lunes, 28 de marzo de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “El desafío de navegar en un océano de incertidumbre, preguntándonos por el sentido de nuestras prácticas y buscando formas flexibles y creativas de fortalecer las debilidades de cada escenario, en un remix entre lo que fuimos y lo que queremos ser”. Por Ornella Sordelli *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 29 de Junio de 2021:


El 2020 nos desafió a realizar constantemente un análisis de lo que era más conveniente para el momento. En un contexto tan cambiante e incierto, en el que tenemos el desafío de presentar propuestas educativas de mucho valor, la pregunta por el sentido de nuestras prácticas tiene, más que nunca, mucha relevancia. Entonces ya no podemos escapar a la necesidad de ser más flexibles: si algo que decidimos no funciona, tenemos que tener la fortaleza de poder dejarlo y rediseñarlo para que cobre sentido. Como diría Morin, “aprender a navegar en un océano de incertidumbre a través de archipiélagos de certeza” (Enseñar a vivir. Manifiesto para cambiar la educación, 2014). Y (me) redoblo la apuesta, si nosotrxs podemos hacerlo, también le podemos transmitir a lxs estudiantes que no es grave no saber y tener que tomar decisiones sobre la marcha, desarrollando la habilidad de analizar todas las variables y buscar la mejor solución posible. No es sorpresa entonces si digo que la palabra que viene a mi mente cuando pienso en el año pasado es: desafío. En lo personal, también fue un año de mucho aprendizaje “para adentro”, los desafíos del 2020 hicieron que me replantee varias cuestiones personales y que utilice muchas de ellas en ámbitos que no me había imaginado. Mi versión de hoy es un #remix de todo lo que fui y todo lo que quiero ser. (Siempre tuve la fantasía de ser DJ, ¿será por eso?). 


El análisis “minuto a minuto” y la flexibilidad que ya mencioné nos desafiaron a priorizar: contenidos, actividades, procesos, comunicaciones, encuentros; esto hizo que valoremos nuestras disciplinas desde otro lugar. Con mucha suerte esa priorización también nos llevó a buscar formas más creativas de educar (si cambiamos “educar” por “vivir” también aplica). Y acá vuelve a aparecer la palabra desafío: no es fácil entregarse a la creatividad. Es una práctica que nos invita a arriesgar, a tener que prescindir unas cosas por sobre otras, nos enfrenta a aquello que todavía no dominamos bien y nos hace descentrarnos y trabajar en equipo. Lo importante es siempre tener claros los objetivos que se desean alcanzar y el sentido pedagógico de nuestra propuesta. Espero que estas iniciativas persistan incluso si el escenario coyuntural vuelve a ser parecido al que conocíamos.

Tanto en mi experiencia personal como en conversación con docentes, coincidimos en que las instancias presenciales físicas son vitales para el intercambio, los debates, el prototipado de objetos y el fortalecimiento de vínculos, ya que nos permiten dar y recibir feedback inmediato. La corporalidad, los gestos y la lectura de emociones son factores muy valorados en esta modalidad. En cuanto al trabajo virtual, nos permite dedicarle tiempo al trabajo de lectura, investigación, escritura y desarrollo de producciones colaborativas. También a recorrer y habitar entornos inmersivos y proyectos multi y transmedia. Las propuestas de trabajo de este tipo nos ayudan a desarrollar la autonomía y el autoconocimiento: cada sujeto decide en qué orden, en qué espacio y de qué manera quiere llevarlas a cabo. Creo que este ejercicio de pensar cuáles son los fuertes de cada instancia (presencial/virtual y sus vertientes) no sólo tiene que implicar ponerlo en práctica in situ, sino que nos invite a hacer el ejercicio de cruzar las variables y pensar ¿cómo fortalecemos las debilidades de cada escenario?


