martes, 27 de octubre de 2015

¿Cómo aprende Eliana? Reflexionar sobre cómo aprendemos para poder fundamentar lo que aprendimos.


En este 2015 el Blog espera, una vez más, incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes. Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos seguir (re)pensándonos a partir de textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.

Como dijimos en entradas anteriores, pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.

Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender en nuestras materias.

Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió Eliana Monárdez *.


Para empezar, Eliana nos cuenta de una experiencia que tuvo en la escuela secundaria y que la marcó para el resto de su trayectoria a académica y hace hincapié en algo en lo que insistimos bastante desde este Blog que es el trabajo en grupo como dinámica potenciadora de los aprendizajes compartidos: “Hace ya un par de años, cuando todavía estaba en la escuela (en mi provincia, San Juan), me entere de un curso que hacían en la biblioteca más importante de allá, sobre Técnicas del Aprendizaje. La idea me gustó porque ya faltaba poco para comenzar mi vida universitaria y yo sentía que en la escuela no me enseñaban cómo debía estudiar, sino, a memorizar. Me asustaba la idea de encontrarme luego con libros enteros y enormes para estudiar, y no poder con ello. Al hacer el curso me di cuenta que habían un montón de cosas que hacía mal, porque literalmente TODO lo memorizaba, claramente mi técnica no era la adecuada. Aprendí, entre las cosas que recuerdo a estudiar de día con la luz del sol sobre la hoja y no una lámpara que me fríe los ojos, a hacer mapas conceptuales y entender que un mapa no lleva texto, sino palabras, a poner notas al margen de los párrafos, a resumir, a darme recreos en mi tiempo de estudio porque cuando uno lee por leer (sin comprender) solo pierde el tiempo. Todo lo que aprendí lo comencé a implementar en mi estudio escolar, hay cosas que me servían y otras que no, pero fue de mucha ayuda. En la facultad continué aplicando lo que había aprendido pero tengo una manía que es querer resumir y escribir mis resúmenes, cosa que para el estudio me sirve un montón pero el tiempo no lo permite y más aun cuando uno va avanzando en la carrera; entonces trato de sacarme eso de a poco. Por otro lado el hecho de estudiar en grupo es algo muy importante para mí, porque a veces uno está desganado o desconcentrado a la hora de sentarse a leer, en cambio al estar en un grupo se siente una responsabilidad diferente y entre nosotros nos alentamos a continuar. También el hecho de hablar entre nosotros mejora nuestro vocabulario y nos ayuda a buscar las palabras correctas para explicar algo, ya que, muchos de los finales de la carrera son orales y el hecho de no poder verbalizar nuestro conocimiento es un GRAN limitante, entonces es algo que también debemos aprender”. Cuando reflexiona sobre sus aprendizajes “no académicas”, Eliana reivindica la observación, la atención, la repetición y fundamentalmente el “hacer uno mismo”: “La verdad es que nunca me senté a plantearme como aprendo las cosas de la vida cotidiana. Antes de ingresar a la facultad estuve unos meses aburrida y ayudaba a mi novio en su negocio. El tiene un local de reparación de cosas electrónicas, entonces ahí me planteé el hecho de aprender a hacer algunas cosas, dentro de todo sencillas para que el tiempo pase más rápido. Yo creo que observando se aprende muchísimo, entonces así aprendí algunas cositas chiquitas, ya que claramente la electrónica no es lo mío; como cuando uno ve a su mama cocinando o haciendo las tareas de la casa, creo que no hay mejor manera de aprender que esa. Observar, prestar atención y luego intentar hacerlo, cometiendo errores claro, pero esa es la idea. Por otro lado, si tengo que aprender algo que no sea un procedimiento por lo general utilizo las mismas reglas mnemotécnicas que para la carrera. Aunque todavía no me aprendo mi numero de celular! Me resisto!”.

