Esta es la primera entrada en la historia de este blog que está siendo escrita
por una computadora. Parece un chiste pero efectivamente está siendo
escrita por una computadora, aunque obviamente, dictada por una persona.
Lo cierto es que todas las entradas
anteriores fueron tipeadas por una persona en un ordenador o, en algunos casos,
las ideas sueltas fueron primero escritas en un papel con una lapicera (cómo se
escribía antes) y luego tipeadas en una computadora, pero en este caso yo estoy
hablándole a un micrófono de esos que vienen con auriculares como los que usan
l@s recepcionistas o telefonistas. Digamos que estoy pensando en voz alta y una computadora (en realidad un
programa, en este caso la herramienta de escritura por voz de Google Drive) está escribiendo lo que yo (pienso y) digo.
Parece increíble pero de hecho estoy mirando la pantalla y viendo como el
cursor se mueve al ritmo de lo que yo digo y escribe esta entrada. Ustedes
dirán “bueno sí, pero la entrada la estás
dictando vos” y sin dudas que esto es cierto pero no puedo dejar de pensar
que esto significa un cambio notable. Muchos de nosotr@s usamos herramientas de
escritura virtual en nuestras clases o proponemos a nuestr@s estudiantes
actividades que implican utilizarlas. Un ejemplo claro de esto es la realización de cuestionarios o trabajos
prácticos grupales en Google Drive con el formato de documentos de Google Docs
(tipo Word). Much@s estudiantes utilizan este sistema incluso sin que l@s
docentes se lo pidamos (ya que lo consideran una herramienta más que útil para
hacer trabajos grupales de manera virtual), creando documentos que se comparten
a sus casillas de correo electrónico y que pueden ser editados de manera online
por los diferentes miembros del grupo. He tenido la suerte de ser participado en alguno de estos documentos que
estudiantes (tanto de Escuela Secundaria como Universitari@s) realizaban trabajos prácticos y
cuestionarios o producían textos de manera colaborativa, discutían entre ell@s,
preguntaban y respondían. Realmente fue maravilloso ver cómo l@s
estudiantes interactuaban, ya sea en el mismo documento (dentro del texto, dónde
se puede ver el aporte de cada integrante con colores diferentes o las
distintas versiones “borrador” como “historial de revisión”), con comentarios
al margen (que, a veces, se transformaban en verdaderas “conversaciones”), con
sugerencias o en el chat.
Si bien esto no tiene mucho que ver con
la herramienta de escritura por voz, pienso que la posibilidad de dictarle a una computadora y que ésta escriba lo que
estamos (pensando y) diciendo, significa en sí mismo un cambio trascendental,
como lo fue el cambio (o el pasaje) de escribir con lapicera y papel (como tomábamos
apuntes antiguamente) a escribir directamente en una computadora, en una
notebook, netbook, tablet o en algún dispositivo electrónico, como los
teléfonos inteligentes. Incluso much@s colegas ya utilizan de manera habitual
alguno de estos dispositivos para tomar apuntes.
Es evidente que los procesos cognitivos que se ponen en marcha en estas diferentes
maneras de escribir son distintos. Si bien en el fondo esto podría ser “más
de lo mismo” y puede seguir tratándose de una persona que escucha, procesa
información, y decide (o elige) qué (¿y cómo?) escribir, es bastante evidente
que ese “cómo” no sólo condiciona sino
que (probablemente) determina cuestiones que hacen a esa práctica y a los
procesos cognitivos que se juegan en la misma.
Me cuesta creer que el hecho de estar
escribiendo esta entrada de esta manera no tenga impacto (incluso) sobre el
“qué” de lo que estoy escribiendo. Es más, perdonen ustedes la reiteración pero
sigue sorprendiéndome el hecho de ver
cómo el cursor se mueve a la misma velocidad que estoy hablando y escribe este
texto, que ustedes están leyendo y yo nunca escribí.
Dicho sea de paso lo escribe con una eficiencia ortográfica notable.
Creo que no se ha olvidado una sola tilde, exceptuando por supuesto las
palabras que admiten la posibilidad de ser escritas de dos maneras (con y sin
tilde) y sin ser un experto me animaría a asegurar que ha respetado con gran
prolijidad las reglas de la gramática, la semántica y la sintáctica. Quiero
decir con esto que a mí me parece
sorprendente la posibilidad de estar escribiendo esta nota sin escribir(la).
Se podría decir que estoy dictando esta nota a una computadora o que, una
computadora está escribiendo lo que yo voy (pensando y) diciendo.
Está demás decir que esta entrada
podría incluir una gran cantidad de citas de artículos científicos con
resultados (o reflexiones) de (algunas de las) investigaciones que se han
realizado sobre este tipo de escritura o sobre los procesos cognitivos
involucrados en una y otra forma de escribir (¿y de pensar?) pero no es ese el
sentido de este texto. Tal vez el único
objetivo de esta última entrada del año sea (no) escribir el texto de esta
manera, vivir esta experiencia, reflexionar sobre ella y sacar algunas (preliminares)
conclusiones, al mismo tiempo que invitar a l@s lectores a que hagan su propia
experiencia, reflexionen y saquen sus propias conclusiones.
Terminado esta reflexión miro lo
escrito (por la computadora) y les aseguro que sólo hay dos o tres palabras
para corregir (porque el programa malinterpretó mi dictado o yo no supe hacerme
entender correctamente) y no hay un sólo error ortográfico. Sí hay que agregar
las comas, las comillas, las negritas, los paréntesis, los “puntos seguidos”, los “punto y
aparte” y las mayúsculas al inicio de las oraciones.
Bueno, terminé de (no) escribir la entrada. En realidad, terminé de pensar en voz alta y la
computadora terminó de escribir la entrada. Ahora nos toca a nosotr@s hacer algo que la computadora (por ahora) no
puede hacer: pensar!