Ornella Sordelli (@ornisordelli en Twitter y en Instagram) es Licenciada en Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Es Adscripta de la cátedra de Educación y Tecnologías desde el 2017 y recientemente fue admitida en la Maestría en Tecnología Educativa, ambas de la misma Facultad. Trabaja como tecnóloga educativa en la Escuela de Innovación del ITBA y en el Colegio Tarbut y desarrolla proyectos de Ciudadanía Digital. Forma parte activa de la escena de baile de Swing y Blues y escribe un Newsletter sobre eso: The Lindy Blog. Vive en la Ciudad de Buenos Aires y sus pronombres son ella/la. Le gusta mucho sentarse en lugares hermosos a tomar café y, desde que habita el aislamiento y distanciamiento social, la colección de cafeteras de su casa creció.


martes, 22 de marzo de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Un territorio nuevo, el rediseño de mapas para no perdernos en el espacio virtual y la asombrosa construcción colectiva de prácticas mestizas (que cruzan fronteras de saberes, modalidades de trabajo y lenguajes) para incluir a todos, atendiendo a sus contextos sin naturalizar la desigualdad”. Por Mariana Ferrarelli *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 15 de Junio de 2021:


El 2020 confirmó muchas sospechas y aprendizajes que intuíamos y que se aceleraron con la pandemia, y se visibilizaron. Si, coincido en que fue un año complejo y difícil, pero a la vez lleno de descubrimientos y factores que permitieron enriquecer nuestras prácticas: aprendimos a confiar aún más en nuestros estudiantes, a trabajar de manera colaborativa con colegas, y lanzarnos al encuentro del otro para involucrarnos y comprometernos, todas cuestiones que ya hacíamos pero que ahora son la única alternativa. Pienso que todos descubrimos, por ejemplo, que podíamos hacer mucho más de lo que creíamos. Hablo de los estudiantes pero también de los docentes y las docentes. Y pudimos hacerlo porque la enseñanza es un proceso profundamente humano: en 2020 el desafío fue ir a buscar a nuestros alumnos y alumnas, sostenerlos, estar disponibles para ellos, apoyarlos para que puedan avanzar y no perder continuidad en sus aprendizajes. Y creo que de algún modo se logró. Faltaron muchas cosas, pero se hizo mucho también y yo elijo ver todo lo que pudimos hacer. Por eso creo que si tuviera que elegir una palabra para resumir el 2020 sería la de asombro, no porque me sorprenda lo que hicimos pero sí porque es asombroso lo que construimos en condiciones que no siempre son las más óptimas: hablo de la desigualdad en el acceso a la conectividad, de falta de dispositivos, de docentes que usaron sus equipos y sus datos del celular para poder llegar a sus estudiantes, en fin, de contextos desfavorables que navegamos a pesar de todo. 


De un día para el otro fuimos eyectados a un territorio desconocido que implicó aprender a manejar la incertidumbre, enfrentar nuestras inseguridades, y entender que el único camino es construir aprendizajes de manera colectiva y solidaria. Pensar en la idea de un territorio desconocido hace un tiempo me trae a la mente la distinción de Bateson entre mapa y territorio. Cuando uno es turista en una ciudad que no conoce el mapa resulta fundamental para orientar el recorrido y avanzar con pasos seguros hacia donde queremos llegar, por eso hay diferentes tipos de mapas. Estos mapas siempre son construcciones parciales y culturales, y representan una porción de lo que percibimos en el espacio. En 2020 como docentes nos quedamos sin mapas porque cambió el territorio completamente... entonces tuvimos que rediseñar el mapa que teníamos para no perdernos en el espacio virtual. Pensando ahora en los estudiantes, me pregunto qué mapas les ofrecemos para que naveguen en nuestras clases, para que representen su aprendizaje y estructuren sus experiencias: ¿mapas de un solo tipo, hechos de palabra escrita u oral? ¿O habilitamos mapas divergentes que incluyen imágenes, producciones sonoras, experiencias con redes sociales? Me pregunto qué muestran los mapas de nuestras clases pero también qué ocultan, cuáles son sus 'silencios cartográficos', como diría el historiador británico Harley. La pandemia nos interpeló para cambiar de mapas, rediseñarlos, diversificarlos. Así podremos ofrecer a nuestros estudiantes diseños más flexibles y abiertos para navegar el conocimiento e invitarlos a generar sus propias producciones como resultado del aprendizaje. Esto es lo que llegó para quedarse: la reflexión crítica sobre nuestro rol y sobre las propuestas que diseñamos para transformarlas y adaptarlas al nuevo contexto que siempre es contingente y transitorio. Los mapas cambian porque se transforma el territorio pero también porque con la pandemia nos volvimos nómades, vivimos en movimiento, cruzando fronteras entre saberes, modalidades de trabajo y lenguajes: a veces estamos en fase sincrónica y virtual… y probablemente dentro de poco pasemos gradualmente a la presencialidad física que se combinará con otras instancias.

