En el libro, “Perfiles
ético políticos de la Educación”, Carlos
Cullen se propone (y nos propone) reflexionar
sobre varias cuestiones relacionadas con el fundamento de la Educación, como la cuestión de la justicia en las políticas públicas, la intrínseca relación de la Educación con
los derechos humanos y la
importancia de las categorías de ciudadanía y de sujeto moral como
responsabilidades educativas.
El libro todo (recomendamos su lectura completa) es una invitación a la reflexión sobre la dimensión ético política de la Educación y sobre las maneras en que esa dimensión incide en las prácticas educativas y en la tarea docente.
Pero en este caso la invitación es a leer un párrafo del libro, un párrafo bien breve pero, a la vez, cargado de conceptos, de categorías de análisis y, sobre todo (y como es una costumbre en los textos de Cullen), de esperanza.
Se trata de un párrafo que al mismo tiempo que nos invita a liberar una “Educación posible”, nos recuerda el carácter eminentemente ético (y político) de la tarea docente y la importancia de habilitar el acontecimiento para emancipar las subjetividades.
En el capítulo “La educación como mediación normativa en la formación del sujeto moral”,
en el título “Etica y educación: ¿un
problema de psicoanálisis aplicado?”, en el que Carlos Cullen reflexiona sobre el malestar en las Escuelas (como
parte de un cierto malestar en la cultura y como consecuencia de que “la educación es una de las tareas
imposibles”) el autor nos invita
a deconstruir críticamente la pretendida neutralidad de un discurso educativo
instalado en un orden simbólico dominador y escribe:
“Se trata de deconstruir lo educativo posible, para liberar la Educación posible. Y ésta es una tarea estrictamente ética: hacernos dignos del acontecimiento y emancipar la subjetividad, para que pueda imaginar órdenes simbólicos alternativos.”
Tenemos que apostar
a esa deconstrucción de “lo educativo”. Tenemos que “hacernos dignos del acontecimiento”, habilitándolo y recibiendo (hospitalariamente) a la Otredad,
sin reducirla a la totalidad de nuestra mismidad. Tenemos que trabajar todos los días por la emancipación!
Y tenemos que imaginar esos posibles órdenes simbólicos alternativos, con memoria y con esperanza, porque como alguna vez dijo Carlos Cullen: “se trata de moverse con memoria (no nostalgia) y esperanza (no delirio), en una práctica docente que se mueva entre huellas socio-históricas y horizontes emancipadores”.
Como docentes y como estudiantes, tenemos que movernos entre esas huellas socio-históricas y esos horizontes emancipadores, deconstruyendo ese discurso educativo instalado en un orden simbólico dominador, porque sólo así seremos dignos del acontecimiento y porque sólo así podremos liberar la Educación posible.
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