Eliana vuelve sobre la importancia de hacer las cosas, de intentar, de equivocarse y de volver a intentarlo pero agrega algo bien interesante que tiene que ver con la profundidad con que fundamentamos (o intentamos fundamentar) las acciones que estamos aprendiendo: “En mi caso no sé si haya muchas diferencias entre las técnicas que utilizo para aprender contenido académico y contenido de la vida cotidiana, como comenté anteriormente creo que en la vida uno aprende más que nada procedimientos: como andar en bicicleta, como atarnos los cordones, como jugar a las cartas, etc. Y para aprender esto no hay nada mejor que intentar realizarlo, como cuando en la facultad hacemos trabajos en el laboratorio, observamos con atención y luego intentamos reproducirlo. Creo que la diferencia puede ser la profundidad del fundamento, porque en la carrera nos planteamos o nos plantean los profesores continuamente la idea de fundamentar nuestros conocimientos, en cambio en la vida cotidiana no nos planteamos ¿Por qué el nudo de los cordones es ese y no otro? Solo lo hacemos porque así nos enseñaron nuestros padres”.

Finalmente, Eliana nos deja una interesante reflexión (que le generó la propuesta de escribir este texto) para seguir (re)pensado(nos) y repensando nuestras prácticas de enseñanza y de aprendizaje: “El hecho de plantearme estas preguntas me resulto muy interesante, uno no suele ponerse a pensar estas cosas, sino que simplemente las hacemos. Y la idea de replantearnos ¿cómo aprendemos? creo que es muy importante, deberíamos preguntárnoslo más seguido para saber si estamos haciendo las cosas bien y pensar que podemos hacerlas mucho mejor. Creo que las respuestas a esa pregunta son infinitas y sobre todo muy subjetivas, lo importante es que cada uno busque su manera de aprender y sobre todo de incorporar ese conocimiento de manera que, al avanzar en la carrera, o así mismo en la vida, nos acompañe como una adquisición y que no quede atrás como una materia aprobada”.
 

* Eliana Monárdez es estudiante de veterinaria en la Universidad de Buenos Aires, ama su facultad y sobre todo su carrera. Es de San Juan y se le dificulta mucho en la ciudad, no soporta que las personas se olviden del “por favor” y el “gracias”. Tiene novio hace casi 4 años y una gata/hija. Futuro título: Veterinaria.

martes, 20 de octubre de 2015

Asi fui aprendiendo cómo aprender. Por Renata Di Tullio *


Hace 17 años que vengo aprendiendo. Para algunos, 17 años no es nada y para otros, fuimos contemporáneos a la época jurasica (cabe aclarar que con “otros” me refiero a los pequeños niños sin noción del espacio tiempo). Durante todo este tiempo tuve una gran diversidad de profesores, algunos que me enseñaron valores que conservo hasta el día de hoy y que pretendo tenerlos hasta el día en que sintetice mis últimos piruvatos, y otros que me enseñaron que la “pedagogía” no es algo que posean todos los seres humanos. Todos los chicos atraviesan una famosa etapa que los padres suelen llamar la etapa del “por qué” ya que el infante no para de cuestionar absolutamente todo con esas simples dos palabras (“pero, por qué mami?”, “y por qué?”, “por qué no papi?”. Es hasta el día de hoy que yo todavía no pude superar esa etapa.

Es por eso que una de mis mayores pasiones de la vida es la ciencia, todos los científicos tienen en su interior un niño que jamás dejo de preguntar por qué. Esa curiosidad intrínseca del ser humano es lo que me motiva a jugar con los conceptos que la vida me ha dejado adquirir con el tiempo. Muchas veces este niño interior es callado por el contexto en el que uno se forma a nivel académico (y personal) y ese silencio priva de la posible admiración de la belleza de este basto edificio construido a partir de la curiosidad que rodea al individuo quien ignora su existencia y desconoce todas las maravillas que pueden esconder los múltiples universos que envuelven los simples fenómenos cotidianos.

