martes, 22 de marzo de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Un territorio nuevo, el rediseño de mapas para no perdernos en el espacio virtual y la asombrosa construcción colectiva de prácticas mestizas (que cruzan fronteras de saberes, modalidades de trabajo y lenguajes) para incluir a todos, atendiendo a sus contextos sin naturalizar la desigualdad”. Por Mariana Ferrarelli *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 15 de Junio de 2021:


El 2020 confirmó muchas sospechas y aprendizajes que intuíamos y que se aceleraron con la pandemia, y se visibilizaron. Si, coincido en que fue un año complejo y difícil, pero a la vez lleno de descubrimientos y factores que permitieron enriquecer nuestras prácticas: aprendimos a confiar aún más en nuestros estudiantes, a trabajar de manera colaborativa con colegas, y lanzarnos al encuentro del otro para involucrarnos y comprometernos, todas cuestiones que ya hacíamos pero que ahora son la única alternativa. Pienso que todos descubrimos, por ejemplo, que podíamos hacer mucho más de lo que creíamos. Hablo de los estudiantes pero también de los docentes y las docentes. Y pudimos hacerlo porque la enseñanza es un proceso profundamente humano: en 2020 el desafío fue ir a buscar a nuestros alumnos y alumnas, sostenerlos, estar disponibles para ellos, apoyarlos para que puedan avanzar y no perder continuidad en sus aprendizajes. Y creo que de algún modo se logró. Faltaron muchas cosas, pero se hizo mucho también y yo elijo ver todo lo que pudimos hacer. Por eso creo que si tuviera que elegir una palabra para resumir el 2020 sería la de asombro, no porque me sorprenda lo que hicimos pero sí porque es asombroso lo que construimos en condiciones que no siempre son las más óptimas: hablo de la desigualdad en el acceso a la conectividad, de falta de dispositivos, de docentes que usaron sus equipos y sus datos del celular para poder llegar a sus estudiantes, en fin, de contextos desfavorables que navegamos a pesar de todo. 


De un día para el otro fuimos eyectados a un territorio desconocido que implicó aprender a manejar la incertidumbre, enfrentar nuestras inseguridades, y entender que el único camino es construir aprendizajes de manera colectiva y solidaria. Pensar en la idea de un territorio desconocido hace un tiempo me trae a la mente la distinción de Bateson entre mapa y territorio. Cuando uno es turista en una ciudad que no conoce el mapa resulta fundamental para orientar el recorrido y avanzar con pasos seguros hacia donde queremos llegar, por eso hay diferentes tipos de mapas. Estos mapas siempre son construcciones parciales y culturales, y representan una porción de lo que percibimos en el espacio. En 2020 como docentes nos quedamos sin mapas porque cambió el territorio completamente... entonces tuvimos que rediseñar el mapa que teníamos para no perdernos en el espacio virtual. Pensando ahora en los estudiantes, me pregunto qué mapas les ofrecemos para que naveguen en nuestras clases, para que representen su aprendizaje y estructuren sus experiencias: ¿mapas de un solo tipo, hechos de palabra escrita u oral? ¿O habilitamos mapas divergentes que incluyen imágenes, producciones sonoras, experiencias con redes sociales? Me pregunto qué muestran los mapas de nuestras clases pero también qué ocultan, cuáles son sus 'silencios cartográficos', como diría el historiador británico Harley. La pandemia nos interpeló para cambiar de mapas, rediseñarlos, diversificarlos. Así podremos ofrecer a nuestros estudiantes diseños más flexibles y abiertos para navegar el conocimiento e invitarlos a generar sus propias producciones como resultado del aprendizaje. Esto es lo que llegó para quedarse: la reflexión crítica sobre nuestro rol y sobre las propuestas que diseñamos para transformarlas y adaptarlas al nuevo contexto que siempre es contingente y transitorio. Los mapas cambian porque se transforma el territorio pero también porque con la pandemia nos volvimos nómades, vivimos en movimiento, cruzando fronteras entre saberes, modalidades de trabajo y lenguajes: a veces estamos en fase sincrónica y virtual… y probablemente dentro de poco pasemos gradualmente a la presencialidad física que se combinará con otras instancias.

Para pensar la bimodalidad me gusta hablar de prácticas mestizas por esta idea que apela a la mezcla étnica y multicultural. Prácticas mestizas que implican recombinación de saberes y roles, y el cruce de fronteras entre lo analógico y lo digital, lo sincrónico y lo asincrónico. Prácticas mestizas que ocurren en espacios carentes de territorio pero que aún así necesitan de mapas móviles para resultarnos inteligibles y amigables. Que ocurren en zonas de frontera donde se da la circulación hacia un lado y hacia el otro, e intercambios de sentido sobre qué es enseñar y aprender. Prácticas mestizas que ponen bajo sospecha la idea de pureza, los esencialismos, las verdades fundacionales, y apelan a la reconstrucción, la revisión del propio rol y la solidaridad con colegas y estudiantes. Se trata de maneras de ver la enseñanza como un lugar de intersección de identidades, culturas y lenguajes. No supone solamente hacer circular propuestas por entornos diversos, también planteamos una temporalidad alternativa que rompe con la simultaneidad y se adapta a las necesidades y contextos de cada estudiante. Prácticas mestizas que son profundamente políticas porque buscan incluir a todos atendiendo a sus contextos sin naturalizar la desigualdad. Muchas universidades en el mundo se están planteando el sentido de los edificios y las aulas físicas. Si hay procedimientos para demostrar o experiencias para realizar en el laboratorio por supuesto que la presencialidad está ciento por ciento justificada. Pienso materias como Química Biológica,  por ejemplo, en donde el trabajo en laboratorio no siempre se puede reemplazar con un tutorial; también en algunas cátedras de Ingeniería, Odontología, Medicina y Enfermería en las que se enseña a los estudiantes el correcto lavado de manos o manejo de instrumental. Todo eso es preciso hacerlo en encuentros cara a cara. Las prácticas de los estudiantes de profesorado tal vez pueden combinar el diseño de clases presenciales y virtuales a la vez. Pero definitivamente hay muchos espacios que podrían tener un encuentro de debate presencial por mes y el resto continuar desarrollándose de manera virtual. Enseñar y aprender en la virtualidad es una actividad más solitaria comparada con compartir la clase física con colegas y estudiantes, ir por un café, volver juntos en colectivo. Pienso más en lo vincular que en lo académico; en la virtualidad hay un compartir pero no es lo mismo. Sin embargo, es más práctico y tiene la ventaja de que pueden sumarse estudiantes de otras provincias o países sin la necesidad de trasladarse hasta la universidad. El desafío cuando volvamos gradualmente a la bimodalidad será distinguir didácticamente las diferentes instancias de trabajo: pensar materiales y videos pregrabados en el campus para realizar de manera asincrónica, y darle a los encuentros sincrónicos presenciales o por videoconferencia un formato más interactivo y dialógico que justifique la presencia en vivo y en directo. Las prácticas mestizas aquí funcionan como inspiración, como fuente de ideas y movimientos para generar nuevos mapas; imaginar cruces, diálogos y fronteras permite pensar caminos divergentes para construir conocimiento con otros.


