martes, 24 de mayo de 2022

#AsíFuimosAprendiendo cumple 10 años!!!

 

Parece increíble pero pasaron diez años desde la primera publicación (luego de un par de “tareas” en el curso del CITEP para el que se creó) y hoy este Blog cumple una década!



Y, una vez más, es una linda ocasión para agradecer y para hacer cierto repaso.

Por empezar, esta publicación (conmemorativa de los 10 años del Blog) es un agradecimiento a todes les lecteres de este Blog por estar ahí, a veces de manera silenciosa y otras veces participando con comentarios virtuales u opiniones “cara a cara”. Agradecerles no sólo por interesarse en leer el Blog (y aceptar la constante invitación a reflexionar sobre la Educación) sino también por difundirlo y compartirlo, pegando los links de las entradas en sus muros de Facebook, publicándolas en Instagram, recomendando el Blog por mail a sus contactos o haciendo RT de los (a veces insistentes) tweets (desde @pablocrodriguez) que invitan a leer cada nueva entrada.

Esta publicación (conmemorativa de los 10 años del Blog) es, también, un agradecimiento a todes y cada une de les docentes y estudiantes que participaron del Blog en alguna de las diversas “secciones”, que incluyen más de sesenta escritos originales; más de veinticinco textos escritos por (generoses) colaboradores; más de sesenta entrevistas (entre entrevistas a docentes y entrevistas a estudiantes); casi veinte reseñas de congresos, jornadas o eventos sobre Educación; casi treinta estudiantes contando #CómoAprenden, seis microentrevistas en video y casi treinta entradas de las últimas dos propuestas: “Los #5Libros para tu (trans)formación” y “Lo que el 2020 nos dejó”.

Sería imposible nombrar a cada une porque estamos hablando de más de ciento sesenta personas que sumaron su granito de arena para ayudarnos a construir este espacio de reflexión y para ayudarnos a (re)pensar(nos) y a (re)pensar nuestras prácticas. A todes elles, muchísimas gracias!

Desde el convencimiento del valor que tiene la pluralidad de voces para la reflexión compartida, para la construcción colectiva de sentido y para nuestra propia (trans)formación como docentes crítiques, que se preocupan por (y se ocupan de) la reflexión sobre nuestras propias prácticas, es que redoblamos la invitación y nos proponemos (después de estos 10 años) seguir intentando construir en este mismo sentido y seguir reflexionando a partir de las voces de quienes están en las aulas, con la firme intención de que este Blog siga siendo un espacio que invite a la reflexión y que crezca no sólo en el número de lecteres (para lo cual pueden compartir ahora mismo este link: www.asifuimosaprendiendo.blogspot.com.ar) sino, también, en el número de voces que en él se manifiesten.

Cuando empezamos, era impensado llegar a 10 años con un Blog sobre Educación pero ahora, vamos por más! Por más entradas, por más colaboraciones y por más (y mejor) reflexión colectiva y como dijo Lisa Simpson, en esa frase que motivó una de las primeras entradas de este Blog: “Ah, pensamos hacerlo!”.

Muchas gracias a todes!!!

 

martes, 17 de mayo de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: El aula es el marco habitual que da entrada al mundo, es una morada de lo íntimo y lo inmenso, es un espacio por habitar, que da lugar a la contingencia, donde se hace presente lo incalculable. Profe,¿cúando volvemos al aula? Por Fabián Chazarreta *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 16 de Noviembre de 2021:

 
 
    “Profe, ¿cuándo volvemos al aula?”
 