Para pensar la bimodalidad me gusta hablar de prácticas mestizas por esta idea que apela a la mezcla étnica y multicultural. Prácticas mestizas que implican recombinación de saberes y roles, y el cruce de fronteras entre lo analógico y lo digital, lo sincrónico y lo asincrónico. Prácticas mestizas que ocurren en espacios carentes de territorio pero que aún así necesitan de mapas móviles para resultarnos inteligibles y amigables. Que ocurren en zonas de frontera donde se da la circulación hacia un lado y hacia el otro, e intercambios de sentido sobre qué es enseñar y aprender. Prácticas mestizas que ponen bajo sospecha la idea de pureza, los esencialismos, las verdades fundacionales, y apelan a la reconstrucción, la revisión del propio rol y la solidaridad con colegas y estudiantes. Se trata de maneras de ver la enseñanza como un lugar de intersección de identidades, culturas y lenguajes. No supone solamente hacer circular propuestas por entornos diversos, también planteamos una temporalidad alternativa que rompe con la simultaneidad y se adapta a las necesidades y contextos de cada estudiante. Prácticas mestizas que son profundamente políticas porque buscan incluir a todos atendiendo a sus contextos sin naturalizar la desigualdad. Muchas universidades en el mundo se están planteando el sentido de los edificios y las aulas físicas. Si hay procedimientos para demostrar o experiencias para realizar en el laboratorio por supuesto que la presencialidad está ciento por ciento justificada. Pienso materias como Química Biológica,  por ejemplo, en donde el trabajo en laboratorio no siempre se puede reemplazar con un tutorial; también en algunas cátedras de Ingeniería, Odontología, Medicina y Enfermería en las que se enseña a los estudiantes el correcto lavado de manos o manejo de instrumental. Todo eso es preciso hacerlo en encuentros cara a cara. Las prácticas de los estudiantes de profesorado tal vez pueden combinar el diseño de clases presenciales y virtuales a la vez. Pero definitivamente hay muchos espacios que podrían tener un encuentro de debate presencial por mes y el resto continuar desarrollándose de manera virtual. Enseñar y aprender en la virtualidad es una actividad más solitaria comparada con compartir la clase física con colegas y estudiantes, ir por un café, volver juntos en colectivo. Pienso más en lo vincular que en lo académico; en la virtualidad hay un compartir pero no es lo mismo. Sin embargo, es más práctico y tiene la ventaja de que pueden sumarse estudiantes de otras provincias o países sin la necesidad de trasladarse hasta la universidad. El desafío cuando volvamos gradualmente a la bimodalidad será distinguir didácticamente las diferentes instancias de trabajo: pensar materiales y videos pregrabados en el campus para realizar de manera asincrónica, y darle a los encuentros sincrónicos presenciales o por videoconferencia un formato más interactivo y dialógico que justifique la presencia en vivo y en directo. Las prácticas mestizas aquí funcionan como inspiración, como fuente de ideas y movimientos para generar nuevos mapas; imaginar cruces, diálogos y fronteras permite pensar caminos divergentes para construir conocimiento con otros.


Mariana Ferrarelli (@FerrarelliM) Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y docente de grado y posgrado. Diseña y coordina proyectos transmedia en distintas instituciones donde se desempeña como asesora tecnopedagógica. Dicta cursos de formación docente en diversas universidades nacionales. Es profesora de Estrategias de enseñanza en el Profesorado Universitario de la Universidad Isalud, y docente del Seminario de diseño de EVEA en la Licenciatura en Ciencias de la Educación y en los cursos del Área de Extensión de la Universidad de San Andrés. Trabaja en el equipo de multiplicadores del enfoque de enseñanza en Aulas Heterogéneas junto a Rebeca Anijovich. Desarrolla materialesartículos académicos y capacitaciones sobre los siguientes temas: narrativas transmedia en educacióntrabajo con diversidad en el aula, y tecnologías en la enseñanza.