Mariana Ferrarelli (@FerrarelliM) Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y docente de grado y posgrado. Diseña y coordina proyectos transmedia en distintas instituciones donde se desempeña como asesora tecnopedagógica. Dicta cursos de formación docente en diversas universidades nacionales. Es profesora de Estrategias de enseñanza en el Profesorado Universitario de la Universidad Isalud, y docente del Seminario de diseño de EVEA en la Licenciatura en Ciencias de la Educación y en los cursos del Área de Extensión de la Universidad de San Andrés. Trabaja en el equipo de multiplicadores del enfoque de enseñanza en Aulas Heterogéneas junto a Rebeca Anijovich. Desarrolla materialesartículos académicos y capacitaciones sobre los siguientes temas: narrativas transmedia en educacióntrabajo con diversidad en el aula, y tecnologías en la enseñanza.


martes, 15 de marzo de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “(Im)Posibilidades de la enseñanza mediada por tecnologías y una campana de emociones: miedo, impotencia, frustración, inquietud, aprendizaje, incorporación, herramientas, sorpresa, orgullo, tristeza, alivio y, otra vez, inquietud”. Por Marcela Moguilevsky *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 1 de Junio de 2021:


Si tengo que condensar lo que sentí profesionalmente durante 2020 creo que platearía un recorrido más o menos cronológico por las siguientes palabras: miedo, impotencia, frustración, inquietud, aprendizaje, incorporación, herramientas, sorpresa, orgullo, tristeza, alivio, inquietud. Si bien yo ya tenía experiencia usando Moodle (incluso habiendo dictado cursos a distancia), gran parte de mi quehacer profesional en los cursos que di durante 2020 estaba basado en cuerpos presentes en un espacio de aula. Siempre usé muchas dinámicas de trabajo grupales en las que el cuerpo presente tenía un rol preponderante (juegos teatrales, interacciones en grupos, canto, etc). Creo que lo que me llevo del difícil 2020 es una idea más precisa de las posibilidades de la enseñanza mediada por tecnología en forma remota pero también de las imposibilidades. Aprendí que se puede mucho más de lo que yo pensaba pero al mismo tiempo tengo más claro qué estrategias, dinámicas o actividades no puedo implementar y necesito estar presente con las y los estudiantes. Una parte de esto tiene que ver con los contextos desde donde mis estudiantes se conectaban. No es lo mismo alguien que está en su casa con su computadora o celular y cierto acceso razonable a internet, que una persona estudiando en una cárcel, con pésima señal y sin posibilidades de participar de instancias sincrónicas. Es por esto que el recorrido de las palabras que elegí arman una suerte de “campana” de emociones que terminan con “inquietud” ya que más allá de saber todas las posibilidades didácticas que tenemos a nuestro alcance para este 2021, mis estudiantes privados de libertad van a tener al menos un cuatrimestre más de una situación muy compleja a la hora de estudiar y participar. 

Yo creo que muchas y muchos docentes descubrimos herramientas durante nuestra experiencia desde el inicio de la pandemia que podemos/deseamos mantener. El pasaje de un campus virtual que solo funcionaba como repositorio de materiales a uno con mayor interactividad me parece que es algo que enriquece la experiencia de aprender y que puede potenciar lo que pase en el aula física. Yo ya había implementado usos del campus en este sentido durante 2019, pero obviamente el año pasado esto fue mucho más profundo y central en el dictado de las materias. El uso de las plataformas digitales (Moodle u otras) para trabajar espacios de escritura me parece que es algo que podría quedarse y también la posibilidad de que las y los estudiantes produzcan contenidos para compartir. Al menos estas fueron las herramientas que considero más exitosas de mi experiencia durante 2020.

En el caso de que tuviéramos un período de educación híbrida o mixta, yo potenciaría lo que comenté en el párrafo anterior. En mi situación trabajaría procesos de escritura, con revisiones y espacios donde publicar trabajos terminados para compartirlos con una audiencia real. Haciendo esto se cumplen dos objetivos que me parecen importantísimos: que las y los estudiantes transiten por procesos de escritura, edición y reescritura; y que eso lleve a la producción de contenidos que puedan ser utilizados en la clase para reciclar o profundizar conocimientos. Si a esto se le puede sumar la posibilidad de que sean las y los estudiantes quienes elijan los temas a investigar y compartir, creo que puede convertirse en algo que genere mucha motivación. Y todo el tiempo que se usa para estas producciones de forma remota, libera horas de clase en las que se puede discutir, trabajar en grupos e interactuar con la espontaneidad que la virtualidad interrumpe.


