Bienvenid@s de vuelta al
Blog!
Mientras iniciamos un nuevo año
escolar/académico en el que esperamos seguir
reflexionando, seguir discutiendo
y seguir (trans)formándonos como
docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más
significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una
de las entradas publicadas los años anteriores,
como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 16 de Septiembre de 2014:
En este 2014 el Blog espera, una vez más, incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes. Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos incorporar textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.
Como dijimos en una entrada anterior, pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.
Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender los contenidos (disciplinares, actitudinales y de procedimientos) de nuestras materias.
Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió Mariel Herrera *.
Como discutiendo atemporalmente con la Coménica idea de una didáctica para “enseñar todo a todos” y, como ya ocurriera en otros #CómoAprende, Mariel diferencia “lo que hace para aprender” materias (o contenidos) diferentes: “La forma en que fui aprendiendo diferentes contenidos a lo largo de mi trayectoria educativa (tanto en la escuela como en el profesorado) fue variando, dependiendo de diferentes aspectos: el tipo de contenido, la edad que yo tenía, etc…”.En este sentido, Mariel profundiza: “Por ejemplo, en la primaria y secundaria estudiaba casi todo de memoria, principalmente las materias más teóricas como ser Lengua o Ciencias Sociales, y esto hacía que se me dificulte un poco recordar mayor cantidad de temas. En cambio había materias más prácticas, como Matemática o Físico-Química, las cuales fui aprendiendo haciéndolas. Es decir realizando ejercicios para practicar, hasta entender cierto mecanismo que me permita resolver el problema planteado”.
En las palabras anteriores se advierte el valor que tiene para Mariel “aprender haciendo” y esto nos invita a hacernos algunas preguntas: ¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas o de las actividades que (habitualmente) les proponemos a nuestr@s estudiantes involucran la utilización de herramientas facilitadoras de los aprendizajes que implique “hacer algo”, aprender algo haciendo?
No decimos nada nuevo si volvemos sobre la idea de que cada estudiante es singular y utiliza las herramientas que mejor resultado le han dado en su trayectoria educativa. En este sentido y a diferencia de otr@s estudiantes que valoraron la utilización de redes conceptuales (y no la realización de resúmenes), Mariel deja en claro que no a tod@s nos sirven las mismas estrategias, cuando dice “En la Escuela, cuando me pedían que realice un cuadro sinóptico o una red conceptual como método para facilitar el estudio, yo lo hacía pero nunca podía estudiar de allí porque no entendía cómo hacerlo. No me sentía cómoda y prefería estudiar “de memoria”. En cambio, en el profesorado, al ser más grande, pude tener otras herramientas de estudio. Por ejemplo, me sirve mucho realizar un resumen con mis palabras y por escrito de los textos a estudiar, marcando con resaltador los conceptos claves o palabras importantes a tener en cuenta, que me permitan tomar y explicar una idea. Esto puedo hacerlo porque en su mayoría son materias teóricas. Pero aquellas materias más prácticas las sigo aprendiendo de la misma manera que siempre: haciéndolas”.
A la hora de pensar, de manera comparativa, los aprendizajes “escolares” (o académicos) y “no escolares” (o no académicos), Mariel insiste con la idea de “aprender haciendo”: “Las cosas que uno va aprendiendo en la vida, al ser prácticas o hechos en sí mismos, siempre se aprenden de la misma manera: haciéndolos. Por ejemplo aprendí a nadar yendo al club con un profesor que me enseñó las diferentes técnicas para hacerlo; aprendí a cocinar haciendo un curso donde poníamos en práctica lo que ya conocíamos y aprendimos nuevas técnicas, a través de acciones de ensayo y error; aprendí a andar en bicicleta andando primero con rueditas, luego intentando sin las mismas (con unas cuantas caídas de por medio), hasta que finalmente un día logré mantener el equilibrio y andar sin caerme. A veces, según lo que queramos aprender a hacer, también se puede estudiar la parte teóricacon los métodos que mencioné anteriormente. Por ejemplo, hice también un curso de fotografía, en el cual primero leíamos la teoría y luego practicábamos con las cámaras aplicando aquellos conceptos vistos en clase. Pero siempre resultó fundamentar hacerlo hasta que salga”.
Finalmente, Marielnos deja un planteo interesante para seguir (re)pensado nuestras prácticas docentes y adaptándolas a las inquietudes y motivaciones de estudiantes siempre diversos que usan estrategias diversas para aprender. Nos recuerda que aprender (en especial cuestiones prácticas o “de la Vida”) es un hecho natural pero agrega algo fundamental, muchas veces se plantean aprendizajes escolares o académicos de una manera tan “poco natural” que nos obliga a pensar estrategias para facilitar de alguna manera esos aprendizajes: “En mi opinión, la diferencia en la manera que tenemos para aprender diferentes cosas no está en si es escolar o extra-escolar, sino si es algo práctico o teórico. Cuando estamos aprendiendo contenidos teóricos, como ser el abecedario, los nombres de los países y continentes o la historia latinoamericana, siempre es necesario tener algunos recursos para poder recordar la gran cantidad de información que significa eso, por ejemplo redes conceptuales, resúmenes, cuadros sinópticos, etc. En cambio, cuando queremos aprender algo que es práctico, es decir, que tiene su significado en el mismo “hacer”, sea escolar o extra-escolar, siempre se va a lograr aprenderse y adquirirse en esa misma práctica, haciéndolo. Ya sea cuando una persona aprende a caminar, a hablar o a leer, a realizar operaciones matemáticas, a cantar, a actuar, a cocinar, etc. Lo que hace reflexionar el preguntarse sobre estas cuestiones es el hecho de cómo podemos hacer para aprender los contenidos escolares o académicos de la misma manera o con la misma naturalidad que aprendemos las cosas cotidianas de la vida. Muchas veces relacionamos los contenidos escolares o académicos con ciertos procedimientos o formas de estudiar, y sería bueno poder integrarlos con aquellas formas o modalidades que usamos para aprender las cosas más cotidianas, ya que probablemente logremos adquirir un verdadero aprendizaje, más significativo, y podamos apropiarnos mejor de aquello que estamos tratando de aprende”.
* Mariel Herrera es estudiante del Profesorado de Educación Inicial y Primaria en la Escuela Normal N° 10. Maestra auxiliar de Jardín Maternal desde el 2012. Voluntaria del Equipo de Apoyo Escolar y Acompañamiento Educativo de la UBA. Cocinera y fotógrafa muy amateur.
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