Como docentes nos preocupan (y nos ocupan) muchas
cosas y eso está muy bien. En esta entrada queremos invitarnos a reflexionar (un poco) sobre qué (no) nos
preocupa y qué (no) nos debería, tal vez, preocupar. Y queremos hacerlo en
forma de preguntas, queremos rascarnos donde no pica.
Para hacerlo de un modo bien amplio, al menos al
principio, al menos hasta disparar algo, al menos hasta que “pique” y/o nos
rasquemos (pique o no), algunas preguntas/preocupaciones/cuestiones podrían
ser: “qué” enseñar, “cómo” enseñar,
“para qué” enseñar y “desde dónde” enseñar. Claro que hay muchas otras
preguntas/preocupaciones/cuestiones pero para que esta entrada no sea tan larga
hagamos (por ahora) el “ejercicio” de repensar éstas. Incluso el “ejercicio”
podría ser “ordenarlas” según su importancia o según cuánto nos preocupan y nos
ocupan. Sí, ya sé, que todas (en mayor o menor medida) son importantes y nos
preocupan (y ocupan) pero el “ejercicio” podría ser preguntarnos, como decíamos
al principio, cuáles nos preocupan más (o menos) y por qué y cuáles deberían
preocuparnos más (o menos) y por qué.
Está
perfecto que haya quienes se preocupan por (y se ocupan del) “qué” enseñar (y
del “qué” aprender)
y, en parte, entendemos (y compartimos) esa preocupación ya que la Educación se trata de “enseñar” y para
eso tiene que haber un “algo” para enseñar, para “mostrar”. El tema es que
ese “algo” es el mundo (ese mundo del que habla Hannah Arendt en ese corto pero
bellísimo texto) pero ese mundo incluye muchas cosas y, en esa práctica de “dar a leer, dar a escribir y dar a pensar” casi que
cualquier “qué” del mundo podría ser un buen pre-texto y servir para
enseñar a “poner atención” y a “estudiar” (que no es memorizar) y por eso ese “qué” nos preocupa poco. No quiere
decir que no nos importe, eh, nos importa y mucho, pero nos preocupa poco.
Hay quienes
muestran una gran preocupación por (y se ocupan del) “cómo” enseñar (y “cómo”
aprender)
y también es entendible ya que hay un “saber” que le es propio a nuestra
práctica y ya que la pedagogía es
fundamental en esto de democratizar, no sólo el acceso y la permanencia de les
estudiantes en las instituciones educativas, sino también de inventar
dispositivos para que, efectivamente, aprendan y para que ese “enseñar”
sea, efectivamente, para todes (y para cualquiera) y, justamente por eso, ese “cómo” nos preocupa algo.
Es más raro de encontrar pero también hay quienes se preocupan por (y se ocupan
del) “para qué” enseñar (y “para qué” aprender) y eso nos gusta más ya que
en esa pregunta/preocupación/cuestión empieza a aparecer algo más filosófico,
algo que tiene más que ver con (re)pensar(nos)
y (re)pensar nuestras prácticas, algo que nos lleva de nuevo a Hannah
Arendt y a la idea de ese “doble amor” del que ya hablamos en otra
entrada y, entre otras cosas, por eso, ese
“para qué” nos preocupa mucho.
Y, finalmente, están quienes se preocupan por (y se ocupan del) “desde dónde” enseñar (y
“desde dónde” aprender) y ahí tenemos una gran coincidencia ya que nos
parece fundamental reflexionar sobre la
posición (y el posicionamiento) desde dónde realizamos la tarea docente, desde
dónde enseñamos y desde dónde nos pensamos como docentes. Probablemente
esta pregunta “incluya” a la anteriores ya que, como nos enseñó Jacques
Ranciere en “El maestro ignorante”, no
son los contenidos ni las metodologías sino los principios (que subyacen lo que
hacemos) los que definen a una práctica como emancipadora o embrutecedora.
Siguiendo esa lógica, ese “desde dónde”
nos preocupa muchísimo.
Es decir que, por ahora, provisoriamente (y
siempre en revisión), a algunes nos
preocupa poco “qué” enseñar (y “qué” aprender), algo “cómo” enseñar (y “cómo” aprender), mucho “para qué” enseñar (y “para qué” aprender) y muchísimo “desde dónde” enseñar (y
“desde dónde” aprender). Pero habrá que ver qué les ocurre a ustedes.
Es probable que no tenga mucho sentido intentar
“ordenar” estas (y otras) preguntas/preocupaciones/cuestiones en función de
cuánto nos preocupan (o cuánto deberían preocuparnos) y es probable que nos
estemos rascando dónde no pica pero dice
el (re)conocido filósofo Darío Sztajnszrajber que la Filosofía es algo así como
“rascarse donde no pica” y todes sabemos que si nos rascamos donde no pica,
empieza a picar. En Educación también hay algo de eso y, tal vez por eso,
la Filosofía de la Educación es una constante invitación a pensar, a leer, a
escribir, a preguntar(se), a rascarse donde no pica.
No tenemos muchas respuestas, elegimos (en esta
entrada) proponernos reflexionar (un poco) con preguntas como una manera de
rascarnos donde no pica porque si la filosofía se trata, entre otras cosas, de
“rascarse donde no pica”, tal vez la
Educación se trate, entre otras cosas, de enseñar donde no se aprende y todes
sabemos que si (se) enseña donde no (se) aprende, (se) empieza a aprender.
NdR: Esta entrada fue escrita (y editada) antes de la pandemia de covid-19, su publicación fue postergada por la situación sanitaria y, por eso, no hace referencias a la misma. Tal vez hoy sería escrita de otra forma y diría otras cosas.
NdR: Esta entrada fue escrita (y editada) antes de la pandemia de covid-19, su publicación fue postergada por la situación sanitaria y, por eso, no hace referencias a la misma. Tal vez hoy sería escrita de otra forma y diría otras cosas.
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