En este 2015 el Blog espera, una vez más,
incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación
y los aprendizajes. Además de las
(ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes y estudiantes)
y de los textos escritos en colaboración, queremos
seguir (re)pensándonos a partir de textos que reflexionen sobre “cómo
aprendemos”.
Como dijimos en entradas anteriores, pareciera ser
que much@s docentes creemos (con las
mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y
obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s
estudiantes aprendan.
Sin embargo, no
tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para
aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender en nuestras materias.
Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de
tuerca a esta reflexión a partir de relatos,
en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s
estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos
aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez
más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente
escribió Eliana Monárdez *.
Para empezar, Eliana
nos cuenta de una experiencia que tuvo en la escuela secundaria y que la marcó
para el resto de su trayectoria a académica y hace hincapié en algo en lo que
insistimos bastante desde este Blog que es el trabajo en grupo como dinámica
potenciadora de los aprendizajes compartidos: “Hace
ya un par de años, cuando todavía estaba en la escuela (en mi provincia, San
Juan), me entere de un curso que hacían en la biblioteca más importante de
allá, sobre Técnicas del Aprendizaje. La idea me gustó porque ya faltaba poco
para comenzar mi vida universitaria y yo sentía que en la escuela no me
enseñaban cómo debía estudiar, sino, a memorizar. Me asustaba la idea de
encontrarme luego con libros enteros y enormes para estudiar, y no poder con
ello. Al hacer el curso me di cuenta que habían un montón de cosas que hacía
mal, porque literalmente TODO lo memorizaba, claramente mi técnica no era la
adecuada. Aprendí, entre las cosas que recuerdo a estudiar de día con la luz
del sol sobre la hoja y no una lámpara que me fríe los ojos, a hacer mapas
conceptuales y entender que un mapa no lleva texto, sino palabras, a poner notas
al margen de los párrafos, a resumir, a darme recreos en mi tiempo de estudio
porque cuando uno lee por leer (sin comprender) solo pierde el tiempo. Todo lo
que aprendí lo comencé a implementar en mi estudio escolar, hay cosas que me
servían y otras que no, pero fue de mucha ayuda. En la facultad continué aplicando
lo que había aprendido pero tengo una manía que es querer resumir y escribir
mis resúmenes, cosa que para el estudio me sirve un montón pero el tiempo no lo
permite y más aun cuando uno va avanzando en la carrera; entonces trato de
sacarme eso de a poco. Por otro lado el hecho de estudiar en grupo es algo muy
importante para mí, porque a veces uno está desganado o desconcentrado a la
hora de sentarse a leer, en cambio al estar en un grupo se siente una
responsabilidad diferente y entre nosotros nos alentamos a continuar. También
el hecho de hablar entre nosotros mejora nuestro vocabulario y nos ayuda a
buscar las palabras correctas para explicar algo, ya que, muchos de los finales
de la carrera son orales y el hecho de no poder verbalizar nuestro conocimiento
es un GRAN limitante, entonces es algo que también debemos aprender”. Cuando
reflexiona sobre sus aprendizajes “no académicas”, Eliana reivindica la observación, la atención, la repetición y
fundamentalmente el “hacer uno mismo”: “La verdad es
que nunca me senté a plantearme como aprendo las cosas de la vida cotidiana. Antes
de ingresar a la facultad estuve unos meses aburrida y ayudaba a mi novio en su
negocio. El tiene un local de reparación de cosas electrónicas, entonces ahí me
planteé el hecho de aprender a hacer algunas cosas, dentro de todo sencillas
para que el tiempo pase más rápido. Yo creo que observando se aprende
muchísimo, entonces así aprendí algunas cositas chiquitas, ya que claramente la
electrónica no es lo mío; como cuando uno ve a su mama cocinando o haciendo las
tareas de la casa, creo que no hay mejor manera de aprender que esa. Observar,
prestar atención y luego intentar hacerlo, cometiendo errores claro, pero esa
es la idea. Por otro lado, si tengo que aprender algo que no sea un
procedimiento por lo general utilizo las mismas reglas mnemotécnicas que para
la carrera. Aunque todavía no me aprendo mi numero de celular! Me resisto!”.
Eliana vuelve sobre la
importancia de hacer las cosas, de intentar, de equivocarse y de volver a
intentarlo pero agrega algo bien interesante que tiene que ver con la
profundidad con que fundamentamos (o intentamos fundamentar) las acciones que
estamos aprendiendo: “En mi caso no sé si haya
muchas diferencias entre las técnicas que utilizo para aprender contenido
académico y contenido de la vida cotidiana, como comenté anteriormente creo que
en la vida uno aprende más que nada procedimientos: como andar en bicicleta, como
atarnos los cordones, como jugar a las cartas, etc. Y para aprender esto no hay
nada mejor que intentar realizarlo, como cuando en la facultad hacemos trabajos
en el laboratorio, observamos con atención y luego intentamos reproducirlo.
Creo que la diferencia puede ser la profundidad del fundamento, porque en la
carrera nos planteamos o nos plantean los profesores continuamente la idea de
fundamentar nuestros conocimientos, en cambio en la vida cotidiana no nos
planteamos ¿Por qué el nudo de los cordones es ese y no otro? Solo lo hacemos
porque así nos enseñaron nuestros padres”.
Finalmente, Eliana
nos deja una interesante reflexión (que le generó la propuesta de escribir este
texto) para seguir (re)pensado(nos) y repensando nuestras prácticas de
enseñanza y de aprendizaje: “El hecho de plantearme
estas preguntas me resulto muy interesante, uno no suele ponerse a pensar estas
cosas, sino que simplemente las hacemos. Y la idea de replantearnos ¿cómo
aprendemos? creo que es muy importante, deberíamos preguntárnoslo más seguido
para saber si estamos haciendo las cosas bien y pensar que podemos hacerlas
mucho mejor. Creo que las respuestas a esa pregunta son infinitas y sobre todo
muy subjetivas, lo importante es que cada uno busque su manera de aprender y
sobre todo de incorporar ese conocimiento de manera que, al avanzar en la
carrera, o así mismo en la vida, nos acompañe como una adquisición y que no
quede atrás como una materia aprobada”.
* Eliana Monárdez es estudiante de veterinaria
en la Universidad
de Buenos Aires, ama su facultad y sobre todo su carrera. Es de San Juan y se le dificulta mucho en la
ciudad, no soporta que las personas se olviden del “por favor” y el “gracias”.
Tiene novio hace casi 4 años y una gata/hija. Futuro título: Veterinaria.
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