Desde 2014 el Blog viene publicando textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.
Como dijimos en varias entradas anteriores pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores
intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o
creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes
aprendan.
Sin embargo, no
tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para
aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender los contenidos
(disciplinares, actitudinales y de procedimientos) de nuestras materias.
Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de
tuerca a esta reflexión a partir de relatos,
en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s
estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos
aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez
más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente
escribió Silvina Niedzwiecki *.
Cuando Sil
reflexiona sobre cómo aprende contenidos
académicos diferencia, como ya lo hicieran vari@s entrevistados anteriores,
entre los contenidos más “teóricos” y los más “prácticos”, y destaca el rol del
docente como una guía para la lectura del libro que “a veces se va por las
ramas”: “En mi experiencia, tomo dos caminos
distintos con respecto a los contenidos ‘teóricos’ y los contenidos
‘prácticos’. Siento que tengo más facilidad para los ‘prácticos’. Por eso, en
este camino facultativo, al momento de elegir materias para la cursada intento
intercalar, de ser posible, alguna ‘práctica’ con algunas ‘teóricas’. En las
prácticas trato de realizar todos los ejercicios que me propongan, no veo otra
forma de incorporar conceptos “matemáticos” que haciendo una y otra vez
ejercicios y ejercicios. Una vez terminado de estudiar todos los ejercicios,
recién ahí agarro parciales anteriores y me pongo a practicar. Con respecto a
las materias teóricas, tengo varias técnicas, según los tiempos y la dinámica
de la misma. En las clases, tomo apuntes y luego a partir de eso voy a los
libros para poder guiarme. A veces, los libros se van por las ramas y es
difícil saber hasta dónde abarcar. En esos momentos, consulto con los profes
para que me puedan encaminar o alguna amiga que ya haya cursado para así saber
dónde frenar (con el fin de economizar los tiempos)”. Sil destaca el rol que juegan los
resúmenes y el hecho de exponer oralmente los temas que se están aprendiendo
“como si estuviera dando una clase”: “Después de
leer libros y resumirlos, hago resúmenes en la compu porque me cuesta mucho
estudiar directamente de los libros. Todo lleva a que vaya teniendo en la
cabeza los contenidos principales. Cuando se acerca el momento de rendir, me
pongo a estudiar ‘más profundamente’. En esta ‘etapa’ suelo utilizar mucho una
pizarra y hablar en voz alta, haciendo que le doy clase a alguien. Siempre me
sirvió. Lo que implementé ahora es agarrar a alguien familia o amigos y
pedirles que me escuchen. Esto me sirve para empezar a perder la vergüenza de
los orales”.
En las palabras anteriores se advierte el valor
que tienen para Sil la realización
de resúmenes y la exposición oral como facilitadores de los procesos de
asimilación y consolidación de los contenidos que se están aprendiendo. ¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas o
de las actividades que (habitualmente) les proponemos a nuestr@s estudiantes
involucran la utilización de éstas u otras herramientas facilitadoras de los
aprendizajes?
Cuando piensa en aprendizajes no académicos ni
escolares, Sil le otorga un valor
central a la repetición y al perfeccionamiento basado en la corrección de
errores y en la perseverancia, que culminan con la realización “natural” (sin
pensar) de una acción aprendida: “Muchas cosas las
aprendí con prueba y error pero siempre con perseverancia. Es decir, un día fui
a jugar al hockey sobre patines, no sabía hacer ninguna de las dos cosas pero
dije bueno tan difícil no puede ser. Me dijeron tenés que hacer esto y esto. La
información la procese bárbaro, ahora que mis piernas coordinaran lo que mi
cerebro le pedía era medio complejo. Me acuerdo cuando tenía que aprender a
patinar para atrás, ‘tenés que hacer un ocho’ me decían. Yo me paraba en el
medio de la cancha y mandaba la señal pero me quedaba dura ahí parada. Hasta
que de a poco empezó a salir, cada vez un poquito más rápido y hasta un momento
ya lo hacía sin pensar. Lo mismo me paso cuando tenía que frenar de golpe. Al
principio, frenaba con el alambrado de la cancha, después empecé a hacer el
movimiento con el cual debía frenar, hasta que un día salió y no me golpeé más
con nada”.
A la hora de pensar, de manera comparativa, los
aprendizajes “académicos” y “no académicos”, lejos de ubicarlos en veredas
diferentes, Sil los aúna en la
importancia de la perseverancia y del esfuerzo que se pone para aprender tanto
unos como otros: “Con respecto a las formas de
aprender creo que lo primordial que hay en ambos tipos de aprendizajes es la
perseverancia. Tanto en el deporte como en la facultad si no sos perseverante
te pasa todo por arriba. Quizás, las técnicas pueden ser distintas, pero por
ejemplo como dije con los ejercicios prácticos y el deporte es casi lo mismo.
Es hacerlo una y otra vez hasta que el “concepto” esté incorporado y después
sale solo. Sin darte cuenta estás haciendo lo que primero te frenabas a
pensarlo, con el tiempo lo aplicas directamente. Una diferencia que podría
rescatar es que no me pongo a repetir en voz alta como patinar como lo hacía
con algún concepto académico. Pero seguramente, a la hora de cocinar un
bizcochuelo, por ejemplo, al principio podes leer la receta y después de 4 ó 5
bizcochuelos que hiciste ya no tenés que volver a leerla”.
Finalmente, Sil
nos deja una reflexión interesante que sigue en la línea de no separar los
aprendizajes “académicos” de los “no académicos” y que agrega algo fundamental
a la perseverancia y a la repetición, como es la manera en que nos vinculamos
con aquello que estamos aprendiendo y, sobre todo, con esos “Otros” con los que
(necesariamente) aprendemos: “Realmente a veces uno
separa lo que es la facultad o colegio donde ‘se estudia’ de lo que uno hace en
su vida donde ‘no se estudia’. Parecería ser que sentarse a estudiar un libro
es más complejo que cocinar o hacer un deporte. Pero al final en ambos uno
termina incorporando procesos, conocimientos, formas de hacer cosas. Aprendemos
todo el tiempo, no solo significa aprender leyendo o haciendo. Creo que
aprender nos lleva a involucrarnos con todo lo que gira alrededor lo que
estamos ‘aprendiendo’. Aprender a relacionarse con otras personas, aprender a
escuchar, aprender a ser respetuosos por el otro y conocer que no solo existe
el ‘mundo’ que vive uno. Que hay otras realidades y que no todos actúan ni
aprenden en los mismos tiempos ni de las mismas formas que uno mismo”.
* Silvina Niedzwiecki (@niedzsilvina) es estudiante de veterinaria
en la Facultad de Ciencias Veterinarias
de la UBA, le gusta pintar para desconectarse de todo. Tiene una familia real de perros en su casa (9 en
total). Es hincha de Huracán y le
encanta ir a la cancha. Futuros títulos:
Veterinaria.
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