Hace unos meses recibí una interesante propuesta: la colega Marian Ferrarelli (@FerrarelliM), a quien “conozco” a través de Twitter, me propuso participar de la #TransmediaWeek en su
proyecto “Visible Cities by
Italo Calvino”. La #TransmediaWeek
es una plataforma global de eventos comunitarios interconectados que se centran
en los aspectos culturales, sociales, políticos, tecnológicos, legales,
académicos y comerciales de las narrativas transmedia. La invitación era por
demás interesante: escribir un texto sobre algún aspecto de la Educación que me
interesara (como la construcción de la otredad) que pudiera ser parte de este
proyecto que de alguna manera “visibiliza” las invisibles ciudades de Italo Calvino en tono transmedia.
La propuesta de Marian me motivó y me “convocó” desde varios lugares: primero desde
mi pasión por la Educación y por la reflexión sobre la Educación,
segundo desde mi profunda admiración por
Italo Calvino y por su apasionante libro “Las Ciudades Invisibles” y tercero desde mi convencimiento de la necesidad de escribir(nos), leer(nos) y
conectar(nos) para (re)pensar(nos) y (trans)formarnos de manera colectiva.
Así que acepté.
Y me propuse pensar
alguna de las ciudades del libro desde mi percepción sobre la manera en que
construimos a “los Otros” en el hecho educativo. La primera ciudad en
“aparecer” en mi cabeza fue Zenobia
pero el excelente “uso” que hizo de ella Lila
Pinto, en una inspiradora
presentación que recomiendo, me hizo descartarla. Luego de releer (una vez
más) esta maravillosa obra, consideré a Ottavia,
Olivia y Perinzia. Empecé a escribir sobre ellas pero no me convencían.
Hasta que apareció Raísa y las
reflexiones que me generó dieron origen al texto que le mandé a Marian, que se publicó en el sitio
de su proyecto y que, magníficamente, musicalizó (en “Raísa, una canción”) Stephanie Macchi.
La idea de esta entrada es compartir con l@s lectores de #AsiFuimosAprendiendo, el texto que
significó mi humilde aporte a la #TransmediaWeek
de este año, titulado Raísa y “la
Educación”: de Ciudades, Filosofías y Otredades:
Personalmente estoy un poco cansado
de escuchar lamentos sobre “lo mal que está la Educación”. No sólo llueven
críticas desde los sectores más diversos (medios de “incomunicación”,
organismos de Gobierno, representantes del “mundo del trabajo”, “expertos” en
casi cualquier cosa y “opinólogos” en general) sino también desde l@s propi@s
docentes (actores fundamentales del “hecho educativo”) que simplifican un problema
(evidentemente) complejo con afirmaciones como “los estudiantes no estudian”,
“a los estudiantes no les interesa nada” o “los estudiantes no comprenden las
consignas”, por citar las menos ofensivas. Para l@s que olvidaron el verdadero
sentido de la tarea docente, en la Educación “todo está mal”, porque esa tarea
(trans)formadora y emancipadora se volvió una rutina de reproducción de
prácticas embrutecedoras, de reproducción de desigualdades y de reproducción de
“saberes indiscutidos”, conocimientos estancos, descontextualizados y carentes
de significación o relevancia.
Algo parecido ocurría en la ciudad
de Raísa, donde “la Vida no es feliz”. En su increíble libro, “Las ciudades
invisibles” (título parafraseado en el nombre de esta propuesta Transmedia), Italo
Calvino describe a Raísa diciendo que “En las calles la gente camina
torciéndose las manos, regaña a los niños que lloran, se apoya en los parapetos
del río con las sienes entre los puños, por la mañana despierta de un mal sueño
y empieza otro. En los talleres donde a cada rato alguien se machaca los dedos
con el martillo o se pincha con la aguja, o mira las torcidas columnas de
números en los libros de los comerciantes y los banqueros, o tienen delante las
filas de vasos sobre el zinc de las tabernas, menos mal que las cabezas gachas
te ahorran miradas torvas. Dentro de las casas es peor, y no hace falta entrar
para saberlo: en verano sale por las ventanas el estruendo de peleas y los
platos rotos.”
Casi, casi, como lo que
(lamentablemente) much@s opinan de “la Educación”: en las escuelas la gente
camina torciéndose las manos, docentes regañan a estudiantes que “no cumplen”
(y estudiantes –en silencio- regañan a docentes que “no motivan”). Cada mañana
(y cada tarde) empieza otro tedioso mal sueño, sabiendo que al día siguiente
será igual. Dentro de las aulas es (aún) peor y no hace falta entrar para
saberlo: en verano (y en invierno) sale por las ventanas el estruendo de los
momentos de “descontrol total” o el horrible silencio de los momentos de “control
total”. Como en aquella viñeta del siempre lúcido Francesco Tonucci (en la que
le preguntaban a un estudiante ¿qué había “visto” hoy en la escuela? y él
respondía “la nuca de mi compañero de adelante”), menos mal que las cabezas
gachas (y la nefasta disposición espacial de muchas “estructuras escolares”),
te ahorran miradas torvas.
Sin embargo, cuenta Calvino, en
Raísa “hay en todo momento un niño que desde una ventana ríe a un perro que ha
saltado sobre un cobertizo para comer un poco de polenta que ha dejado caer un
albañil que desde lo alto del andamio exclama: ‘¡Prenda mía, déjame probar!’ a
una joven posadera que levanta bajo la pérgola un plato de guiso, contenta de
servirlo al paragüero que festeja un buen negocio, una sombrilla de encaje
blanco que ha comprado para pavonearse en las carreras una gran señora,
enamorada de un oficial que le ha sonreído al saltar la última valla, feliz él
pero más feliz todavía su caballo que volaba sobre los obstáculos viendo volar
en el cielo a un francolín, pájaro feliz liberado de la jaula por un pintor
feliz de haber pintado pluma por pluma, salpicado de rojo y de amarillo, en la
miniatura de aquel libro en que el filósofo dice: ‘También en Raísa, ciudad
triste, corre un hilo invisible que une por un instante un ser vivo a otro y se
destruye, después vuelve a tenderse entre puntos en movimiento dibujando
nuevas, rápidas figuras de modo que en cada segundo la ciudad infeliz contiene
una ciudad feliz que ni siquiera sabe que existe.”
Afortunadamente, en “la Educación”
ocurre algo parecido: hay en todo momento un chic@ que desde un banco ríe a un
docente que ha preparado cuidadosamente su clase contemplando la individualidad
de una estudiante que disfrutó aprender el tema en estudio viendo un
interesante video casero que realizó un grupo de entusiastas estudiantes de
otra escuela y lo subieron a un blog, motivad@s por una docente que se los
propuso luego de hacer un curso virtual de (trans)formación docente, coordinado
por una especialista en producción de contenidos multimedia, que lo diseñó
junto con un docente preocupado por la construcción de la Otredad en la
Educación, que se dio cuenta de que debía involucrarse en su propia
(trans)formación y en la de sus colegas docentes, luego de leer (y quedar
impactado por) aquel libro de Filosofía de la Educación que dice “También en
‘la Educación’, hecho triste, corre un hilo invisible que une por un instante
un ser vivo con Otro y se destruye, después vuelve a tenderse entre puntos en
movimiento dibujando nuevas, rápidas figuras de modo que cada segundo ‘la
Educación infeliz’ contiene una ‘Educación feliz’ que ni siquiera sabe que
existe.”