Como les contamos la semana pasada, la palabra más
repetida a lo largo del Primer Congreso
Internacional “Educación e Inclusión Desde el Sur” no fue “aprendizajes”,
ni fue “docente”, ni fue “docencia”, ni fue (aunque sorprenda) “Educación”. La palabra más repetida fue: “pedagogía”.
Seguida por otras dos palabras con las que se la asoció mucho que fueron “inclusión” (o pedagogía inclusiva) e “invención” (o inventar pedagogía).
Desde este humilde espacio, que pretende semanalmente invitar a la
problematización (en este y en otros sentidos), nos alegramos de esto ya que
consideramos, como dijo Orlando “Nano”
Balbo en su presentación que “a la palabra pedagogía se la ha vaciado de
contenido, se la ha hecho sinónimo de didáctica y se la ha vaciado de su poder
transformador” y creemos que en la
“invención” de modelos pedagógicos inclusivos es donde empieza a construirse una
Educación democrática y “para todes”.
Dos ideas aparecieron, abordadas desde diferentes
lugares, a lo largo de varias actividades, indicando que son cuestiones centrales del debate actual:
la problematización sobre la práctica
docente, seguida de una reflexión colectiva que construya saber pedagógico a
partir de las experiencias docentes y la necesidad de inventar modelos
pedagógicos inclusivos que, más allá de (o acompañando a) las decisiones
macropolíticas, resignifiquen el hacer en la cotidianeidad de la experiencia
educativa.
Ya en la conferencia inaugural “¿Qué Educación frente a los desafíos del
presente?”, a cargo de Philippe Meirieu, el pedagogo francés
nos invitó a pensar en la relación entre
una Educación inclusiva y los grandes desafíos del mundo actual y con la frase “la Educación es siempre la misma y siempre diferente” nos recordó
que “la Educación, si es que ha sido la misma, se inscribe siempre en contextos
diferentes que requieren que la repensemos todo el tiempo”. En este sentido de
problematización y metiéndose en uno de los ejes centrales de este Congreso, Meirieu agregó que “la historia de la Educación (como una apuesta casi sin sentido) es la
historia de la inclusión”.
En la parte central de su presentación Meirieu profundizó en los tres desafíos requeridos para la trasmisión
del “mundo común” y la emancipación de las nuevas generaciones:
- La construcción de una escuela para todes.
- La democratización del acceso a los saberes de la posmodernidad.
- El desafío de la formación del ciudadane de una sociedad democrática.
Para lograr estos desafíos, nos propuso cuatro claves: hacer de la Escuela un espacio de
desaceleración, un lugar dónde se aprenda la exigencia y se construya una
relación exigente con el saber, un lugar de cooperación y un lugar que no haga
que nuestres alumnes terminen de rapiñar el mundo sino que haga que sean
ciudadanes que puedan compartir la cultura.
La problematización
sobre la práctica docente, seguida de una reflexión colectiva que construya
saber pedagógico a partir de las experiencias docentes comenzó a abordarse
en la interesante conferencia de la siempre meticulosa y clara Flavia Teriggi, quien comenzó aclarando
que el saber pedagógico se construye a partir de experiencias que pueden surgir
de la macropolítica, que pueden ser “intermedias” (dónde lo “micro” aprovecha
espacios que abre la macropolítica) pero que suelen surgir de docentes que detectan problemas o problematizan y
generan conocimiento. Teriggi
nos propuso pensar la producción
pedagógica a partir de tres claves:
- La forma escolar.
- Las alteraciones o nuevos formatos.
- La “experimentación” escolar.
En este sentido, Flavia Teriggi nos invitó a diferenciar
dos cuestiones respecto a la producción de saber: la invención del hacer y la
producción de saber pedagógico y remarcó que la “forma escolar” incluye una serie de reglas impersonales (un universo separado para la infancia, la
importancia de las reglas en el aprendizaje, la organización racional del tiempo
y la multiplicación y repetición de ejercicios) y posee un
“modelo pedagógico por defecto” que enseña de manera graduada y simultánea como una cronología de aprendizajes unificados. En contraposición a esta
“forma escolar” y adelantándose a la temática de la “invención al hacer”,
propuso a las “formas alteradas” o los
“nuevos formatos” que ponen en tensión “verdades” históricas que han
entorpecido la implementación de pedagogías inclusivas. En esta línea Philippe Meirieu nos invitó a “emanciparnos de toda una serie de costumbres
que nos impiden pensar otras maneras de hacer lo que hacemos”. En relación con
estas “formas alteradas”, Teriggi
aclaró que “el cambio organizacional no produce,
necesariamente, un cambio en las prácticas. Puede ser un factor importante pero
no lo hace por sí sólo. El cambio en la
estructura organizacional debe acompañarse de enfoques
didácticas potentes que produzcan dominios sobre el saber”. En la misma línea, Graciela Favilli, en la mesa de
comunicaciones que le tocó comentar, indicó que “la inclusión requiere de
políticas de Estado (como garante absoluto del derecho a la Educación) pero
también requiere de micropolíticas de la
práctica cotidiana en las que operan acciones concretas y pequeñas de inclusión
o exclusión” y Alejandra Birgin
hizo lo propio al agregar que “la invención de una trama, parte de las
políticas públicas pero es tomada y construida por actores de la micropolítica”
y, por eso, debemos “recuperar el
espacio de nuestra posibilidad y pensar la política institucional como algo que
nos condiciona pero no nos determina”.
