Bienvenid@s de vuelta al
Blog!
Mientras iniciamos un nuevo año
escolar/académico en el que esperamos seguir
reflexionando, seguir discutiendo
y seguir (trans)formándonos como
docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más
significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una
de las entradas publicadas los años anteriores,
como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 2 de Octubre de 2012:
Una
práctica que consideramos central en la (trans)formación de
l@s docentes es la observación de
clases, ya sea por un miembro del equipo docente como por un (docente o no)
invitad@. Tanto observar una clase como ser observad@ y recibir una devolución,
nos enriquece como docentes y nos permite complejizar el
análisis de nuestras prácticas de enseñanza y de las prácticas (de aprendizaje)
de nuestr@s estudiantes. Observando clases reales, un@ puede advertir cosas
que pasan en el aula que son difíciles de ver cuando se está al frente de la
clase.
Hoy les
proponemos reflexionar sobre algo que observamos en una clase y que
denominaremos “murmullo
disciplinar generalizado” y sobre las actitudes o posturas que podemos
tomar, como docentes, cuando éste aparece.
Hay una
situación bastante habitual en las prácticas docentes de la Educación Superior
que consiste en la puesta
en común de ejercicios o problemas resueltos individual o colectivamente o de cuestionarios
guía respondidos por l@s estudiantes.
Para l@s
que no están seguros de qué estamos hablando, es más o menos así. El docente
lee una pregunta y guía u orienta la discusión a partir de las respuestas que
traen l@s estudiantes (aquell@s que efectivamente hicieron la actividad
propuesta) con el fin de clarificar los conceptos o de complejizarlos y
recuperar los aprendizajes del tema en cuestión. Cuando (el docente considera
que) el tema está “acabado”, (el docente decide que) se pasa a la siguiente
pregunta y así sucesivamente. En el mejor de los casos, luego de cada
discusión, el
docente pregunta si se entendió o si quedó alguna duda del tema de la
pregunta. A veces (no pocas veces), aún cuando ningún estudiante responda afirmativa
ni negativamente a esta pregunta, aparece el “murmullo
disciplinar generalizado”: l@s estudiantes, en grupitos de 2 ó 3 (por
cercanía espacial), están hablando de la materia! Sí, no están hablando de lo
mal que juega Boca sin enganche ni de la nueva pareja de Tinelli, están
hablando de la materia. Están siguiendo la discusión en un grupo más pequeño,
que les genera más confianza, en el que alguien se anima a decir “no lo entendí” y
otr@ se anima a decir “creo que es así”.
Algun@s
docentes (l@s menos) les piden que planteen sus dudas en voz alta para
discutirlas entre tod@s y otr@s (la mayoría) piden silencio
para poder pasar a la siguiente pregunta porque “si no, no llegamos a
corregir todas las preguntas”. Hay un infundado
temor al murmullo en las aulas, que se traduce en (ridículos y) constantes
pedidos de silencio y de atención.
Si bien
resulta interesante la primera postura (la de socializar las inquietudes y
utilizarlas como insumo para la discusión y la construcción colectiva de
conocimientos), pareciera
ser una actitud más oportuna en las situaciones en que hay un estudiante que
siente que no comprendió algo y que no haya nadie ayudándolo. En ese caso,
en vez de darle la “respuesta correcta”, abrimos el juego y la discutimos entre
tod@s. Seguramente otr@ estudiante pueda decir, para ayudarlo, lo que nosotr@s
íbamos a decir.
Pero en
el caso que relatamos, el del “murmullo disciplinar
generalizado”, no
es así. En este “murmullo disciplinar generalizado”, hay estudiantes que
preguntan y estudiantes que responden; hay estudiantes que
no entendieron algo y estudiantes que los están ayudando a entenderlo y hay (a veces) docentes que piden
silencio, interrumpiendo los procesos neurocognitivos que están ocurriendo.
Nuestro
trabajo es facilitar los aprendizajes de nuestr@s estudiantes pero no siempre
con nosotr@s como “mediadores”. Los aprendizajes
pueden ser mediados por un libro, por un caso, por un artículo en la Web, por
un video o, como ocurre en el “murmullo disciplinar generalizado”, por un
compañer@. L@s estudiantes pueden ayudarse a aprender desde un lugar que
nosotr@s no podemos, por sus características, por su lenguaje, por sus
conocimientos previos, por sus trayectorias compartidas y por su condición de
pares.
Lo que
queremos proponernos (sin herir nuestro ego) para situaciones como el
“murmullo disciplinar generalizado”, es que no hagamos
nada. Sí,
nada! La idea es que nos quedemos mudos y aprendamos de lo que está
pasando. Que
dejemos que nuestr@s estudiantes aprendan (ayudados por otr@s estudiantes),
que en definitiva es el objetivo de nuestra tarea.
En la
película “La Educación Prohibida”,
uno de los entrevistados hace una analogía que grafica parte del problema: “Hay quienes dicen que
si no cuidamos al bosque se estropea. No! Con que no lo molestemos ya alcanza”.
A veces (no
siempre, por supuesto), para que nuestr@s
estudiantes aprendan, alcanza con que no l@s molestemos ni les pidamos que
hagan silencio y los dejemos aprender.