* Marecla Moguilevsky (@marce_mog en Twitter) es docente en el Profesorado de Inglés de la Universidad Nacional de Hurlingham y en el CUSAM (centro universitario de la Universidad Nacional de San Martín en contexto de encierro). Su lugar preferido del mundo es un aula (siendo docente o estudiante). Trabajó como docente en nivel secundario en CABA. Antes de dedicarse a la docencia investigación en el área de inglés como lengua extranjeraenseño fotografía y mantiene este interés como hobby en la actualidad (pueden ver sus imágenes en @marcemoguilevsky en Instagram). Por fuera de estos temas, disfruta muchísimo ver películascomer aceitunas y escuchar llover.



martes, 8 de marzo de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Hacer viable lo inédito en un mundo de sensaciones, de amor (y pasión por el vínculo pedagógico), que pone en diálogo lo virtual y lo presencial, como praxis pedagógica en constante sintonía con otres”. Por Luisina Ferrante *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 18 de Mayo de 2021:


Mis aprendizajes más significativos fueron que sin amor no hay nada que pueda hacerse en un contexto de crisis y con tanta incertidumbre por delante. Y cuando me refiero al amor, quiero no sonar naif con la palabra en sí, sino transmitir la necesidad de sentir pasión y querer mucho la profesión docente que une ejerce todos los días y que la elige aún más después de este 2020. Amor al vínculo pedagógico que implica el aula y el proceso de enseñanza y aprendizaje, amor, respeto y compromiso por tus pares. En ese 2020 aprendí más el sentido de la contención, del trabajo colaborativo con otres, la importancia de la escucha y de parar la pelota para contextualizar e identificar qué es necesario y qué podemos hacer junto a quiénes. Si bien fue un año raro y difícil, fue también muy desafiante, porque no podíamos como educadores quedarnos sentados esperando que el tiempo pase, la demanda, la planificación, la necesidad del encuentro fue constante e inmediato. Mi sentipensamiento fue "lo inédito viable", tomado de Freire y de una compañera educadora de toda la vida. Hicimos viable lo inédito, y fuimos parte de un mundo de sensaciones pedagógicas, de subir y bajar, de emocionarnos y extrañar, y a la vez darnos cuenta que estábamos en el camino correcto, porque las retribuciones y los mensajes de fuerza entre colegas, en espacios de formación fueron muchos y me (nos) motivaron a seguir y ponerle el cuerpo a una situación muy compleja, que por momentos se puso muy cuesta arriba. Valoro mucho no haberme (nos) detenido en lo que sentíamos podíamos sumar y encontrar las herramientas para hacerlo en la práctica misma, en el prueba y error. No buscar el resultado perfecto, sino encontrar o generar los espacios desde la virtualidad que sean funcionales a un contexto donde no solo la educación estaba en crisis. En mi profesión como docente y en mi trabajo dentro de Wikimedia Argentina, fue aprender de un día para el otro, y seguir aprendiendo en el proceso, cómo organizar zooms con más de 500 personas, poder comunicar y acompañar en un proceso de muchas preguntas y casi ninguna solución salvadora. Fue una praxis pedagógica en constante sintonía con otres. No existió la herramienta o propuesta didáctica perfecta que nos haya salvado, sino que existieron los espacios de encuentros y formación urgentes y necesarios que nos permitieron a nosotres como docentes encontrar algunas respuestas para sostener la escolaridad en contexto de virtualidad total, y tener a mano voces y recursos que nos permitan ajustarlo de forma situada. También considero que muches nos animamos a ir más allá de lo establecido y poder encarar proyectos de trabajo y experiencias, que si no hubiesen surgido en este contexto, quizás todavía estaríamos esperando el momento ideal para hacerlo.

Creo que tener más conciencia sobre nuestro rol como productores y creadores de contenido en internet llegó para quedarse. El manejo abrupto de millones de aplicaciones para comunicarnos y generar recursos, si bien fue abrumador, también implicó un proceso necesario para todes de alfabetización digital, que no solo implicó el uso de la herramienta en sí, sino el uso crítico de las mismas, adentrarnos a debatir sobre protección de datos, leyes de copyright y seguridad en internet. Todas estas cuestiones estuvieron muy presentes en los espacios docentes que al menos yo habito, y permitieron profundizar debates y abrir otras experiencias de uso de materiales y recursos digitales, y desde mi perspectiva nos permitieron estar más activos en el espacio público que hoy en día implica internet: habitarlo más críticamente y pensarlo también desde una perspectiva pedagógica en nuestra práctica docente y con les estudiantes.

Si tengo que pensar en un contexto híbrido, reservaría los momentos presenciales para profundizar con mis estudiantes en el contenido que requiere mayor trabajo de análisis crítico, de debate y puesta en común de enfoques y perspectivas. También aprovecharía esos espacios para generar instancias colectivas y participativas de trabajo que permitan interactuar con les otres, que luego puedan sostenerse en las instancias virtuales. Establecería un diálogo entre lo presencial y lo virtual, para aprovechar en lo presencial actividades de expresión y contención entre pares. Más teniendo en cuenta si esta bimodalidad sería porque aún atravesamos una situación de pandemia o crisis sanitaria, que también demanda un acompañamiento emocional específico.

