En este 2023 el Blog espera, una vez más,
incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y el estudio.
Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes
y estudiantes), de los textos escritos en colaboración, los #CómoAprende, las
#MicroEntrevistas en video, #LoQueEl2020NosDejó, los #5Libros y los
#Parafraseando, entre otras “secciones”, queremos
incorporar textos que reflexionen sobre “cómo estudiamos”.
Es cierto que no
todes entendemos lo mismo por “estudio” y que este Blog tiene una posición
tomada al respecto, que no sólo no impedirá la expresión de voces en
direcciones contrarias, sino que las tomará como insumos para la discusión y la
reflexión y las pondrá en tensión con las teorías que sostienen nuestra
posición.
Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de
tuerca a esta reflexión a partir de relatos,
en primera persona, que den cuenta de cómo estudiamos o cómo estudian les
estudiantes (que, efectivamente, estudian), sin ningún objetivo más que la
propia reflexión, en una metáfora (y, tal vez, una reivindicación) del estudio
por el estudio mismo. En este caso, la reflexión es a partir del relato que, gentilmente, escribió Johanna Pollach *.
Cuando Johanna
reflexiona sobre cómo estudia plantea
una diferencia entre un estudio
“para rendir un examen” y un estudio
“más placentero”. Respecto a la primera situación (“estudiar” para “rendir”),
situación que dista mucho de la concepción de “estudio” de este Blog, Johanna
nos cuenta que “estudiar significa incorporar conocimiento, asimilarlo, y aprenderlo pero significa también presión y estrés, ya
que la mayoría de las veces cuando estudio es para rendir un examen parcial o
final, por lo que no me lo tomo de una manera relajada”. En la segunda
situación (ésa en la que el estudio
no está asociado a los exámenes y a la certificación) aparecen la
concentración, el interés, la relectura, el disfrute y cierta “relajación”: “varias veces leí libros de psicología o de animales. Al
ser de mi particular interés, estaba muy
concentrada y algunos textos los
releí varias veces. Pero al no sentir la presión de la evaluación por parte
de un profesor, lo disfrutaba mucho más,
era mucho más desorganizado (sin
cronograma, sin horarios) y relajado”.
En las palabras anteriores se advierte, como sostiene
Jorge Larrosa, que hay una cierta idea de estudio que “permite
apartarse de la obsesión evaluativa” y que es la única desde la que puede
sostenerse la concepción arendtiana de
la educación como transmisión, comunización y renovación del mundo común
(sobre la que ya escribimos varias veces en este Blog), así como la concepción rancieriana (otro clásico
de este Blog) de la Escuela (de las
instituciones educativas o de la propia Universidad) como separación de tiempos, espacios y actividades sociales.
Volviendo a la situación en la que el estudio
parece ser eso que se hace antes de un examen (con un propósito puntual y
discutible como tal), Johanna empieza
por aclarar que “a la hora de estudiar lo primero
que hago es hacerme un cronograma,
en el cual me organizo y me pongo objetivos día a día según los
temas a abordar” y nos cuenta cómo lo hace: “me
gusta estudiar desde la mañana temprano, tomando un café porque me pone de buen
humor, y más si es en una confitería, ya que en mi casa me cuesta mucho no
distraerme. Una vez que estudio un tema yo sola, es decir, que leo el libro o
escucho el seminario del campus, lo resumo, lo leo, y lo entiendo, me gusta
juntarme con compañeros en la biblioteca de la facultad porque al hablarlo y
repetirlo se me fija más el conocimiento, y si hay algún tema que no me quedo
claro o me cuesta, es más fácil resolverlo entre varios”.
Al reflexionar sobre estas cuestiones y advertir
que hay algo de ese “estudiar para” que
se aleja de la práctica de un estudio
que en lugar de tomar algo del mundo, prioriza el deseo de cuidarlo, de prestarle
atención, incluso de amarlo, Johanna
vuelve sobre la idea del disfrute y cierra: “para mí, el estudiar debería ser
más placentero”.
* Johanna Pollach (Ig/ Johanna Pollach)
tiene 28 años y estudia Veterinaria en la UBA.
Trabaja en una veterinaria como enfermera
haciendo guardias nocturnas dos
veces a la semana y tiene un perro.
Es vegetariana y además come comida kosher. Le apasiona mucho
la acrobacia, por lo que le dedica
muchas horas de entrenamiento semanal. También, le gustaría ser mamá en los próximos años.