martes, 6 de septiembre de 2022

Parafraseando a Jorge Larrosa: llamar la atención de nuestres estudiantes hacia nuestro mundo en un doble acto de amor.

 

En el libro, “Esperando no se sabe qué. Sobre el oficio de profesor” (segunda “entrega” de una “trilogía del oficio” que empieza con “P de profesor” y termina con ”El profesor artesano”), Jorge Larrosa homenajea a les profeseres que (como él mismo dice), “contra viento y marea, continúan haciendo bien su trabajo y levantando diques en escuelas, institutos y universidades públicas para que el mundo no se deshaga y el suelo en el que crecen los niños y los jóvenes no sea del todo hostil”.

El libro todo (recomendamos su lectura completa) es una defensa del “oficio de profesor” (y de su papel en la defensa de una “Escuela” que “haga escuela”) en oposición a una “reconversión de los profesores en gestores emocionales y animadores de aula” y a un “capitalismo cognitivo, ese que se fundamenta en el aprender a aprender, en las competencias y en las inteligencias múltiples”.

Pero en este caso la invitación es a leer un párrafo del libro, un párrafo que nos invita a reflexionar sobre la importancia de “capturar la atención” de les estudiantes y de trabajar sobre su “voluntad” al “disciplinar” esa atención y dirigirla (amorosamente) hacia un “algo” que merece esa atención.

Se trata de un párrafo que recupera esa “arendtiana” idea del “doble amor” (sobre la que escribimos en http://asifuimosaprendiendo.blogspot.com/2018/10/hannah-arendt-el-mundo-la-vida-los.html) al proponer que “atender” a ese “algo” hacia el cual les docentes “dirigimos” la atención de nuestres estudiantes, es un modo de hacerlo “real” y, al mismo tiempo, “amable”.

 

En el capítulo 3, “Inactualidad de un arte griego”, en el que Jorge nos invita a (re)pensar nuestros ocios, nuestros retiros, nuestros juegos, nuestros ejercicios, nuestras atenciones, nuestras lecturas y nuestros amores, a partir de interesantes (re)lecturas de textos de otros autores entrelazados con sus propias palabras, el autor “trae” algunas ideas de Simone Weil (a propósito de los ejercicios escolares como “gimnasias o disciplinas de la atención”) y escribe: 

“Toda educación es, primero, una captura de la atención a través de dirigirla hacia un objeto determinado: atiendan ustedes a esto y desatiendan esto otro; segundo, un trabajo sobre la voluntad encaminado a sostener, a orientar y a disciplinar esa atención previamente capturada: continúen ustedes atentos, no desconecten tan rápido, sigan ahí; tercero, un trabajo sobre el amor, sobre eso que tiene existencia y consistencia y, por eso, merece atención. Atender a algo es al mismo tiempo hacerlo ‘real’ y hacerlo ‘amable’.” 

Tenemos que capturar la atención de nuestres estudiantes. Tenemos que dirigir esa atención hacia objetos determinados, hacia ciertas porciones del mundo, hacia (nuestras) materias de estudio. Tenemos que realizar un trabajo sobre la voluntad de nuestres estudiantes, para disciplinar esa atención.

Como docentes y como estudiantes, tenemos que “hacer realidad” el mundo, cuidarlo y hacerlo amable. Es que la idea de cuidar ese mundo, que tiene existencia y consistencia, y que merece (nuestra) atención, se trata (justamente) de llamar la atención de nuestres estudiantes hacia (partes de) ese mundo “real” en un “doble acto” de amor: a las futuras generaciones y al propio mundo.


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