríamos tan a mano, y que hoy a nadie conforma. Porque durante el año 2020, entre aquellas/os estudiantes privilegiados que tuvieron acceso a clases zoom, meet, videos, etc, quedó claro que las y los docentes no se pueden reemplazar. Que el vínculo pedagógico es fundamental para promover aprendizajes, y por supuesto, es además y esencialmente un vínculo de cuidado del OTRO con mayúsculas, de todas las otredades y que supone y siempre se encuadra en un vínculo amoroso.

Las desigualdades educativas continúan  profundizando las desigualdades sociales, económicas y culturales. Por último, mencionaba a las desigualdades educativas. En el 2020 hemos asistido a nivel mundial, producto de la pandemia, a la  profundización de las desigualdades sociales, económicas y culturales. El cierre de escuelas, pero también y quizás aún más, la reapertura desigual en la llamada bimodalidad en diferentes formatos, ha mostrado la frialdad con la que una parte de la sociedad asumió y asume las desiguales condiciones de escolarización de nuestras niñas, niños y jóvenes. Me refiero, como lo hice en oportunidades previas, a las condiciones institucionales para la reapertura de escuelas que se llevó a cabo en términos desiguales y que se expresan en los recursos diferenciales con los que cuentan las diversas instituciones. Me refiero a los recursos materiales (dispositivos y conectividad, tamaño de aulas, equipamiento, ventilación e higiene, etc) y recursos humanos (equipos directivos estables, docentes para cubrir más grupos -menos numerosos divididos a veces en grupos virtuales y presenciales-, cobertura de licencias por enfermedad, formación docente, personal de apoyo, etc). Desde la mirada hacia las condiciones de vida  materiales y simbólicas de las y los estudiantes asociadas a la escolarización, también existen enormes desigualdades (ya sea en los hogares durante el cierre de escuelas como en la denominada bimodalidad), tales como disponer de un cuarto silencioso y una mesa para estudiar, tener un dispositivo (netbook, computadora o celular) de uso exclusivo o compartido, conexión a internet, etc. Hay que mencionar además la disponibilidad de tiempo de un adulto para el acompañamiento en la realización de tareas, los estudios y saberes de quien acompaña, disponibilidad de tiempo del o la menor (es decir, si además de estudiar está a cargo del cuidado de hermanas/os, etc). En síntesis, la combinación de todas las condiciones institucionales y familiares para la escolarización de nuestras y nuestros chicas/os y jóvenes se potenciaron en pandemia, estallaron, se atomizaron. Yo he llamado a esta explosión #AtomizaciónEducativa: ya no hay dos escolaridades iguales.

En este escenario entonces, ¿cómo seguimos? ¿está todo perdido? No lo creo. Pero si creo que no podemos seguir del mismo modo como si la pandemia no hubiera irrumpido en nuestra ya imperfecta normalidad. En los primeros meses del 2020 se hablaba de un regreso presencial a las escuelas en el que nos daríamos un tiempo para conversar con las y los estudiantes, con los pibes. Y apenas regresamos se comenzó nuevamente a correr detrás de los “contenidos perdidos”, se publicaron ciertos cálculos sobre las pérdidas económicas que sufrirá esta camada de estudiantes por los días de cierre de escuelas. Se comenzó a querer evaluar, y a evaluar, a planificar y discutir y presionar en los medios de comunicación sobre la implementación de las evaluaciones nacionales estandarizadas. Pero si miramos qué sucedió en otros países en este sentido, las evaluaciones se postergaron y flexibilizaron, tanto las evaluaciones nacionales o estaduales como los criterios y modalidades de evaluación para la promoción del ciclo escolar, entendiendo que vivimos en un tiempo de excepción. Por ello y volviendo al comienzo: en un contexto de profundización de todas las desigualdades, la escuela como siempre, pero hoy aún más, creo que estará tensionada entre la eterna urgencia de la “carrera por los contenidos”, la evaluación y el cumplimiento de metas, respecto de la escuela de la enseñanza y aprendizajes en un marco amoroso que respete las otredades y sus tiempos.

