martes, 28 de agosto de 2018

Congreso Iberoamericano de Pedagogía: por una cultura de la innovación pedagógica basada en investigación educativa (Segunda Parte)


Como les contamos la semana pasada, la palabra más repetida a lo largo del Congreso Iberoamericano de Pedagogía no fue “Educación”, ni fue “aprendizajes”, ni fue “docente”, ni fue “docencia”, ni fue (aunque sorprenda) “pedagogía”. La palabra más repetida fue: “innovación”. Como adelantamos en la entrega anterior, alegramos de esto (ya que consideramos central la reflexión sobre las innovaciones pedagógicas y su impacto en los aprendizajes) aunque confirma que Congresos tan masivos y “generalistas” terminan sin profundizar los aspectos supuestamente prioritarios y cayendo en relatos de experiencias (más o menos) innovadoras e “investigaciones” (o, mejor dicho, reflexiones sin ningún rigor científico) sobre esas experiencias supuestamente innovadoras.



Dos ideas aparecieron, abordadas desde diferentes lugares, a lo largo de varias actividades, indicando que son cuestiones centrales del debate actual: las innovaciones pedagógicas y la necesidad de investigar sus efectos.

A los largo del Congreso quedó en evidencia la preocupación por contar con resultados de investigaciones que motiven innovaciones educativas, por implementar esas innovaciones y por investigar sus efectos pero sobre todo, por construir, como sugirió Ramón López Martin (de España) “una cultura de la innovación para que no quede en personas, a las que sus hij@s llaman freakies”. En esta misma línea, Mariana Maggio (de Argentina) expresó su preocupación porque “l@s que innovan son siempre l@s mism@s y no logramos construir la ola” y agregó “hay algo de la didáctica clásica que sigue siendo hegemónico: la secuencia lineal progresiva y el manejo del tiempo”. En el panel “La innovación y el futuro de la Educación en Iberoamérica”, Margarita Poggi (de Argentina) abrió recordándonos que “América Latina ha sido siempre muy rica en innovación pedagógica (como la ampliación de la Educación obligatoria o la paridad de género en primaria y secundaria) pero sigue habiendo problemas persistentes, como las grandes desigualdades y la calidad y relevancia de los aprendizajes, aún luego de la reformas” y agregó que “algunas innovaciones no lograron permear en los sistemas educativos y, entonces, no solucionaron los problemas”. A la hora de pensar las posibles causas de esto, Margarita Poggi categorizó tres narrativas, la institución educativa en el centro del sistema (autonomía escolar y descentralización), la calidad educativa (que hace foco en los aprendizajes y en la profesionalización docente) y la inclusión (a la diversidad y al multiculturalismo); y planteó el problema de que esas tres narrativas “no llegaron a constituirse en narrativas comunes que impliquen a los diversos actores educativos”.

En esa misma línea y luego de invitarnos a “contruir una cultura de la innovación para que no quede en personas”, Ramón López Martin propuso provocarnos algunas reflexiones “entre lo efímero del presente educativo y la incertidumbre de un futuro pedagógico” y planteó los seis retos para las innovaciones del futuro:


1. Deberían construir ciudadanía (participativa, crítica y responsable).
2. Deberían reforzar la convivencia (como competencia para interactuar con otr@s).
3. Deberían garantizar un mínimo de bienestar social para tod@s.
4. Deberían apostar a una cultura de la excelencia.
5. Deberían ganar el desafío digital.
6. Deberían contar con reflexión permanente.

En varias sesiones, paneles y simposios apareció el tema de la investigación educativa, su rigor científico y la necesidad de divulgar y compartir sus resultados. En su presentación, María Teresa Sirvent planteó tres desafíos vertebrales (epistemológicos, metodológicos y didácticos), recuperó la centralidad de la “problematización” (como práctica), intentó romper con la dicotomía de investigación cuantitativa/cualitativa y reemplazarla por tres “modos de investigar” (el verificativo, el de generación conceptual y el de praxis participativa) y nos invitó a “luchar contra una sociedad que acepta el sometimiento y es refractaria a la idea de que todo ciudadano tiene el derecho de problematizar cada vez más y cada vez mejor”. En el mismo simposio, Mabel Da Cunha (de Brasil) reflexionó sobre la necesidad de investigar la práctica educativa ya que “los contextos emergentes interpelan a la Universidad y la obligan a repensar sus prácticas” y agregó que “la práctica pedagógica debe ser planificada, socialmente responsable, ejercida con una finalidad, con vigilancia crítica e intencionalidad educativa”.



