martes, 4 de octubre de 2022

Parafraseando a Jacques Ranciere: emancipar a nuestres estudiantes invitándoles a estudiar pero sin preocuparnos por lo que aprenden.

 

En el libro “El maestro ignorante” (sobre el cual escribimos muchas veces en este Blog), Jacques Ranciere recupera la historia de Joseph Jacotot (pensador del siglo XIX) y su experiencia pedagógica (proclamar la emancipación intelectual, enseñando lo que él ignoraba y oponiéndose a la idea de un maestro explicador), utilizando esta “aventura intelectual” para resignificar términos como “igualdad”, “embrutecimiento” o “emancipación” y, así, invitándonos a (re)pensar el rol docente y las prácticas educativas.

El libro todo (recomendamos su lectura completa) es una invitación a la reflexión sobre la praxis pedagógica y siempre genera mucha discusión (entre docentes) por defender, tan clara y radicalmente, ideas como la igualdad de las inteligencias, el carácter embrutecedor de las “explicaciones”, la igualdad como punto de partida (y no de llegada) o la emancipación intelectual.

Es un libro maravilloso plagado de frases e ideas que serían más que interesantes para “parafrasear” en esta “sección” pero que ya hemos discutido y/o compartido en otras ocasiones, por lo que en este caso la invitación es a leer un párrafo del libro, un párrafo que se “mete” con una de las ideas (inicialmente) más resistidas, por asociársela rápida (y desontextualizadamente) con la “evaluación” y, en esa línea de pensamiento, con la “acreditación”.

Se trata de un párrafo que (nos) propone a les docentes emancipadores despreocuparnos por lo que les estudiantes (emancipándose) aprenderán y, en lugar de eso, poner el énfasis en ayudarles a reconocer su potencia y su capacidad de aprender cualquier cosa.

 

En el capítulo 1, “Una aventura intelectual”, en subtítulo “El círculo de la potencia”, en el que Jacques Ranciere ofrece un interesante análisis de la Jacototiana idea de que “se puede enseñar lo que se ignora, si se emancipa al alumno, es decir, si se lo obliga a usar su propia inteligencia”, pensada no como un método de “instrucción” sino como el anuncio de una buena nueva los pobres (“podrás todo aquello que puede un hombre”), el autor escribe:

“Quien emancipa no tiene que preocuparse por lo que el emancipado debe aprender. Aprenderá lo que quiera, tal vez nada. Él sabrá que puede aprender porque la misma inteligencia está obrando en todas las producciones del arte humano, porque un hombre siempre podrá comprender la palabra de otro hombre.” 

Tenemos que trabajar por la emancipación intelectual (nuestra y) de nuestres estudiantes, tenemos que “obligarles” a usar su propia inteligencia, participando del anuncio de esa “buena nueva”: “podrás todo aquello que puede un hombre”.

Y tenemos que hacerlo invitándoles a estudiar pero sin preocuparnos por lo que nuestres estudiantes aprenden. Sí, tenemos que dejar de preocuparnos por lo que nuestres estudiantes aprenden. Aprenderán lo que quieran… Tal vez nada!

 

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