Las pibas y pibes que regresan a las aulas vivieron el tiempo del miedo, de una pandemia. Muchos perdieron familiares, no pudieron ver a sus amigos, ni festejar cumpleaños, o abrazarse, por mucho tiempo. Se desconectaron de su mundo tal como lo conocían, un mundo que aún hoy no es el mismo. El regreso a la escuela entonces, significa para mí, volver al espacio donde se enseña y se aprende a vivir en una sociedad con otros, con muchos y diferentes otros. Y por supuesto, será el regreso al espacio de los aprendizajes de habilidades y saberes fundamentales para vivir en esa sociedad. Recuperar ambas dimensiones de lo escolar creo yo, es lo mejor que podríamos darle a las y los chicos. Ahí, nuevamente deberemos oír a las y los docentes, porque si algo aprendimos en pandemia es que solo ellos saben cómo hacerlo.


* Yamila Goldenstein Jalif (en Twitter, @yamilagold) es maestranda en Administración Pública por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y Licenciada en Ciencias de la Educación (UBA). Es profesora para el nivel secundario y superior por la Universidad de San Andrés (UDeSA). Docente e investigadora de la Universidad Nacional de José C. Paz y profesora de la Universidad de San Andrés en el Equipo de Evaluación de los Aprendizajes y en la Especialización en Educación en Ciencias. Es autora de artículos y publicaciones vinculados a su trayectoria laboral en investigación y gestión de políticas educativas.

martes, 7 de septiembre de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “La escuela y la universidad como casa del estudio, donde profesores y estudiantes, dispuestos a conversar, se miran cara a cara en una experiencia de cuidado de un mundo que merece el arte de la atención”. Por Fernando Bárcena *

La primera expresión que se me viene a la mente es la de un retiro voluntario. Puede resultar paradójica la expresión, pues el confinamiento al que todos nos vimos sometidos, y también expuestos, no tuvo nada de “voluntario”: las condiciones de la pandemia nos “obligó” a dicho exilio. Y, sin embargo, tuvimos la oportunidad de “elegirlo” -otra cosa es que lo hiciésemos efectivo-, esto es, de relacionarnos con él, con ese confinamiento, y con nosotros mismos, en los términos de un tipo de soledad a la que no estamos acostumbrados (especialmente los más jóvenes) en el mundo actual: una clase de soledad estudiosa, una soledad meditativa y letrada. El aprendizaje, aquí, muy lejos de la condición que esta noción adquiere en el seno de nuestras sociedades contemporáneas, no tiene nada de “depredador”. Es un aprendizaje que es una experiencia de cuidado, de atención al mundo, más bien una entrega a lo que teníamos delante y que la pandemia obligó a mirar, para que lo contempláramos como una especie de abeja estudiosa, libando de flor en flor -de libro en libro-, para crear una miel que alimentase nuestro espíritu. Hubo, en relación con ese “cuidado”, también otra palabra, que es la que ahora habito: duelo.

Es evidente que son muchos los que, aprovechando la pandemia, no paran de decir que, por fin, el paradigma educativo ha cambiado, que el modelo de la universidad presencial es el de la universidad a distancia, que basta ya de clases magistrales “adoctrinadoras” y que nuestro mundo es felizmente tecnológico y digital. Esas mismas personas, reformadores profesionales del mundo, creen que esos recursos tecnológicos han llegado para quedarse, lo que significa que el milenario oficio de ser profesor debe asumir otras funciones y modos, y que el aula debe mudar en una especie de hiperaula que no incluye ya espacio alguno para depositar libros dispuestos a ser leídos con atención y estudiosidad (una biblioteca), cuadernos para depositar en ellos nuestras notas de lecturas, e individuos, profesores y estudiantes, dispuestos a conversar, mirándose cara a cara, sobre lo que realmente importa y es intemporal. Todo eso no muestra sino un profundo deprecio hacia la figura del profesor y hacia la consideración de la escuela y la universidad como la casa del estudio, es decir, lugares a los que se va a aprender a través del estudio, y no de cualquier manera.

Para leer (los mejores libros), para mostrar las notas de nuestras lecturas plasmadas en nuestros cuadernos, para conversar inteligentemente sobre todo ello y mostrar las otras posibilidades que el mundo contiene, cuando el mundo no es ya la prolongación de nuestros egos, la ocasión de nuestros experimentos y de nuestras vanidades y narcisismos, sino lo que merece el arte de la atención, el único objetivo educativo, decía Simone Weil, digno de nuestros mejores esfuerzos pedagógicos.


* Fernando Bárcena (https://www.facebook.com/arendtiana/about) es ensayista, catedrático de filosofía de la educación en la Universidad Complutense de Madrid y músico, bajo la modalidad de la canción de autor con dos discos editados: “Entre las cuerdas”, 2014 y “Corazón de gato”, 2019. Su último libro es: Maestros y discípulos. Anatomía de una influencia. Madrid, Ápeiron Ediciones, 2020.


martes, 24 de agosto de 2021

#AsíFuimosAprendiendo cumple 1000 publicaciones!!!

 

Parece increíble pero pasaron más de nueve años desde la primera publicación (que fue parte de una “tarea” en un curso del CITEP) y hoy este Blog cumple 1000 publicaciones!

Es una linda ocasión para agradecer. Mucho. Y para hacer cierto repaso.

Por empezar, esta publicación (la número 1000!) es un agradecimiento a todes les lecteres de este Blog por estar ahí, a veces de manera silenciosa y otras veces participando con comentarios virtuales u opiniones “cara a cara”. Agradecerles no sólo por interesarse en leer el Blog (y aceptar la constante invitación a reflexionar sobre los aprendizajes y la Educación) sino también por difundirlo y compartirlo, pegando los links de las entradas en sus muros de Facebook, publicándolas en Instagram, recomendando el Blog por mail a sus contactos o haciendo RT de los (a veces insistentes) tweets (desde @pablocrodriguez) que invitan a leer cada nueva entrada.

Esta publicación (sí, la número 1000!) es, también, un agradecimiento a todes y cada une de les docentes y estudiantes que participaron del Blog en alguna de las diversas “secciones”. Estas (muchas, sí, 1000!) publicaciones incluyen más de sesenta escritos originales; más de veinticinco textos escritos por (generoses) colaboradores; más de sesenta entrevistas (entre entrevistas a docentes y entrevistas a estudiantes); casi veinte reseñas de congresos, jornadas o eventos sobre Educación; casi treinta estudiantes contando #CómoAprenden, seis microentrevistas en video y veinte entradas de las últimas dos propuestas: “Los #5Libros para tu (trans)formación” y “Lo que el 2020 nos dejó”.

Sería imposible nombrar a cada une porque estamos hablando de más de ciento cincuenta personas que sumaron su granito de arena para ayudarnos a construir este espacio de reflexión y para ayudarnos a (re)pensar(nos) y a (re)pensar nuestras prácticas. A todes elles, muchísimas gracias!

Desde el convencimiento del valor que tiene la pluralidad de voces para la reflexión compartida, para la construcción colectiva de sentido y para nuestra propia (trans)formación como docentes crítiques, que se preocupan por (y se ocupan de) la reflexión sobre nuestras propias prácticas, es que redoblamos la invitación y nos proponemos (después de estas 1000 publicaciones) seguir intentando construir en este mismo sentido y seguir reflexionando a partir de las voces de quienes están en las aulas, con la firme intención de que este Blog siga siendo un espacio que invite a la reflexión y que crezca no sólo en el número de lecteres (para lo cual pueden compartir ahora mismo este link: www.asifuimosaprendiendo.blogspot.com.ar) sino, también, en el número de voces que en él se manifiesten.

Hace nueve años, era impensado llegar a las 1000 publicaciones con un Blog sobre Educación pero ahora, vamos por más! Por más entradas, por más colaboraciones y por más (y mejor) reflexión colectiva y como dijo Lisa Simpson, en esa frase que motivó una de las primeras entradas de este Blog: “Ah, pensamos hacerlo!”.

