martes, 27 de agosto de 2019

Una atmósfera vital para que el sujeto entre en el mundo, se sostenga en él y en lugar de ser moldeado pueda ser obra de sí mismo. “Los 5 libros para tu (trans)formación” de Roxana Szteinberg.


En este 2019, el Blog #AsíFuimosAprendiendo incorporó una nueva “sección” en la que referentes del campo educativo, docentes y estudiantes nos invitan a leer 5 libros que les (trans)formaron, les conmovieron, les ayudaron a repensar sus prácticas o que, por algún motivo, creen que estaría bueno que otres docentes (y otres estudiantes) preocupades por “la Educación” y los aprendizajes, los leamos.
En esta entrada es un placer publicar “los 5 libros para tu (trans)formación” de Roxana Szteinberg *.

        


“Haz que tus dones fructifiquen” (capítulo en Enseñanzas implícitas) de Philip Jackson (1999).
Si bien el título del capítulo parece inspirado en un libro de autoayuda, su contenido dista de serlo. Tras dos años de observación e investigación, Jackson analiza qué hilos se tejen en la urdimbre que construye una maestra, Elaine Martin, en su aula de primer grado de una escuela pública de Chicago. “Lo primero que ocurrió fue que mi asistente y yo comenzamos a disfrutar de nuestras visitas al aula de la señora Martin sin siquiera saber por qué. Simplemente nos gustaba estar allí”. Jackson intenta hacer visibles las estrategias que despliega Elaine Martin que, sumadas al currículum oculto, instalan en su salón de clases lo que Jackson describe como una atmósfera, una vitalidad que irradia la clase, evidentes “virtudes redentoras” de la maestra, cierta franqueza y candor en sus acciones, entre otras condiciones que llevan al investigador a sentirse él mismo tan a gusto como el resto de los niños en el aula. La juzgo una lectura indispensable porque la enseñanza suele ser un objeto escurridizo, difícil al pensamiento y, en este caso, el investigador revela algo que está oculto, que es imperceptible a simple vista, mira una buena práctica pero con ojos de pregunta, desnaturalizando aquello que pasa desapercibido. 

“Frankestein educador”, de Philippe Meirieu (1998).
Meirieu aborda el pasaje de una pedagogía normativa y autoritaria, hacia fines del siglo XIX y durante el siglo XX que trataba de imponer al niño saberes y actitudes conforme a las exigencias sociales, a otra que lo ubica como actor principal de su educación, que descubre y construye su desarrollo. Advierte que la pedagogía se organiza en torno al interés del niño, quien necesita de un entorno estimulante para desarrollarse, de modo que sin ser conveniente someterse tan sólo a sus necesidades y peticiones, tampoco es una solución volver al proyecto de Frankenstein o el Golem, esto es, la reducción del niño a un objeto de fabricación en el que se encauza la ambición de dominar por completo el desarrollo de un individuo. Se opone enfáticamente al concepto de educación como fabricación. Me resulta relevante porque las disciplinas escolares suelen plantearse como jirones de conocimientos arrancados de tratados eruditos, como los “fragmentos de cadáver” que dan vida a Frankestein. Cito: “La educación debiera movilizar lo necesario para que el sujeto entre en el mundo y se sostenga en él, se apropie de interrogantes esenciales a la cultura humana e incorpore saberes que respondan a esos interrogantes, de modo que el sujeto, en lugar de ser moldeado y fabricado, pueda ser obra de sí mismo”.
 
“Pulgarcita”, de Michel Serres (2013).
Pulgarcita hace referencia no a un personaje sino a una generación de jóvenes que con admirable velocidad y maestría, hacen brotar mensajes con sus pulgares sobre la pantalla del celular. Serres pone especial atención en indagar quiénes son hoy los sujetos del aprendizaje, cómo piensan, cómo construyen el conocimiento, cómo lo comparten, cómo crean y recrean la obra ajena, qué cosas les interesan. “Antes de enseñar algo a alguien, es necesario al menos conocerlo. ¿Quién se presenta hoy en la escuela, en el colegio, en el liceo, en la universidad?” La mirada que propone Serres es fundamental, perturbadora pero ineludible.

“Che, maestra”, de María Belén Cairo Sastre (2005).
Esta elección es un homenaje a su autora y amiga María Belén Cairo Sastre. Belén falleció hace pocos días, padecía una enfermedad rara e infrecuente, tanto cono lo era ella. Fue una de las mejores maestras que conocí, trabajó en escuelas de chicos de la calle, estuvo presente allí, donde se necesitan buenos maestros. Animada por algunos amigos que la ayudaron, editó hace algunos años este pequeño libro de relatos de experiencias educativas, que es también un reconocimiento a tantos otros maestros quienes, desde el más absoluto anonimato, trabajan poniendo mucha cabeza y el corazón en lo que hacen y creen. Cito a Belén: “Che maestra es un libro para mis colegas que eligen trabajar en los barrios populares porque son ellos los que van a decir “Esto también lo hubiese podido escribir yo”.

“Diario de invierno”, de Paul Auster (2012).
Por último, un texto literario. No es que se trate del mejor libro que haya leído, aunque la prosa de Auster es virtuosa, inteligente y elaborada. Simplemente acabo de terminar de leerlo y ya lo estoy extrañando. El libro tiene un fuerte tono autobiográfico y, por momentos, experimenté gran empatía con el protagonista durante su lectura. Sobre todo en el pasaje en que reconoce un trastorno que padece y que comparto: la dificultad para ubicarse espacialmente, la disposición a perderse, a tomar siempre la dirección equivocada. Provoca gracia e incomprensión en quienes no lo sufren, por eso me reconfortó leer a Auster: “Siempre perdido, equivocándote siempre de dirección al tomar un camino, siempre sin llegar a parte alguna. Toda la vida has padecido de cierta incapacidad para orientarte en el espacio (…) Te perderás irremediablemente en cuestión de minutos, e incluso en el interior de un edificio, siempre que te encuentres en alguno que no conozcas, te equivocarás de pasillo o tomarás el ascensor que no debes, por no hablar de espacios más pequeños, como restaurantes, por ejemplo, porque siempre que vas a los servicios, al volver torcerás inevitable y erróneamente por donde no es hasta encontrar tu mesa”. La Literatura muchas veces es mágica y nos regala un fragmento que parece haber sido escrito solo para nosotros.

* Roxana Szteinberg es Licenciada y  Profesora de Enseñanza Media y Superior en Letras (U.B.A.). Especialista en Ciencias Sociales con mención en Lectura, Escritura y Educación (FLACSO). Especialista Docente de Nivel Superior en Educación y TIC (INFOD). Trabajó en Educación Rural en el Ministerio de Educación Nacional como consultora y capacitadora docente. Es docente de Posgrado de la Especialización en Docencia Universitaria de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la U.B.A. y de la Diplomatura en Conducción de Instituciones Educativas en el ISPJVG. Trabaja como Asesora Tecno Pedagógica en la FCV – UBA y en la Escuela de Economía y Negocios de la UNSAM. Es coordinadora y docente de Literatura en el nivel medio.

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