En el simposio “Aportes del pensamiento de Rodolfo Kusch al campo de la Educación”, Pablo Ciffeli (de Argentina) y Carlos Cullen (de Argentina) intentaron invitarnos a “compartir con Kusch una preocupación: resistir a la colonización, la de entonces y la de ahora”. Como aclaró Pablo Ciffeli, si bien “Kusch no es un filósofo de la Educación tiene referencias claras sobre la Educación, cuando asimila el sistema formal de enseñanza con el dispositivo colonizador”. Partiendo del concepto kuschiano de “geocultura”, Carlos Cullen revisó varias cuestiones del debate educativo actual, parafraseó a Kusch diciendo que “la Educación no se ve ni se toca pero pesa (porque está arraigada en el suelo)” y nos recordó que la Educación no tiene que ver con un sujeto al que se le impone una cultura sino que “la Educación tiene que ver con una cultura que busca su sujeto”.

Desde este Blog celebramos y celebraremos la reflexión sobre la práctica docente, sobre los aprendizajes y sobre la Educación y alentamos a docentes de todos los niveles educativos a que participen de todos los espacios de vínculo y comunicación posible. Estamos convencid@s del valor de este tipo de encuentros en los que podemos compartir experiencias, ideas y reflexiones, y enriquecer nuestros pensamientos (y nuestras acciones) con los aportes de colegas de diferentes lugares y variadas trayectorias. Sin embargo, y como reflexión última pero no final (de este texto), estamos igual de convencid@s del valor que también tiene la reflexión de cada docente en su práctica diaria, de cada equipo docente y de cada institución, puertas adentro, que sin necesidad de viajar cientos de kilómetros ni de participar de eventos de estas características será la base para fundamentar los cambios que nos conduzcan a una Educación más equitativa, a una práctica docente más innovadora que esté a la altura de los tiempos que nos tocan y a ser verdader@s facilitadores de aprendizajes cada vez más significativos en estudiantes cada vez más autónomos.

Todavía tenemos un largo camino por recorrer y mucho por reflexionar y mejorar ya que, como dijo Mariana Maggio al cerrar su provocadora y motivadora ponencia, “cada estudiante que entra a la Universidad tiene un derecho: terminarla. Y much@s no la están terminando”.

martes, 21 de agosto de 2018

Congreso Iberoamericano de Pedagogía: por una cultura de la innovación pedagógica basada en investigación educativa (Primera Parte)


Los días 14, 15, 16 y 17 de Agosto se llevó a cabo en la ciudad de Buenos Aires el Congreso Iberoamericano de Pedagogía, organizado por la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF) y la Sociedad Española de Pedagogía, con la colaboración de UNESCO, OEI, REDAPES, UBA y el Ministerio de Educación de la Nación.

A priori la idea del Congreso, las actividades propuestas, la enorme cantidad de ponencias y simposios, y la presentación de conferencistas de la talla de Adriana Puigrós, Margarita Poggi, Carlos Cullen, Mariana Maggio o María Teresa Sirvent (entre otros), nos permitían imaginar un escenario fértil para la (trans)formación individual y colectiva, sobre la que tanto insistimos desde este (intento de) espacio de comunicación.



El objetivo de esta entrada (en dos partes para que no sea tan larga) es contarles algunas ideas (por supuesto sesgadas y recortadas según nuestros intereses, nuestras trayectorias y nuestros posicionamientos) sobre las que se reflexionó en (por razones obvias) sólo algunas de las muchas actividades (paneles, sesiones de comunicaciones orales, simposios, posters, presentaciones de libros y revistas) que, agrupadas en 13 ejes temáticos, ocurrían simultáneamente (durante casi 11 horas al día) tanto en aulas del edificio nuevo como del viejo edificio de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, en las cuáles la disposición de los bancos (y su carácter casi confesional, de bancos de Iglesias Católicas) daba pie para una humorada o un comentario en cada presentación.

Claro que no todas son rozas. Probablemente por la cantidad de asistentes y ponentes (y por la impuntualidad e irresponsabilidad de much@s de ell@s), la organización dejó mucho que desear. Rara vez las presentaciones empezaban en horario, en varias ocasiones no se presentaba el moderador, no había computadora y cañón (o los traían tarde o andaban mal) y en la mayoría de las sesiones de comunicaciones orales vari@s expositores estuvieron, increíblemente, ausentes. Además, si bien en todas las mesas o simposios proponían dejar un buen tiempo de intercambio (al final), luego l@s expositores se pasaban del tiempo asignado (además de que las sesiones arrancaban tarde) y no quedaba ni un minuto para preguntas, comentarios o conversaciones.

