En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 28 de Mayo de 2013:
"No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige", Arthur Schopenhauer.
En cualquier emprendimiento que uno realice lo primero a plantearse es, sin duda, los objetivos.
 Esos objetivos deben adaptarse a los recursos con los que se cuenta, 
pero a menudo también suelen estar limitados por circunstancias 
externas. En determinados casos, los objetivos pueden ser establecidos 
en forma unipersonal y en otros por una discusión y puesta en común 
grupal. De cualquier forma, deberían ser el fruto de una profunda reflexión sobre el camino a seguir y ser respetados en cada acto de toma de decisiones posterior.
Los
 proyectos educativos que constituyen los cursos de las asignaturas 
universitarias parecen en ocasiones estar al margen de esos preceptos.
 Esto se debe, por un lado a que los objetivos propuestos en los 
programas no son revisados y puestos en discusión con asiduidad para 
determinar si se corresponden o no con los objetivos de la carrera y con
 lo que la sociedad demanda de los profesionales formados. Por otro 
lado, se debe también a que los docentes a cargo de las clases 
desconocen, en muchos casos, los objetivos de la asignatura en el marco 
de la carrera a la que pertenece.
La
 grave consecuencia de esa falta de claridad y comprensión de los 
objetivos es que los estudiantes suelen quedar sujetos a los objetivos 
propios de cada docente.
 Así, se terminan priorizando cuestiones u opiniones personales no sólo 
en el momento de la clase sino también en las instancias de evaluación. 
En ese contexto, es habitual observar cursos en los cuáles, si bien los 
contenidos de la asignatura no son soslayados, sí se desestima el 
desarrollo de las competencias y las actividades de relación o 
elaboración de conceptosnecesarias para transformar a los estudiantes en profesionales. En esos cursos el estudiante universitario suele verse forzado a presenciar clases que avanzan como un barco a la deriva, en las cuales no hay una jerarquización de conceptos ni una integración de contenidos. Así mismo, no es poco común encontrar exámenes
 en los cuáles la prioridad no es evaluar los conceptos centrales de la 
asignatura o la capacidad de comprensión y relación, sino analizar 
la cantidad de contenidos acumulados por los estudiantes mediante 
preguntas que sean de fácil y rápida corrección para los docentes.
Por
 estar en una etapa formativa, los estudiantes pueden confundir (los 
objetivos) y creer que el único objetivo consiste en incorporar los 
contenidos mínimos para aprobar las asignaturas. Los docentes no pueden caer en esa confusión.
 Es necesario que los docentes universitarios comprendamos que el 
objetivo principal de cada carrera es formar profesionales competentes y
 autónomos que tengan la capacidad para aplicar los conocimientos 
adquiridos,mantenerse actualizados y generar nuevos conocimientos. Ese objetivo debe tenerse en consideración en cada intervención educativa presencial o no presencial.
* Sergio Morado (@sergiomorado1) es docente-investigador en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA, becario doctoral de CONICET y ferviente apasionado de la música y la literatura.
* Sergio Morado (@sergiomorado1) es docente-investigador en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA, becario doctoral de CONICET y ferviente apasionado de la música y la literatura.
 
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