Somos much@s l@s que siempre decimos que nos
sentimos orgullos@s de desarrollar
nuestra tarea (en docencia, en investigación y en extensión) en la Universidad de Buenos Aires; una
Universidad pública, no arancelada, inclusiva, cogobernada y
de ingreso irrestricto. Pero no
somos poc@s l@s que también pensamos (decimos e intentamos obrar en
consecuencia) que debe ser cada vez más
pública, cada vez más “no
arancelada” (y esto incluye a los posgrados y cursos extracurriculares), cada vez más inclusiva, cada vez más (y mejor) cogobernada y cada vez de un ingreso “más irrestricto”.
No somos ingenu@s y sabemos que la Universidad (o
al menos lo que simboliza o representa esta “construcción”) no es, por
definición, popular sino todo lo contrario: fue, es y será una institución “de
élite” (o “de las élites”) con el objetivo último (o primero) de reproducir el
status quo y las relaciones de poder imperantes en la sociedad.
Es cierto que en esta última década en nuestro
país ocurrió una enorme transformación
en este sentido, con la creación de nueve Universidades Nacionales y el notable
crecimiento de las llamadas “Universidades del conurbano”, con una enorme tasa de estudiantes (y egresad@s) primera
generación de universitari@s y con la
esperanza que esto supone para las trasformaciones, que estos nuevos profesionales puedan producir en nuestra sociedad.
Sin embargo, no es menos cierto que la Universidad
de Buenos Aires (fiel a su “tradición”) se ha mantenido bastante ajena a estas cuestiones, a pesar de
algunas decisiones “institucionales” (de dudosa y discutible implementación),
como la (inminente) creación de escuelas secundarias destinadas a jóvenes que
viven en zonas con (muchos) derechos vulnerados (cosa que otras Universidad ya
venían haciendo), los proyectos de voluntariado (muchos de ellos sólo “para
rellenar” el CV de algun@s docentes), algunas prácticas de extensión o las
(novedosas y controversiales) prácticas sociales supervisadas.
Aún así, much@s
“elegimos” desarrollar, con convicción y esperanza, nuestra tarea en la Universidad
de Buenos Aires porque estamos convencid@s de que es “el lugar” desde el
cuál tenemos que librar esta batalla. En este sentido Jorge Larrosa dice que “hay que trabajar en la Universidad pero contra la
Universidad, convertirse en agentes dobles y, sobre todo, cultivar espacios
fuera, transitar entre el afuera y el adentro, introducir en la Universidad lo
que no es Universidad, lo que es heterogéneo a sus lógicas y sacar de la
Universidad a las personas y a los saberes, hacer con ellos otras cosas, en
otros lugares, de otras maneras”.
Se trata de construir la Universidad que queremos,
la Universidad que soñamos, una
Universidad pública en el mejor (y más literal) sentido de la expresión: una
Universidad del Pueblo y para el Pueblo. Es como dijo el Comandante Ernesto “Che” Guevara en
aquel célebre discurso al recibir el doctorado honoris causa de la Universidad Central de las Villas: “la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de
obrero, de campesino, o quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y él
pintará la Universidad con los colores que le parezca.”
Como siempre decimos, no nos gusta la idea de
“excusarnos” en las instituciones y en todo aquello que “no nos dejan hacer” la
escuela, la Universidad o el sistema educativo. No nos gusta lo “impersonal”
que suena la idea de “la Universidad”. Preferimos “levantar el guante” y
hacernos cargo de que, en algún punto y de alguna manera, nosotr@s somos la
escuela, la Universidad, el sistema educativo. No es “la Universidad” (por sí misma como un ente impersonal) la que se va a pintar de pueblo, somos
nosotr@s l@s que debemos pintarla.
La Universidad
de Buenos Aires somos tod@s: l@s estudiantes, l@s docentes, l@s no
docentes, la sociedad toda. Y es por eso
que allí donde el Che decía, sobre la Universidad, “que se pinte”; nos
proponemos decir (y actuar en consecuencia) sobre la Universidad de Buenos
Aires: “Pintémosla nosotr@s”!!!
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