En esta primera parte de
este nuevo año
escolar/académico en el que esperamos seguir
reflexionando, seguir discutiendo
y seguir (trans)formándonos como
docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más
significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una
de las entradas publicadas los años anteriores,
como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 7 de Octubre de 2014:
Muchas veces, cuando se consulta a l@s docentes por cuestiones de su práctica o por la posibilidad de realizar modificaciones, cambios, mejoras o innovaciones, la respuesta (negativa) apela a la “falta de tiempo”. Si bien en una entrada anterior ya profundizamos sobre esta cuestión de “el tiempo de clase” y “el tiempo de aprender”, ahora queremos darle otra vuelta de tuerca.
Si le preguntamos a es@s (much@s) docentes “¿para qué no les alcanza el tiempo?”, seguramente la mayoría de las veces recibamos como respuesta: “para llegar a cubrir todo el programa” o “para llegar a ver todos los temas”. A esta altura resulta casi una obviedad recordar(nos) que un “programa de contenidos” es de por sí un “recorte” más o menos fundamentado pero siempre revisable, modificable, mejorable y, sí, aunque a much@s no les guste, (aún más) recortable.
Por suerte aparecen (cada vez más) voces disonantes que proponen que, en términos de “cantidad” de contenidos, “menos es más”.
Si bien entendemos el sentido de esta idea, sabemos perfectamente que menos no es (ni puede ser) más, pero creemos que puede ser mejor. Decir que menos no es más es, también, aceptar que estamos dispuest@s a recortar y a “dejar afuera” muchos temas, porque nos interesa más que nuestr@s estudiantes aprendan algunos (pocos) temas, a que nosotr@s les enseñemos muchos temas.
Acá aparece otra vez la idea del sentido o el objetivo de la Educación. Si bien no creemos que el objetivo de la Educación sea (únicamente) el propiciar o facilitar ciertos (¿muchos?) aprendizajes disciplinares, entendemos a quienes piensan esto y aún así estamos convencid@s de que, incluso para cumplir ese objetivo “menos no es más pero puede ser mejor”.
¿Qué creen ustedes que es “mejor”: que l@s docentes enseñemos 7 u 8 temas en un mes o que l@s estudiantes (efectivamente) aprendan 1 ó 2 temas en ese mismo tiempo?
Acá vuelve a aparecer la idea del tiempo. Y sí, el tiempo (el tiempo de clase, el tiempo de estudio, el tiempo de aprendizaje) es finito, es limitado y eso nos obliga a decidir, a priorizar, y sí, aunque a algun@s les cueste mucho, a recortar. Valga una analogía para profundizar en esta idea. Supongamos que volvemos de un viaje y tenemos 10 minutos para compartir con un amigo que quiere que le contemos cómo la pasamos y ver las fotos. Podríamos hacer (al menos) dos cosas: mostrarle las 600 fotos digitales (muchas de ellas movidas, otras repetidas, otras no muy relevantes) a una velocidad de (literalmente) una por segundo o mostrarle las 3 fotos más representativas y usarlas para contarle cómo la pasamos, qué nos pasó, cómo nos sentimos y charlar con él. No sé qué piensan ustedes pero la segunda opción parece tener mucho más sentido.
Lo que estamos intentando decir es que para cumplir con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan ciertos contenidos disciplinares específicos, la idea de que éstos sean muchos en poco tiempo no parece ser la más efectiva. Al menos no si pretendemos que recuerden algo más allá del momento de la evaluación o que puedan “hacer algo” con eso que aprendieron.
La mayoría de las veces no podemos cambiar “el tiempo”: el tiempo que dura una clase, el tiempo que dura una cursada, el tiempo del que disponen l@s estudiantes para estudiar o el tiempo que tenemos para contarle a nuestro amigo cómo nos fue en el viaje y mostrarle las fotos. Pero sí podemos cambiar el “recorte”: elegir las fotos más significativas de nuestro viaje, seleccionar los contenidos más relevantes o más abarcativos de nuestra materia, estar dispuest@s a “sacrificar” muchas fotos del viaje (que a nosotr@s nos gustaron), pensar cuáles de los contenidos de nuestra materia no son tan importantes, hacer el ejercicio de pensar qué fotos son las que mejor dan cuenta de cómo nos sentimos en el viaje, pensar qué contenidos de nuestra materia pueden representar aprendizajes más significativos para nuestr@s estudiantes.
No creemos de ningún modo en la falacia de que menos es más pero sí en la idea esperanzadora (y relativamente fácil de poner en práctica) de que menos (contenidos disciplinares en un mismo y determinado tiempo) puede ser mejor.
Y créannos que funciona!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario