En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 7 de Agosto de 2017:
¿Qué pensaría la sociedad (por no decir “la gente”) de una Escuela secundaria en la que ningún estudiante de ningún año se llevara jamás ninguna materia a Diciembre? ¿Qué pensarían l@s propi@s docentes de esa Escuela, las propias autoridades, l@s propi@s estudiantes y sus familias?
¿Qué pensaría la comunidad académica de una Facultad (de una Universidad) en la que ningún estudiante de ningún año desaprobara jamás el examen final de ninguna materia de la carrera? ¿Qué pensarían l@s propi@s docentes de esa Facultad, las propias autoridades, l@s propi@s estudiantes y sus familias?
L@s dejamos pensar un rato y seguimos…
¿Lo pensaron? ¿Qué creen que pensarían esos actores? ¿Qué pensarían ustedes mism@s? ¿Qué sentirían?
L@s dejamos, como diría el genial (y extrañado) Eduardo Galeano, “sentipensar” un poco más y seguimos…
¿Lo pensaron? ¿Qué pensarían ustedes mism@s? ¿Qué sentirían?
En serio. Si quieren detengan aquí la lectura, dénse un tiempo para pensar (y tal vez escribir) y retomen la lectura en otro momento. Como cuando Adrián Paenza nos propone a mitad de sus notas en Página 12 que no avancemos en la lectura, que pensemos, que no leamos la “solución”, que nos demos (el tiempo y) la oportunidad de pensar.
En este caso, lo que sigue no implica ningún tipo de “solución” pero aún así ensaya, no una respuesta pero sí, una manera de pensar la pregunta, por eso insistimos en que lo piensen a ver qué sale.
Ahora sí… ¿Qué pensaría la sociedad (por no decir “la gente”) de una Escuela secundaria en la que ningún estudiante de ningún año se llevara jamás ninguna materia a Diciembre? ¿Qué pensarían l@s propi@s docentes de esa Escuela, las propias autoridades, l@s propi@s estudiantes y sus familias? ¿Qué pensaría la comunidad académica de una Facultad (de una Universidad) en la que ningún estudiante de ningún año desaprobara jamás el examen final de ninguna materia de la carrera? ¿Qué pensarían l@s propi@s docentes de esa Facultad, las propias autoridades, l@s propi@s estudiantes y sus familias?
Dice Philippe Meirieu que “el objetivo de las escuelas democráticas, como la escuela argentina, es hacer acceder, no a una parte de los alumnos, sino a la totalidad de los alumnos a una ciudadanía lúcida” y agrega que, como eso significa que su principio de funcionamiento no es más el de la selección sino la formación de todos, esto “plantea una verdadera dificultad psicológica y política para los docentes” ya que “vivimos con el recuerdo de un sistema donde el fracaso de una parte de los alumnos es una suerte de garantía del éxito de los otros”. El reconocido pensador francés agrega que “las democracias son ambivalentes respecto a sus escuelas porque quieren a la vez que todos los alumnos aprueben pero cuando todos aprueban sospechan a las escuelas de ser demagógicas y de no asumir claramente su función de selección y de preparación para las funciones sociales”.
De nuevo, por si pasó desapercibido en la lectura de las palabras de Meirieu: “el fracaso de una parte de los alumnos es una suerte de garantía del éxito de los otros”. Terrible, ¿no?
¿No se supone que una de las funciones de las instituciones educativas (tal vez la menos importante pero, seguramente, la más valorada y reclamada por propios y extraños) y uno de los objetivos de los docentes (tal vez el menos importante pero, seguramente, el más valorado y reclamado por propios y extraños) es lograr que l@s estudiantes “aprendan” los contenidos de los programas de sus materias?
Y, ¿no se supone que si las instituciones educativas (y sus docentes) realizaran (relativamente) bien esa tarea y l@s estudiantes (efectivamente) aprendieran deberían luego, sin mayores problemas, aprobar todas las evaluaciones (medianamente honestas) que tengan por objetivo demostrar que l@s estudiantes aprendieron lo que (de haber ocurrido todo lo anterior) efectivamente “aprendieron”?
Y ahora, ¿qué pensarían de una Escuela secundaria en la que ningún estudiante de ningún año se llevara jamás ninguna materia a Diciembre? ¿Qué pensarían de una Facultad (de una Universidad) en la que ningún estudiante de ningún año desaprobara jamás el examen final de ninguna materia de la carrera?