martes, 15 de marzo de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “(Im)Posibilidades de la enseñanza mediada por tecnologías y una campana de emociones: miedo, impotencia, frustración, inquietud, aprendizaje, incorporación, herramientas, sorpresa, orgullo, tristeza, alivio y, otra vez, inquietud”. Por Marcela Moguilevsky *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 1 de Junio de 2021:


Si tengo que condensar lo que sentí profesionalmente durante 2020 creo que platearía un recorrido más o menos cronológico por las siguientes palabras: miedo, impotencia, frustración, inquietud, aprendizaje, incorporación, herramientas, sorpresa, orgullo, tristeza, alivio, inquietud. Si bien yo ya tenía experiencia usando Moodle (incluso habiendo dictado cursos a distancia), gran parte de mi quehacer profesional en los cursos que di durante 2020 estaba basado en cuerpos presentes en un espacio de aula. Siempre usé muchas dinámicas de trabajo grupales en las que el cuerpo presente tenía un rol preponderante (juegos teatrales, interacciones en grupos, canto, etc). Creo que lo que me llevo del difícil 2020 es una idea más precisa de las posibilidades de la enseñanza mediada por tecnología en forma remota pero también de las imposibilidades. Aprendí que se puede mucho más de lo que yo pensaba pero al mismo tiempo tengo más claro qué estrategias, dinámicas o actividades no puedo implementar y necesito estar presente con las y los estudiantes. Una parte de esto tiene que ver con los contextos desde donde mis estudiantes se conectaban. No es lo mismo alguien que está en su casa con su computadora o celular y cierto acceso razonable a internet, que una persona estudiando en una cárcel, con pésima señal y sin posibilidades de participar de instancias sincrónicas. Es por esto que el recorrido de las palabras que elegí arman una suerte de “campana” de emociones que terminan con “inquietud” ya que más allá de saber todas las posibilidades didácticas que tenemos a nuestro alcance para este 2021, mis estudiantes privados de libertad van a tener al menos un cuatrimestre más de una situación muy compleja a la hora de estudiar y participar. 

Yo creo que muchas y muchos docentes descubrimos herramientas durante nuestra experiencia desde el inicio de la pandemia que podemos/deseamos mantener. El pasaje de un campus virtual que solo funcionaba como repositorio de materiales a uno con mayor interactividad me parece que es algo que enriquece la experiencia de aprender y que puede potenciar lo que pase en el aula física. Yo ya había implementado usos del campus en este sentido durante 2019, pero obviamente el año pasado esto fue mucho más profundo y central en el dictado de las materias. El uso de las plataformas digitales (Moodle u otras) para trabajar espacios de escritura me parece que es algo que podría quedarse y también la posibilidad de que las y los estudiantes produzcan contenidos para compartir. Al menos estas fueron las herramientas que considero más exitosas de mi experiencia durante 2020.

En el caso de que tuviéramos un período de educación híbrida o mixta, yo potenciaría lo que comenté en el párrafo anterior. En mi situación trabajaría procesos de escritura, con revisiones y espacios donde publicar trabajos terminados para compartirlos con una audiencia real. Haciendo esto se cumplen dos objetivos que me parecen importantísimos: que las y los estudiantes transiten por procesos de escritura, edición y reescritura; y que eso lleve a la producción de contenidos que puedan ser utilizados en la clase para reciclar o profundizar conocimientos. Si a esto se le puede sumar la posibilidad de que sean las y los estudiantes quienes elijan los temas a investigar y compartir, creo que puede convertirse en algo que genere mucha motivación. Y todo el tiempo que se usa para estas producciones de forma remota, libera horas de clase en las que se puede discutir, trabajar en grupos e interactuar con la espontaneidad que la virtualidad interrumpe.


