El 2020 nos desafió a
realizar constantemente un análisis de lo que era más conveniente para el
momento. En un contexto tan cambiante e incierto, en el que tenemos el desafío
de presentar propuestas educativas de mucho valor, la pregunta por el sentido
de nuestras prácticas tiene, más que nunca, mucha relevancia. Entonces ya no
podemos escapar a la necesidad de ser más flexibles: si algo que decidimos no
funciona, tenemos que tener la fortaleza de poder dejarlo y rediseñarlo para
que cobre sentido. Como diría Morin, “aprender a navegar en un océano de
incertidumbre a través de archipiélagos de certeza” (Enseñar a vivir.
Manifiesto para cambiar la educación, 2014). Y (me) redoblo la apuesta, si
nosotrxs podemos hacerlo, también le podemos transmitir a lxs estudiantes que
no es grave no saber y tener que tomar decisiones sobre la marcha,
desarrollando la habilidad de analizar todas las variables y buscar la mejor
solución posible. No es sorpresa entonces si digo que la palabra que viene a mi
mente cuando pienso en el año pasado es: desafío. En lo personal, también fue
un año de mucho aprendizaje “para adentro”, los desafíos del 2020 hicieron que
me replantee varias cuestiones personales y que utilice muchas de ellas en
ámbitos que no me había imaginado. Mi versión de hoy es un #remix de todo lo
que fui y todo lo que quiero ser. (Siempre tuve la fantasía de ser DJ, ¿será
por eso?).
El análisis “minuto a minuto” y la flexibilidad que ya mencioné nos desafiaron a priorizar: contenidos, actividades, procesos, comunicaciones, encuentros; esto hizo que valoremos nuestras disciplinas desde otro lugar. Con mucha suerte esa priorización también nos llevó a buscar formas más creativas de educar (si cambiamos “educar” por “vivir” también aplica). Y acá vuelve a aparecer la palabra desafío: no es fácil entregarse a la creatividad. Es una práctica que nos invita a arriesgar, a tener que prescindir unas cosas por sobre otras, nos enfrenta a aquello que todavía no dominamos bien y nos hace descentrarnos y trabajar en equipo. Lo importante es siempre tener claros los objetivos que se desean alcanzar y el sentido pedagógico de nuestra propuesta. Espero que estas iniciativas persistan incluso si el escenario coyuntural vuelve a ser parecido al que conocíamos.
Tanto en mi experiencia personal como en conversación con docentes, coincidimos en que las instancias presenciales físicas son vitales para el intercambio, los debates, el prototipado de objetos y el fortalecimiento de vínculos, ya que nos permiten dar y recibir feedback inmediato. La corporalidad, los gestos y la lectura de emociones son factores muy valorados en esta modalidad. En cuanto al trabajo virtual, nos permite dedicarle tiempo al trabajo de lectura, investigación, escritura y desarrollo de producciones colaborativas. También a recorrer y habitar entornos inmersivos y proyectos multi y transmedia. Las propuestas de trabajo de este tipo nos ayudan a desarrollar la autonomía y el autoconocimiento: cada sujeto decide en qué orden, en qué espacio y de qué manera quiere llevarlas a cabo. Creo que este ejercicio de pensar cuáles son los fuertes de cada instancia (presencial/virtual y sus vertientes) no sólo tiene que implicar ponerlo en práctica in situ, sino que nos invite a hacer el ejercicio de cruzar las variables y pensar ¿cómo fortalecemos las debilidades de cada escenario?
* Ornella Sordelli (@ornisordelli en Twitter y en Instagram) es Licenciada en Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Es Adscripta de la cátedra de Educación y Tecnologías desde el 2017 y recientemente fue admitida en la Maestría en Tecnología Educativa, ambas de la misma Facultad. Trabaja como tecnóloga educativa en la Escuela de Innovación del ITBA y en el Colegio Tarbut y desarrolla proyectos de Ciudadanía Digital. Forma parte activa de la escena de baile de Swing y Blues y escribe un Newsletter sobre eso: The Lindy Blog. Vive en la Ciudad de Buenos Aires y sus pronombres son ella/la. Le gusta mucho sentarse en lugares hermosos a tomar café y, desde que habita el aislamiento y distanciamiento social, la colección de cafeteras de su casa creció.