martes, 8 de febrero de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Colectivos docentes creativos que ponen sus cabezas y corazones pedagógicos al servicio de generar, presencialmente o mediadas por tecnologías, experiencias únicas”. Por Carina Lion *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 23 de Marzo de 2021:


Hubo muchos aprendizajes el año 2020.

En lo personal, creo que algunos venían siendo parte de mis revisiones permanentes como tecnóloga educativa y otros se volvieron más palpables, más evidentes, más relevantes.

Van algunas ideas: la selección curricular (decidir qué vale la pena ser enseñado y a través de qué modalidad); el diseño de actividades que tengan sentido y relevancia en relación con las trayectorias e intereses de nuestros/as estudiantes y no solo porque “son temas que hay que enseñar”; entender las actividades situadas y contextualizadas en relación con el nivel educativo al que hacen referencia, a la especificidad disciplinar; a los recorridos estudiantiles y teniendo en cuenta que los tiempos de aprendizaje son diversos y variados; el entramado de lo social, lo cognitivo y lo emocional en toda su complejidad y expresiones múltiples; el sentido de la evaluación y sus indicadores de aprendizaje para la retroalimentación permanente; qué entendemos por democratización e inclusión (cuáles son las expulsiones menos visibles que siguen vigentes); la hibridación de formatos y lenguajes para la diversidad de trayectorias y contextos educativos (cuadernillos, podcast; infografías, audiovisuales; lúdicos y transmedia); la importancia de generar colectivos que se re-piensen y conciban de otra manera el “habitar” la institución educativa; colectivos creativos que inviten a diseñar propuestas de nuevo tipo sin sobrecargas en lo que implica el trabajo docente y con relevancia política, social, cultura y epistemológica.

Mucho de esto llegó para quedarse: el debate acerca de la inclusión digital, su democratización y mapa político; el sentido de la enseñanza (saberes, trayectorias, espacios físicos y virtuales, materiales didácticos, plataformas, estrategias, actividades de aprendizaje, evaluación); la no neutralidad de las tecnologías y sus visiones críticas e interpeladoras (debates sobre plataformas; la “humanidad aumentada”, el mundo y el ultramundo); los colectivos docentes, no docentes, conducción institucional (sus inspiraciones, redes, creaciones; micropolítica; condiciones para la innovación y transformación educativa); lo vincular (la comunicación; la escucha, la empatía, el seguimiento de cada estudiante y del grupo estudiantil en su conjunto; lo emocional, el sostén, “el otro” en su totalidad); los aprendizajes (qué significa aprender; cuándo y cómo se aprende; cómo sabemos que se está aprendiendo; cuáles son indicadores de comprensión; de transferencia, etc.).

Considero que tanto en la modalidad presencial como en la modalidad virtual hay que comprometerse a generar experiencias únicas, que dejen huellas memorables por su riqueza y valor educativo. Es por eso que es importante reconocer las características de estas experiencias cuando hay mediación tecnológica y en la presencialidad. Requiere que pongamos toda nuestra cabeza y corazón pedagógicos para generar este tipo de experiencias diferenciadas y únicas. La presencialidad no la pensaría únicamente como un “compensatorio” para quienes no tienen Internet. Tenemos que garantizar Internet y dispositivos para todes desde la política educativa. Lo presencial para la construcción de vínculos; grupalidad; construcción de trayectorias diferenciadas con indicadores de seguimiento de procesos (que necesitan de la presencialidad para su consolidación); para propuestas que articulen con prácticas que requieren de un estar situado en un contexto específico y por el tipo de saber que involucran). En la virtualidad se pueden diseñar prácticas interactivas, creativas; con explicaciones potentes; con producciones variadas y multiexpresivas; se puede trabajar en pequeños grupos; combinando encuentros sincrónicos con actividades asincrónicas; se pueden documentar procesos y generar experiencias únicas también.


Carina Lion (@carinalion) es Doctora en EducaciónUBADocente de Educación y Tecnologías y de Comunicación y Educación en la Carrera de Ciencias de la EducaciónFacultad de Filosofía y LetrasUBADocente en maestrías y doctorados nacionales e internacionales. Consultora en temas de tecnología educativa en escuelas, universidades y organismos no gubernamentales. Investigadora en el IICEFFyLUBA. Fue directora de UBA XXI y del CITEPUBAAutora de numerosas publicaciones en el campo de la tecnología educativaFan de los videojuegos serios en los que incursiona como desarrolladoraMadre de tres hijes maravilloses y apasionada por el tenis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario