En el texto anterior empezamos a plantear el tema de la participación de l@s estudiantes partiendo de la base de que la misma no siempre es como nos gustaría, aún cuando l@s docentes pensemos las clases con una activa participación de nuestr@s estudiantes (que no es poco) y actuemos en consecuencia (que ya es un montón), pero lamentablemente esto último tampoco suele ser así. En la mayoría de los casos, l@s docentes no planificamos las clases contemplando este factor o, simplemente, no planificamos las clases.
Desde que las Carreras Docentes/Especialidades en Docencia/Maestrías en Educación desembarcaron en las Universidades, much@s docentes/cursantes -cumpliendo de manera ejemplar con el “oficio de ser estudiante”- entendimos de que se trataban las “planificaciones” y, más importante aún, que se espera de ellas y que poner en ellas para que sean aprobadas/aceptadas, tengan o no algo de ciertas. No nos creamos muy inteligentes por esto, nuestr@s colegas de la escuela primaria y secundaria descubrieron, conocen, y practican este truco desde mucho tiempo antes que nosotr@s. Claro que a ell@s se las piden bastante más seguido, nuestras planificaciones (curriculares o didácticas) parecen limitarse a los trabajos prácticos de algunas materias “pedagógicas” de las carreras de posgrado, a las (infrecuentes, ficticias e irreales) “pruebas de oposición” de los concursos docentes, o a los (aún más infrecuentes) cambios de programa de las materias, en los que en general (como docentes auxiliares) no tenemos “participación”.
Sin embargo voy a suponer que vari@s de nosotr@s sí planificamos nuestras cursadas, nuestras clases y las actividades que proponemos a nuestr@s estudiantes, ya sea de manera individual, sea como pequeños equipos docentes o sea, en el mejor de los casos, como cátedra. Al respecto recomiendo el capítulo 1 (“Los proyectos de cátedra”) del libro “Más didáctica”, de Jorge Steiman.
Personalmente creo que en el acto de planificar nuestra cursada, nuestras clases y las actividades que vamos a proponerles a nuestr@s estudiantes es donde empieza a definirse la participación que ell@s tendrán dentro y fuera del aula.
No voy a explayarme en este texto respecto a cómo hacer una planificación (de una cursada, de una clase o de una actividad) pero sí me interesa dejar una idea que a mí me ha dado muy buenos resultados y que hizo que cambiara bastante la estructura de las clases que guío: cuando tengamos lista -escrita- la planificación, respondámonos para cada momento de la clase, para el tiempo antes de la clase y para el tiempo después de la misma, la siguiente pregunta ¿Qué hacen/Qué van a hacer/Qué esperamos que hagan l@s estudiantes en este momento?
Si la mayoría de las respuestas son “leer”, “escuchar”, “tomar apuntes”, “estudiar” o “responder las preguntas del examen”, entonces estamos en problemas porque en esos casos el “rol activo” lo tenemos l@s docentes. Si realmente nos ubicamos en una postura constructivista respecto del proceso de aprendizaje, debemos ser consecuentes con eso y corrernos del (cómodo, reconfortante y conocido) rol de “docente estrella” para dejarles a nuestr@s estudiantes el rol principal, el rol activo y permitirles (trans)formarse como estudiantes responsables de sus propios aprendizajes (cada vez más) significativos, críticos y autónomos.