* Marecla Moguilevsky (@marce_mog en Twitter) es docente en el Profesorado de Inglés de la Universidad Nacional de Hurlingham y en el CUSAM (centro universitario de la Universidad Nacional de San Martín en contexto de encierro). Su lugar preferido del mundo es un aula (siendo docente o estudiante). Trabajó como docente en nivel secundario en CABA. Antes de dedicarse a la docencia investigación en el área de inglés como lengua extranjeraenseño fotografía y mantiene este interés como hobby en la actualidad (pueden ver sus imágenes en @marcemoguilevsky en Instagram). Por fuera de estos temas, disfruta muchísimo ver películascomer aceitunas y escuchar llover.



martes, 8 de marzo de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Hacer viable lo inédito en un mundo de sensaciones, de amor (y pasión por el vínculo pedagógico), que pone en diálogo lo virtual y lo presencial, como praxis pedagógica en constante sintonía con otres”. Por Luisina Ferrante *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 18 de Mayo de 2021:


Mis aprendizajes más significativos fueron que sin amor no hay nada que pueda hacerse en un contexto de crisis y con tanta incertidumbre por delante. Y cuando me refiero al amor, quiero no sonar naif con la palabra en sí, sino transmitir la necesidad de sentir pasión y querer mucho la profesión docente que une ejerce todos los días y que la elige aún más después de este 2020. Amor al vínculo pedagógico que implica el aula y el proceso de enseñanza y aprendizaje, amor, respeto y compromiso por tus pares. En ese 2020 aprendí más el sentido de la contención, del trabajo colaborativo con otres, la importancia de la escucha y de parar la pelota para contextualizar e identificar qué es necesario y qué podemos hacer junto a quiénes. Si bien fue un año raro y difícil, fue también muy desafiante, porque no podíamos como educadores quedarnos sentados esperando que el tiempo pase, la demanda, la planificación, la necesidad del encuentro fue constante e inmediato. Mi sentipensamiento fue "lo inédito viable", tomado de Freire y de una compañera educadora de toda la vida. Hicimos viable lo inédito, y fuimos parte de un mundo de sensaciones pedagógicas, de subir y bajar, de emocionarnos y extrañar, y a la vez darnos cuenta que estábamos en el camino correcto, porque las retribuciones y los mensajes de fuerza entre colegas, en espacios de formación fueron muchos y me (nos) motivaron a seguir y ponerle el cuerpo a una situación muy compleja, que por momentos se puso muy cuesta arriba. Valoro mucho no haberme (nos) detenido en lo que sentíamos podíamos sumar y encontrar las herramientas para hacerlo en la práctica misma, en el prueba y error. No buscar el resultado perfecto, sino encontrar o generar los espacios desde la virtualidad que sean funcionales a un contexto donde no solo la educación estaba en crisis. En mi profesión como docente y en mi trabajo dentro de Wikimedia Argentina, fue aprender de un día para el otro, y seguir aprendiendo en el proceso, cómo organizar zooms con más de 500 personas, poder comunicar y acompañar en un proceso de muchas preguntas y casi ninguna solución salvadora. Fue una praxis pedagógica en constante sintonía con otres. No existió la herramienta o propuesta didáctica perfecta que nos haya salvado, sino que existieron los espacios de encuentros y formación urgentes y necesarios que nos permitieron a nosotres como docentes encontrar algunas respuestas para sostener la escolaridad en contexto de virtualidad total, y tener a mano voces y recursos que nos permitan ajustarlo de forma situada. También considero que muches nos animamos a ir más allá de lo establecido y poder encarar proyectos de trabajo y experiencias, que si no hubiesen surgido en este contexto, quizás todavía estaríamos esperando el momento ideal para hacerlo.

Creo que tener más conciencia sobre nuestro rol como productores y creadores de contenido en internet llegó para quedarse. El manejo abrupto de millones de aplicaciones para comunicarnos y generar recursos, si bien fue abrumador, también implicó un proceso necesario para todes de alfabetización digital, que no solo implicó el uso de la herramienta en sí, sino el uso crítico de las mismas, adentrarnos a debatir sobre protección de datos, leyes de copyright y seguridad en internet. Todas estas cuestiones estuvieron muy presentes en los espacios docentes que al menos yo habito, y permitieron profundizar debates y abrir otras experiencias de uso de materiales y recursos digitales, y desde mi perspectiva nos permitieron estar más activos en el espacio público que hoy en día implica internet: habitarlo más críticamente y pensarlo también desde una perspectiva pedagógica en nuestra práctica docente y con les estudiantes.