Respecto a las presentaciones lo primero que aparece como reflexión es la alegría de saber que hay mucha gente haciendo muchas cosas. Por supuesto, algunas mejores y otras peores, algunas con mayor rigor científico y otras con menor rigor científico, algunas planteadas desde posicionamientos que un@ comparte más y otras planteadas desde posicionamientos que un@ comparte menos. Pero es grato saber que son much@s l@s docentes (por supuesto no tod@s los asistentes al Congreso ni mucho menos) que están reflexionando e investigando sobre su prácticas.

También es interesante romper un poco con esa lógica de docentes que nos juntamos en Congresos de Educación a reflexionar sobre “lo mal que está la Educación”. En la mayoría de los Congresos de las demás disciplinas se juntan para mostrar sus éxitos y sus logros y ni se les ocurriría presentar todas las experiencias que no resultaron como esperaban. Si bien tenemos nuestros reparos sobre el hecho de pensar en la Educación como la causa y la solución (vaya paradoja) de todos los problemas de la sociedad y a pesar de ver con buenos ojos nuestra “clásica autocrítica docente”, celebramos que en estos encuentros también nos hagamos lugar para compartir aquello que sí nos está funcionando para cumplir con determinados objetivos o para reflexionar sobre los supuestos que subyacen a nuestras prácticas.

La segunda reflexión es que muchas de las “innovaciones” e investigaciones presentadas en el Congreso atrasan 15 o 20 años, probablemente porque la falta de actualización y formación docente constante haga que much@s docentes bien-intencionad@s estén intentando “descubrir la rueda”, por no haber leído la bibliografía actual sobre las ventajas y desventajas de las ruedas.

Párrafo aparte merece la situación actual que los sistemas de Educación, Ciencia y Tecnología están atravesando tanto en Brasil como en Argentina. Esta situación fue mencionada en casi todas las presentaciones del evento y en algunos casos profundizada (con datos, estadísticas y análisis) evidenciando la terrible crisis actual, consecuencia del retorno de las políticas neoliberales y del ajuste que los actuales gobiernos de la mayoría de los países de la región están realizando en materia educativa. En este sentido, y por mencionar sólo algunos ejemplos, José Romao (de Brasil) nos remarcó “la importancia de recuperar el pensamiento de Paulo Freire para enfrentar la ola conservadora que arrasa el mundo” y María Teresa Sirvent (de Argentina) definió la actual política pública como “un movimiento de política científica anticientífica”.

Ahora sí, nos metemos con las reflexiones más interesantes o más “radiales”, en términos de haber sido abordadas en varios espacios desde diferentes lugares, indicando que son cuestiones centrales del debate actual. La palabra más repetida a lo largo del Congreso Iberoamericano de Pedagogía no fue “Educación”, ni fue “aprendizajes”, ni fue “docente”, ni fue “docencia”, ni fue (aunque sorprenda) “pedagogía”. La palabra más repetida fue: “innovación”. Desde este humilde espacio, que pretende semanalmente invitar a la problematización, nos alegramos de esto (ya que consideramos central la reflexión sobre las innovaciones pedagógicas y su impacto en los aprendizajes) aunque confirma que Congresos tan masivos y “generalistas” terminan sin profundizar los aspectos supuestamente prioritarios y cayendo en relatos de experiencias (más o menos) innovadoras e “investigaciones” (o, mejor dicho, reflexiones sin ningún rigor científico) sobre esas experiencias supuestamente innovadoras.

La idea es profundizar estas (y otras) cuestiones y contarles algunos ejemplos de lo discutido en el evento pero para eso habrá que esperar a la entrega de la semana que viene porque esta reseña…

CONTINUARA…

lunes, 13 de agosto de 2018

Un vínculo sólido que potencie individualidades y favorezca la autogestión del conocimiento. (Entrevista a Pablo Torres)



Al igual que en los años anteriores, este año seguiremos con la publicación de entrevistas realizadas a docentes y a estudiantes, como insumos para la reflexión sobre nuestras prácticas y sobre los aprendizajes. Las respuestas de docentes y estudiantes, sujetos directamente involucrados en las prácticas sobre las cuales nos proponemos reflexionar en este Blog resultan fundamentales para profundizar el grado de análisis. Claro que podemos estar de acuerdo o no, claro que podemos disentir con determinadas apreciaciones y reconocer en las respuestas (y en las preguntas) posicionamientos pedagógicos e ideológicos compartidos o no pero de cualquier manera, los relatos en primera persona son siempre insumos de gran valor para construir y (re)pensar nuestros propios posicionamientos. En este caso es un placer publicar la entrevista que gentilmente respondió Pablo Torres *.