    Esta pregunta me la hicieron estudiantes, padres y familiares, mientras estaba en el programa de Acompañamiento a las trayectorias y revinculación escolar (ATR). Esta consulta siempre suscitó en mí una mirada de incertidumbre y preocupación dado que no tenía una respuesta (y sigo sin tenerla) pero sí me quedaba claro algo: ese interrogante no era simple curiosidad; no era solo un deseo; también era una expresión de necesidad (y lo sigue siendo). La validación del aula (y a esto sumo a la escuela y la labor docente) es quizás, el aprendizaje más significativo que (nos) dejó la pandemia: ver (sentir) al salón como un espacio en el que se encuentra, se alberga, se da lugar, se hospeda, se acoge, se cuida, se (re)conoce, se acompaña, se relaciona y se da la bienvenida al otro/otra/otre. El aula es el marco habitual que da entrada al mundo que nos rodea (o al menos el más propicio). Es un espacio por habitar y un espacio por habitar con otros/otras/otres. Una morada de lo íntimo y lo inmenso, nada más y nada menos. Un espacio que da lugar a la contingencia. “La contingencia no es la posibilidad de que algo suceda, sino la imposibilidad de calcular cuándo irrumpirá un elemento, nuevo o inadvertido, que desencadenará una configuración inédita” afirma Ritvo. El aula es un espacio donde se hace presente lo incalculable. Un refugio, un rincón para resguardarnos de lo que pasa a nuestro alrededor. La presencia o presencialidad no es igual o no iguala a la virtualidad, ya que es una transmisión mediada, equis distante. No descubro nada al decir eso, pero, también es necesario decir que, gracias a la virtualidad, no perdimos todo o más de lo que ya se perdió. La virtualidad fue una forma de seguir haciendo presencia, y permanecer. ¿Se puede “volver” a lo que fue? ¿Se puede “retornar”, es decir, volver al lugar o a la situación en la que se estuvo? ¿Es posible pensar más en un “regresar”, en el sentido de devolver o restituir algo a su poseedor? ¿Devolver(le) el aula a les estudiantes y docentes? Y, cuando por fin nos veamos, cuando se dé ese encuentro, ¿sabremos qué esperar? ¿encontraremos eso que pensamos encontrar? Hay cosas que no pueden decirse porque se nos escapan, y hay preguntas que nos acompañaran un buen rato.

 
    Muchas prácticas se vieron afectadas por la situación excepcional de pandemia, por eso existe una gran preocupación por revisar, rever y examinar todos los ámbitos que conciernen a lo educativo. La necesidad de evaluar o acreditar en la virtualidad fue uno de las más grandes preocupaciones que mantuvo ocupado a les docentes, familias y sobre todo estudiantes. El agotamiento que generan las pantallas posibilitó la apertura a otros tipos de evaluación que no fueran las tradicionales. Se generó un espacio para poder pensar otros tipos de herramientas a la hora de evaluar. La pandemia nos da una oportunidad para relacionar la evaluación con la enseñanza y el aprendizaje. Rebeca Anijovich hablaba en su momento de una “evaluación alternativa”: “se debe atender a las experiencias, procedimientos y trayectos que hay que recorrer durante el aprendizaje ya sea en la toma de conciencia, en la corrección o en el perfeccionamiento del aprendizaje” (Anijovich, 2004). Recoger información cuantitativa de la participación, recoger evidencias del aprendizaje, la autoevaluación, la retroalimentación y la comunicación con las familias son los pilares fundamentales para poder propiciar una nueva forma de evaluar. Además, todo lo audiovisual, toma relevancia, ya que es una lengua que muches estudiantes manejan y que les docentes deben adquirir. Las nuevas aplicaciones y plataformas educativas fueron parte del equipo docente (y lo seguirán siendo). Y las tecnologías se han transformado para propiciar la participación de los usuarios. Participación que lleva al cambio y a la posibilidad de poder dejar una marca significativa. Debemos educar para la participación y el rol activo en las tecnologías, pero, además, en la sociedad. En este punto el rol del docente es fundamental ya que debe acompañar al estudiante y ser parte de su recorrido. En definitiva, lo que buscamos son evidencias del camino recorrido. Evidencias de esa marca o “huella”, que no siempre se puede evaluar, pero se puede (se debe) buscar. Algo de nosotros queda en la vida del otro lejos del presente de eso, y si los docentes somos un puente que busca comunicar, el presente con el futuro y sobre todo con el pasado, debemos entonces hacer caminos, experiencias y aprendizajes que conmuevan, motiven, animen, conmocionen y descoloquen. Siempre estamos en la búsqueda de ecos de lo que vivimos. Resonancia de experiencias nuestras muy difíciles de decir. Evidencias como dice Fito Páez, de que “algo de vos, llego hasta a mí”, y viceversa.
 
