En este 2014 el Blog espera, una vez más,
incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes.
Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes
y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos incorporar textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.
Como dijimos en una entrada anterior
pareciera ser que much@s docentes
creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los
aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo
de que nuestr@s estudiantes aprendan.
Sin embargo, no
tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para
aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender los contenidos
(disciplinares, actitudinales y de procedimientos) de nuestras materias.
Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de
tuerca a esta reflexión a partir de relatos,
en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s
estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos
aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez
más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente
escribió María Florencia Acosta *.
Cuando Flor
reflexiona sobre cómo aprende contenidos
académicos nos cuenta que “tengo mucha memoria fotográfica, con lo cual después de estudiar
y a la hora de rendir lo que suelo hacer es acordarme en que hoja estaban lo
temas. O también sin pensarlo tomo de referencia cosas que quizás no tengan que
ver con lo que estoy estudiando”. Flor
reflexiona sobre cómo las diferentes prácticas características de cada un@ (como
tomar apuntes, hacer resúmenes o cuadros sinópticos) pueden, al mismo tiempo,
ser una ventaja o una desventaja a la hora de estudiar: “en la facultad en las clases teóricas no tomo
nota, creo tener la capacidad de acordarme sin escribir, el problema es que a
la hora de estudiar nunca tengo de donde”.
Habitualmente l@s estudiantes nos recuerdan que no
se aprenden (ni estudian) igual, contenidos diferentes. En ese sentido, y como
lo manifestaron otr@s much@s estudiantes, Flor
vuelve sobre el tema de la repetición, “en el caso de las materias que exigen cálculo, en general
ejercito hasta el hartazgo”.
En las palabras anteriores se advierte la
relevancia que tienen las prácticas que invitan a l@s estudiantes a
experimentar con formas diferentes de estudiar o de acercarse a contenidos de
campos disciplinares disímiles. ¿Cuántas
de nuestras propuestas didácticas o de las actividades que (habitualmente) les
proponemos a nuestr@s estudiantes involucran la utilización de éstas u otras
herramientas facilitadoras de los aprendizajes? Y ya que estamos en “tono
preguntón”, ¿Se dieron cuenta que en su
relato en ningún momento habla de l@s docentes (ni de las prácticas de
enseñanza) cuando cuenta “cómo aprende”?
Profundizando en esta cuestión de “diferentes
disciplinas, diferentes métodos de aprendizaje”, Flor insiste con la idea de la repetición pero aclarando que
depende de los contenidos: “no uso los mismos métodos para aprender las diferentes cuestiones.
Lo que si repito como forma de aprendizaje, es la cuestión de la repetición
hasta el hartazgo, pero en general, ahora que lo pienso, no tienen similitudes”.
A la hora de pensar, de manera comparativa, los
aprendizajes “académicos” y “no académicos”, Flor nos deja una reflexión que tiene que ver con algo sobre lo que
ya insistimos varias veces en este Blog: la relevancia de la motivación y los intereses
como punto de partida para aprendizajes significativos. Flor pone ejemplos bastante claros al respecto, ejemplos en los que,
como diría Jacotot, no necesito de un “maestro explicador”: “Soy muy autodidacta y
obstinada, con lo cual si algo me interesa aprender busco todos medios
necesarios hasta que lo aprendo y luego no lo hago más. Esto viene de chiquita,
por ejemplo; quería saber coser a máquina así que pedí que me pongan la máquina
de coser en la mesa, que me digan como se ponía el hilo y me puse a practicar,
lo mismo pasó con aprender a tejer a dos agujas y crochet. Lo último que hice,
fue querer aprender a hacer origami, así que busqué en YouTube varios
tutoriales y aprendí, obvio eso es algo que ya no hago más. Pero en general
siempre hago lo mismo”.
Finalmente, Flor
nos deja su propia concepción de
esta palabra, esta idea, este concepto que tanto nos cuesta entender pero que
tanto queremos facilitar y que confirma que muchas veces ni siquiera pensamos
en cómo aprendemos cuando, efectivamente, aprendemos algo: “La verdad respecto a la
pregunta ¿qué es aprender?, no era algo que me hubiese cuestionado. Creo que es
algo que internalizamos y después lo usamos para siempre. El tiempo y la
formación que uno tiene hacen que cada uno perfeccione el método a su gusto”.
* María Florencia Acosta (@floreacosta
en Twitter; Facebook.com/mfloreencia.a en Facebook; www.tumblr.com/blog/tressdeseos)
es estudiante
de Arquitectura en la Facultad de Arquitectura, Diseño y
Urbanismo (FADU) en la Universidad
de Buenos Aires. Espera poder dedicarse el resto de su vida a lo que ama profundamente, que es la arquitectura. Es alérgica a los gatos, pero los ama y
quisiera tener miles. Es una amante
apasionada de cualquier red social.
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