miércoles, 13 de abril de 2016

Estrategias lúdicas en la Universidad... ¿lo qué? (Primera Parte) Por Elsie Aubert *


En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 20 de Agosto de 2013:

Decirles que el juego es la forma natural que tiene el niño/a de aprehender el mundo, construir su subjetividad y saber quién es, es una de las maneras de transmitir que Jugar es esencial para el desarrollo integral del Ser Humano, lo cual no es una novedad, ya que Juego y Arte son tan viejos como la historia del Hombre1.

¿Cómo es que a medida que crecemos, nuestras experiencias lúdicas se van cristalizando, escondiéndose en los laberintos que pueblan la memoria y vamos dejando que las responsabilidades de ser adultos nos quiten frescura? ¿Por qué hemos dejado tiempos y espacios lúdicos significativos atrás, no dándonos permisos para jugar, para recrear, para inventar y multiplicar el permiso en Otros? ¿Cuál es el motivo por el que desarrollamos nuestras profesiones con los sentidos dormidos dando paso a la receta, la repetición, la imposibilidad de vivir tiempo libre sin llenarlo de actividades dirigidas?

“El juego”, en general (sabemos que hay excepciones) es visto como el cuco de las prácticas docentes universitarias. Está ahí, pero nos aterroriza: lo banalizamos, desjerarquizamos; lo confundimos con algo poco serio, o que nos desautoriza... Nos parece que solo está bien para el jardín de infantes, nivel educativo en el que está permitido jugar, donde el juego es “el” lenguaje de comunicación.

El diseño curricular para este nivel, propone los campos de experiencia a partir de los cuales los docentes transferirán aprendizajes, estimula a las prácticas creativas que incluyen la implementación de los lenguajes expresivos tales como la expresión corporal, los juegos teatrales o la música. También instruye acerca del juego/los juegos/lenguajes expresivos, como potenciadores de vínculos sanos y desarrolladores de la subjetividad del niño/a colocando al docente en múltiples planos mediante la integración de todos los derechos del niño, de los cuales, el Derecho a Jugar tiene el mismo estatus que el de tener un nombre o una casa.

Ahora bien, una tensión existente desde hace muchos años es la fractura que se produce entre la salida del nivel inicial, el ingreso a la primaria y todo su trayecto en relación a la organización, los tiempos y los espacios que se le otorga al juego y los lenguajes expresivos una vez que el niño/a ha finalizado su etapa en preescolar. A partir de allí y aunque la currícula lo exprese “el Jugar x Jugar”, “los juegos” se van angostando en las propuestas hasta quedar reducidos a la motivación para aprender un contenido o los permisos en el recreo, dejando de lado la importancia vital de instalar rupturas felices donde la expresión singular de cada niño/a no quede encerrada solamente en “ser alumno”.

Así como no podemos pensar en un niño/a como una persona constituida por compartimentos estancos que son estimulados de manera diferenciada por cada una de las experiencias de contenidos a transferir, tampoco es posible prescindir del desarrollo humano, creativo y saludable del docente, como si docente y persona fueran cuestiones diferentes al momento de planificar o dar la clase.

Cuando revisamos nuestra propia práctica docente, nos preguntamos (¿nos preguntamos?) al ver las distintas producciones y proyectos realizados a través de los años, si estamos transfiriendo adecuadamente contenidos y, en el mejor de los casos, si la metodología que utilizamos es la propicia para la situación de enseñanza aprendizaje que estamos generando.

La pregunta, en general surge cuando hay un registro de la devolución del Otro en relación a nuestras propuestas y es ahí cuando aparece lo incómodo, aquello que nos muestra las zonas opacas de nuestras prácticas, sin ánimo de develarse, luego de años y años de utilizar los mismos recursos para las mismas actividades, porque es algo probado y “da resultado”.

Quizás podríamos seguir indagando y armando nuestros propios arboles de respuestas posibles ante cada interrogante, por ejemplo, si tal estrategia que utilizamos hace x cantidad de años nos da x resultado: ¿a qué estamos llamando resultado? ¿a la comprobación escrita u oral de un aprendizaje en situación de examen? ¿ese resultado tiene en cuenta el punto de partida de cada persona? ¿está estructurado en base a las expectativas para la materia? ¿Puedo hacer algo desde la propuesta para que ese resultado se transforme? ¿ES EL RESULTADO ESPERADO POR QUIEN?

Continuará (la semana que viene)…

* Elsa B Aubert (Elsie) (@ebaubert) es Licenciada en Educación y Ludoeducadora. Actriz y Narradora Oral. Se desempeña actualmente en la Dirección de Programas de la Asociación Civil IPA Argentina, por el Derecho del niño/a a Jugar. Es Docente Formadora del Instituto IPD C-217 de la misma Asociación en Juego, Lenguajes expresivos, Pedagogía Lúdica y Alfabetización Integral. También se desempeña como tutora virtual en los cursos CITEP. Es fotógrafa aficionada con proyectos particulares en desarrollo.

1 Diversidad de autores como Huizinga, Froebel, Montessori, Vigotsky o Bruner han inspirado a quienes son algunos de mis referentes en el tema hoy día: Francesco Tonucci, Patricia Sarlé, Chiqui Gonzalez, Raimundo Dinello, Beatriz Caba, Gabriela Luján y todos los profesionales de IPA Argentina con los cuales compartimos una misión, ideas y proyectos.

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