    Ahora bien, con lo dicho anteriormente, habrá quienes, luego de la situación excepcional de pandemia, quieran recuperar la presencialidad a toda costa, exigiendo el máximo de clases posibles, con más horas, inclusive teniendo clases los fines de semana y más presencia de la escuela en todos los sentidos. Habrá otros, que pedirán no abandonar toda la virtualidad, que mantendrán una cuestión hibrida o bimodal para que la adaptación a las aulas sea despacio y amena. Y hay quienes no están dispuestos a volver, todavía al aula, porque el virus sigue estando, ronda entre nosotros o porque simplemente han encontrado una forma de habitar a través de las pantallas. ¿Cuál es el método o la forma más indicada? No lo sé. ¿Para qué reservaría la presencialidad y la virtualidad? Tampoco lo sé. Habiendo vivido un hecho que afectó al mundo entero, que marcó y marcará para siempre nuestras vidas y que nos hizo sentir nuestra fragilidad plena, me es difícil (imposible) vislumbrar cómo va a seguir todo. La pandemia robó al mundo algo de sus bellezas (que debemos recuperar) por eso siento que las cosas decantarán u ocuparán su lugar de algún modo. Aunque, sí, encuentro algo que debemos reivindicar y eso es la “alternancia”. “Y si mañana es como ayer otra vez, lo que fue hermoso será horrible después” decía el sublime Charly García pensando que, si hay algo que se repite día a día, aunque ese algo sea bueno, tarde o temprano terminará siendo horrible, “Nada es más difícil de soportar [para el ser humano] que una sucesión de días hermosos" decía Freud citando a Goëthe. Antes de esta pandemia, ¿quién iba a pensar que gran parte de todas las escuelas de este país tendrían clases virtualmente? Sí, siempre existió la virtualidad, pero como soporte, como sostén de la presencialidad, no en un primer plano. Hoy podemos pensar en una cuestión bimodal sin que eso signifique la renuncia a cierta presencia o al revés, podemos pensar la presencia sin dejar lo virtual. Este último componente, a raíz de lo que vivimos, logró independizarse, dejó de ser soporte para convertirse en pilar. Sabemos que no todo se puede enseñar “on line”, algunas cosas requieren de la presencia. Hay que identificarlas y hacerlas cuando volvamos a vernos. Quizás, además de preguntarnos por el método que debemos articular para el mañana, también, necesitamos pensar e imaginar, a la luz de la experiencia: ¿qué tipo de escena (aula o escuela) pretendemos? Una vez más, como planteaba Sartre, el problema es qué haremos con lo que han hecho de nosotros. “Lo que hace a un país vivible, cualquiera que sea, es la posibilidad que le da al pensamiento de abandonarlo” escribe Jean-Christophe Bailly. Si no hay alternancia, la felicidad tampoco se puede acoger. La pandemia nos mostró la caducidad de muchas cosas que creíamos permanentes. Expuso las desigualdades de manera despiadada. El mundo ha girado hasta convertirse en ancho y ajeno, de nuevo. Y nosotros giramos con él. La escuela deberá girar. “…nunca hay conocimiento independiente de la situación de cada ser humano en su mundo (…) no hay texto sin contexto” sostiene Melich, en “Transformaciones”. La escuela cambiará. Pero eso no quiere decir que debamos cambiarlo todo. No se perdió todo. La escuela debe seguir hablando en plural. Debe seguir practicando la “amorosidad”. Debe seguir propiciando el encuentro con el otro/otra/otre. Debe seguir practicando el cuidado, el resguardo y el cariño. Debe revisar(se), (re)pensar(se) y transformar(se). Debe recuperar la mirada y ponerla en aquellos que no tuvieron y no tienen un entorno favorable (y es a los que la pandemia más castigó). Debe recuperar su tiempo y su espacio. Y el mundo volverá a ella. Un día, todos nos fuimos a dormir sin saber que cuando abriéramos los ojos, no volveríamos al mismo mundo de ayer. A partir de ahí, todo se oscureció un poco. La escuela salió al sostén de las familias, estuvo cuando tenía que estar y sostuvo lo que tenía que sostener. Eso quiere decir, que ahora, en un momento donde las cosas comienzan a tomar tinte, la escuela seguirá estando. Como dije, no sé cómo continuarán las cosas, pero continuarán. Irán tomando color y lugar. Como decía el siempre tan extraordinario y amado Cerati: “…puede que no haya certezas. Vamos despacio, para encontrarnos”; y nos volveremos a encontrar.
 