En sus primeras reflexiones, Pablo ubica al docente en un rol diferente al de transmisor, invitándonos a “traspasar” los contenidos de la materia y a construir con l@s estudiantes un vínculo de respeto y confianza que facilite el proceso de aprendizaje y potencie sus individualidades.

  • Pablo, ¿Qué es para vos “ser docente”?
  • Para mi ser docente es ser un acompañante en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Es convertirme en un guía, más que un simple transmisor de contenidos. Poder romper la barrera virtual que existe entre docente y estudiante, generando confianza y una buena comunicación. Cada año que pasa estoy más convencido de que el rol docente tiene que traspasar los contenidos de la materia, para ayudar a los estudiantes a desarrollarse no sólo como futuros colegas, sino para desarrollar toda su potencialidad individual.

  • ¿Cuáles son tus objetivos/propósitos/expectativas de logros cuando comenzás una cursada?
  • Cada vez que empiezo una cursada, me pongo como objetivo personal lograr que los chicos se sientan cómodos en la clase, que sepan que pueden participar e interactuar conmigo sin ningún tipo de vergüenza o prejuicios. Intento acercarme a ellos para lograr un vínculo significativo, construido desde el respeto y la confianza. Utilizo mucho el diálogo libre para llegar a los contenidos, utilizar los conocimientos previos y construir nuevo conocimiento. Trato de remarcar la importancia de la lectura previa y la comprensión de los contenidos en lugar de la memorización. En todo momento intento demostrarles que pueden acercarse a plantear dudas, problemas personales y académicos, inquietudes. Creo firmemente que la construcción de un vínculo sólido con los estudiantes favorece el proceso de aprendizaje. La consigna es acercarse, y esto ayuda a lograr los objetivos principales, que incorporen los contenidos de la materia y que además logren aprobarla.

A la hora de pensar en las características que deberíamos tener l@s docentes, Pablo lo piensa como una mezcla que incluye no sólo conocimiento sino también habilidades comunicativas e interpersonales como la empatía, la honestidad o el sentido de justicia.

  • ¿Qué características creés que debería tener un docente para ser mejor como facilitador de los aprendizajes de l@s estudiantes?
  • Un docente necesita a mí entender una mezcla de características. Debe conocer muy bien la materia en estudio, debe poder relacionarla y vincularla a los intereses del estudiante y al campo profesional, debe tener capacidad y habilidades para comunicarla y explicarla de acuerdo a la necesidad del estudiante y debe contar con conocimiento de recursos didácticos y su correcta aplicación para apoyar todo el proceso. A esto se suma a mí entender a las habilidades interpersonales, capacidad de comunicación, empatía, sentido de justicia, honestidad y buen criterio.

Cerrando la entrevista, Pablo reflexiona sobre la posibilidad de plantear actividades que den tiempo a la reflexión y se resuelvan “en diferido”, que despierten la curiosidad y el interés de l@s estudiantes y que fomenten la autogestión del conocimiento.

  • Si tuvieras que hacer una propuesta de cambio concreto que pudiera aumentar el compromiso, la motivación y la participación tuya y de tus compañer@s, ¿qué propondrías y por qué?
  • Creo que hay que comenzar a traspasar el espacio de la clase formal, proponer actividades que requieran aplicar los conocimientos que se pretenden transmitir pero que se resuelvan en diferido, para darles tiempo de reflexión y tratar de favorecer la apropiación real de esos contenidos. Para eso es necesario el diseño de actividades interesantes, relevantes para la profesión y que despierten la curiosidad y la necesidad de investigar por sí mismos. Es necesario implementar mecanismos para fomentar y evaluar la autogestión del conocimiento.

  • ¿Cuáles son y cuáles “deberían ser”, en tu opinión, los objetivos de la Educación?
  • Los objetivos de la educación deberían ser la formación de ciudadanos críticos, reflexivos, capaces de operar sobre la realidad y transformarla, que tengan criterio profesional, pero a su vez sensibilidad social.

* Pablo Torres (@ptorres3500) es docente, investigador y docente tutor en la Universidad de Buenos Aires. Es Veterinario y Especialista en Docencia Universitaria. Se desempeña como docente en Física Biológica, en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA. En investigación, se dedica a la Reproducción Animal con énfasis en análisis espermático.

martes, 7 de agosto de 2018

El fracaso de algun@s como “garantía” del éxito de otr@s.



