En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 3 de Septiembre de 2013:
¿Cuántas
veces te ocurrió como docente de pensar que las cosas son así y no
pueden cambiar porque “las Instituciones” (no sólo educativas) así lo
determinan? ¿Cuántas veces pensaste que l@s estudiante no acompañarían
los cambios que soñás porque “las Instituciones” (no sólo educativas)
así los condicionan? ¿Cuántas veces te imaginaste luchando sólo
suponiendo que otr@s docentes no se sumarían porque “las Instituciones”
(no sólo educativas) lo impedirían?
¿Cuántas
veces te pasó como estudiante de pensar que las cosas no pueden ser de
otra manera porque “las Instituciones” (no sólo educativas) así lo
determinan? ¿Cuántas veces pensaste que l@s docentes no acompañarían los
cambios que soñás porque “las Instituciones” (no sólo educativas) así
los condicionan? ¿Cuántas veces te imaginaste luchando sólo suponiendo
que otr@s estudiantes no se sumarían porque “las Instituciones” (no sólo
educativas) lo impedirían?
Si
tu respuesta es “muchas”, “unas cuantas” o (al menos) “algunas”, te
invitamos a reflexionar un poco sobre esto y a intentar profundizar en
el análisis de la cuestión a partir de una anécdota real que ocurrió
hace poco.
Pero antes de la anécdota, es preciso adelantar algo: los sujetos “activos”, “concretos”y “reales” de todas las preguntas con las que iniciamos esta entrada(docentes, otr@s docentes, estudiantes y otr@s estudiantes) somos seres humanos (con algo así como la “condición humana”); con inquietudes, con emociones, con limitaciones, con sueños, con sentimientos y con capacidad de acción y de transformación. Mientas que “el
sujeto abstracto” de todos los condicionamientos, los determinantes y
los impedimentos de esas mismas preguntas pareciera ser “las
instituciones”que, como tales, no pueden actuar si no es a través nuestro,
a través de las personas que las integran, aunque a veces les demos una
“entidad superior” y un poder al menos discutible. En este sentido, tal vez sea hora de demostrar(nos) que esto puede no ser tan así.
Ahora sí, la anécdota.
Hace poco al pie de las escaleras internas de una institución educativa, un estudiante y un docente charlaban sobre “la Educación”.
Resulta ser que el estudiante se había mostrado interesado en la idea
de las pedagogías alternativas (siempre resulta curioso esta idea de
“alterativas”, ¿alternativas, a qué? y, más importante aún,
¿alternativas, por qué?) y el docente le había recomendado alguna
bibliografía y algún que otro video disponible on line (de resultados
siempre más “inmediatos” que nuestros queridos libros) con la propuesta
de charlar luego para ver qué pensaba el estudiante sobre lo leído o lo
visto y de intentar buscar acuerdos y desacuerdos.
A lo largo de la charla (interesante y enriquecedora por donde se la mire) parecía quedar claro algo: ambos se convencían, palabra a palabra y gesto a gesto, que las cosas no necesariamente “deben ser así” y
que no son tan ciertos los presupuestos de las preguntas con las que
abrimos este texto. Parecía quedar claro que, a pesar de lo complejo de
la situación actual de las instituciones educativas y de sus “funciones”
no siempre explicitadas ni siempre compartidas por tod@s (aspectos que
ya abordamos ampliamente en entradas anteriores de este Blog), las
instituciones (educativas) no eran (afortunadamente) tan efectivas en
ese condicionamiento, en esas determinaciones, ni en esos impedimentos
que presuponían las preguntas del inicio pero sí en el haber generado un
(siempre nefasto) “sentido común” que nos hacía creer que efectivamente
esto era así.
Afortunadamente
no es cierto que “las instituciones” determinen todas nuestras
prácticas docentes ni todas las prácticas de l@s estudiantes, ni es
cierto que l@s estudiantes y l@s docentes no se sumarían a la
(trans)formación de sus colectivos ni acompañarían los cambios que
sueñan respectiva y mutuamente docentes o estudiantes. Y existen en el
mundo sobrados ejemplos de que esto no es así y de la posibilidad que tenemos las personas que formamos “las Instituciones” de transformarnos y transformarlas.
Lo cierto es que en un momento de la charla, el estudiante (obviamente, ¿quién otro iba a ser?) hizo “la pregunta”:
-“está bien pero, entonces, ¿quién da el primer paso?”.
Y el docente (obviamente, ¿quién otro iba a ser?) se quedó perplejo ante semejante pregunta e intentó una respuesta:
-“Nosotr@s, la respuesta a esa pregunta siempre es nosotr@s”.
Y
ese “nosotr@s” es un nosotr@s que nos incluye, nos compromete, nos
incomoda, no nos deja dormir tranquil@s. Es como saber algo y no hacer
nada, o peor aún, es como saber que ”nosotr@s” podemos hacer algo y no
hacer nada.
Pero
también ese “nosotr@s” es un nosotros que nos invita a romper con la
lógica actual, a animarnos a demostrar(nos) que no es cierto que otr@s
docentes y otr@s estudiantes no se sumarían y que no es cierto que “las
Instituciones” (aún si se lo propusieran) puedan impedirlo. Es
un“nosotr@s” que nos invita (y en algún punto nos obliga) a ser disruptivos y a transformar en actos nuestras ideas y nuestras palabras. Es un “nosotr@s” que nos
propone intentarlo con el riesgo y el esfuerzo que eso supone pero con
la promesa de la recompensa trasformadora de la realidad.
Entonces, ante semejante desafío, vuelve a surgir la misma pregunta: “¿quién da el primer paso?” y la respuesta a esa pregunta siempre es: “Nosotr@s!!!”
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