 
Fabián Chazarreta (@Faby_aleph) es estudiante de Letras en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica Nº83 (Quilmes). Es orgulloso ex graduado de la casa de “Slytherin” en HogwartsProfesor, primero; de lengua y literatura, después. Da clases en ESB Nº54 (Burzaco) y da clases particulares. También hace teatro en el espacio “Mascaras” en Solano (Quilmes). Lector de pocos libros, muchas veces. Voluntario en el equipo de Apoyo Escolar y Acompañamiento Educativo de la UBA (actividad que “me cambió la vida. ¡Gracias!”). Un optimista encubierto en las filas de los pesimistas. Un héroe: su Papá (arquitecto en su camino literario y como profesor). Ejemplos: sus abuelos. Quizás se mude a Salta para transformarse la vida con un proyecto como el voluntariado. Peronista: por herencia y elección. ¡Fiel convencido de que la patria es el Otre!


martes, 10 de mayo de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Experiencias colectivas y escenas de enseñanza nunca antes pensadas nos permitieron sostener el vínculo pedagógico prescindiendo de la presencia física, con sentimiento y amorosidad”. Por Constanza Miscione *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 2 de Noviembre de 2021:


Hace tiempo que intento escribir sobre el 2020 y las vivencias docentes vinculadas. Creo que nos llevará tiempo pensar los acontecimientos, volver sobre lo vivido, interrogar las experiencias docentes para aprender, enriquecer, capitalizar... Y la experiencia de la que hablo es la experiencia que Jorge Larrosa nombra como aquello del ámbito de lo común, de lo cotidiano y que por alguna razón se destaca, se vuelve excepcional. La pandemia vino a destacar situaciones que ya venían pasando, reveló una desigualdad que ya existía y durante este tiempo la escuela adquirió una presencia social y cultural que ya venía sucediendo pero en estos tiempos se acrecentó.

Nos hemos visto en escenas de enseñanza nunca antes pensadas, buscamos variadas maneras de llegar a las, los y les estudiantes. Hemos experimentado el uso de herramientas que antes no conocíamos o desestimábamos. Nos ha interpelado profundamente la necesidad de cautivar, convocar, conquistar a nuestras/os/es estudiantes al vínculo pedagógico. En cuarentena se complicó vincularnos, nos sentimos desafiados en nuestras formas de enseñar y aprender. Y tomo las palabras de Andrea Alliaud cuando expresa que logramos vincularnos prescindiendo de la presencia física con sentimiento, con amorosidad. Antes los vínculos estaban asegurados y sostenidos institucionalmente, en presencia física y con el lazo institucional del edificio de la escuela. En cuarentena los docentes hicimos escuela sin el edificio, sin el encuentro físico. Aprendimos que esos vínculos pueden ser creados, convocados, generados, sostenidos y renovados desde quehaceres cotidianos como responder consultas por whatsapp, llamar a la familia de algún, alguna, algune estudiante distante.

