En este 2023 el Blog espera, una vez más,
incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y el estudio.
Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes
y estudiantes), de los textos escritos en colaboración, los #CómoAprende, las
#MicroEntrevistas en video, #LoQueEl2020NosDejó, los #5Libros y los
#Parafraseando, entre otras “secciones”, queremos
incorporar textos que reflexionen sobre “cómo estudiamos”.
Es cierto que no
todes entendemos lo mismo por “estudio” y que este Blog tiene una posición
tomada al respecto, que no sólo no impedirá la expresión de voces en
direcciones contrarias, sino que las tomará como insumos para la discusión y la
reflexión y las pondrá en tensión con las teorías que sostienen nuestra
posición.
Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de
tuerca a esta reflexión a partir de relatos,
en primera persona, que den cuenta de cómo estudiamos o cómo estudian les
estudiantes (que, efectivamente, estudian), sin ningún objetivo más que la
propia reflexión, en una metáfora (y, tal vez, una reivindicación) del estudio
por el estudio mismo. En este caso la reflexión es a partir del relato que
gentilmente escribió Juan Ignacio
Rodriguez *.
Cuando Juan
Ignacio reflexiona sobre cómo estudia,
nos cuenta que “cuando me pongo a estudiar, en
general me pongo a escribir, redactando los textos de la bibliografía adaptados
a como yo los entiendo, una especie de resumen, pero sin resumir tanto
realmente, sino de ordenar la información, habiéndola procesado”. Juan Ignacio rescata la importancia de
la escritura asociada indisolublemente a la lectura y agrega la oralidad: “los verbos que mejor podrían definir mi forma de
estudiar serían leer, escribir, hablar solo y pararme cada tanto cuando me
aburro”. Las palabras anteriores (y la relación entre la lectura, la
escritura y la conversación) recuerdan esa frase de Francis Bacon que dijo que “la
lectura hace al hombre completo, la conversación lo hace ágil, el escribir lo
hace preciso”.
Al pensar en la “escena” de estudio (y la posible
compañía), Juan Ignacio plantea la
posibilidad de que haya “alguien más” en esa escena pero con quien “no
interactúa” (más allá de algún mate) en el momento del estudio: “Mayormente estudio en mi mesa del comedor,
principalmente durante el mediodía o la tarde, a veces a la mañana cuando el
trabajo me deja. Este proceso de estudio, lo hago solo, o a veces con alguna
amiga/compañera, pero no interactuamos, sino que cada uno está en la suya,
salvo para un mate”. Ese “cada uno está en la suya” habla de cierta
“intimidad” de quien estudia con el libro, una soledad necesaria a la que se refirió Comenio cuando dijo que “el
estudioso, separado de los demás, se sienta en soledad entregado a su afición
mientras lee los libros, que abre sobre un atril cerca de él, y de ellos va
tomando en su libreta lo mejor o en ellos hace anotaciones o señala al margen
con un asterisco”.
Más allá de esto, Juan Ignacio recuerda algunas experiencias en las que “estudió” acompañado (o “en grupo”) y advierte el valor que eso tuvo en la construcción de vínculos con otres, como esa vez que “me junté a estudiar por meet, con dos compañeras para un final y fue la primera vez que estudié en grupo. Básicamente, la dinámica consistía en hacernos preguntas acerca de los temas que iban surgiendo. Fue significativo por eso, y porque lo disfrute muchísimo, y fue un antes y un después en mi forma de estudiar. Fue significativo por el hecho de estudiar en sí, como también por los vínculos que forjé en esas jornadas de estudio”. En las palabras anteriores aparece un “para qué” de ese “estudio” que, en esa experiencia, fue “compartido” y ese “para qué” (para aprobar un examen final) tal vez desvíe la atención y haga que Juan Ignacio piense en otras de las muchas acepciones de la palabra “estudio”, una más ligada con la memorización de datos o, incluso, con la comprensión de conceptos “para” responder a preguntas, preguntas de sus compañeres de estudio o preguntas de les docentes que les evalúen después.
A la hora de reflexionar sobre “esto de estudiar”,
Juan Ignacio nos deja su propia concepción: “para mí, estudiar es incorporar conocimiento,
herramientas, técnicas y metodologías de un determinado tema” y, si bien
considera que “en cierta forma siento que choca lo
que muchas veces se espera que sea el hecho de estudiar, con lo que realmente
es”, agrega que “nunca me sentí identificado
con que estudiar sea solo leer y subrayar… no me sirve, me duermo”. ¿Qué sería lo que “se espera que sea” el
estudio? ¿sería lo que “espera” quién “que sea” el estudio? y ¿qué es lo que el
estudio “realmente es”?
En una carta que Petrarca le escribe a Giovanni
Colonna (y que Fernando Bárcena
cita cuando reflexiona sobre el estudio), el poeta italiano le dice al
eclesiástico: “sólo en la soledad soy
dueño de mí mismo y no en otra parte: en ella mi pluma es verdaderamente mía y
no en otra parte”. ¿Será que el
“estudio” (o cierto tipo de estudio) sólo puede hacerse en esa soledad en la
que se ejercita la lectura, la escritura y el pensamiento?
* Juan Ignacio Rodriguez (@juanirrodirguez) es paseador y educador canino, estudiante de veterinaria (UBA) y licenciatura en psicología (UBA), docente de la Diplomatura en Entrenamiento Canino (UMET) y ayudante de la cátedra de Fisica Biologica (FCV-UBA). Es un apasionado de los perros, del vínculo humano-animal, de la comida y de Messi.