martes, 22 de febrero de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Una nostálgica reivindicación del aula como un refugio y como el lugar de los iguales, que habilita el acontecimiento del encuentro con la Otredad, para (intentar) estar juntos”. Por Estela Aguilar *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 20 de Abril de 2021:


El aprendizaje más significativo, para mí, durante este 2020 ha sido la reivindicación del espacio áulico. El aula es una construcción “única” en la que los intervinientes (las y los estudiantes y la profesora) construyen un refugio, donde se suspende la competitividad y se reconoce la igualdad. Es el lugar de los “iguales”. Como dice Jorge Larrosa: “Hay algo ahí [en el aula] que podríamos llamar del orden de lo sagrado, pero de lo sagrado humilde y cotidiano, eso cuyos signos se reducen a un leve estremecimiento, a esa mezcla de atracción y de mirada que no puedo dejar de sentir en esa primera visita, hecha solo para saludar y como para presentarles mis respetos, a la que será mi aula dos días por semana, durante un semestre”. Es el lugar de un encuentro “cara-a-cara” con la total extrañeza y extranjería a la que alude Levinas y es inaugural.


La palabra que, para mí, resume este año es “nostalgia”. Nostalgia por lo que fue y no pudo volver a ser. En este 2020, tres de mis cursos fueron, desde el inicio, virtuales, sin ese acercamiento que supone no sólo el encuentro de rostros, sino de palabras, olores, rumores, paredes, osadías, curiosidades: un acontecimiento.

Hace ya años que se respira un intento de uso masivo y abusivo de las tecnologías, las cuales no son “tierra de nadie”, sino que tienen dueños con nombre y apellido. Y potencian la desigualdad en todos sus ámbitos, priorizando a los “herederos” (Bourdieu) en la obtención del capital simbólico. Desdeño de estas prácticas que conllevan a la reproducción de la injusticia pero, sin embargo, soy consciente que cualquiera de ellas en uso en el 2020 puede quedar instalada en el imaginario pedagógico de la sociedad occidental.

Personalmente, reservaría las clases presenciales para el “estar juntos”. Sospechando, “rascándonos donde no nos pica”, disparando lluvias de ideas, rescatando historias de nuestras biografías, leyendo fragmentos de Foucault, de Rocker, de Ranciere… y dejarnos invadir, haciendo lugar al ser. Y escribiría en la pizarra una frase de la escritora Audre Lorde: “Las herramientas del amo no destruirán la casa del amo”.


Estela Aguilar es Profesora de Filosofía y Ciencias de la Educación, realizó posgrados en Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y en FLACSO. Actualmente está al frente de las cátedras de Sociología y Filosofía del Colegio Crear y Ser. Es Profesora Titular en el Instituto Superior del Profesorado Sagrado Corazón de Jesús, en las carreras de Nivel InicialPrimaria y Educación Física, donde es Formadora Pedagógica en los Tramos Pedagógicos para profesionales. Se reconoce conflictuadamente sartreanamadre de cuatro hijos y abuela de ocho nietos y amante de la lectura, la música, el buen vino y los juegos de mesa.

martes, 15 de febrero de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Un colectivo inteligente y solidario, que construya un maridaje indispensable de innovación tecnológica e innovación didáctica, para habilitar la experiencia de los sentidos”. Por Roxana Szteinberg *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 6 de Abril de 2021:


En este 2020, fue significativa la constatación de que ningún entorno, ninguna aplicación ni dispositivo por sí solos, tienen la capacidad de producir milagrosamente innovaciones en la enseñanza. Carecen de todo poder transformador si su empleo no se traduce en innovación didáctica. No se puede esperar ni de las aulas virtuales ni de las plataformas de video conferencias, así como de ninguna “app” o programa que, espontáneamente, renueven prácticas agotadas. Con la convicción de que la innovación tecnológica es válida solo si se emparenta con innovación didáctica, la frase que resume lo que “sentipensé este año es: “maridaje indispensable”.

La necesidad hizo surgir comunidades de aprendizaje entre docentes (y estudiantes) que  despertaron la cultura de compartir conocimiento y que probablemente perduren. La concepción de Pierre Lévy sobre “inteligencia colectiva” cobró carnadura en este contexto, cuando los docentes aceptaron que la capacidad individual arrastra límites que pueden expandirse hacia un territorio intelectual mucho más vasto, cuando se conforma un colectivo inteligente, solidario, dispuesto al intercambio y la colaboración. Creo que estas comunidades llegaron para quedarse porque demostraron el beneficio de abordar las contingencias junto a otros y permitieron el logro de lo impensable: convertir en tiempo récord un sistema presencial en otro totalmente virtual.

Hasta tanto Internet permita tener experiencias inmersivas de un modo accesible y generalizado, reservaría los momentos presenciales para el aprendizaje experiencial, aquel que únicamente se adquiere a través de experiencias directas, trabajos de campo, salidas didácticas, viajes de estudio, prácticas de laboratorio. Aquellas que requieren de todos los sentidos y un “meter las manos en la masa” para aprender.

Para terminar, comparto un párrafo de la “Didáctica Magna del siglo XVII” (de Amos Comenio) que, una vez más, ayuda a pensar la enseñanza también en este sentido: “Debe ser regla de oro para los que enseñan que todo se presente a cuantos sentidos sea posible. Es decir, lo visible a la vista, lo sonoro al oído, lo oloroso al olfato, al gusto lo sabroso y al tacto lo tangible. Y si alguna cosa pudiera ser percibida por diversos sentidos, ofrézcase a todos ellos, puesto que los sentidos son los fidelísimos proveedores de la memoria”.