Muchas gracias a todes!!! 

martes, 13 de julio de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Explorar, indagar y resignificar el tiempo: la compleja ecuación entre lo ideal, lo real y lo posible, como una oportunidad para crear y un pasaje de pruebas permanentes, para garantizar el derecho social de la educación en pandemia”. Por Mercedes Lavalletto *

 

Fueron muchos aprendizajes, desde tolerar la propia frustración hasta aprender a manejar el Zoom. Pero lo que mejor aprendí es a explorar diversos y diferentes modos de encarar la práctica de enseñanza resolviendo la compleja ecuación entre lo ideal, lo real y lo posible. Esto último también pertenece a la presencialidad pero en el trabajo remoto adquirió otro sentido ligado a la oportunidad para pensarme como docente. Porque para mí la docencia es eso, un pasaje de pruebas permanentes. Otra cuestión que también aprendí es a resignificar el tiempo. En la presencialidad tenía un manejo del tiempo de manera programática que en el 2020 se modificó radicalmente porque yo misma tuve que aprender a vivir el tiempo en este contexto inédito. Si una palabra representara esos aprendizajes, es la exploración como modo de pensar y encarar las prácticas, de ensayar distintas alternativas de acción. Esto me permitió establecer un juego dialéctico entre la propia experiencia y las nuevas necesidades que las situaciones exigían sin perder de vista la importancia que tiene la teoría como caja de herramientas para ayudar a comprender las situaciones de manera contextualizada, crítica y creativa. Porque en ese pasaje de pruebas permanentes al que hice referencia más arriba también hay creación por más modesta que sea. En una palabra, oportunidad para crear. Otra palabra que complementa con la exploración de la práctica es la indagación de la misma como parte de este ensayo a explorar en contraposición con la idea de acción sobredeterminada.  Del mismo modo, identifico la búsqueda en la necesidad de optar por modos de acción diferentes, de probar estrategias que sostengan las trayectorias educativas de los/as alumnos/as.

Es un riesgo suponer que la experiencia transitada en el 2020, y parte del presente año, llegó para quedarse. Ese enunciado puede ser interpretado como un lema pedagógico, que tiene un rasgo predominantemente prescriptivo.  Puede correrse el riesgo de que la experiencia transitada sea tomada como punta de lanza para instalar una modalidad de trabajo que fue posible en este contexto gracias a los comprometidos esfuerzos de los/as trabajadores/as de la educación, entre los cuales me incluyo, que a través de nuestras decisiones materializadas en propuestas, metodologías, evaluaciones, procuramos garantizar la continuidad pedagógica; otro término que se cristalizó pero sobre el cual hay que problematizar el sentido que tiene para nosotros/as garantizar el derecho social de la educación en pandemia. Pero sí hay cuestiones que llegaron para quedarse y las pienso como elementos que hoy  me sostienen como docente, y que espero que otros elementos se sumen y enriquezcan este trayecto de formación:

  • La importancia de fundamentar las concepciones sobre la enseñanza que orientan la toma de decisiones sobre nuestras prácticas sin escindir de los procesos de aprendizajes de los/as alumnos/as, sus dificultades, sus dudas, sus logros, sus progresos.
  • Asumir la autoría de nuestras intervenciones didácticas. Me recuerda a una idea de Litwin, quien lo denominó como didáctica de autor y la autora subrayaba la importancia que tiene el conocimiento especializado que requiere de prácticas apropiadas para lograr aprendizajes relevantes. Esto para mi tiene que ver con acompañar, guiar y proteger el proceso de aprendizaje de los/as alumnos/as.
  • Identificar el potencial creador de escenarios y significados educativos.
  • Mantener prácticas que se consideran valiosas, como la "puesta en común" recreando los espacios colectivos de trabajo.

 Este año me ofrece el desafío de desarrollar en uno de los institutos de educación superior en los que trabajo la posibilidad de realizar una cursada de dos asignaturas cuatrimestrales, cuya modalidad la institución denominó semipresencial. Si bien la mayoría del desarrollo de la propuesta será remota combinará la realización de encuentros presenciales cuya cantidad máxima serán cuatro en total. Mi expectativa en relación con los encuentros presenciales será intercambiar ideas, dudas y producciones en tiempo real. Otra expectativa es recuperar el trabajo que se realizó de manera remota y otorgarle un nuevo sentido y ensayar situaciones de experimentación. No pienso la presencialidad como un momento para dar nuevas clases sino como espacio para retomar procesos previos para avanzar en las condiciones que la situación lo permita.