         ¿Qué pensaría la sociedad (por no decir “la gente”) de una Escuela secundaria en la que ningún estudiante de ningún año se llevara jamás ninguna materia a Diciembre? ¿Qué pensarían l@s propi@s docentes de esa Escuela, las propias autoridades, l@s propi@s estudiantes y sus familias?
        
         ¿Qué pensaría la comunidad académica de una Facultad (de una Universidad) en la que ningún estudiante de ningún año desaprobara jamás el examen final de ninguna materia de la carrera? ¿Qué pensarían l@s propi@s docentes de esa Facultad, las propias autoridades, l@s propi@s estudiantes y sus familias?

         L@s dejamos pensar un rato y seguimos…

       ¿Lo pensaron? ¿Qué creen que pensarían esos actores? ¿Qué pensarían ustedes mism@s? ¿Qué sentirían?

        L@s dejamos, como diría el genial (y extrañado) Eduardo Galeano, “sentipensar” un poco más y seguimos…

         ¿Lo pensaron? ¿Qué pensarían ustedes mism@s? ¿Qué sentirían?

En serio. Si quieren detengan aquí la lectura, dénse un tiempo para pensar (y tal vez escribir) y retomen la lectura en otro momento. Como cuando Adrián Paenza nos propone a mitad de sus notas en Página 12 que no avancemos en la lectura, que pensemos, que no leamos la “solución”, que nos demos (el tiempo y) la oportunidad de pensar.

En este caso, lo que sigue no implica ningún tipo de “solución” pero aún así ensaya, no una respuesta pero sí, una manera de pensar la pregunta, por eso insistimos en que lo piensen a ver qué sale.

Ahora sí… ¿Qué pensaría la sociedad (por no decir “la gente”) de una Escuela secundaria en la que ningún estudiante de ningún año se llevara jamás ninguna materia a Diciembre? ¿Qué pensarían l@s propi@s docentes de esa Escuela, las propias autoridades, l@s propi@s estudiantes y sus familias? ¿Qué pensaría la comunidad académica de una Facultad (de una Universidad) en la que ningún estudiante de ningún año desaprobara jamás el examen final de ninguna materia de la carrera? ¿Qué pensarían l@s propi@s docentes de esa Facultad, las propias autoridades, l@s propi@s estudiantes y sus familias?

Dice Philippe Meirieu que “el objetivo de las escuelas democráticas, como la escuela argentina, es hacer acceder, no a una parte de los alumnos, sino a la totalidad de los alumnos a una ciudadanía lúcida” y agrega que, como eso significa que su principio de funcionamiento no es más el de la selección sino la formación de todos, esto “plantea una verdadera dificultad psicológica y política para los docentes” ya que “vivimos con el recuerdo de un sistema donde el fracaso de una parte de los alumnos es una suerte de garantía del éxito de los otros”. El reconocido pensador francés agrega que “las democracias son ambivalentes respecto a sus escuelas porque quieren a la vez que todos los alumnos aprueben pero cuando todos aprueban sospechan a las escuelas de ser demagógicas y de no asumir claramente su función de selección y de preparación para las funciones sociales”.

De nuevo, por si pasó desapercibido en la lectura de las palabras de Meirieu: “el fracaso de una parte de los alumnos es una suerte de garantía del éxito de los otros”. Terrible, ¿no?

¿No se supone que una de las funciones de las instituciones educativas (tal vez la menos importante pero, seguramente, la más valorada y reclamada por propios y extraños) y uno de los objetivos de los docentes (tal vez el menos importante pero, seguramente, el más valorado y reclamado por propios y extraños) es lograr que l@s estudiantes “aprendan” los contenidos de los programas de sus materias?

Y, ¿no se supone que si las instituciones educativas (y sus docentes) realizaran (relativamente) bien esa tarea y l@s estudiantes (efectivamente) aprendieran deberían luego, sin mayores problemas, aprobar todas las evaluaciones (medianamente honestas) que tengan por objetivo demostrar que l@s estudiantes aprendieron lo que (de haber ocurrido todo lo anterior) efectivamente “aprendieron”?

Y ahora, ¿qué pensarían de una Escuela secundaria en la que ningún estudiante de ningún año se llevara jamás ninguna materia a Diciembre? ¿Qué pensarían de una Facultad (de una Universidad) en la que ningún estudiante de ningún año desaprobara jamás el examen final de ninguna materia de la carrera?