Una vez tuve un docente (actualmente “DT de mi incentivo académico”) que logró despertar en cada uno de nosotros esa llama ahogada por el dióxido de carbono que emana todo aquel profesor que nos ha negado la cara divertida de la ciencia. Es por eso que quería dedicar un párrafo de agradecimiento a todo ese tiempo libre y no libre que este docente le dedicó a todos y cada uno de sus estudiantes. Porque ya lo sabemos, podemos ser cansadores, molestos, podemos no entender las cosas, pero si hay algo más difícil que hacer que un estudiante entienda algo, es lograr que un estudiante quiera entender algo. Nosotros queremos que nos enseñen con la misma pasión y dedicación con la que nos enseña este docente. Ojalá que todos los estudiantes de este país puedan tener el privilegio de tener un profesor que no solo demuestre interés en la materia si no que también demuestre interés en el alumno. Hay que tener talento para lograr que sea interesante una piruvato deshidrogenasa!

En fin, gracias a este docente pude lograr muchas cosas, entre ellas una monografía con respecto a la Educación que presente para las Becas Balseiro y que el autor del presente blog me invito a subir hace unas semanas a “Asi fuimos aprendiendo”.

Y así fui aprendiendo cómo aprender

martes, 13 de octubre de 2015

Un “ida y vuelta” que trasmite pasión es combatir! (Entrevista a Agustina Marciano)


Al igual que en los años anteriores, este año seguiremos con la publicación de entrevistas realizadas a docentes y a estudiantes, como insumos para la reflexión sobre nuestras prácticas y sobre los aprendizajes. Las respuestas de docentes y estudiantes, sujetos directamente involucrados en las prácticas sobre las cuales nos proponemos reflexionar en este Blog resultan fundamentales para profundizar el grado de análisis. Claro que podemos estar de acuerdo o no, claro que podemos disentir con determinadas apreciaciones y reconocer en las respuestas (y en las preguntas) posicionamientos pedagógicos e ideológicos compartidos o no pero de cualquier manera, los relatos en primera persona son siempre insumos de gran valor para construir y (re)pensar nuestros propios posicionamientos. En este caso es un placer publicar la entrevista que gentilmente respondió Agustina Marciano *.

En sus primeras reflexiones, Agus utiliza, para referirse a la relación docentes/estudiantes, una categoría interesante como la “comunicación” y la asocia no sólo con la comunicación de conocimientos sino también con la comunicación de experiencias y resalta la importancia de que l@s docentes trabajen (¿investiguen?) en temáticas afines a las que pretenden que sus estudiantes aprendan.

  • Agus, ¿Qué es para vos “ser docente”?
  • El “ser docente”, en mi opinión, consta en un comunicador tanto de conocimientos académicos como de experiencias propias en el ámbito de trabajo y también de la vida misma. Los docentes deberían trabajar en el tema que están dando o afines, creo que sirve para profundizar con experiencias propias sobre las cuestiones teóricas. También esto se relaciona con la pasión intrínseca sobre el tema, que hace que lo cuenten distinto que otro tema. Deberían tener una personalidad extrovertida, cuando las personas son más bien tímidas o con una personalidad muy tranquila (por no decir aburrida) creo que hacen las clases monótonas y cuesta más prestar atención. Y el tono de la voz es crucial para no dormirse y también la forma en que cuente las cosas es muy importante.

A la hora de relatar un episodio significativo de su propia experiencia como estudiante, Agus eligió hablar de un docente bastante conocido por tod@s, que le generó “fascinación” y la marcó al punto de influir en la elección de su futuro profesional.