 

* Mercedes Lavalletto (@mlavalletto) es Profesora y Licenciada en Ciencias de la Educación por la UBA.  Ejerce la docencia en el nivel secundario, superior y universitario. Su área de interés académica es la Didáctica y la práctica docente. Es una orgullosa caída de la educación pública, desde el jardín hasta el posgrado. Le gusta el teatro, el cine, las artes plásticas, escribir historias y leer ficción y mirar partidos de fútbol del ascenso.

martes, 29 de junio de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “El desafío de navegar en un océano de incertidumbre, preguntándonos por el sentido de nuestras prácticas y buscando formas flexibles y creativas de fortalecer las debilidades de cada escenario, en un remix entre lo que fuimos y lo que queremos ser”. Por Ornella Sordelli *


El 2020 nos desafió a realizar constantemente un análisis de lo que era más conveniente para el momento. En un contexto tan cambiante e incierto, en el que tenemos el desafío de presentar propuestas educativas de mucho valor, la pregunta por el sentido de nuestras prácticas tiene, más que nunca, mucha relevancia. Entonces ya no podemos escapar a la necesidad de ser más flexibles: si algo que decidimos no funciona, tenemos que tener la fortaleza de poder dejarlo y rediseñarlo para que cobre sentido. Como diría Morin, “aprender a navegar en un océano de incertidumbre a través de archipiélagos de certeza” (Enseñar a vivir. Manifiesto para cambiar la educación, 2014). Y (me) redoblo la apuesta, si nosotrxs podemos hacerlo, también le podemos transmitir a lxs estudiantes que no es grave no saber y tener que tomar decisiones sobre la marcha, desarrollando la habilidad de analizar todas las variables y buscar la mejor solución posible. No es sorpresa entonces si digo que la palabra que viene a mi mente cuando pienso en el año pasado es: desafío. En lo personal, también fue un año de mucho aprendizaje “para adentro”, los desafíos del 2020 hicieron que me replantee varias cuestiones personales y que utilice muchas de ellas en ámbitos que no me había imaginado. Mi versión de hoy es un #remix de todo lo que fui y todo lo que quiero ser. (Siempre tuve la fantasía de ser DJ, ¿será por eso?). 


El análisis “minuto a minuto” y la flexibilidad que ya mencioné nos desafiaron a priorizar: contenidos, actividades, procesos, comunicaciones, encuentros; esto hizo que valoremos nuestras disciplinas desde otro lugar. Con mucha suerte esa priorización también nos llevó a buscar formas más creativas de educar (si cambiamos “educar” por “vivir” también aplica). Y acá vuelve a aparecer la palabra desafío: no es fácil entregarse a la creatividad. Es una práctica que nos invita a arriesgar, a tener que prescindir unas cosas por sobre otras, nos enfrenta a aquello que todavía no dominamos bien y nos hace descentrarnos y trabajar en equipo. Lo importante es siempre tener claros los objetivos que se desean alcanzar y el sentido pedagógico de nuestra propuesta. Espero que estas iniciativas persistan incluso si el escenario coyuntural vuelve a ser parecido al que conocíamos.

Tanto en mi experiencia personal como en conversación con docentes, coincidimos en que las instancias presenciales físicas son vitales para el intercambio, los debates, el prototipado de objetos y el fortalecimiento de vínculos, ya que nos permiten dar y recibir feedback inmediato. La corporalidad, los gestos y la lectura de emociones son factores muy valorados en esta modalidad. En cuanto al trabajo virtual, nos permite dedicarle tiempo al trabajo de lectura, investigación, escritura y desarrollo de producciones colaborativas. También a recorrer y habitar entornos inmersivos y proyectos multi y transmedia. Las propuestas de trabajo de este tipo nos ayudan a desarrollar la autonomía y el autoconocimiento: cada sujeto decide en qué orden, en qué espacio y de qué manera quiere llevarlas a cabo. Creo que este ejercicio de pensar cuáles son los fuertes de cada instancia (presencial/virtual y sus vertientes) no sólo tiene que implicar ponerlo en práctica in situ, sino que nos invite a hacer el ejercicio de cruzar las variables y pensar ¿cómo fortalecemos las debilidades de cada escenario?