 

Roxana Szteinberg es Licenciada y Profesora de Enseñanza Media y Superior en Letras (UBA), Especialista en Lectura, Escritura y Educación (FLACSO), Especialista en Educación y TIC (INFOD), Maestranda en Tecnología Educativa (UAI). Es Asesora tecnopedagógica en la Facultad de Ciencias Veterinarias (UBA) y en la Escuela de Economía y Negocios (UNSAM). Es Docente de Posgrado en la Carrera de Especialización en Docencia Universitaria (FCV-UBA), Docente de la Diplomatura en Conducción de Instituciones Educativas (ISPJVG), Docente y Coordinadora de Comunicación e Idiomas en la Escuela Agropecuaria (FCV-UBA).


martes, 8 de febrero de 2022

Lo que el 2020 nos dejó: “Colectivos docentes creativos que ponen sus cabezas y corazones pedagógicos al servicio de generar, presencialmente o mediadas por tecnologías, experiencias únicas”. Por Carina Lion *

 

Bienvenides de vuelta al Blog! Mientras iniciamos -todavía en pandemia pero más cerca de una nueva (a)normalidad- un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (re)pensándonos como docentes y (re)pensando nuestra tarea docente; nos invitamos a releer, cada Martes, una de las entradas publicadas el año pasado, en las que docentes y referentes del campo educativo reflexionaron (y nos ayudaron a reflexionar) sobre lo que (nos) aconteció durante el rarísimo 2020. Para les que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para les que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar (luego de haber vivido el 2021) y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas docentes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 23 de Marzo de 2021:


Hubo muchos aprendizajes el año 2020.

En lo personal, creo que algunos venían siendo parte de mis revisiones permanentes como tecnóloga educativa y otros se volvieron más palpables, más evidentes, más relevantes.

Van algunas ideas: la selección curricular (decidir qué vale la pena ser enseñado y a través de qué modalidad); el diseño de actividades que tengan sentido y relevancia en relación con las trayectorias e intereses de nuestros/as estudiantes y no solo porque “son temas que hay que enseñar”; entender las actividades situadas y contextualizadas en relación con el nivel educativo al que hacen referencia, a la especificidad disciplinar; a los recorridos estudiantiles y teniendo en cuenta que los tiempos de aprendizaje son diversos y variados; el entramado de lo social, lo cognitivo y lo emocional en toda su complejidad y expresiones múltiples; el sentido de la evaluación y sus indicadores de aprendizaje para la retroalimentación permanente; qué entendemos por democratización e inclusión (cuáles son las expulsiones menos visibles que siguen vigentes); la hibridación de formatos y lenguajes para la diversidad de trayectorias y contextos educativos (cuadernillos, podcast; infografías, audiovisuales; lúdicos y transmedia); la importancia de generar colectivos que se re-piensen y conciban de otra manera el “habitar” la institución educativa; colectivos creativos que inviten a diseñar propuestas de nuevo tipo sin sobrecargas en lo que implica el trabajo docente y con relevancia política, social, cultura y epistemológica.

Mucho de esto llegó para quedarse: el debate acerca de la inclusión digital, su democratización y mapa político; el sentido de la enseñanza (saberes, trayectorias, espacios físicos y virtuales, materiales didácticos, plataformas, estrategias, actividades de aprendizaje, evaluación); la no neutralidad de las tecnologías y sus visiones críticas e interpeladoras (debates sobre plataformas; la “humanidad aumentada”, el mundo y el ultramundo); los colectivos docentes, no docentes, conducción institucional (sus inspiraciones, redes, creaciones; micropolítica; condiciones para la innovación y transformación educativa); lo vincular (la comunicación; la escucha, la empatía, el seguimiento de cada estudiante y del grupo estudiantil en su conjunto; lo emocional, el sostén, “el otro” en su totalidad); los aprendizajes (qué significa aprender; cuándo y cómo se aprende; cómo sabemos que se está aprendiendo; cuáles son indicadores de comprensión; de transferencia, etc.).

Considero que tanto en la modalidad presencial como en la modalidad virtual hay que comprometerse a generar experiencias únicas, que dejen huellas memorables por su riqueza y valor educativo. Es por eso que es importante reconocer las características de estas experiencias cuando hay mediación tecnológica y en la presencialidad. Requiere que pongamos toda nuestra cabeza y corazón pedagógicos para generar este tipo de experiencias diferenciadas y únicas. La presencialidad no la pensaría únicamente como un “compensatorio” para quienes no tienen Internet. Tenemos que garantizar Internet y dispositivos para todes desde la política educativa. Lo presencial para la construcción de vínculos; grupalidad; construcción de trayectorias diferenciadas con indicadores de seguimiento de procesos (que necesitan de la presencialidad para su consolidación); para propuestas que articulen con prácticas que requieren de un estar situado en un contexto específico y por el tipo de saber que involucran). En la virtualidad se pueden diseñar prácticas interactivas, creativas; con explicaciones potentes; con producciones variadas y multiexpresivas; se puede trabajar en pequeños grupos; combinando encuentros sincrónicos con actividades asincrónicas; se pueden documentar procesos y generar experiencias únicas también.


Carina Lion (@carinalion) es Doctora en EducaciónUBADocente de Educación y Tecnologías y de Comunicación y Educación en la Carrera de Ciencias de la EducaciónFacultad de Filosofía y LetrasUBADocente en maestrías y doctorados nacionales e internacionales. Consultora en temas de tecnología educativa en escuelas, universidades y organismos no gubernamentales. Investigadora en el IICEFFyLUBA. Fue directora de UBA XXI y del CITEPUBAAutora de numerosas publicaciones en el campo de la tecnología educativaFan de los videojuegos serios en los que incursiona como desarrolladoraMadre de tres hijes maravilloses y apasionada por el tenis.