En su conferencia, Orlando “Nano” Balbo nos
invitó a pensar la cuestión del lenguaje, puntualizando que “cuando
utilizamos el lenguaje del poder (incluso para oponernos a él), el poder
construye hegemonía”,
que “cuando adjetivás un sustantivo (como
democracia “participativa” o escuela “inclusiva”) el sustantivo empieza a
perder peso”
y que “a la palabra pedagogía se la ha vaciado de contenido, se la ha
hecho sinónimo de didáctica y se la ha vaciado de de su poder transformador”. Terminando su exposición, el “Nano” nos interpeló con dos cuestiones
bien interesantes: la primera cuando aseguró que “el
primer obstáculo que tenemos para construir una Escuela pública y democrática somos
nosotres mismes en tanto sujetos que perdemos la batalla
por el lenguaje”
y la segunda cuando nos recordó que generalmente
no pensamos la pedagogía “a futuro” sino que la pensamos como un acumulado pero
la pedagogía “está siendo” y “nada es más urgente hoy que reconciliarnos
con la pedagogía y con el lenguaje pedagógico”.
Tal vez la problemática más abordada en el
Congreso fue la cuestión de la “inclusión”, de la “Escuela inclusiva”, de las
“prácticas inclusivas” y, fundamentalmente, de la necesidad de inventar modelos pedagógicos inclusivos que, más allá
de (o acompañando a) las decisiones macropolíticas, resignifiquen el hacer en
la cotidianeidad de la experiencia educativa.
En este sentido, Philippe Meirieu fue muy claro al afirmar que “el
principio de educabilidad de todes y la formación de la libertad de cada une no
pueden sufrir ninguna excepción. Una
única excepción lo arruinaría todo”. Se encargó de poner en duda el carácter
inclusivo de escuelas que se dicen inclusivas (“una
escuela supuestamente inclusiva que acoge a todes les niñes pero no atiende a
cada une de elles es, en realidad, una escuela que no incluye y culpabiliza a
quien parece no encontrar su lugar en ella”) y agregó que “una
escuela inclusiva que no tenga una pedagogía
inclusiva se condena a ocupar a les alumnes con actividades sin sentido dejando
el trabajo de la individualización para el afuera de la escuela y se
transforma, así, en una escuela que excluye”.
Respecto a este tipo de “inclusión”, Carlos Skliar nos preguntó “¿de quién
es el problema de la inclusión?” y, ante la preocupación por la preparación
para esa tarea respondió que “no hay
preparación posible porque el encuentro es con alguien que no sabemos qué va a
provocar en nosotres”. Como agregó Gustavo
Galli en el conversatorio de cierre (y citando a un Director de Escuela) “no se trata de estar preparade sino de
estar disponible”.
La decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Graciela Morgade, pidió que su presentación dijera (más allá de
caracterizarla como docente e investigadora) que era (es y será) una “militante de la Ley de Educación Sexual
Integral” levantando, como en cada una de sus intervenciones, el aplauso y
la ovación de les presentes, agregó que “toda
Educación es sexual y, entonces, debemos preguntarnos ¿qué Educación sexual
queremos, si una que trabaje para la sujeción o una que milite la
emancipación?” y cerró su intervención en el conversatorio final
recordándonos que “tenemos que hacernos
cargo del enorme poder de transformación que tenemos les docentes para oponernos
al capitalismo, al patriarcado y al colonialismo a través del pensamiento
crítico”. Ese es el mismo poder que tenemos para hacer de la Educación una
Educación verdaderamente democrática e inclusiva, ya que como dijo Daniel Korinfeld “otro de los nombres de educar es incluir y otro de los nombres de
incluir es inventar dispositivos” aunque, como sugirió Carlos Skliar (quien alguna vez nos había invitado a “devolver a la
Educación a la Patria de los afectos”) “la
inclusión es un tipo de afecto que todavía no sabemos bien de qué se trata”.
Desde este Blog celebramos y celebraremos la
reflexión sobre la práctica docente, sobre los aprendizajes, sobre la pedagogía
y sobre la Educación y alentamos a les docentes de todos los niveles educativos
a que participen de todos los espacios de vínculo y comunicación posible.
Estamos convencides del valor de este tipo de encuentros en los que podemos
compartir experiencias, ideas y reflexiones, y enriquecer nuestros pensamientos
(y nuestras acciones) con los aportes de colegas y de especialistes de
diferentes lugares y variadas trayectorias. Sin embargo, y como reflexión
última pero no final (de este texto), estamos
igual de convencides del valor que también tiene la reflexión de cada docente
en su práctica diaria, de cada equipo docente y de cada institución,
puertas adentro, que sin necesidad de viajar cientos de kilómetros ni de
participar de eventos de estas características será la base para fundamentar los cambios que nos conduzcan a una Educación
más inclusiva y democrática, a una práctica docente más innovadora que esté a
la altura de los tiempos que nos tocan y
a ser verdaderes facilitadores de
aprendizajes cada vez más significativos en estudiantes cada vez más autónomes.
El congreso dejó en claro, como puntualizó en la
conferencia inaugural Philippe Meirieu
que “en este tiempo histórico y en este contexto, una
escuela inclusiva y emancipadora es
revolucionaria”
y que “tenemos que inventar un modelo pedagógico nuevo para una
educación realmente inclusiva”. Todavía tenemos un largo
camino por recorrer y mucho por reflexionar (y por inventar) ya que, como dijo Simón Rodriguez (citado en el cierre
del evento por Gustavo Galli) “inventamos o erramos”.