 

Luisina Ferrante (@luli_ferrante) profesora de Historia (Facultad de Filosofía y LetrasUBA), Magister en Derechos Humanos y Políticas Sociales (CEDEHUUniversidad Nacional de San Martín). Tiene un Diploma en Educación y Nuevas Tecnologías (PENT-FLACSO) y es Doctoranda en Educación y Sociedad en la Universidad de Barcelona. Trabajó en Sitios de Memoria en las áreas específicas de educación y fue integrante del Equipo de Investigación y Relevamiento de la Dirección de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario del Ministerio de Defensa de la Nación, relevando especialmente documentación vinculada al desarrollo del conflicto bélico del Atlántico Sur. Es la Coordinadora del Programa de Educación y Derechos Humanos de Wikimedia Argentina y también es profesora de Historia en escuelas de jóvenes y adultos en la Ciudad de Buenos Aires. Ama jugar al fútbol, el rock nacional, los Beatles y River Plate!


martes, 1 de marzo de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Un puente de relatos, memoria colectiva y conversaciones (con lenguajes no infectados de poder) para levantarnos de las cenizas y reconstruir, en una experiencia de igualdad, el significado de la Educación”. Por Carlos Skliar *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 4 de Mayo de 2021:


Tengo la sensación que todo el lenguaje –y sus prácticas, y sus acciones, y sus efectos- se vieron conmovidos durante el 2020. Ciertas palabras recuperaron su sentido ético y ciertas otras se volvieron negligentes o meros escondites para explicar la incertidumbre y la excepcionalidad de un tiempo único. Palabras como “sostén”, “compañía”, “interdependencia”, entre otras, tuvieron un eco infinito y ciertas otras, como “trabajo”, “escuela”, “igualdad”, regresaron al mundo de lo superfluo. Noté que había que hacer una profunda distinción entre dar clases e ir a la escuela, entre la presencia y la presencialidad, entre la conectividad y la disponibilidad, entre la función y la forma de hacer escuelas. En medio de un océano de propuestas virtuales, volví a sentir la trascendencia de la conversación educativa, de dotar de sentido el presente doloroso y urgente. Valoré de un modo especial esa suerte de “fuerza docente” que consiste, siempre, en levantar las cenizas de las crisis sociales, económicas, culturales y reconstruir el significado de la educación.



Todo está tan precario que resulta complejo adivinar lo que ha pasado y lo que vendrá. La relación con la tecnología siempre debe ser de mutuo respeto y no de confianza ciega. Por un lado sentí que se abusó de algunos formatos audio-visuales, algo más que comprensible por la situación vivida, por otro lado creí firmemente en cierta “pobreza” de los recursos para dar paso a lo sustancial: acompañar a quienes naufragaron en la hipótesis de la conectividad, generar espacios de conversación, abrir los ojos a la filosofía, al arte, a los lenguajes no infectados de poder. No me preocupa tanto que ciertas tecnologías lleguen para quedarse, sino el discurso del “progreso” que aniquila lo anterior y hace estragos en la memoria colectiva.

Lo fundamental sería el preservar la presencialidad para construir un nuevo punto de partida de lo comunitario y público; esa experiencia de la igualdad y de lo múltiple que se ha visto deteriorada lógicamente por la pandemia. Encontrarse para construir un puente de relatos entre lo sucedido, lo extrañado, lo extraño, para recuperar esas sensaciones que se han perdido o no se han escuchado todavía.

 

Carlos Skliar (@cskliar) es investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de América Latina (IICSAL), FLACSO-CONICET y vice-presidente del PEN (Poetas, ensayistas, narradores), Argentina. Coordina los posgrados de Pedagogías de las diferencias, Entre cuerpos y miradas, y Escrituras: creatividad humana y comunicación.


martes, 22 de febrero de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Una nostálgica reivindicación del aula como un refugio y como el lugar de los iguales, que habilita el acontecimiento del encuentro con la Otredad, para (intentar) estar juntos”. Por Estela Aguilar *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 20 de Abril de 2021:


El aprendizaje más significativo, para mí, durante este 2020 ha sido la reivindicación del espacio áulico. El aula es una construcción “única” en la que los intervinientes (las y los estudiantes y la profesora) construyen un refugio, donde se suspende la competitividad y se reconoce la igualdad. Es el lugar de los “iguales”. Como dice Jorge Larrosa: “Hay algo ahí [en el aula] que podríamos llamar del orden de lo sagrado, pero de lo sagrado humilde y cotidiano, eso cuyos signos se reducen a un leve estremecimiento, a esa mezcla de atracción y de mirada que no puedo dejar de sentir en esa primera visita, hecha solo para saludar y como para presentarles mis respetos, a la que será mi aula dos días por semana, durante un semestre”. Es el lugar de un encuentro “cara-a-cara” con la total extrañeza y extranjería a la que alude Levinas y es inaugural.


La palabra que, para mí, resume este año es “nostalgia”. Nostalgia por lo que fue y no pudo volver a ser. En este 2020, tres de mis cursos fueron, desde el inicio, virtuales, sin ese acercamiento que supone no sólo el encuentro de rostros, sino de palabras, olores, rumores, paredes, osadías, curiosidades: un acontecimiento.

Hace ya años que se respira un intento de uso masivo y abusivo de las tecnologías, las cuales no son “tierra de nadie”, sino que tienen dueños con nombre y apellido. Y potencian la desigualdad en todos sus ámbitos, priorizando a los “herederos” (Bourdieu) en la obtención del capital simbólico. Desdeño de estas prácticas que conllevan a la reproducción de la injusticia pero, sin embargo, soy consciente que cualquiera de ellas en uso en el 2020 puede quedar instalada en el imaginario pedagógico de la sociedad occidental.

Personalmente, reservaría las clases presenciales para el “estar juntos”. Sospechando, “rascándonos donde no nos pica”, disparando lluvias de ideas, rescatando historias de nuestras biografías, leyendo fragmentos de Foucault, de Rocker, de Ranciere… y dejarnos invadir, haciendo lugar al ser. Y escribiría en la pizarra una frase de la escritora Audre Lorde: “Las herramientas del amo no destruirán la casa del amo”.