En mi práctica como docente de nivel medio, el desafío de este tiempo estuvo marcado por la búsqueda de caminos de enseñanza aprendizaje que convoquen a mis estudiantes, estuvo centrado en cómo presentar o preparar los contenidos, cómo convocar en este escenario nuevo y diverso. La no presencialidad en el aula y los distintos accesos a las tecnologías de mis estudiantes me llevaron a armar múltiples formas de prácticas de enseñanza. En mi práctica en formación docente, el foco fue acompañar a profesores y profesoras que buscaban capacitación para la emergencia para ellos pensar en cómo convocar a sus estudiantes. En ambos espacios se hizo necesario aceptar la incertidumbre, buscar nuevos caminos para convocar, acompañar y hasta en algunos casos sostener. Y se hizo más fácil cuando el esfuerzo fue colectivo. La experiencia siempre se enriquece cuando se encuentra con otrxs. Otrx para contarle, otrx que nos inspire. Y en estos tiempos fueron las experiencias colectivas y solidarias las que nos fortalecieron, creando juntxs, contando experiencias, cooperando. El desafío está en capitalizar colectivamente lo vivido, ojalá nos demos ese tiempo.

 

Constanza Miscione (@constanzamisc) es Licenciada en Psicología (UBA) con especialidad en Educación. Se desempeña como docente en colegios de nivel medio, asesora pedagógica digital en GCBA y formación docente en Escuela de Maestros (CABA), INFoD y OEI.


martes, 3 de mayo de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Una cuesta dura de escalar y un nuevo punto panorámico desde donde mirar la educación, revalorizar la escuela, poner en valor de la especificidad del saber docente y recuperar el deseo de aprender, de compartir y de conversar, en un hilo didáctico que hilvane virtualidad y presencialidad”. Por María Monserrat Pose *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 19 de Octubre de 2021:


En mi opinión, la pandemia fue una cuesta dura de escalar, que, sin embargo, en un recoveco de sus intrincados senderos, nos regaló un nuevo punto panorámico desde donde mirar la educación. Este punto panorámico habilitó una nueva perspectiva desde donde poder descubrir aquellos elementos del paisaje educativo que brillan a lo lejos, en contraste con sus lugares sombríos, y poder avistar nuevos territorios donde aún queda mucho por construir. A nivel social, permitió divisar los claroscuros de la disparidad y puso de manifiesto la necesidad de continuar con planes que garanticen igualdad de oportunidades asegurando dispositivos y conectividad. Desde esta nueva vista, la escuela como institución se vio revalorizada. Más que nunca antes,  se llegó a la certeza de que su función es irremplazable no sólo en lo pedagógico, sino también en el rol que cumple en la sociabilidad, la protección de derechos o el acompañamiento a las trayectorias. Asimismo, en muchos casos, esta revalorización vino de la mano de un reconocimiento y una puesta en valor de la especificidad del saber docente. Fue un momento en que en los hogares resonó una y otra vez la frase: “Yo no sé cómo explicarle esto. No soy docente”. Hasta ofreció una nueva perspectiva a los/as estudiantes, que pudieron mirar la escuela con ojos nuevos, valorar lo que allí sucede, recuperar el deseo de aprender, de compartir y de conversar con sus pares y docentes.

