lunes, 15 de abril de 2019

¿Esclavos del trabajo?



En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.


La siguiente entrada fue publicada el Martes 12 de Marzo de 2013:


Muchas veces se usa la expresión “esclavos del trabajo” para referirse a la gente que trabaja sin parar (ahora conocid@s como “workaholic”) o que, por razones intrínsecas o extrínsecas, trabajan mucho o más de la cuenta pero en este texto vamos a (intentar) referirnos a otra cosa.

Uno de los aspectos centrales a la hora de analizar los (no) aprendizajes de nuestr@s estudiantes es la motivación, un término ambiguo sobre el que se ha escrito mucho, quizás demasiado, y que se usa para referirse a muchas cuestiones bien distintas y, en general, poco diferenciadas. Más allá de esto, y sin entrar ahora en un análisis detallado del concepto y de las implicancias (pedagógicas y no pedagógicas) que tiene el posicionamiento que tengamos sobre el mismo; algo parece ser bastante claro: es muy difícil encontrar estudiantes (todavía) motivad@s con (o por) docentes desmotivad@s.

En esta línea, Célestin Freinet (controvertido pedagogo francés del siglo pasado), dijo una vez que “Un educador que no siente gusto por su trabajo es un esclavo de su medio de sustento y un esclavo no puede preparar hombres libres”. Interesante, no? Podemos discutir (una vez más) la última mitad de la frase y si es o no el objetivo de la Educación (de l@s docentes, de la Escuela, de la Universidad) el “preparar hombres libres” pero la primera parte es indiscutible: l@s docentes que no sienten gusto y placer por su trabajo (l@s que lo padecen, l@s que lo sufren, l@s que tratan de evitarlo) son “esclavos” de su medio de sustento, son esclavos de la docencia, o algo así. Y eso, lamentable o afortunadamente, se nota.



Claro que esta generalización no es absoluta ni mucho menos. No somos poc@s l@s docentes que sentimos un profundo placer por lo que hacemos, que disfrutamos de cada encuentro con nuestr@s estudiantes y que nos sentimos afortunad@s de poder realizar la apasionante tarea que nos tocó en suerte. Sobre esto hay una muy interesante idea que Sir Ken Robinson (el pensador británico mundialmente conocido por sus famosas y recomendables presentaciones en las TED) desarrolla en su libro “The Element”. La idea dice que “The Element es ese punto en el que se encuentran o entrecruzan el talento natural y la pasión personal. Es algo en lo que somos buen@s (y queremos mejorar) pero, fundamentalmente, es algo que nos apasionaAlgo de lo que podemos decir, sin dudar, que no es lo que hacemos, es lo que somos”.

Sir Ken Robinson asegura que cuando un@ encuentra eso (que en el que caso de much@s de nosotr@s es la docencia) ya no trabaja más, no es un trabajo, es otra cosa.

Lamentablemente, para much@s docentes, la docencia es su trabajo.


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