Estela Aguilar es Profesora de Filosofía y Ciencias de la Educación, realizó posgrados en Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y en FLACSO. Actualmente está al frente de las cátedras de Sociología y Filosofía del Colegio Crear y Ser. Es Profesora Titular en el Instituto Superior del Profesorado Sagrado Corazón de Jesús, en las carreras de Nivel InicialPrimaria y Educación Física, donde es Formadora Pedagógica en los Tramos Pedagógicos para profesionales. Se reconoce conflictuadamente sartreanamadre de cuatro hijos y abuela de ocho nietos y amante de la lectura, la música, el buen vino y los juegos de mesa.

martes, 15 de febrero de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Un colectivo inteligente y solidario, que construya un maridaje indispensable de innovación tecnológica e innovación didáctica, para habilitar la experiencia de los sentidos”. Por Roxana Szteinberg *

 

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La siguiente entrada fue publicada el Martes 6 de Abril de 2021:


En este 2020, fue significativa la constatación de que ningún entorno, ninguna aplicación ni dispositivo por sí solos, tienen la capacidad de producir milagrosamente innovaciones en la enseñanza. Carecen de todo poder transformador si su empleo no se traduce en innovación didáctica. No se puede esperar ni de las aulas virtuales ni de las plataformas de video conferencias, así como de ninguna “app” o programa que, espontáneamente, renueven prácticas agotadas. Con la convicción de que la innovación tecnológica es válida solo si se emparenta con innovación didáctica, la frase que resume lo que “sentipensé este año es: “maridaje indispensable”.

La necesidad hizo surgir comunidades de aprendizaje entre docentes (y estudiantes) que  despertaron la cultura de compartir conocimiento y que probablemente perduren. La concepción de Pierre Lévy sobre “inteligencia colectiva” cobró carnadura en este contexto, cuando los docentes aceptaron que la capacidad individual arrastra límites que pueden expandirse hacia un territorio intelectual mucho más vasto, cuando se conforma un colectivo inteligente, solidario, dispuesto al intercambio y la colaboración. Creo que estas comunidades llegaron para quedarse porque demostraron el beneficio de abordar las contingencias junto a otros y permitieron el logro de lo impensable: convertir en tiempo récord un sistema presencial en otro totalmente virtual.

Hasta tanto Internet permita tener experiencias inmersivas de un modo accesible y generalizado, reservaría los momentos presenciales para el aprendizaje experiencial, aquel que únicamente se adquiere a través de experiencias directas, trabajos de campo, salidas didácticas, viajes de estudio, prácticas de laboratorio. Aquellas que requieren de todos los sentidos y un “meter las manos en la masa” para aprender.

Para terminar, comparto un párrafo de la “Didáctica Magna del siglo XVII” (de Amos Comenio) que, una vez más, ayuda a pensar la enseñanza también en este sentido: “Debe ser regla de oro para los que enseñan que todo se presente a cuantos sentidos sea posible. Es decir, lo visible a la vista, lo sonoro al oído, lo oloroso al olfato, al gusto lo sabroso y al tacto lo tangible. Y si alguna cosa pudiera ser percibida por diversos sentidos, ofrézcase a todos ellos, puesto que los sentidos son los fidelísimos proveedores de la memoria”.

 

Roxana Szteinberg es Licenciada y Profesora de Enseñanza Media y Superior en Letras (UBA), Especialista en Lectura, Escritura y Educación (FLACSO), Especialista en Educación y TIC (INFOD), Maestranda en Tecnología Educativa (UAI). Es Asesora tecnopedagógica en la Facultad de Ciencias Veterinarias (UBA) y en la Escuela de Economía y Negocios (UNSAM). Es Docente de Posgrado en la Carrera de Especialización en Docencia Universitaria (FCV-UBA), Docente de la Diplomatura en Conducción de Instituciones Educativas (ISPJVG), Docente y Coordinadora de Comunicación e Idiomas en la Escuela Agropecuaria (FCV-UBA).


martes, 8 de febrero de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Colectivos docentes creativos que ponen sus cabezas y corazones pedagógicos al servicio de generar, presencialmente o mediadas por tecnologías, experiencias únicas”. Por Carina Lion *

 

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La siguiente entrada fue publicada el Martes 23 de Marzo de 2021:


Hubo muchos aprendizajes el año 2020.

En lo personal, creo que algunos venían siendo parte de mis revisiones permanentes como tecnóloga educativa y otros se volvieron más palpables, más evidentes, más relevantes.

Van algunas ideas: la selección curricular (decidir qué vale la pena ser enseñado y a través de qué modalidad); el diseño de actividades que tengan sentido y relevancia en relación con las trayectorias e intereses de nuestros/as estudiantes y no solo porque “son temas que hay que enseñar”; entender las actividades situadas y contextualizadas en relación con el nivel educativo al que hacen referencia, a la especificidad disciplinar; a los recorridos estudiantiles y teniendo en cuenta que los tiempos de aprendizaje son diversos y variados; el entramado de lo social, lo cognitivo y lo emocional en toda su complejidad y expresiones múltiples; el sentido de la evaluación y sus indicadores de aprendizaje para la retroalimentación permanente; qué entendemos por democratización e inclusión (cuáles son las expulsiones menos visibles que siguen vigentes); la hibridación de formatos y lenguajes para la diversidad de trayectorias y contextos educativos (cuadernillos, podcast; infografías, audiovisuales; lúdicos y transmedia); la importancia de generar colectivos que se re-piensen y conciban de otra manera el “habitar” la institución educativa; colectivos creativos que inviten a diseñar propuestas de nuevo tipo sin sobrecargas en lo que implica el trabajo docente y con relevancia política, social, cultura y epistemológica.

