¿Cuántas veces escuchamos hablar de “aprendizaje autónomo”? ¿Cuántas veces esperamos que l@s estudiantes sean (cada vez) más responsables de sus aprendizajes y de las formas en que aprenden? ¿Cuántas veces reflexionamos sobre la importancia de “compartir” con l@s estudiantes la toma de decisiones sobre las estrategias de aprendizaje más conveniente para cada tema? ¿Cuántas veces escuchamos, leímos, dijimos o escribimos la idea, cada vez más de moda (y por ende, más “vaciada” de contenido), de “aprender a aprender”?
Nos proponemos ahora empezar a reflexionar sobre este aspecto de nuestra tarea docente acerca del cual hay mucho por pensar, por decir, por escribir y, sobre todo, por hacer.
Si bien se trata de un tema complejo y, por supuesto, multifactorial; en este texto (en tres partes) la idea es limitarnos sólo a un aspecto para empezar el análisis. Pensaba en cómo podrían nuestr@s estudiantes elegir entre diferentes opciones de estrategias de aprendizaje si siempre les presentamos las mismas. Sería como proponerle a alguien que sólo conoce el chocolate que elija un gusto de helado y reflexione sobre por qué lo eligió y por qué cree que es el más rico. Lo primero que deberíamos hacer es darle a probar la mayor cantidad de gustos posibles, para que pueda decidir cuál es el que más le gusta o cuál prefiere para después de almorzar y cual para después de cenar o qué “combinaciones de gustos” le parecen adecuadas y cuáles no.
Si queremos que nuestr@s estudiantes sean más responsables de sus aprendizajes y que éstos sean (cada vez) más autónomos y significativos, lo primero que debemos hacer es proponerles actividades que impliquen variedad de estrategias por parte de ellos y hacerlo de la manera más explícita posible. Para lograr el meta-aprendizaje (definido como la capacidad de l@s estudiantes para evaluar sus propios procesos de aprendizaje con el propósito de hacerlo más consciente y para seleccionar entre sus propias estrategias cognitivas, las más adecuadas para un aprendizaje eficiente) es importante que sean l@s estudiantes l@s que prueben las estrategias (que nosotros les proponemos luego de una reflexión consiente y cuidadosa) y l@s que decidan cuál es la que consideran más eficiente para el aprendizaje de determinados temas o para el logro de determinados objetivos. Claro que, después, debemos darles la posibilidad de elegir cuál utilizan, respetando la decisión que tomen e integrando esas maneras a nuestras propuestas didácticas.
Si bien en la segunda y tercera parte de esta entrega, intentaremos empezar a responder algunas preguntas contando una experiencia y reflexionando sobre la misma, se me ocurre –antes- una pregunta clave: ¿Cómo esperamos que nuestr@s estudiantes reflexionen sobre sus aprendizajes y sobre las estrategias que utilizaron para aprender, si nosotr@s no les proponemos ninguna actividad que tenga esos objetivos? Cuando decimos “alguna actividad” nos referimos a una actividad aúlica real. Sí, a destinar un tiempo de nuestra clase a hacer alguna actividad planificada (con objetivos, momentos, consignas, devolución, etc…) que se proponga reflexionar, de manera individual y/o colectiva sobre las estrategias que estamos utilizando para aprender, sobre qué estamos aprendiendo y sobre cómo lo estamos aprendiendo.
Continuará…