En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 29 de Agosto de 2017:
Desde el inicio, Ana nos cuenta la variedad de sensaciones que le genera la práctica docente y empieza a tomar posición respecto a la (supuesta) “homogeneidad” de las cursadas y a la rigidez de las “panificaciones” curriculares en contraposición a propuestas más flexibles que tengan en cuentan las características de l@s docentes y l@s estudiantes que compartirán una cursada particular.
- Ana, ¿Qué es, para vos, “ser docente”
- Como dice una canción que es una antigüedad, “ser docente” es “un mundo de sensaciones”: placer, felicidad, vergüenza, responsabilidad, compromiso, sorpresa, tristeza… Es un compromiso por la enorme responsabilidad de acompañar enseñando (o compartiendo lo que uno cree saber), permitiendo y/o promoviendo el desarrollo individual. Felicidad cuando ocurren pequeñas cosas en el aula que me demuestran algún éxito en mi tarea. Vergüenza cuando me enfrento a mi propia limitación o estupidez que me impidió lograr lo que debería haber logrado. Tristeza cuando decepciono y no logro ayudar, o cuando me enfrento a un joven desilusionado y angustiado por no lograr su cometido a pesar de su esfuerzo. Tristeza y vergüenza cuando esta limitación o decepción no sólo está en relación a un aprendizaje sino también en relación a un mal momento en la vida del estudiante y no lo ayudé. Sigue siendo un placer (por suerte!!) ser docente y a minutos de entrar al aula suele cambiarme el humor y me olvido del cansancio o sueño.
- Si tuvieras que hacer una propuesta de cambio concreto que pudiera aumentar el compromiso, la motivación y la participación de l@s estudiantes, ¿qué propondrías y por qué?
- Sin pensar demasiado previamente sobre si es factible su implementación, me gustaría empezar una cursada explicándoles a los estudiantes cuáles serían los temas claves o relevantes de la asignatura para su formación, darnos la oportunidad de analizar cuáles son los “saberes previos” que traen consigo y consensuar por dónde sería más conveniente comenzar. Dadas las características particulares de cada grupo azarosamente confeccionado, considero que la organización “inmutable” de nuestras materias no son las adecuadas siempre y en cada cuatrimestre, independientemente del docente, de los estudiantes y del contexto particular.
A la hora de pensar en las características que debería tener un docente para ser mejor facilitador de los aprendizajes de sus estudiantes, Ana prioriza las características personales por sobre las académicas, con la “pasión” y la sensibilidad o la empatía como estandartes de ese compromiso, sin olvidar la importancia de la (trans)formación docente continua.
- ¿Qué características creés que debería tener un docente para ser mejor como facilitador de los aprendizajes de l@s estudiantes?
- Si bien debe ser conocedor de la temática que lo colocó en ese lugar, me parece que para lograr ser facilitador de los aprendizajes, pueden ser más importantes las características personales que las profesionales o académicas. Digo esto porque me parece indispensable que seas apasionado por lo que hacés. Un docente que no disfruta de lo que hace puede tener alumnos que “aprueben” pero no logrará nada más que eso, desperdiciando una oportunidad muy valiosa de enriquecimiento mutuo. El desgano y las pocas ganas de estar en el aula se respiran y perciben, y no sólo no facilitan el aprendizaje sino que lo dificultan. Creo que debe ser sensible a las necesidades de los diferentes grupos y cambiar el rumbo de lo planificado cuando sea necesario. También se requiere de cierto ingenio y destreza para sumar cosas nuevas y para permitir conexiones entre temas tratados y lo cotidiano. Por otro lado reconozco que habiendo empezado como docente sin formación pedagógica alguna, cuando me inicié en este campo, literalmente me explotó la cabeza. Con esta experiencia vivida, creo muy importante contar con esta formación. Sin embargo, cansada de los que creen que esto es solo un “título” y una vez obtenido se echan a dormir en los laureles, agregaría que debe ser de tipo “permanente” (ya sea a través de cursos, lectura, compañeros de trabajo inquietos con los que compartir experiencias, etc).
Como ocurriera con otr@s entrevistad@s (y “homenajeando” a Ken Bain y a nuestra recordada Edith Litwin), Ana tiene su “docente memorable” y lo recuerda como seguramente la recuerde a ella la estudiante a la que ayudó a “conectar cosas” y a considerar a la Biología como posible campo laboral.