Mucho de esto llegó para quedarse: el debate acerca de la inclusión digital, su democratización y mapa político; el sentido de la enseñanza (saberes, trayectorias, espacios físicos y virtuales, materiales didácticos, plataformas, estrategias, actividades de aprendizaje, evaluación); la no neutralidad de las tecnologías y sus visiones críticas e interpeladoras (debates sobre plataformas; la “humanidad aumentada”, el mundo y el ultramundo); los colectivos docentes, no docentes, conducción institucional (sus inspiraciones, redes, creaciones; micropolítica; condiciones para la innovación y transformación educativa); lo vincular (la comunicación; la escucha, la empatía, el seguimiento de cada estudiante y del grupo estudiantil en su conjunto; lo emocional, el sostén, “el otro” en su totalidad); los aprendizajes (qué significa aprender; cuándo y cómo se aprende; cómo sabemos que se está aprendiendo; cuáles son indicadores de comprensión; de transferencia, etc.).

Considero que tanto en la modalidad presencial como en la modalidad virtual hay que comprometerse a generar experiencias únicas, que dejen huellas memorables por su riqueza y valor educativo. Es por eso que es importante reconocer las características de estas experiencias cuando hay mediación tecnológica y en la presencialidad. Requiere que pongamos toda nuestra cabeza y corazón pedagógicos para generar este tipo de experiencias diferenciadas y únicas. La presencialidad no la pensaría únicamente como un “compensatorio” para quienes no tienen Internet. Tenemos que garantizar Internet y dispositivos para todes desde la política educativa. Lo presencial para la construcción de vínculos; grupalidad; construcción de trayectorias diferenciadas con indicadores de seguimiento de procesos (que necesitan de la presencialidad para su consolidación); para propuestas que articulen con prácticas que requieren de un estar situado en un contexto específico y por el tipo de saber que involucran). En la virtualidad se pueden diseñar prácticas interactivas, creativas; con explicaciones potentes; con producciones variadas y multiexpresivas; se puede trabajar en pequeños grupos; combinando encuentros sincrónicos con actividades asincrónicas; se pueden documentar procesos y generar experiencias únicas también.


Carina Lion (@carinalion) es Doctora en EducaciónUBADocente de Educación y Tecnologías y de Comunicación y Educación en la Carrera de Ciencias de la EducaciónFacultad de Filosofía y LetrasUBADocente en maestrías y doctorados nacionales e internacionales. Consultora en temas de tecnología educativa en escuelas, universidades y organismos no gubernamentales. Investigadora en el IICEFFyLUBA. Fue directora de UBA XXI y del CITEPUBAAutora de numerosas publicaciones en el campo de la tecnología educativaFan de los videojuegos serios en los que incursiona como desarrolladoraMadre de tres hijes maravilloses y apasionada por el tenis.

martes, 14 de diciembre de 2021

Hasta el 2022!!! Felicidades!!!

En esta última entrada de este (también) raro y complejo 2021, queremos saludar a todes les que nos leyeron durante este año, agradecerles por haberse enganchado con la propuesta o por haber compartido sus "Lo que el 2020 nos dejó" y desearles que pasen, dentro de lo posible y más allá de las circunstancias, unas felices fiestas y que empiecen el año nuevo de la mejor manera.

El año próximo (y ojalá en un contexto menos complicado), les volveremos a invitar a seguir (re)pensando nuestras prácticas con nuevas propuestas y nuevas ideas en este Blog que espera seguir siendo un espacio de encuentro e intercambio entre docentes y estudiantes.

Que el 2022 nos vuelva a encontrar reflexionando sobre aprendizajes y sobre prácticas educativas para seguir (trans)formándonos como docentes preocupades por facilitar aprendizajes, cada vez más significativas, en estudiantes, cada vez, más autónomes.

Felicidades les desea asifuimosapendiendo!!!


martes, 16 de noviembre de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: El aula es el marco habitual que da entrada al mundo, es una morada de lo íntimo y lo inmenso, es un espacio por habitar, que da lugar a la contingencia, donde se hace presente lo incalculable. Profe,¿cúando volvemos al aula? Por Fabián Chazarreta *

 "Sólo se puede articular un discurso
desde una posición de no saber”.
Roland Barthes
 
 
    “Profe, ¿cuándo volvemos al aula?”
 
    Esta pregunta me la hicieron estudiantes, padres y familiares, mientras estaba en el programa de Acompañamiento a las trayectorias y revinculación escolar (ATR). Esta consulta siempre suscitó en mí una mirada de incertidumbre y preocupación dado que no tenía una respuesta (y sigo sin tenerla) pero sí me quedaba claro algo: ese interrogante no era simple curiosidad; no era solo un deseo; también era una expresión de necesidad (y lo sigue siendo). La validación del aula (y a esto sumo a la escuela y la labor docente) es quizás, el aprendizaje más significativo que (nos) dejó la pandemia: ver (sentir) al salón como un espacio en el que se encuentra, se alberga, se da lugar, se hospeda, se acoge, se cuida, se (re)conoce, se acompaña, se relaciona y se da la bienvenida al otro/otra/otre. El aula es el marco habitual que da entrada al mundo que nos rodea (o al menos el más propicio). Es un espacio por habitar y un espacio por habitar con otros/otras/otres. Una morada de lo íntimo y lo inmenso, nada más y nada menos. Un espacio que da lugar a la contingencia. “La contingencia no es la posibilidad de que algo suceda, sino la imposibilidad de calcular cuándo irrumpirá un elemento, nuevo o inadvertido, que desencadenará una configuración inédita” afirma Ritvo. El aula es un espacio donde se hace presente lo incalculable. Un refugio, un rincón para resguardarnos de lo que pasa a nuestro alrededor. La presencia o presencialidad no es igual o no iguala a la virtualidad, ya que es una transmisión mediada, equis distante. No descubro nada al decir eso, pero, también es necesario decir que, gracias a la virtualidad, no perdimos todo o más de lo que ya se perdió. La virtualidad fue una forma de seguir haciendo presencia, y permanecer. ¿Se puede “volver” a lo que fue? ¿Se puede “retornar”, es decir, volver al lugar o a la situación en la que se estuvo? ¿Es posible pensar más en un “regresar”, en el sentido de devolver o restituir algo a su poseedor? ¿Devolver(le) el aula a les estudiantes y docentes? Y, cuando por fin nos veamos, cuando se dé ese encuentro, ¿sabremos qué esperar? ¿encontraremos eso que pensamos encontrar? Hay cosas que no pueden decirse porque se nos escapan, y hay preguntas que nos acompañaran un buen rato.