  • ¿Podrías relatar un episodio significativo de tu experiencia como estudiante en relación a algún docente o a alguna práctica docente en particular?
  • Recuerdo más que un episodio, una clase teórica particular de las que da Alberto Kornblihtt en la primera de las materias que cursamos los prototipos de biólogos, Introducción a la Biología Molecular y Celular (para los de Exactas IBMyC). Las teóricas son llevadas a cabo con retroptoyector con lo cual las imágenes son muy precarias y la mayoría son dibujos. El día que Alberto explicó splicing alternativo no fue una clase con alguna dinámica distinta a las demás, pero recuerdo haber salido con un grado de fascinación tal que pensaba “esto es lo que quiero para mi vida”. Luego me entero que el tipo trabaja en eso. Retomo el tema que enseñar lo que a uno lo apasiona llega distinto a las personas. Elegí este ejemplo porque para mí Alberto es EL comunicador, y en ese aspecto, es un ejemplo a seguir.

  • Si tuvieras que recomendarle a l@s docentes un libro, una canción o una película que considerás “relevante” para mejorar la práctica docente, ¿qué libro, canción o película nos recomendarías y por qué?
  • Creo que hay un capítulo de los Simpson para cada momento de la vida y que comentar alguno podría funcionar como “ancla mental” de esos conceptos. Me pasó y funciona!!!

Cerrando la entrevista, Agus utiliza el verbo “transmitir” con muchos objetos directos bien diferentes para referirse a la tarea docente, recupera una idea bien freiriana (l@s docentes también aprenden de sus estudiantes!) y nos deja una frase de la banda musical Callejeros.

  • ¿Cuáles son y cuáles “deberían ser”, en tu opinión, los objetivos de la Educación?
  • Transmitir conocimiento teórico y práctico. Transmitir diferentes formas de estudiar. Transmitir valores. Transmitir experiencias. Debería ser también un espacio de “ida y vuelta” en donde el docente también aprenda del alumno. Y no sé si responde a la pregunta lo que puse pero dejo una frase de un tema de Callejeros (Creo): “Creo que educar es combatir, el silencio no es mi idioma.”

* Agustina Marciano (@Dra_M) es estudiante de Ciencias Biológicas en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales en la Universidad de Buenos Aires. Tiene una Beca Estimulo que desarrolla en el Laboratorio del Crecimiento, Nutrición y Reproducción de Crustáceos Decápodos que se encuentra en la misma institución. Actualmente se encuentra cursando las últimas tres materias de su carrera y realizando experimentos para terminar su tesis de grado.

martes, 6 de octubre de 2015

¿Cómo aprende Daniela? Dar el máximo con responsabilidad, voluntad y perseverancia. El esfuerzo propio y de Otros.


En este 2015 el Blog espera, una vez más, incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes. Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos seguir (re)pensándonos a partir de textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.

Como dijimos en entradas anteriores, pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.

Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender en nuestras materias.

Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió Daniela Pinchetti *.