* Ornella Sordelli (@ornisordelli en Twitter y en Instagram) es Licenciada en Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Es Adscripta de la cátedra de Educación y Tecnologías desde el 2017 y recientemente fue admitida en la Maestría en Tecnología Educativa, ambas de la misma Facultad. Trabaja como tecnóloga educativa en la Escuela de Innovación del ITBA y en el Colegio Tarbut y desarrolla proyectos de Ciudadanía Digital. Forma parte activa de la escena de baile de Swing y Blues y escribe un Newsletter sobre eso: The Lindy Blog. Vive en la Ciudad de Buenos Aires y sus pronombres son ella/la. Le gusta mucho sentarse en lugares hermosos a tomar café y, desde que habita el aislamiento y distanciamiento social, la colección de cafeteras de su casa creció.

martes, 15 de junio de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Un territorio nuevo, el rediseño de mapas para no perdernos en el espacio virtual y la asombrosa construcción colectiva de prácticas mestizas (que cruzan fronteras de saberes, modalidades de trabajo y lenguajes) para incluir a todos, atendiendo a sus contextos sin naturalizar la desigualdad”. Por Mariana Ferrarelli *

 

El 2020 confirmó muchas sospechas y aprendizajes que intuíamos y que se aceleraron con la pandemia, y se visibilizaron. Si, coincido en que fue un año complejo y difícil, pero a la vez lleno de descubrimientos y factores que permitieron enriquecer nuestras prácticas: aprendimos a confiar aún más en nuestros estudiantes, a trabajar de manera colaborativa con colegas, y lanzarnos al encuentro del otro para involucrarnos y comprometernos, todas cuestiones que ya hacíamos pero que ahora son la única alternativa. Pienso que todos descubrimos, por ejemplo, que podíamos hacer mucho más de lo que creíamos. Hablo de los estudiantes pero también de los docentes y las docentes. Y pudimos hacerlo porque la enseñanza es un proceso profundamente humano: en 2020 el desafío fue ir a buscar a nuestros alumnos y alumnas, sostenerlos, estar disponibles para ellos, apoyarlos para que puedan avanzar y no perder continuidad en sus aprendizajes. Y creo que de algún modo se logró. Faltaron muchas cosas, pero se hizo mucho también y yo elijo ver todo lo que pudimos hacer. Por eso creo que si tuviera que elegir una palabra para resumir el 2020 sería la de asombro, no porque me sorprenda lo que hicimos pero sí porque es asombroso lo que construimos en condiciones que no siempre son las más óptimas: hablo de la desigualdad en el acceso a la conectividad, de falta de dispositivos, de docentes que usaron sus equipos y sus datos del celular para poder llegar a sus estudiantes, en fin, de contextos desfavorables que navegamos a pesar de todo. 


De un día para el otro fuimos eyectados a un territorio desconocido que implicó aprender a manejar la incertidumbre, enfrentar nuestras inseguridades, y entender que el único camino es construir aprendizajes de manera colectiva y solidaria. Pensar en la idea de un territorio desconocido hace un tiempo me trae a la mente la distinción de Bateson entre mapa y territorio. Cuando uno es turista en una ciudad que no conoce el mapa resulta fundamental para orientar el recorrido y avanzar con pasos seguros hacia donde queremos llegar, por eso hay diferentes tipos de mapas. Estos mapas siempre son construcciones parciales y culturales, y representan una porción de lo que percibimos en el espacio. En 2020 como docentes nos quedamos sin mapas porque cambió el territorio completamente... entonces tuvimos que rediseñar el mapa que teníamos para no perdernos en el espacio virtual. Pensando ahora en los estudiantes, me pregunto qué mapas les ofrecemos para que naveguen en nuestras clases, para que representen su aprendizaje y estructuren sus experiencias: ¿mapas de un solo tipo, hechos de palabra escrita u oral? ¿O habilitamos mapas divergentes que incluyen imágenes, producciones sonoras, experiencias con redes sociales? Me pregunto qué muestran los mapas de nuestras clases pero también qué ocultan, cuáles son sus 'silencios cartográficos', como diría el historiador británico Harley. La pandemia nos interpeló para cambiar de mapas, rediseñarlos, diversificarlos. Así podremos ofrecer a nuestros estudiantes diseños más flexibles y abiertos para navegar el conocimiento e invitarlos a generar sus propias producciones como resultado del aprendizaje. Esto es lo que llegó para quedarse: la reflexión crítica sobre nuestro rol y sobre las propuestas que diseñamos para transformarlas y adaptarlas al nuevo contexto que siempre es contingente y transitorio. Los mapas cambian porque se transforma el territorio pero también porque con la pandemia nos volvimos nómades, vivimos en movimiento, cruzando fronteras entre saberes, modalidades de trabajo y lenguajes: a veces estamos en fase sincrónica y virtual… y probablemente dentro de poco pasemos gradualmente a la presencialidad física que se combinará con otras instancias.