Si tengo que pensar en un contexto híbrido, reservaría los momentos presenciales para profundizar con mis estudiantes en el contenido que requiere mayor trabajo de análisis crítico, de debate y puesta en común de enfoques y perspectivas. También aprovecharía esos espacios para generar instancias colectivas y participativas de trabajo que permitan interactuar con les otres, que luego puedan sostenerse en las instancias virtuales. Establecería un diálogo entre lo presencial y lo virtual, para aprovechar en lo presencial actividades de expresión y contención entre pares. Más teniendo en cuenta si esta bimodalidad sería porque aún atravesamos una situación de pandemia o crisis sanitaria, que también demanda un acompañamiento emocional específico.

 

Luisina Ferrante (@luli_ferrante) profesora de Historia (Facultad de Filosofía y LetrasUBA), Magister en Derechos Humanos y Políticas Sociales (CEDEHUUniversidad Nacional de San Martín). Tiene un Diploma en Educación y Nuevas Tecnologías (PENT-FLACSO) y es Doctoranda en Educación y Sociedad en la Universidad de Barcelona. Trabajó en Sitios de Memoria en las áreas específicas de educación y fue integrante del Equipo de Investigación y Relevamiento de la Dirección de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario del Ministerio de Defensa de la Nación, relevando especialmente documentación vinculada al desarrollo del conflicto bélico del Atlántico Sur. Es la Coordinadora del Programa de Educación y Derechos Humanos de Wikimedia Argentina y también es profesora de Historia en escuelas de jóvenes y adultos en la Ciudad de Buenos Aires. Ama jugar al fútbol, el rock nacional, los Beatles y River Plate!


martes, 1 de marzo de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Un puente de relatos, memoria colectiva y conversaciones (con lenguajes no infectados de poder) para levantarnos de las cenizas y reconstruir, en una experiencia de igualdad, el significado de la Educación”. Por Carlos Skliar *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 4 de Mayo de 2021:


Tengo la sensación que todo el lenguaje –y sus prácticas, y sus acciones, y sus efectos- se vieron conmovidos durante el 2020. Ciertas palabras recuperaron su sentido ético y ciertas otras se volvieron negligentes o meros escondites para explicar la incertidumbre y la excepcionalidad de un tiempo único. Palabras como “sostén”, “compañía”, “interdependencia”, entre otras, tuvieron un eco infinito y ciertas otras, como “trabajo”, “escuela”, “igualdad”, regresaron al mundo de lo superfluo. Noté que había que hacer una profunda distinción entre dar clases e ir a la escuela, entre la presencia y la presencialidad, entre la conectividad y la disponibilidad, entre la función y la forma de hacer escuelas. En medio de un océano de propuestas virtuales, volví a sentir la trascendencia de la conversación educativa, de dotar de sentido el presente doloroso y urgente. Valoré de un modo especial esa suerte de “fuerza docente” que consiste, siempre, en levantar las cenizas de las crisis sociales, económicas, culturales y reconstruir el significado de la educación.



Todo está tan precario que resulta complejo adivinar lo que ha pasado y lo que vendrá. La relación con la tecnología siempre debe ser de mutuo respeto y no de confianza ciega. Por un lado sentí que se abusó de algunos formatos audio-visuales, algo más que comprensible por la situación vivida, por otro lado creí firmemente en cierta “pobreza” de los recursos para dar paso a lo sustancial: acompañar a quienes naufragaron en la hipótesis de la conectividad, generar espacios de conversación, abrir los ojos a la filosofía, al arte, a los lenguajes no infectados de poder. No me preocupa tanto que ciertas tecnologías lleguen para quedarse, sino el discurso del “progreso” que aniquila lo anterior y hace estragos en la memoria colectiva.

Lo fundamental sería el preservar la presencialidad para construir un nuevo punto de partida de lo comunitario y público; esa experiencia de la igualdad y de lo múltiple que se ha visto deteriorada lógicamente por la pandemia. Encontrarse para construir un puente de relatos entre lo sucedido, lo extrañado, lo extraño, para recuperar esas sensaciones que se han perdido o no se han escuchado todavía.

 

Carlos Skliar (@cskliar) es investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de América Latina (IICSAL), FLACSO-CONICET y vice-presidente del PEN (Poetas, ensayistas, narradores), Argentina. Coordina los posgrados de Pedagogías de las diferencias, Entre cuerpos y miradas, y Escrituras: creatividad humana y comunicación.