En este texto nos proponemos alzar la voz, una vez
más, en contra de la “estructura” del aula, tal como se la concibe en la
mayoría de las instituciones educativas. No vamos a hacer ahora (entre otras
cosas porque ya hay muchos textos que lo hicieron, lo hacen y lo harán) una apología de los “otros tipos” de
espacios posibles, como los laboratorios de ciencias, las bibliotecas, las
“aula-taller”, los espacios “abiertos” (en más de un sentido) o directamente las actividades que se realizan “fuera” de
la Escuela o la Facultad.
La idea que tenemos es la de invitarnos a reflexionar sobre esa “estructura” que se
repite hasta el hartazgo (de tod@s) en
la mayoría de las clases.
Si bien algún@s tenemos la suerte de desarrollar
nuestra tarea en instituciones que poseen “espacios” (ahora llamados “entornos
formativos”) que nos permiten “salirnos” (de manera más o menos literal) de la
“lógica aúlica”; para casi tod@s l@s
docentes (y l@s estudiantes) sigue siendo habitual “ver” clases con la
tradicional “estructura” del aula.
Lo que pretendemos es invitarnos a reflexionar sobre los presupuestos y las
concepciones que subyacen a esa “estructura” y (tratar de) convencernos de que podemos cambiarla aún
“dentro de un aula”.
En su libro “El
Aprendizaje Pleno”, el siempre “motivador” David Perkins cuenta un poco de las investigaciones de Wendy Luttrell sobre la “silla universitaria”. Wendy Luttrell (socióloga
norteamericana especialista en “desigualdad educativa”) estaba realizando una
investigación sobre el embarazo juvenil y su impacto en el rendimiento
académico y mientras llevaba a cabo sus entrevistas a estudiantes
universitarias embarazadas, se “sorprendió” del “reclamo” más escuchado: “No entramos en los bancos!”. Así
inició otra investigación sobre “lo que
dicen” (sin decir) nuestras estructuras aúlicas (las sillas, el pizarrón, la
disposición de los bancos, las tarimas, etc…) sobre nuestros presupuestos y
sobre “lo que se espera que [no] pase” en esos espacios.
Nos invitamos, entonces, a pensar en la “estructura” de nuestras clases y a preguntarnos “qué
dicen” de lo que “se espera que pase” en ellas.
Una determinada silla, un pizarrón, una
determinada disposición de los bancos, la presencia (o ausencia) de libros, las
paredes (y lo que haya -o no- “pegado” en ellas), el uso (o no) de dispositivos
electrónicos, son todos elementos que denotan
una concepción del aprendizaje, del rol docente, de lo que se espera de l@s
estudiantes, en fin, del sentido último (o primero) de la Educación.
Es cierto que la mayoría de nosotr@s no “elegimos”
el tipo de sillas que hay en nuestras aulas, ni podemos “decidir” que se puede
(y no) hacer con las paredes, ni siempre tenemos la posibilidad de “salir” del
aula y hacer la clase en otro lugar, pero eso
no significa que no podamos cambiar nada de esto.
Por empezar, podemos (y probablemente debamos) reflexionar sobre las estructuras (y los
elementos) de nuestros “espacios de aprendizaje” para saber qué es “lo que
dicen”, lo que condicionan y lo que determinan, de nuestras prácticas y de las
prácticas de nuestr@s estudiantes. Y una vez que hayamos reflexionado sobre
el tipo de aprendizaje, el tipo de estudiantes, el tipo de docentes y los tipos
de vínculos que esos “espacios” favorecen, podemos (y debemos) proponernos cambiarlos en la dirección que
mejor dé cuenta de los procesos (vinculares y de aprendizaje) que deseamos que
ocurran en nuestras clases. No son poc@s l@s que aseguran que una
“habitación” cuadrada, sin nada en las paredes, con 20 ó 25 sillas fijas (con
sus respectivas “mesitas” para apoyar “sólo” un cuaderno y copiar) que miran
todas hacia donde el docente habla (o peor, dicta) no parece ser el “espacio” más propicio para aprender (casi) nada
pero está en (cada un@ de) nosotr@s, l@s
docentes y l@s estudiantes, transformar esos “lugares”, en “espacios de
aprendizaje”, en verdaderos espacios de vivencias, de experiencias, de
(trans)formación individual y colectiva.
Es preciso responder ahora, una vez más (y como lo
hicimos en su momento) al título de una entrada del año pasado: “¿Quién dá el primer paso?”
La respuesta a esa pregunta vuelve a ser la misma:
“Nosotr@s!!!”
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