Fueron muchos
aprendizajes, desde tolerar la propia frustración hasta aprender a manejar el
Zoom. Pero lo que mejor aprendí es a explorar diversos y diferentes modos de
encarar la práctica de enseñanza resolviendo la compleja ecuación entre lo
ideal, lo real y lo posible. Esto último también pertenece a la presencialidad
pero en el trabajo remoto adquirió otro sentido ligado a la oportunidad para
pensarme como docente. Porque para mí la docencia es eso, un pasaje de pruebas
permanentes. Otra cuestión que también aprendí es a resignificar el tiempo. En
la presencialidad tenía un manejo del tiempo de manera programática que en el
2020 se modificó radicalmente porque yo misma tuve que aprender a vivir el
tiempo en este contexto inédito. Si una palabra representara esos aprendizajes,
es la exploración como modo de pensar y encarar las prácticas, de ensayar
distintas alternativas de acción. Esto me permitió establecer un juego
dialéctico entre la propia experiencia y las nuevas necesidades que las
situaciones exigían sin perder de vista la importancia que tiene la teoría como
caja de herramientas para ayudar a comprender las situaciones de manera
contextualizada, crítica y creativa. Porque en ese pasaje de pruebas permanentes
al que hice referencia más arriba también hay creación por más modesta que sea.
En una palabra, oportunidad para crear. Otra palabra que complementa con la
exploración de la práctica es la indagación de la misma como parte de este
ensayo a explorar en contraposición con la idea de acción
sobredeterminada. Del mismo modo,
identifico la búsqueda en la necesidad de optar por modos de acción diferentes,
de probar estrategias que sostengan las trayectorias educativas de los/as
alumnos/as.
Es un riesgo suponer que la experiencia transitada en el 2020, y parte del presente año, llegó para quedarse. Ese enunciado puede ser interpretado como un lema pedagógico, que tiene un rasgo predominantemente prescriptivo. Puede correrse el riesgo de que la experiencia transitada sea tomada como punta de lanza para instalar una modalidad de trabajo que fue posible en este contexto gracias a los comprometidos esfuerzos de los/as trabajadores/as de la educación, entre los cuales me incluyo, que a través de nuestras decisiones materializadas en propuestas, metodologías, evaluaciones, procuramos garantizar la continuidad pedagógica; otro término que se cristalizó pero sobre el cual hay que problematizar el sentido que tiene para nosotros/as garantizar el derecho social de la educación en pandemia. Pero sí hay cuestiones que llegaron para quedarse y las pienso como elementos que hoy me sostienen como docente, y que espero que otros elementos se sumen y enriquezcan este trayecto de formación:
- La importancia de fundamentar las concepciones sobre la enseñanza que orientan la toma de decisiones sobre nuestras prácticas sin escindir de los procesos de aprendizajes de los/as alumnos/as, sus dificultades, sus dudas, sus logros, sus progresos.
- Asumir la autoría de nuestras intervenciones didácticas. Me recuerda a una idea de Litwin, quien lo denominó como didáctica de autor y la autora subrayaba la importancia que tiene el conocimiento especializado que requiere de prácticas apropiadas para lograr aprendizajes relevantes. Esto para mi tiene que ver con acompañar, guiar y proteger el proceso de aprendizaje de los/as alumnos/as.
- Identificar el potencial creador de escenarios y significados educativos.
- Mantener prácticas que se consideran valiosas, como la "puesta en común" recreando los espacios colectivos de trabajo.
* Mercedes Lavalletto (@mlavalletto) es Profesora y Licenciada en Ciencias de la Educación por la UBA. Ejerce la docencia en el nivel secundario, superior y universitario. Su área de interés académica es la Didáctica y la práctica docente. Es una orgullosa caída de la educación pública, desde el jardín hasta el posgrado. Le gusta el teatro, el cine, las artes plásticas, escribir historias y leer ficción y mirar partidos de fútbol del ascenso.
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