 
Para empezar, Daniela nos cuenta su “técnica” para aprender que incluye tres etapas muy claramente definidas, nos habla de la relevancia de “poder contarle las cosas a otro” y de la importancia de poder relacionar los nuevos aprendizajes con conocimientos previos o con otros temas: “el aprendizaje de los contenidos en la escuela y/o en la universidad en mi opinión tiene tres etapas. Primero, el docente ofrece el tema a aprender, te acerca al conocimiento, te marca los puntos que considera más importantes e intenta que uno comprenda los distintos conceptos claves. Segundo, el alumno debe enfrentarse a los apuntes y a los libros, leer, relacionar e intentar comprender por sí mismo. En este punto, debemos seleccionar lo que nos parezca más importante. Personalmente, suelo realizar resúmenes, cuadros, esquemas que me permitan ir fijando los nuevos conocimientos y tener el material organizado para poder luego estudiarlo. Y tercero, debemos sentarnos con los apuntes, notas y libros a interiorizar los contenidos, memorizar aquellas palabras claves y terminar de entender los temas. Considero que se alcanza el máximo aprendizaje cuando se es capaz de contarle a otro aquello aprendido y que el otro lo entienda. Además, debemos ser capaces de relacionar los temas y si es posible conectarlos con conocimientos previos”. Cuando reflexiona sobre sus aprendizajes “no académicas”, Daniela reivindica dos cuestiones, que son la figura de un “Otro” (que guía, orienta, impulsa, apoya, colabora, incentiva,  ayuda y “en algún punto hasta obliga”) y la idea de la voluntad, el esfuerzo y la perseverancia como características indispensables para aprender: “andar en bicicleta, atarme los cordones, jugar al tenis, manejar, nadar, tocar la guitarra son todas cosas que aprendí tanto por mi propio esfuerzo como el de otros, como mis papás. Ellos me impulsaron a aprender, me hicieron practicar, quizás en algún punto hasta me obligaron a animarme a hacer cosas. Por ejemplo, odiaba que me enseñaran a nadar pero a pesar de mis lágrimas de cocodrilo me insistieron y lograron que ahora sepa nadar. O cuando me regalaron mi primera bicicleta y de a poco me fueron aflojando las rueditas hasta que un día pude sin ellas.  Es bueno escuchar a aquellos que ‘saben’ de los temas, prestarle atención a los consejos, tener la mente abierta para aprender otra forma de hacer las cosas y aceptar a quienes las hagan distinto.  Me gustaría destacar de estos aprendizajes que todos requirieron un esfuerzo, perseverancia, voluntad de aprenderlos y sobre todo repetición hasta el hartazgo. Además, personas que con amor impulsan, apoyan, colaboran e incentivan”.

Daniela vuelve sobre estas dos cuestiones cuando compara aprendizajes “académicos” y “no académicos” y en ambos destaca la figura de “Otros” así como el esfuerzo, la perseverancia, la responsabilidad, la voluntad y la capacidad para organizarse: “todas las cosas para aprenderlas requieren de esfuerzo, perseverancia, responsabilidad, voluntad y de organizarse para tener tiempo para repetir ya sea algo manual/mecánico como un concepto que se quiere memorizar o ejercicios que practicar. Creo que tanto un docente que acompañe el aprendizaje facilitando el abordaje de los temas, como padres, hermanos, amigos, familiares que apoyen, estimulen y faciliten el aprendizaje de lo no académico son muy importantes. Hasta en ciertos casos esenciales. Sostengo que hay ciertos conocimientos que solo se pueden pasar de persona a persona y hay otros que la única manera de interiorizarlos es sentándonos con un libro a leer, entender y memorizar. Además, considero que no hay conocimiento que este demás y que todos tenemos que luchar por alcanzar aquellos objetivos que con criterio (porque sabemos que los podemos lograr) nos propusimos”.

Finalmente, Daniela nos deja una interesante reflexión (que le generó la propuesta de escribir este texto) para seguir (re)pensado(nos) y repensando nuestras prácticas de enseñanza y de aprendizaje: “al escribir sobre cómo aprendemos recordé aquellas instancias de aprendizaje que tuve en mi vida, ya sea, aquellas de conocimientos no académicos como académicos. Recordar a aquellos profesores que hicieron grandes esfuerzos por enseñarme, a mis padres que también lo hicieron con esfuerzo y dedicación. Además de recordar todos los días que he estudiado, con esfuerzo y perseverancia hasta alcanzar mis objetivos. Siempre intentando superarme a mí misma y alcanzar aquellos objetivos que puedo alcanzar. Estos pueden ser mayores o menores a los de otros estudiantes; lo importante, es dar el máximo que uno pueda dar. Creo que una posible respuesta a como aprendemos es que lo hacemos tras horas de observar, escuchar, leer, practicar, memorizar y que esto se logra cuando uno realmente lo quiere y se lo propone”.
 

* Daniela Pinchetti (@danipinchetti) es estudiante de Veterinaria de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA. Además es alumna concurrente de la cátedra de Química Biológica y adiestradora canina.