 
    Muchas prácticas se vieron afectadas por la situación excepcional de pandemia, por eso existe una gran preocupación por revisar, rever y examinar todos los ámbitos que conciernen a lo educativo. La necesidad de evaluar o acreditar en la virtualidad fue uno de las más grandes preocupaciones que mantuvo ocupado a les docentes, familias y sobre todo estudiantes. El agotamiento que generan las pantallas posibilitó la apertura a otros tipos de evaluación que no fueran las tradicionales. Se generó un espacio para poder pensar otros tipos de herramientas a la hora de evaluar. La pandemia nos da una oportunidad para relacionar la evaluación con la enseñanza y el aprendizaje. Rebeca Anijovich hablaba en su momento de una “evaluación alternativa”: “se debe atender a las experiencias, procedimientos y trayectos que hay que recorrer durante el aprendizaje ya sea en la toma de conciencia, en la corrección o en el perfeccionamiento del aprendizaje” (Anijovich, 2004). Recoger información cuantitativa de la participación, recoger evidencias del aprendizaje, la autoevaluación, la retroalimentación y la comunicación con las familias son los pilares fundamentales para poder propiciar una nueva forma de evaluar. Además, todo lo audiovisual, toma relevancia, ya que es una lengua que muches estudiantes manejan y que les docentes deben adquirir. Las nuevas aplicaciones y plataformas educativas fueron parte del equipo docente (y lo seguirán siendo). Y las tecnologías se han transformado para propiciar la participación de los usuarios. Participación que lleva al cambio y a la posibilidad de poder dejar una marca significativa. Debemos educar para la participación y el rol activo en las tecnologías, pero, además, en la sociedad. En este punto el rol del docente es fundamental ya que debe acompañar al estudiante y ser parte de su recorrido. En definitiva, lo que buscamos son evidencias del camino recorrido. Evidencias de esa marca o “huella”, que no siempre se puede evaluar, pero se puede (se debe) buscar. Algo de nosotros queda en la vida del otro lejos del presente de eso, y si los docentes somos un puente que busca comunicar, el presente con el futuro y sobre todo con el pasado, debemos entonces hacer caminos, experiencias y aprendizajes que conmuevan, motiven, animen, conmocionen y descoloquen. Siempre estamos en la búsqueda de ecos de lo que vivimos. Resonancia de experiencias nuestras muy difíciles de decir. Evidencias como dice Fito Páez, de que “algo de vos, llego hasta a mí”, y viceversa.
 
    Ahora bien, con lo dicho anteriormente, habrá quienes, luego de la situación excepcional de pandemia, quieran recuperar la presencialidad a toda costa, exigiendo el máximo de clases posibles, con más horas, inclusive teniendo clases los fines de semana y más presencia de la escuela en todos los sentidos. Habrá otros, que pedirán no abandonar toda la virtualidad, que mantendrán una cuestión hibrida o bimodal para que la adaptación a las aulas sea despacio y amena. Y hay quienes no están dispuestos a volver, todavía al aula, porque el virus sigue estando, ronda entre nosotros o porque simplemente han encontrado una forma de habitar a través de las pantallas. ¿Cuál es el método o la forma más indicada? No lo sé. ¿Para qué reservaría la presencialidad y la virtualidad? Tampoco lo sé. Habiendo vivido un hecho que afectó al mundo entero, que marcó y marcará para siempre nuestras vidas y que nos hizo sentir nuestra fragilidad plena, me es difícil (imposible) vislumbrar cómo va a seguir todo. La pandemia robó al mundo algo de sus bellezas (que debemos recuperar) por eso siento que las cosas decantarán u ocuparán su lugar de algún modo. Aunque, sí, encuentro algo que debemos reivindicar y eso es la “alternancia”. “Y si mañana es como ayer otra vez, lo que fue hermoso será horrible después” decía el sublime Charly García pensando que, si hay algo que se repite día a día, aunque ese algo sea bueno, tarde o temprano terminará siendo horrible, “Nada es más difícil de soportar [para el ser humano] que una sucesión de días hermosos" decía Freud citando a Goëthe. Antes de esta pandemia, ¿quién iba a pensar que gran parte de todas las escuelas de este país tendrían clases virtualmente? Sí, siempre existió la virtualidad, pero como soporte, como sostén de la presencialidad, no en un primer plano. Hoy podemos pensar en una cuestión bimodal sin que eso signifique la renuncia a cierta presencia o al revés, podemos pensar la presencia sin dejar lo virtual. Este último componente, a raíz de lo que vivimos, logró independizarse, dejó de ser soporte para convertirse en pilar. Sabemos que no todo se puede enseñar “on line”, algunas cosas requieren de la presencia. Hay que identificarlas y hacerlas cuando volvamos a vernos. Quizás, además de preguntarnos por el método que debemos articular para el mañana, también, necesitamos pensar e imaginar, a la luz de la experiencia: ¿qué tipo de escena (aula o escuela) pretendemos? Una vez más, como planteaba Sartre, el problema es qué haremos con lo que han hecho de nosotros. “Lo que hace a un país vivible, cualquiera que sea, es la posibilidad que le da al pensamiento de abandonarlo” escribe Jean-Christophe Bailly. Si no hay alternancia, la felicidad tampoco se puede acoger. La pandemia nos mostró la caducidad de muchas cosas que creíamos permanentes. Expuso las desigualdades de manera despiadada. El mundo ha girado hasta convertirse en ancho y ajeno, de nuevo. Y nosotros giramos con él. La escuela deberá girar. “…nunca hay conocimiento independiente de la situación de cada ser humano en su mundo (…) no hay texto sin contexto” sostiene Melich, en “Transformaciones”. La escuela cambiará. Pero eso no quiere decir que debamos cambiarlo todo. No se perdió todo. La escuela debe seguir hablando en plural. Debe seguir practicando la “amorosidad”. Debe seguir propiciando el encuentro con el otro/otra/otre. Debe seguir practicando el cuidado, el resguardo y el cariño. Debe revisar(se), (re)pensar(se) y transformar(se). Debe recuperar la mirada y ponerla en aquellos que no tuvieron y no tienen un entorno favorable (y es a los que la pandemia más castigó). Debe recuperar su tiempo y su espacio. Y el mundo volverá a ella. Un día, todos nos fuimos a dormir sin saber que cuando abriéramos los ojos, no volveríamos al mismo mundo de ayer. A partir de ahí, todo se oscureció un poco. La escuela salió al sostén de las familias, estuvo cuando tenía que estar y sostuvo lo que tenía que sostener. Eso quiere decir, que ahora, en un momento donde las cosas comienzan a tomar tinte, la escuela seguirá estando. Como dije, no sé cómo continuarán las cosas, pero continuarán. Irán tomando color y lugar. Como decía el siempre tan extraordinario y amado Cerati: “…puede que no haya certezas. Vamos despacio, para encontrarnos”; y nos volveremos a encontrar.
 
 
* Fabián Chazarreta (@Faby_aleph) es estudiante de Letras en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica Nº83 (Quilmes). Es orgulloso ex graduado de la casa de “Slytherin” en Hogwarts. Profesor, primero; de lengua y literatura, después. Da clases en ESB Nº54 (Burzaco) y da clases particulares. También hace teatro en el espacio “Mascaras” en Solano (Quilmes). Lector de pocos libros, muchas veces. Voluntario en el equipo de Apoyo Escolar y Acompañamiento Educativo de la UBA (actividad que “me cambió la vida. ¡Gracias!”). Un optimista encubierto en las filas de los pesimistas. Un héroe: su Papá (arquitecto en su camino literario y como profesor). Ejemplos: sus abuelos. Quizás se mude a Salta para transformarse la vida con un proyecto como el voluntariado. Peronista: por herencia y elección. ¡Fiel convencido de que la patria es el Otre!
 

martes, 2 de noviembre de 2021

Lo que el 2020 nos dejó: “Experiencias colectivas y escenas de enseñanza nunca antes pensadas nos permitieron sostener el vínculo pedagógico prescindiendo de la presencia física, con sentimiento y amorosidad”. Por Constanza Miscione *

 

Hace tiempo que intento escribir sobre el 2020 y las vivencias docentes vinculadas. Creo que nos llevará tiempo pensar los acontecimientos, volver sobre lo vivido, interrogar las experiencias docentes para aprender, enriquecer, capitalizar... Y la experiencia de la que hablo es la experiencia que Jorge Larrosa nombra como aquello del ámbito de lo común, de lo cotidiano y que por alguna razón se destaca, se vuelve excepcional. La pandemia vino a destacar situaciones que ya venían pasando, reveló una desigualdad que ya existía y durante este tiempo la escuela adquirió una presencia social y cultural que ya venía sucediendo pero en estos tiempos se acrecentó.

Nos hemos visto en escenas de enseñanza nunca antes pensadas, buscamos variadas maneras de llegar a las, los y les estudiantes. Hemos experimentado el uso de herramientas que antes no conocíamos o desestimábamos. Nos ha interpelado profundamente la necesidad de cautivar, convocar, conquistar a nuestras/os/es estudiantes al vínculo pedagógico. En cuarentena se complicó vincularnos, nos sentimos desafiados en nuestras formas de enseñar y aprender. Y tomo las palabras de Andrea Alliaud cuando expresa que logramos vincularnos prescindiendo de la presencia física con sentimiento, con amorosidad. Antes los vínculos estaban asegurados y sostenidos institucionalmente, en presencia física y con el lazo institucional del edificio de la escuela. En cuarentena los docentes hicimos escuela sin el edificio, sin el encuentro físico. Aprendimos que esos vínculos pueden ser creados, convocados, generados, sostenidos y renovados desde quehaceres cotidianos como responder consultas por whatsapp, llamar a la familia de algún, alguna, algune estudiante distante.

En mi práctica como docente de nivel medio, el desafío de este tiempo estuvo marcado por la búsqueda de caminos de enseñanza aprendizaje que convoquen a mis estudiantes, estuvo centrado en cómo presentar o preparar los contenidos, cómo convocar en este escenario nuevo y diverso. La no presencialidad en el aula y los distintos accesos a las tecnologías de mis estudiantes me llevaron a armar múltiples formas de prácticas de enseñanza. En mi práctica en formación docente, el foco fue acompañar a profesores y profesoras que buscaban capacitación para la emergencia para ellos pensar en cómo convocar a sus estudiantes. En ambos espacios se hizo necesario aceptar la incertidumbre, buscar nuevos caminos para convocar, acompañar y hasta en algunos casos sostener. Y se hizo más fácil cuando el esfuerzo fue colectivo. La experiencia siempre se enriquece cuando se encuentra con otrxs. Otrx para contarle, otrx que nos inspire. Y en estos tiempos fueron las experiencias colectivas y solidarias las que nos fortalecieron, creando juntxs, contando experiencias, cooperando. El desafío está en capitalizar colectivamente lo vivido, ojalá nos demos ese tiempo.

 

* Constanza Miscione (@constanzamisc) es Licenciada en Psicología (UBA) con especialidad en Educación. Se desempeña como docente en colegios de nivel medio, asesora pedagógica digital en GCBA y formación docente en Escuela de Maestros (CABA), INFoD y OEI.