- ¿Podrías relatar un episodio significativo de tu trayectoria docente?
- Empiezo por uno como alumna. Recuerdo un docente (Daniel Goldstein) que para explicarnos las proteínas y sus conformaciones se paró alambre en mano y jugando con él en el espacio, hizo sencillo un tema que demanda cierta imaginación (aclaro que estamos hablando de la época previa a la llegada de la tablet o el celu y de la hermosa 3D al aula o a casa). Hasta ese momento los docentes universitarios que me habían tocado, habían sido bastante poco ingeniosos para facilitarnos la tarea. Entendí que con poco, pero con ganas, podías hacer las cosas un poco mejor. Como docente me acuerdo de una estudiante del CBC que en una clase abrió los ojos bien grandes, se inclinó un poco hacia atrás con una profunda inhalación y abrió ligeramente sus manos. Todo ese código gestual me perturbó un poco y al preguntarle qué sucedía me dijo “me colgué y volé” y me insistió en que la ignorara. Al final de la clase me comenta que “tipo un destello” sintió un enorme placer ya que no sólo había comprendido lo que estábamos viendo sino que le había ayudado a conectar varias cosas y se le había cruzado la idea de lo fascinante que debería ser trabajar en el área de biología celular. Me alegró que pudiera sentir eso ya que, por lo general, los estudiantes de psicología, cursan biología con fastidio y con la convicción que es uno de los “filtros” a vencer. Por otro lado, que un estudiante sienta y confiese sentir placer por comprender el conocimiento que estás compartiendo es halagador.
- Si tuvieras que recomendarle a otr@s docentes un libro, una canción o una película que considerás “necesaria” para mejorar nuestra práctica docente, ¿qué libro, canción o película nos recomendarías y por qué?
- Es muy fuerte decir “necesaria”, lo mencionado en la pregunta son expresiones humanas y artísticas, por lo que a cada uno le llega de manera súper distinta. Prefiero mencionarte algunos que me “cachetearon las neuronas”. Dos pelis: “Escritores de la libertad” (basada en un libro que no leí) sobre una profesora de literatura y un grupo de adolescentes con conflictos raciales y de vida. De alguna manera te muestra que con ganas y empatía se pueden lograr muchas cosas, aún en condiciones no favorables. La otra es “La ola” también basada en un caso real, con la que me asusté por la peligrosidad de ciertas prácticas. La maleabilidad y la permeabilidad de las personas puede ser sorprendente y una supuesta “buena” idea puede tornarse terrorífica. Ahora que lo pienso algo de esto también se demuestra en “El señor de las moscas”. Si bien no es una historia de la relación docentes – estudiantes, es una comunidad de chicos que aprendiendo a sobrevivir evoluciona haciendo surgir los dictados sociales y sus roles de poder, sumisión, exclusión, rebelión, entre otros. Además de este libro y las películas, recuerdo a “Lo que hacen los mejores profesores universitarios” de Ken Bain. Es uno de los primero libros que leí sobre modalidades de los docentes y en su momento me sirvió para revisar algunas cosas del quehacer docente.
En la última respuesta, Ana rescata funciones de la Educación que tienen más que ver con la (trans)formación de sujetos críticos y con capacidad de interpretación que en meros reproductores de saberes acabados y con la posibilidad de, lejos de “cerrar mentes”, abrir (como dice Carlos Skliar) otros “mundos posibles”.
- Ana, ¿Cuáles son y cuáles “deberían ser”, en tu opinión, los objetivos de la Educación?
- Más allá de cada saber en particular, debiera la educación aunarse en formar personas de ojos bien abiertos con capacidad de interpretación y análisis del contexto en el que se desarrollarán sus quehaceres profesionales y/o laborales. A veces creo que de alguna manera el paso por las instituciones educativas te cierra la mente en vez de facilitar su expansión, crecemos entonces mirando y comprendiendo sólo parte de lo que vemos, y explotamos sólo parte de nuestro potencial.
* Ana Marquinez es docente de Química Biológica en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA y de Biología en el Ciclo Básico Común de la UBA. Es Bióloga egresada de FCEyN, UBA, Doctora (UBA) y Especialista en Docencia Universitaria.