¿Quién es más importante en una obra de teatro?
¿El actor que la protagoniza o el espectador que la mira? ¿Quién es más
importante en un partido de futbol? ¿El goleador
del equipo o el hincha que alienta?
¿Quién es más importante en un concierto de música? ¿El cantante o el fan que
corea las canciones?
Bueno, no es la intención de este texto responder
a estas preguntas pero por ahora sigámonos la corriente para ver si llegamos a
algún lado.
L@s docentes solemos ser personas a las que nos gusta (o al menos no nos molesta) esa situación
en la que un grupo de gente nos mira y espera que digamos o hagamos algo.
Tremenda responsabilidad, no? Jorge
Larrosa dice que María Zambrano
habla de un “temor” (bien entendido)
por ese silencio que se produce en el primer encuentro con un grupo de
estudiantes que está ahí y ponen, para nosotr@s, tres cosas esenciales: su presencia, su silencio y su atención.
Fuerte, no? Pero volvamos a la idea original. A (la mayoría de) l@s docentes
nos genera cierto placer esa situación pero l@s docentes no somos actores
(aunque nuestra tarea requiera cierta cuota de “acting”), ni futbolistas
(aunque tengamos la suerte de vivir de algo que nos apasiona), ni cantantes
(aunque parte de nuestra tarea se trate de “traducirnos” y “contratraducirnos”
con “otr@s”). L@s docentes estamos ahí
parad@s “para algo”. Ese algo no es entretener, no es generar admiración,
no es deslumbrar a nadie (aunque un poco de todo eso pueda servir para motivar
a l@s estudiantes o para construir espacios de aprendizaje). L@s docentes estamos ahí parados para
facilitar aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@s estudiantes
(cada vez más autónomos).
Como ya citamos en alguna otra entrega de este
Blog, una vez el Profesor Néstor
Rebecchi dijo una frase más que elocuente en relación a esto: “No nos pagan por enseñar, nos pagan para que
l@s estudiantes aprendan”. Para esto es necesario tener una determinada
concepción del aprendizaje, de la enseñanza y del rol del docente que puede
dolernos (sí, dolernos), que debe necesariamente “bajarnos del pedestal” (en el
que nunca debimos haber estado), que nos saca del centro de la escena y hiere
nuestro ego pero que es un requisito absoluto para (trans)formarnos como
verdaderos facilitadores de los aprendizajes de nuestros estudiantes. Esto no
significa dejar de actuar, ni dejar de esforzarnos por cumplir con nuestros
objetivos, ni dejar de (hacer de todo para) motivar a nuestr@s estudiantes. Más
bien significa tener presente en todas
nuestras acciones y en todas las decisiones pedagógicas que tomamos como
docentes, esa idea tantas veces repetida por el ya famoso (por sus charlas TED)
Sir Ken Robinson: “Education
is not about teaching, it’s about learning”. Esto nos obliga a
replantearnos, entre otras muchas cuestiones, nuestros presupuestos, nuestros
objetivos, nuestras planificaciones, las actividades que proponemos y nuestras
formas de evaluar.
Porque aunque
nos quite el rol protagónico de la historia y ya no estén todas las miradas
puestas en nosotr@s, “La Educación no se trata de la enseñanza, se
trata de los aprendizajes” y, entones, sin duda, lo más importante son l@s estudiantes.
Totalmente de acuerdo Pablo, los actores educativos para los cuales nos debemos y que son nuestra responsabilidad que aprendan son los estudiantes. Considero que ellos son los actores y nosotros los directores de escena, ya que somos los responsables de que hagan un buen papel como ciudadanos en la sociedad del futuro. Saludos desde Monterrey, México.
ResponderEliminarJuany
Interesante aporte, Juana...
ResponderEliminarIgual creo que también tenemos que considerar la posibilidad de "ponerl@s en el lugar" de directores de escena, apuesto a que la escena saldría mucho mejor...
Gracias por comentar!!!
Salu2!!!
Pablo