Ese punto panorámico también nos develó una nueva vista a los/as educadores y el cambio de perspectiva implicó algunos aprendizajes valiosos que seguro nos quedarán. Creo que fue un tiempo para cuestionarnos sobre el sentido de lo que hacíamos, revaluar algunas prácticas que conservábamos por inercia y experimentar formas nuevas de enseñar, de evaluar y de acompañar. Aprendimos a estar presentes incluso en la distancia, a priorizar, a convocar desde una propuesta significativa, a poner todos nuestros esfuerzos en despertar el interés y el deseo de aprender de nuestros estudiantes, a prestar especial atención a la heterogeneidad de nuestros cursos; a sostenernos y apoyarnos entre colegas.  Siempre fue importante motivar a nuestros/as estudiantes, tener en cuenta sus contextos y sus situaciones personales y adecuar nuestras propuestas a ellos, pero la pandemia convirtió estos objetivos en condiciones sine qua non. Si no les ofrecíamos una propuesta convocante, adaptable, y posible, los/as perdíamos. Ojalá estas sean las claves que sigan marcando el norte de nuestras clases postpandemia, para que no olvidemos ganarnos a nuestros/as alumnos/as y comprenderlos/as en sus diferentes realidades, por más que sus cuerpos vuelvan a poblar el espacio uniformador del aula física.

Creo que nos dirigimos inexorablemente hacia un futuro educativo en donde, más allá de la crisis sanitaria, crecerá la oferta de  estudios terciarios y universitarios de grado y posgrado en modalidad híbrida, y me preocupa que este escenario pueda intensificar las brechas si no está acompañado de políticas públicas que aseguren dispositivos, conectividad e igualdad de oportunidades. Frente a este panorama, y suponiendo un estado presente para asegurar las condiciones, confieso que me entusiasma incluso imaginar una escuela que desde los últimos años del nivel medio ofrezca espacios de aprendizaje híbridos que preparen a los/as estudiantes para un mundo en donde lo analógico y lo digital se entraman cada vez más.

 Sin embargo, cuando pienso en bimodalidad, no me refiero a la forma que tomó en algunas instituciones en la situación de emergencia sanitaria, sino a un sistema en donde los espacios presenciales y virtuales estén aprovechados en sus potencialidades específicas, se integren armoniosamente en una secuencia didáctica y no recarguen el trabajo de los docentes exigiéndoles duplicar sus horas por el mismo sueldo o atender alumnos on y offline en paralelo. Los espacios virtuales asincrónicos son una oportunidad para fomentar la independencia, la organización y la autogestión de los estudiantes, pero deben ser contabilizados como tiempo de trabajo dentro de la carga horaria de un curso tanto para los docentes como para los alumnos. Limitar la virtualidad a una sobreabundancia de encuentros sincrónicos, a un repositorio de materiales o a un buzón de entrega de tareas es ignorar su valor para alentar la lectura transmedia, la investigación, la producción en distintos lenguajes, y la colaboración entre pares. Por otra parte, la presencialidad es ideal para la socialización de producciones, el debate, la conversación, la retroalimentación en tiempo real y para cualquier actividad que involucre lo tangible y lo corporal. Lograr que un mismo hilo didáctico hilvane virtualidad y presencialidad adecuadamente puede dar lugar a propuestas valiosas que combinen lo mejor de los dos mundos, y que sean coherentes con la forma en que nuestras vidas on y offline se ensamblan y combinan en la actualidad. Creo que desde este punto panorámico que nos brindó la pandemia, el territorio de la bimodalidad nos invita y convoca a construir caminos y lotear algunos sectores de terreno virgen para volverlo transitable y habitable para todos/as.


María Monserrat Pose (@monserrat_pose) es Maestranda en Tecnología Educativa de la UBA, Especialista en Educación y Nuevas Tecnologías del PENT de FLACSO, Licenciada en Letras (UBA) y profesora de Inglés por el ISLV “Juan Ramón Fernández”. Se desempeña como tutora en la Diplomatura en Educación y Nuevas Tecnologías en el PENT de FLACSO y es miembro del equipo de investigación de la misma casa de estudios en el proyecto App2Five. Es profesora de Tecnologías de la Enseñanza en UdeSA y Coordinadora de Tutores en INFoD. Es docente de Lengua y Literatura Inglesa y dicta capacitaciones y seminarios relacionados con Tecnología Educativa en diversas instituciones.En sus ratos libres, le gusta leer literatura y cultivar suculentas.