Bienvenid@s de vuelta al
Blog!
Mientras iniciamos un nuevo año
escolar/académico en el que esperamos seguir
reflexionando, seguir discutiendo
y seguir (trans)formándonos como
docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más
significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una
de las entradas publicadas los años anteriores,
como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 1 de Octubre de 2013:
En la actualidad, en nuestro país, se está dando un interesante debate sobre la Educación Pública, en general, y sobre la Educación Pública Superior, en particular.
Pero no se trata de “un debate más” ni de “el mismo debate de siempre” (sobre el cual en este Blog ya tomamos posición más de una vez), sino que se trata de un debate que no ocurre (por las coyunturas histórico-político-sociales) desde hace más de medio siglo y que nos interesa particularmente porque nos interpela desde otro lugar. Hablamos deldebate por la “calidad educativa”. Algun@s podrán decir que nunca dejamos de discutir sobre “calidad educativa” pero créannos que éste es, definitivamente, “otro debate”.
Como consecuencia de las políticas públicas de la última década y de la activa presencia y participación del Estado Nacional, asistimos hoy a una situación inédita que ni aquell@s que más detestan al actual gobierno nacional pueden negar, una situación que parecía imposible hace sólo quince años y que molesta mucho a quienes entienden a“la Educación” como un bien o un servicio (o incluso como un negocio) y no como un derecho.
En la actualidad tenemos más escuelas públicas que nunca, más chic@s asistiendo a esas escuelas que nunca, más universidades públicas que nunca, más estudiantes “primera generación de universitari@s” que jamás en toda nuestra historia y el presupuesto para Educación (en términos absolutos y como porcentaje del PBI) más alto que jamás pudimos imaginar. Esto por nombrar sólo algunas cuestiones, a las que se suman la asignación universal por hijo (de enorme impacto educativo), programas como “Conectar Igualdad” (que incluye la entrega de netbooks a estudiantes secundarios de todo el país), los canales “Paka Paka” y “Encuentro” (y sus excelentes producciones educativas nacionales, pensadas desde “nuestra propia cultura”) o el Plan FinEs (como sólo un ejemplo de los muchos pensados para quienes no tenían su secundario terminado), entre tantos otros.
Ante semejante panorama surge una crítica, que no por venir de donde viene, debemos desoír:la (falta de) calidad de “esta”Educación “para tod@s”.
Escuchamos a l@s expert@s de siempre decir que todo lo mencionado anteriormente es cierto pero que “el costo” (la terminología económica siempre les provee de algún vocablo que les resulta cómodo) es la baja calidad de esas instituciones y de la Educación que reciben quienes asisten a “esas Escuelas” o “esas Universidades”. Dicen esto como si les preocupara en algo la Educación que reciben miles de “otr@s” pero nosotr@s(a quienes sí nos preocupa y nos ocupa esto) no podemos dejar pasar la crítica por eso ni perdernos esta oportunidad de reflexionar sobre esta cuestión.
Tenemos que dar(nos) ese debate sobre la “calidad educativa” pero tenemos que dar(nos) ese debate desde nuestras plataformas. Nadie podría negar que l@s chic@s pobres que asisten a una Escuela Pública de las comunas 8 ó 9 de la Ciudad de Buenos Aires no reciben “la misma Educación” que l@s chic@s ric@s que asisten a una Escuela (también Pública) de la Comuna 2. Sin embargo, sería un error tan grave“ignorar” la crítica a la “calidad educativa” de una “Educación para tod@s” por venir de donde viene, como levantar el guante y dar(nos) ese debate en los términos que “ell@s” proponen. Ni una cosa ni la otra. Tenemos que dar un paso más allá (o mejor dicho, más acá) y dar(nos) ese debate pero desde nuestras propias plataformas porque no tod@s entendemos lo mismo por “calidad educativa” y en lo que entendemos por este concepto están incluidas nuestras concepciones sobre la Educación, el aprendizaje, el conocimiento y el rol del Estado, entre otras.
Claro que nos preocupa (y nos ocupa) la calidad de la Educación pero para nosotr@s la inclusión es el primer paso de una calidad educativa que no se mide con los estándares de PISA (para las escuelas primarias y secundarias) ni con los criterios basados en “competencias” de las Universidades de acuerdo al proceso de Bolonia (tan “bien” representado por “nuestra” CONEAU). Para nosotr@s la calidad educativa tiene que ver, fundamentalmente, con la calidad de (trans)formación de las personas y de las sociedades, con la construcción de sociedades más justas, más equitativas y con mayor igualdad de derechos y de oportunidades.
Un conocido “sociólogo de la Educación” (con el que solemos acordar en varias de sus concepciones didáctico-pedagógicas y con el que solemos diferir en la mayoría de sus posicionamientos político-ideológicos) dijo hace poco en una conferencia, en relación a la creación de Universidades en el conurbano bonaerense y en las provincias más pobres: “ahora, HASTA cada provincia tiene su propia Universidad”. Sí, cada provincia tiene al menos una Universidad porque eso (también) es calidad educativa. ¿Esto significa que no nos importa el tipo de (trans)formación personal y disciplinar que ocurre en “esas Universidades” (o en las muchas Escuelas Públicas, siempre tan denostadas)? No. ¿Esto significa que no nos importa la “calidad” de “esa Educación”? No. Significa que estos logros nos permiten ahora dar(nos) un debate sobre la calidad educativa pero desde nuestras propias plataformas (y con nuestro propio vocabulario), desde un posicionamiento que considera (y tiene en cuenta) a la Educación como un derecho, a la igualdad (no como una meta sino como un punto de partida), a la inclusión, a la interculturalidad, a la equidad y que es consciente del rol social de la Educación (no como causa de todos los males de la sociedad ni como solución mágica a todos los problemas sociales) sino como un instrumento más de (trans)formación individual y colectiva en esta lucha por la igualdad de derechos, que presupone (fundamentalmente) la inclusión real (y absolutamente necesaria) de los sectores históricamente postergados.
El desafío es ahora dar(nos) ese debate sobre la “calidad educativa” pero desde nuestras propias plataformas. Allá vamos!!!
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