Para pensar la bimodalidad me gusta hablar de prácticas mestizas por esta idea que apela a la mezcla étnica y multicultural. Prácticas mestizas que implican recombinación de saberes y roles, y el cruce de fronteras entre lo analógico y lo digital, lo sincrónico y lo asincrónico. Prácticas mestizas que ocurren en espacios carentes de territorio pero que aún así necesitan de mapas móviles para resultarnos inteligibles y amigables. Que ocurren en zonas de frontera donde se da la circulación hacia un lado y hacia el otro, e intercambios de sentido sobre qué es enseñar y aprender. Prácticas mestizas que ponen bajo sospecha la idea de pureza, los esencialismos, las verdades fundacionales, y apelan a la reconstrucción, la revisión del propio rol y la solidaridad con colegas y estudiantes. Se trata de maneras de ver la enseñanza como un lugar de intersección de identidades, culturas y lenguajes. No supone solamente hacer circular propuestas por entornos diversos, también planteamos una temporalidad alternativa que rompe con la simultaneidad y se adapta a las necesidades y contextos de cada estudiante. Prácticas mestizas que son profundamente políticas porque buscan incluir a todos atendiendo a sus contextos sin naturalizar la desigualdad. Muchas universidades en el mundo se están planteando el sentido de los edificios y las aulas físicas. Si hay procedimientos para demostrar o experiencias para realizar en el laboratorio por supuesto que la presencialidad está ciento por ciento justificada. Pienso materias como Química Biológica,  por ejemplo, en donde el trabajo en laboratorio no siempre se puede reemplazar con un tutorial; también en algunas cátedras de Ingeniería, Odontología, Medicina y Enfermería en las que se enseña a los estudiantes el correcto lavado de manos o manejo de instrumental. Todo eso es preciso hacerlo en encuentros cara a cara. Las prácticas de los estudiantes de profesorado tal vez pueden combinar el diseño de clases presenciales y virtuales a la vez. Pero definitivamente hay muchos espacios que podrían tener un encuentro de debate presencial por mes y el resto continuar desarrollándose de manera virtual. Enseñar y aprender en la virtualidad es una actividad más solitaria comparada con compartir la clase física con colegas y estudiantes, ir por un café, volver juntos en colectivo. Pienso más en lo vincular que en lo académico; en la virtualidad hay un compartir pero no es lo mismo. Sin embargo, es más práctico y tiene la ventaja de que pueden sumarse estudiantes de otras provincias o países sin la necesidad de trasladarse hasta la universidad. El desafío cuando volvamos gradualmente a la bimodalidad será distinguir didácticamente las diferentes instancias de trabajo: pensar materiales y videos pregrabados en el campus para realizar de manera asincrónica, y darle a los encuentros sincrónicos presenciales o por videoconferencia un formato más interactivo y dialógico que justifique la presencia en vivo y en directo. Las prácticas mestizas aquí funcionan como inspiración, como fuente de ideas y movimientos para generar nuevos mapas; imaginar cruces, diálogos y fronteras permite pensar caminos divergentes para construir conocimiento con otros.


* Mariana Ferrarelli (@FerrarelliM) Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y docente de grado y posgrado. Diseña y coordina proyectos transmedia en distintas instituciones donde se desempeña como asesora tecnopedagógica. Dicta cursos de formación docente en diversas universidades nacionales. Es profesora de Estrategias de enseñanza en el Profesorado Universitario de la Universidad Isalud, y docente del Seminario de diseño de EVEA en la Licenciatura en Ciencias de la Educación y en los cursos del Área de Extensión de la Universidad de San Andrés. Trabaja en el equipo de multiplicadores del enfoque de enseñanza en Aulas Heterogéneas junto a Rebeca Anijovich. Desarrolla materiales, artículos académicos y capacitaciones sobre los siguientes temas: narrativas transmedia en educación, trabajo con diversidad en el aula, y tecnologías en la enseñanza.

martes, 1 de junio de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “(Im)Posibilidades de la enseñanza mediada por tecnologías y una campana de emociones: miedo, impotencia, frustración, inquietud, aprendizaje, incorporación, herramientas, sorpresa, orgullo, tristeza, alivio y, otra vez, inquietud”. Por Marcela Moguilevsky *

Si tengo que condensar lo que sentí profesionalmente durante 2020 creo que platearía un recorrido más o menos cronológico por las siguientes palabras: miedo, impotencia, frustración, inquietud, aprendizaje, incorporación, herramientas, sorpresa, orgullo, tristeza, alivio, inquietud. Si bien yo ya tenía experiencia usando Moodle (incluso habiendo dictado cursos a distancia), gran parte de mi quehacer profesional en los cursos que di durante 2020 estaba basado en cuerpos presentes en un espacio de aula. Siempre usé muchas dinámicas de trabajo grupales en las que el cuerpo presente tenía un rol preponderante (juegos teatrales, interacciones en grupos, canto, etc). Creo que lo que me llevo del difícil 2020 es una idea más precisa de las posibilidades de la enseñanza mediada por tecnología en forma remota pero también de las imposibilidades. Aprendí que se puede mucho más de lo que yo pensaba pero al mismo tiempo tengo más claro qué estrategias, dinámicas o actividades no puedo implementar y necesito estar presente con las y los estudiantes. Una parte de esto tiene que ver con los contextos desde donde mis estudiantes se conectaban. No es lo mismo alguien que está en su casa con su computadora o celular y cierto acceso razonable a internet, que una persona estudiando en una cárcel, con pésima señal y sin posibilidades de participar de instancias sincrónicas. Es por esto que el recorrido de las palabras que elegí arman una suerte de “campana” de emociones que terminan con “inquietud” ya que más allá de saber todas las posibilidades didácticas que tenemos a nuestro alcance para este 2021, mis estudiantes privados de libertad van a tener al menos un cuatrimestre más de una situación muy compleja a la hora de estudiar y participar. 

Yo creo que muchas y muchos docentes descubrimos herramientas durante nuestra experiencia desde el inicio de la pandemia que podemos/deseamos mantener. El pasaje de un campus virtual que solo funcionaba como repositorio de materiales a uno con mayor interactividad me parece que es algo que enriquece la experiencia de aprender y que puede potenciar lo que pase en el aula física. Yo ya había implementado usos del campus en este sentido durante 2019, pero obviamente el año pasado esto fue mucho más profundo y central en el dictado de las materias. El uso de las plataformas digitales (Moodle u otras) para trabajar espacios de escritura me parece que es algo que podría quedarse y también la posibilidad de que las y los estudiantes produzcan contenidos para compartir. Al menos estas fueron las herramientas que considero más exitosas de mi experiencia durante 2020.

En el caso de que tuviéramos un período de educación híbrida o mixta, yo potenciaría lo que comenté en el párrafo anterior. En mi situación trabajaría procesos de escritura, con revisiones y espacios donde publicar trabajos terminados para compartirlos con una audiencia real. Haciendo esto se cumplen dos objetivos que me parecen importantísimos: que las y los estudiantes transiten por procesos de escritura, edición y reescritura; y que eso lleve a la producción de contenidos que puedan ser utilizados en la clase para reciclar o profundizar conocimientos. Si a esto se le puede sumar la posibilidad de que sean las y los estudiantes quienes elijan los temas a investigar y compartir, creo que puede convertirse en algo que genere mucha motivación. Y todo el tiempo que se usa para estas producciones de forma remota, libera horas de clase en las que se puede discutir, trabajar en grupos e interactuar con la espontaneidad que la virtualidad interrumpe.


* Marecla Moguilevsky (@marce_mog en Twitter) es docente en el Profesorado de Inglés de la Universidad Nacional de Hurlingham y en el CUSAM (centro universitario de la Universidad Nacional de San Martín en contexto de encierro). Su lugar preferido del mundo es un aula (siendo docente o estudiante). Trabajó como docente en nivel secundario en CABA. Antes de dedicarse a la docencia e investigación en el área de inglés como lengua extranjera, enseño fotografía y mantiene este interés como hobby en la actualidad (pueden ver sus imágenes en @marcemoguilevsky en Instagram). Por fuera de estos temas, disfruta muchísimo ver películas, comer aceitunas y escuchar llover.